miércoles, 29 de diciembre de 2010

Tercera parte de Brumas. Tercera Entrada

El Cuaderno de Facu (continuación)

Disculpe que le hable en éstos términos pero me he puesto a leer mucho. A mi siempre me gustó leer mucho.
Como le dije antes , yo no creí nunca en el destino. Hasta ahora, y por eso a partir de éste vislumbre , de éste ver a través de la neblina, comencé a formularme preguntas .
Y una de ellas es esta , sobre el destino y la responsabilidad. ¿Es culpable por sus actos un homicida, que estaba predestinado a serlo? Desde la niñez hemos aprendido, que existen cosas que están bien y otras que están mal. Que debemos optar. Elegir.
Y eso es lo que posibilita , que alguien sea calificado de “bueno” o “malo”. La capacidad de elegir. Estoy convencido que Fran no pudo elegir. Y me pregunto éstos muchachos , que desde su mezquindad, sembraron la discordia. ¿Pudieron elegir?
Si uno de nosotros está signado por el destino inexorable . ¿Pueden los otros, todos los otros , los millones de seres humanos , escapar a su propio destino inexorable?
Vuelvo a pedirle disculpas por explayarme en éstas preguntas, que me formulo a mí mismo, en el exacto momento en que le escribo éste cuaderno. Pero son preguntas que me atormentan. Pues de ser así de poco sirven los esfuerzos. Si nuestra vida está escrita de antemano , no existen las virtudes ni los pecados.
Volviendo a la niña aquella, que pasaba los inviernos en la casa de su tía. Le dije que ése lugar de dicha, además era lugar de desgracia. Una dualidad comprensible a poco yo se la explique. La tía Carmen, vivía en Montoya. Probablemente ya eso para usted sea suficiente, para que comience a intuir lo que le contaré.
Flor una de las amigas de Ami , en ocasiones, por unos pocos días , la acompañaba al campo. Era llevada por sus padres, a pedido de su amiguita, para hacerle compañía y servir de compañerita de juegos. Hasta el día de hoy son inseparables.
Flor, casi sin querer, me contó un episodio, ocurrido en una de ésas visitas al campo.
Ami había encontrado en un montecito de chañares un nido de picaflor con sus minúsculos pichones dentro, y decidió mostrárselos a su amiga. Una siesta , después de almorzar y de ayudarle a la tía con la limpieza de la cocina, ambas niñas salieron al campo para ver el hallazgo. Ya le dije que Ami visitaba su tía en Invierno por lo que el encontrar un nido con pichones es un hecho por demás extraño. Insólito. Casi imposible. Las niñas caminaron, casi corriendo, con ése entusiasmo tan propio de ésa edad, hacia la mata verde marrón que se recortaba al fondo del potrero. Al llegar al sitio ambas se quedaron extasiadas ante el espectáculo singular y bello. En ése momento es cuando se les apareció la vieja, sí la vieja, ésa misma que usted piensa. Les preguntó sobre que estaban haciendo en ése lugar , apoyada sobre un palo grisáceo del alambrado, las miraba con rostro serio. Las niñas sonrientes le contaron lo que estaban viendo. La vieja se agachó pasó entre los hilos de alambre, y acercándose contempló el nidito, la delicada copita. Y les dijo que ellos , los pichones, cuando sean grandes libaran de las flores el dulce néctar de la vida. Dirigiéndose a Flor le dijo, que ella tenía un nombre que atraería a los picaflores , que es lo que hasta hoy grabó en la memoria de la niña, el episodio. Y mirándola a Ami le dijo que en cambio ella bebería de la flor de la amargura. Dicho lo cual la vieja se fue.
Las chicas quedaron sorprendidas por un momento, pero luego olvidaron todo, riéndose del aspecto de aquella mujer gorda .
Pero yo sé ahora, que ése encuentro no fue casual, que aquel nido en realidad fue un señuelo, deliberadamente puesto en ése lugar. Una trampa.
Sólo el haber adivinado su nombre grabó en Flor el recuerdo, que ahora me permite exhumarlo, traerlo a la superficie. Como un arqueólogo de la memoria.
Predestinada a libar de la flor de la amargura. ¿Puede a ella atribuírsele culpa?
La tía de la niña, falleció el siguiente Verano, sus hijos recién llegados, se levantaron una mañana y encontraron la mujer muerta en su lecho. Dormida. Para siempre dormida.
La casa fue vendida por el viudo. Y de aquél lugar de alegría ya no quedó más que el paisaje, con esa sensación de profunda pena, que provocan los lugares donde fuimos felices vaciados de nuestro seres queridos. Ami solo volvió un vez a aquel sitio, donde según me contó , no hace mucho, sintió la sensación de congoja que antes le describí.
De ahí en adelante prefirió evocar sus recuerdos y no enfrentarlos con los vestigios materiales del pasado.
Nada podrá a usted devolverle la alegría, nada podrá a devolverle a su hijo.
La historia es unidireccional. Mis palabras solo tratan de devolverle el sosiego. La paz que se encuentra en la comprensión. En este caso de lo incomprensible.
Yo quiero cumplir con mi amistad. Con el deber que me señala mi amistad.
El inmenso cariño que sentí y siento por su hijo. Muchas veces lo sueño, sonriente y conversando como tantas veces, como tantas mañanas, tardes y noches. Y sé que solo el sueño me devuelve el amigo, como sus sueños seguramente le devuelven a su hijo.
Es posible que el país de los sueños sea otra realidad , en la que persistimos aún después de la muerte. País que para los que creen en la vida eterna del alma, nos permite atisbar el paraíso o el infierno. Y desde ése país me pidió que le escriba. Lo hago por mi lealtad hacia él.
El ciego vio algo más. Yo dudo en contárselo. Usted sabrá que existe gente que cree en la comunicación con los espíritus. En los portales y en los médium. El ciego vio un circulo de fuego. Un círculo de fuego rodeado de tinieblas. Un círculo de fuego en el país de las sombras. El ciego lo vio con sus ojos secos. Con sus ojos vanos. Con las esferas muertas de su sensorio. Alrededor del círculo de fuego vio cuatro jóvenes. Y entre ésas cuatro jóvenes vio una con una luz. Con una luz en su pecho. Como otra llama , separada del círculo pero perteneciente al mismo. El la describe. Y yo sé quien es. Yo dudo en contárselo. Usted sabrá que existe gente que cree en esas cosas. Yo le dije a usted que antes no creía en el destino. Hoy le puedo decir que ahora dudo , si es o no posible comunicarse con los muertos. El ciego lo vio. Lo vio como vio lo que le conté antes. Muchos meses casi un año me llevó averiguar lo que se.
Mili siempre lo adoró a Fran. Yo estoy convencido que secretamente siempre estuvo enamorada de él. Su muerte para ella fue un golpe devastador. Mucho tiempo tardó en recuperarse, o mejor aún sería decir en salir de su estupor. En buscar nuevos caminos. Rumbos nuevos en busca de lo perdido. Ella habló con Ami para aclarar las cosas.
Destruir las mentiras que las habían envuelto. Derrumbar los muros de la perfidia. Yo sé que ambas lloraron juntas. Lo sé porque Mili me lo contó. Y de alguna manera sintieron la injusticia que había sufrido Fran. Y decidieron aclarar las cosas con él. Se que fueron al cementerio . Que hablaron juntas junto a su tumba. Y que de alguna forma , experimentaron el compulsivo deseo de verlo . De sobrepasar los límites de lo sensorial, incursionar en los terrenos fangosos del más allá. Superadas por su dolor. Inmersas en su angustia. Y eso es la que las llevó, a buscar una espiritista. ¡Si la que usted se imagina! . La enviada del diablo. La maldita.
Ella les habló. Ella las convenció. Lo sé porque Mili me lo contó. Esperan la primera luna nueva del mes de Julio. Se reunirán en el cementerio, para invocar el espíritu de Fran. Más no sé . Ahora sé que podré caminar tranquilo por mis calles tan queridas. Yo he cumplido con la exigencia de mi amistad”
Facu.

sábado, 11 de diciembre de 2010

Tercera Parte de Brumas (Segunda Entrada)

El cuaderno de Facu (cont)

Aquella noche lo buscaron , sabiendo que estaba con Mili , supusieron, y lo hicieron bien, que él la acercaría hasta la casa. Lo esperaron. Cuando el regresaba dieron un rodeo para asustarlo , quizás para hacerlo caer de la moto, quizás para golpearlo. No para matarlo.
Ellos dicen que él se les vino encima, que nunca los vio, que miraba hacia atrás, la calle vacía. Los peritajes dicen lo mismo, que él nunca frenó y que la camioneta sí lo hizo.
¿Qué fue lo que lo llevó a la muerte? ¿Qué fue lo que lo llevó a conducir de forma desaprensiva? Eso me lo contó un ciego. Un ciego que dormía en la Villa 3 de Febrero del otro lado de la Ruta 12, en su casa. Un suburbio tranquilo y silencioso. En aquella noche cálida solo los insectos y las ranas rompían la calma nocturna. El despertó sobresaltado, y vio todo. Tras sus ojos muertos, se dibujaron imágenes de espanto.
En su relato dice que lo primero que vio fue un rostro horrible , no tanto por su aspecto sino por su expresión, por su gesto, el gesto del mal. Que ésa imagen permaneció en su cerebro por largo rato, hasta desesperarlo, provocándole un dolor pulsátil en su cabeza, como si ésta fuera a estallar. Que presa de un profundo desasosiego se sentó en el lecho y con ambas manos apretó sus parietales como tratando de expulsar la visión, que le sonreía desde su interior, maligna. Luego sintió como un desmayo como si las fuerzas lo abandonaran, como si el tono de sus músculos se perdiera, cayendo de espaldas sobre la cama destendida en forma transversal. Y poco a poco sintió elevarse por los aires, abandonar el cubo oscuro de su habitación y atravesando los techos , suspendido en el aire, flotar sobre las casas y los campos. Y en éste estado de inmaterialidad, flotó sobre la calle Diamante, derivó hasta la parroquia de San Ramón, la antigua estación de trenes, la plaza Entre Ríos y por sobre el barrio San Francisco llegó al boulevard Sarmiento hasta encontrarse con el propietario de aquel rostro horrible que estaba parado en la esquina de la Escuela Alvear. Inmaterial y etéreo , el ciego, se aterró de ver ,en su ensueño, a aquel monstruo de campera roja, que abriendo la boca hedionda lo aspiró hacia las oscuras tinieblas de sus entrañas.
Se sintió nuevamente en la oscuridad, asfixiado, rodeado de miasmas inmundos, en ésos pulmones fétidos, como los de un tuberculoso, o mejor aún como los de un cadáver.
Después se sintió ascendiendo hasta lo ojos del monstruo y a través de ellos vio.
La calzada cubierta de una bruma espesa, como el vapor blanquecino, que se formaba alrededor de las viejas locomotoras de carbón cuando las válvulas aliviaban la presión de sus calderas. Vio desde ésos ojos malvados, el terror en los ojos de Fran cuando éste se le cruzó delante, vio el rostro vuelto hacia atrás del muchacho antes de impactar contra la camioneta, mirándolo a él que era ciego, ciego desde hacía muchos años.
Despertó mojado en sudor, atravesado en su camastro, temblando. Solo atinó a acostarse nuevamente y taparse . Permaneció despierto con su respiración agitada, y la paloma de su corazón aleteando dentro de su tórax. Hasta que lejanas empezó a escuchar las sirenas, nítidas en el silencio de la noche, y lloró con sus ojos de sombra. Acongojado . Sabiendo porqué ululaban aquellas ambulancias y conociendo la inutilidad de su prisa.
Presintiendo que aquella visión, no sería la última que tendría y que ése rufián avernal de sus sueños , el que le había prestado sus ojos maléficos a él, a él que era ciego hace tantos años. Pero sólo para ver lo que nunca hubiese querido ver. Tuvo la certeza , que ese rufián avernal no daría por terminada su tarea.
¿Usted cree en el destino? Que difícil se hace comprender lo incomprensible. Nuestro entendimiento se choca contra un muro de misterios indescifrables. Es cuándo nos sentimos aplastados por una masa invisible de pesar o impelidos por un viento invisible hacia el futuro.
La vieja , también averigüé sobre la vieja. Conocida suya además , según me contaron.¿Cómo no reconoció a ésa pérfida? ¿Cómo usted se dejó embrollar por ella?
Con solo haberse mantenido alejada, nada de esto hubiera ocurrido. Así me lo dijeron.
Yo repito lo que me dijeron. Gente que afirma conocer. Aquellos que me presentaron al ciego.
Ami , la chica que tuvo amoríos con Fran, en realidad también formaba parte de éste destino. Desde su infancia. Sin que ella lo supiera por supuesto.
Su tía paterna . Es el nexo entre ella y su destino. Carmen se llamaba según pude averiguar. No era una mujer mala , todo lo contrario. Pero fue un instrumento. Sentía un gran cariño por ésa niña abandonada por su padre, y de alguna manera, según dice se sentía responsable de ella. Sobre todo durante las vacaciones de invierno, hasta terminar la primaria igual que en semana santa, casi todos los años. Ami visitaba su tía.
La madre , dejaba a la niña en casa de su tía, un poco como tirándosela a la familia de su padre abandónico. Como una cobranza. Como un desagravio. Y se sentía como liberada, como si la niña desapareciera por un tiempo de su vida y con ella desapareciera el recuerdo vivo del hombre que le arruinó la vida. Del hombre que la hizo sentir la mujer más desgraciada del mundo. La más fea . La más idiota.
Y dejar a la niña en casa de su tía Carmen, era como dejarla en el umbral de su casa paterna, envuelta en diarios y merced de los perros. Como muchas veces pensó que debería haber sido. Otras veces pensó que quizás debería haberla parido en una letrina.
Como un excremento. Al dejarla en casa de su tía Carmen la mujer pensaba que desaparecía. Que retornaba al esperma de su padre odiado.
Pero ella, la niña, era feliz en ese caserón de campo. Se sentía libre. Contenida, Querida. Su tía , madre de varones, se sentía complacida de poder atender a aquella niña triste, que corría hacia ella con su cabello suelto desparramado en el aire alrededor de su cabeza. Con sus ojitos redondos brillando de alegría.
Pero ése germen de la dicha, incubaba también el de la desgracia.
Su ruptura con Fran fue indudablemente originada por habladurías de un tipo que se llama el gordo Jorge y de un muchacho llamado Matías, que estaba interesado en ella, al que probablemente usted conozca, pues hace varios años frecuentaba a Fran.
Ellos inventaron un romance de él con Mili y ése fue el origen del enojo de Ami.
Luego seguramente , la incapacidad de ambos de comunicarse, contribuyó a convertir lo que pudo ser una simple rencilla de enamorados en una ruptura dolorosa y definitiva.
Que llevó a Fran , entre otras cosas , a un estado de desesperación y de confusión. Lo que lo llevó a buscar soluciones mágicas, que lo enfrentaron con su destino predeterminado. Por eso yo me pregunto ¿Fueron realmente éstos chismosos culpables de sus actos? Si por un momento creemos en el destino, en lo predeterminado. ¿Existe la responsabilidad? ¿Existe la culpa? ¿El libre albedrío no es una condición sine qua non para realizar un juicio moral , sobre las conductas humanas?.

domingo, 5 de diciembre de 2010

Tercera Parte de Brumas. Primera Entrada

TERCERA o FINAL



Cuando mis ojos cerrados.
Por siempre oscurecidos.
Ciegos, sin luz.
Volveré así, callado.
En la brisa, descarnado.
A tocarte.





El cuaderno de Facu.

La letra abigarrada, inclinada hacia la derecha, no hacía la lectura fácil. Al menos al principio. Después, sus ojos se fueron acostumbrando, a esa letra pequeña y compacta.
Después, estuvo tan absorta en la lectura, que la percepción visual se fue transformando en una voz que en aquel silencio de las noches invernales le fue relatando aquella historia. Aquella historia final .Tanto despropósito. Tanto dolor injusto. Historia que completaba , los fragmentados relatos escritos por su hijo, en forma desordenada , en papeles desparramados. Hoy manchados con la salitrosa humedad de sus lágrimas y ajados de tanto estrujarlos, en busca de la esencia de quien los escribió. En busca de un residuo, de un rastro , que pudiera haber escapado de aquella muerte brusca, inesperada.
De aquella ráfaga final de la tormenta, que derribó los muros de su refugio, cuando ya se veía el sol en el horizonte. Cuando la esperanza de la calma, se nutría de certezas.
Zarpazo mortal de la fiera fatalmente herida.
Y en aquella historia , que le había llegado en un cuaderno de tapas anaranjadas, como los que usan los niños de educación primaria, se sumergía. Como se sumergen los buzos tácticos en los restos de un naufragio, en aguas turbias.

“Yo ya no estaré mucho tiempo en Nogoyá. Con los primeros días del Otoño debo radicarme fuera de la ciudad , por razones de estudio. Antes de dedicarme exclusivamente a mi futuro, deseo clausurar el pasado. En realidad la palabra clausurar no es la más adecuada. Y probablemente a usted hasta le habrá sonado ofensiva. Cumplir con el pasado. Contribuir a su esclarecimiento, saldar la deuda que mi amistad, me impuso. Para que mi espíritu se sienta liberado. Para que el futuro se vea liberado de sombras y poder volver a recorrer éstas calles tan queridas, con la tranquilidad de los leales.
Muchos meses , casi un año , me llevó averiguar lo que sé. No es mucho , pero son indicios. Usted alguna vez, me preguntó, de que se trataba todo esto. Y yo no pude responderle. Le contesté que si estaba a mi alcance , lo ayudaría. No fue así.
Y hasta el día de hoy me pregunto ¿Por qué?. Y no obtengo respuestas
Por eso le quiero hacer llegar éstas notas. No pude ayudarlo a él pero por lo menos trataré de ayudarla a usted a lograr el sosiego.
Aquella noche , para mi, fue una de las más terribles de mi vida. Aquello fue un golpe demoledor, para todos nosotros los que éramos sus amigos. Nos mirábamos unos a otros, nos abrazábamos, nos hablábamos sin poder encontrar respuestas.
Poco a poco, la realidad se fue imponiendo al desconcierto que inicialmente nos invadió. Usted sabe que Milagros incluso fue a la jefatura . Que trató de hacer conocer su opinión, su punto de vista. De todos modos fue inútil. El asunto estaba esclarecido.
El accidente. Otros hasta incluso hablaron del suicidio . Las voces se corren, la gente opina, con opiniones ligeras y eso va marchando como la llama en un reguero de pólvora. Hasta conformar una versión alejada de la realidad. Como un espejismo.
Lo que podríamos llamar la opinión pública, lo que a los ojos de los extraños es una verdad irrefutable, pero que hunde sus cimientos en el fango. Cómo un edificio de papel que visto a la distancia, aparenta una fortaleza de la que carece. Disfraz de tigre que oculta al tigre verdadero. Lo que yo sé , la verdad, puede parecer menos verosímil que la fantasía. Y todavía ésta verdad puede traer otras catástrofes.
¿Usted cree en el destino? Yo por mucho tiempo no lo hice. Siempre pensé que la razón explicaría todos los fenómenos vitales y físicos que se presentaran ante mis ojos.
pero hoy, le confieso que dudo de ello. A Fran lo tragó el reino de las sombras, que lo perseguía. Que tarde o temprano lo alcanzaría. Eran inútiles los esfuerzos por huir, por escapar, por cambiar ése destino oscuro, aciago, inmodificable.
Y es probable que con él no terminen los acontecimientos desencadenados en ésta dinámica de lo incomprensible.
Los de la camioneta lo buscaron para asustarlo, yo estoy convencido de ello, y charlas que he mantenido con allegados a éstos, lo confirman.

lunes, 29 de noviembre de 2010

Segunda Parte de Las Brumas del Destino Undécima Entrada


La pitonisa


La puerta de madera gris, con la pintura descascarada, tenía dos hojas , cada una de las cuales presentaba tres paneles de vidrio superpuestos separados por un delgado madero. A través de ellos se veían de un lado el postigo de gruesa madera machimbrada, y del otro lado una cortina con flores rosadas decoloradas por la luz sobre un fondo blanco percudido. A través de ése lado, cuando la cortina se movió fugazmente, tuvo la primer visión de aquel rostro. Un rostro sin tiempo. Que lo miró desde las sombras de la habitación, como un fantasma. Cuando la puerta se abrió Fran vio su cuerpo rollizo, y su mano regordeta señalándole que ingrese al jardín y luego a la casa.
- ¿Que quieres muchacho?-dijo la vieja con una voz rasposa que salía de su boca con escasos dientes, que parecían palos de madera dura, en los bajos inundados. Amarillentos y sucios como tallados a hacha.
- Me han dicho que usted , puede decirme sobre mi futuro, y sobre un problema que tengo con una chica.- contestó Fran mientras se acercaba tratando de simular seguridad, de ocultar el temor que lo embargaba, las terribles ganas de salir corriendo. El impulso a huir. Pero los hombres no huyen eso lo tenía claro desde hace mucho tiempo.
- ¿Que quieres muchacho?- volvió a preguntar la vieja , mirando al chico que ahora estaba parado junto a ella.
- Como le digo, doña , tengo problemas con una chica y me han dicho que usted me puede ayudar. Dicen que usted puede arreglar esas cosas o indicar al menos que es lo mejor para el futuro.
- ¿ Qué quieres muchacho? ¿De qué futuro me hablas? ¿Acaso no sabes tu destino?. ¿Acaso no sabes del destino que te aguarda desde que naciste?.
Tu destino está marcado , escrito con sangre en el libro de la vida, no puedes huir ni yo puedo hacer nada para ayudarte.-Dijo la vieja mirándolo fijamente.
- No entiendo , ¿Qué me está diciendo?- dijo Fran súbitamente pálido-¿qué me quiere decir con eso? – casi suplicó el muchacho.
- Es una historia vieja.!Pobrecito! – exclamo y suspiró la vieja casi a la vez señalando una silla de madera con asiento de paja tejida , para que el muchacho se sentara. – es un historia tan vieja como vos. O más vieja que vos. Algo que marcó tu destino, para siempre. Yo no te quiero decir nada !Pobrecito! no te quiero decir nada. Siempre supe que vendrías por ése camino. Todo el día , sola, sentada en ésta mesa te esperé. Sabía que hoy era el día en que vendrías. Al escuchar el cencerro, me resistí. Yo no quería abrirte. !Pobrecito! Nunca quise que mis labios te dijeran la verdad. A veces pensé que la muerte me aliviaría de ésa carga, que siempre supe mía.
- No entiendo- musitó Fran perlado en transpiración , pálido, desfalleciente de horror.
- El mal te persigue muchacho, y el mal te alcanzará, porque así está escrito Desde antes que nacieras. Vienes de un fruto prohibido, como el pecado original, fuiste robado del Paraíso, y eso se paga muchacho- sentenció la vieja con la cabeza baja mirando sus manos entrelazadas sobre la falda. Fran de repente palideció aún más, comenzó a temblar sintiendo sus manos dormidas, sus piernas agarrotadas y un latido en sus sienes. Que golpeaba, golpeaba mientras las paredes se movían. Y comenzó a gritar de horror, sintiendo como una garra le apretaba el cuello y le impedía respirar.
La mujer vestida con un amplio batón estampado en el que predominaban los rojos, rosados y borra vinos , era gorda. Un pañuelo que alguna vez fue blanco , cubría su cabeza. Lo miró con sus ojos bovinos y le dijo
- ¡No lo hagas, no grites! ¿De qué sirven tus gritos en la noche?
Fran logró ponerse de pie, tambaleante salió por la puerta hacia el frío de la tarde y la llovizna, y se alejó bamboleante por el sendero, en el último paraíso el muchacho de campera roja lo miraba con sus ojos sonrientes y su malicia.
- ¿De qué se ríe? – pensó Fran mientras intentaba subir a su moto y arrancarla.
Los viejos paraísos, con sus rugosos troncos , socavados, en secretas oquedades y cubiertos de protuberancias ,cómo cúpulas abolladas, tenían una pátina de antigüedad, parecían impregnar el aire de misterios olvidados, de fuerzas que a través de ocultas puertas al pasado, retornaran del ayer. Cuando por fin se alejó por el camino hacia el puente , tuvo la sensación de que lo tiraban hacia atrás, que le arrancaban algo que lo dejaban hueco y vacío como un viejo árbol. Miró hacia el campo vecino donde pastaban uno novillos negros. Ellos tienen el destino marcado desde antes de nacer, desde siempre. ¡ Cómo yo, se dijo!


El viaje y la ciénaga.

Fran bajó a Mili frente al portón de su casa, y le sonrió. Le dio un beso en la mejilla y le dijo que se verían al otro día. Giró en redondo sobre la amplia calle adoquinada y retornó hacía el centro. Fran estaba feliz . Respiraba hondo el fresco aire de la noche, para que llenara sus pulmones. Al llegar al semáforo de las cinco esquinas , dobló por Boulevard Sarmiento , acelerando su negra bestia mecánica. La bruma comenzó en calle Uruguay cada vez más densa, moviéndose en volutas redondeadas y pesadas cubriendo el asfalto, en la esquina de la Escuela Alvear el tipo de campera roja cruzó la calle corriendo, casi lo atropella, Fran giró la cabeza y lo vio sonreír sobre la alcantarilla de calle Francia, sonriendo con sus ojos, con su rostro malicioso , su boca oculta por el cuello polar rojo a pesar de la calidez de la noche.
Cuando vio los faros los tenía a centímetros, el estruendo del viejo motor de seis cilindros lo ensordeció y alcanzó a ver tras el parabrisa , a aquellos muchachones de la Barra de la Vereda, los que se la tenían jurada. Luego fue volar hacia las miasmas de un pantano helado. Donde los sonidos del mundo se fueron perdiendo. Donde las luces se fueron apagando y el lentamente se fue hundiendo en ésa ciénaga de eternidad que lo tragaba, que lo robaba. Que se cobraba viejas ofensas. En el estallido de su cráneo contra el parabrisas. En el rodar de su cuerpo inerte sobre el pavimento como un muñeco desarticulado. De nada sirvió el ulular de las sirenas, el destello intermitente , de luces azules y verdes. Las corridas, los gritos. La ciénaga lo fue tragando , como estaba dicho, desde antes de su nacimiento, cuando fue robado del Paraíso, por la mano desesperada de un amor enloquecido y apasionado.
En un patio cercano una radio trasnochada reproducía La razón que te demora de La Renga
“ como un relámpago en la fría noche/ cruzarás los abismos/ Esos que guardan a la sombra/ que te oculta de vos mismo”

lunes, 22 de noviembre de 2010

Segunda Parte de Brumas Décima entrada

Los porrones se calientan

-Yo ví ésa camioneta rondarlo , oficial. Cuando salimos del parquecito por el boulevard , casi nos chocó en una esquina. Eran ellos yo los conozco. Cuando estábamos en el bar volvieron a pasar haciendo derrapar la camioneta en la esquina, yo los reconocí. Claro no le di ninguna importancia en ése momento.
Cuándo él me llevó por casa serían las dos y media de la mañana. Y yo los vi estacionados en la plaza Entre Ríos, la plaza de la estación , y noté que miraron y que se tocaron unos a otros. Pero ésos tipos siempre eran lieros, no me pareció raro.
Pero ahora sé que lo estaban esperando. Fue una emboscada. Estoy segura
- Usted entonces dice, que la camioneta los estuvo siguiendo toda la noche , desde la tarde cuando usted los vio, en… en…
- El Barrio San Francisco- agregó Mili
- Si, el Barrio San Francisco, ¿ Y esos muchachos les dijeron algo?- preguntó el rapado.
- ¡No, no nos dijeron nada! Pero le digo que nos estuvieron siguiendo toda la noche, y que cuando el me llevó a mi casa lo estaban esperando, estoy segura que lo estaban esperando. No fue un accidente lo que ocurrió. Eso es lo que yo quiero decir.
- En una ciudad muy chica como ésta , existen posibilidades de ver varias veces el mismo vehículo, no pensó en eso señorita antes de venir para acá-contestó el hombre fastidioso mientras encendía un tercer cigarrillo y le ofrecía uno a Mili casi por compromiso.
- Si, pero que casualidad que éstos tipos tenían una cuenta pendiente con él desde hace varios años, desde una pelea en un bailable. Yo recién ahora, ayer, me acordé de eso. Siempre lo amenazaban. Él nunca los tomó en serio. Creía que eran bravuconadas nada más. Pero , si los hubiera tomado en serio , no hubiera pasado lo que pasó. Yo lo que pido, es que tengan en cuenta lo que les digo. ¿Qué hacían ésos tipos en Avenida Italia? Justo cuando él pasaba. En ésos lugares a ésa hora el transito no es grande, oficial, que casualidad que de la plaza de la estación aparecieron en avenida Italia justo para chocarlo. Llegando al mismo lugar por sitios tan diferentes. A eso usted le llama casualidad. Cuando ellos lo vieron irse por Hipólito Irigoyen tomaron Marchini, estoy segura, hasta avenida Italia y lo esperaron. No, no fue un accidente. Investíguelo.
- Bueno , lo tomaremos como un posibilidad, gracias señorita por su colaboración espontánea. Es una reacción común , cuando perdemos seres queridos buscar chivos expiatorios. Pero bueno , igual lo tendremos en cuenta.
- Yo no estoy buscando chivos expiatorios, como dice usted- dijo Mili mientras se ponía de pie- quiero que se sepa la verdad.
- Su verdad- la interrumpió el policía con brusquedad- Nosotros somos profesionales e investigamos concienzudamente todo esto. Su verdad, señorita no es la verdad absoluta.
Mili guardó silencio viendo el sesgo que tomaban los acontecimientos , se disculpó de forma muy poco sincera y se marchó. Cuando descendía la escalera escuchó al rapado hablando por teléfono celular.
- Si loco, ya bajo, por fin me saqué la loca ésta de encima. Mete algún porrón al freezer si dejas todos afuera se van a calentar.
- Los que rara vez se calientan son ustedes- susurró Mili mientras doblaba hacia la izquierda en el rellano de la escalera de mármol.-¡Desgraciados!-agregó para sí


Lágrimas en el hombro.

Aquel sueño , la borrachera y el golpe. Una trilogía aterradora. Despertar en ése cuerpo dolorido , golpeado e intoxicado. Volverse a ver en el mismo lugar. Abandonado por las amnesias artificiales del alcohol. Vuelto a enfrentar con su realidad, miserable. Sabedor de su destino , su negro destino. Quizás ésa fue la peor de todas las decisiones de su vida. Querer conocer su futuro. Abrir la caja de Pandora. Liberar los demonios. Se sentó con dificultad al borde de la cama. Recorrió con la mirada su habitación , se detuvo sobre su pequeño y viejo escritorio. Abrió el cajón en desorden, y extrajo de un rincón un papel doblado en cuatro, lo abrió como quien abre un antiguo alhajero que se puede desarmar entre nuestras manos. Leyó los versos allí escritos. Colocó el papel sobre el escritorio , lo alisó cuidadosamente con la palma de su mano izquierda mientras con la derecha lo sostenía por su margen superior. Tomó un bolígrafo y escribió. Luego dobló cuidadosamente el papel y lo volvió a dejar en el mismo lugar donde había permanecido tantos años. En el mismo lugar donde un niño que ingresaba a la adolescencia lo había dejado. Ese niño perdido , que habitaba en los rincones , en los cajones , en las cosas olvidadas. Que habitaba en una bicicleta colgada. Vio a su madre asomarse en la puerta en silencio, la saludó con un gesto de su mano derecha y dificultosamente se incorporó. Caminó lentamente hacia la mujer que con gesto adusto lo miraba desde el vano de la abertura y una vez frente a ella la abrazó y comenzó a sollozar en silencio. Sobre su hombro izquierdo percibió las lágrimas de su madre escurrirse hacia su espalda. Por la ventana un rayo de luz casi horizontal , anunciaba las últimas horas de la tarde. El viento silbaba en los techos en forma intermitente. El supo en ése instante que su madre tenía miedo, miedo por él, y de su destino aciago, anunciado. Y supo además en ese instante que lucharía a brazo partido por evitarle sufrimientos y dolor, por vencer a ése destino maldito que lo fagocitaba en el fango de sus miserias. Simplemente, de existir algún camino de salida él lo emprendería, más allá de sus penas, más allá de lo escarpado que resultase.
Percibió el miedo de su madre y entrevió el presentimiento de su madre. Esa forma irracional de conocimiento, ese vislumbrar a través de la realidad cotidiana , los caminos inciertos del porvenir. El presentimiento, el oscuro presentimiento de su madre.
En su cuerpo dolorido y atormentado, buscó la fuerza que necesitaba, para seguir adelante, para sobreponerse a las noches de horror, y los días de excesos. Para sobreponerse a la profecía, que cargaba sobre sus espaldas. Para sobreponerse a la sonrisa del Demonio que lo acechaba. Y en su cabeza aturdida, donde tenía la sensación de tener su cerebro suelto, en la urente herida de su frente, en sus párpados casi cerrados que apenas le permitían ver el rayo de sol casi horizontal que entraba por la ventana. En esos brazos doloridos, plagados de hematomas. En su propia debilidad, revolviendo en el pozo ciego de sus pequeñeces , debería encontrar la fortaleza que lo sacara de allí. Como un hombre, que era, en una situación límite, en la que estaba. Sin otra ayuda que si mismo y quizás la de ésa mujer asustada que lo había traído al mundo. La besó con un beso doloroso de sus labios hinchados y caminaron juntos hacia la cocina en silencio. Soledad , sentada frente al televisor , lo miró en silencio, con la misma cara de siempre. La de estar bien o estar mal. La única. La máscara de sus sentimientos. Sobre el aparador , una pequeña tarjeta blanca con letras negras, descansaba apoyada en un florero de vidrio morado.
- Esa es la tarjeta del especialista , se la pedía a Santi- dijo con un movimiento de cabeza señalando hacia el lugar donde ésta se encontraba.- Vas a tener que ir hermanito, si no querés terminar de enloquecer a tu madre y llenarme de vergüenza a mi.
- Bueno, Sole, bueno- dijo Fran con voz queda- no se enojen conmigo. Es que por momentos no aguanto más. No puedo soportar la voz de ésa mujer en mi cabeza. No puedo soportar creer lo que me dijo, y sentirme sólo como un perro. Cuando ella me dejó es como si algo se hubiera muerto en mí y después de ver a la vieja siento como una gangrena que me carcome por dentro. Como una podredumbre
hedionda. – terminó casi en un sollozo, como el de momentos antes
- ¡ No te digo que éste pendejo está loco!- casi gritó Soledad.
- ¡ Soledad , por favor!- contestó su madre, tomando la tarjeta y leyéndola, luego la guardó en el bolsillo de su camisa.

lunes, 15 de noviembre de 2010

Segunda Parte de Brumas Novena Entrada

El oficial apurado.
-Yo , le cuento las cosas como son, ni largas ni cortas. Si usted no quiere tomarme declaración , me dice y listo.- Dijo Milagros del Carmen Ardiles, argentina, nacida el 30 de Octubre de 1984. Pelo castaño, tez trigueña , ojo marrones, de 1m72 de estatura, sin otras señas particulares.
-Continúe – contestó secamente el hombre rapado, mientras prendía un nuevo cigarrillo a pesar del gran cartel que debajo del escudo de Entre Ríos , decía “Prohibido Fumar”.
- Bueno como le decía no noté nada raro en él. Al contrario si algo noté en él, es que estaba mejor que en otras oportunidades, mejor que las semanas anteriores. Infinitamente mejor que meses atrás . Nosotros creíamos que podía intentar algo. Pero no ahora sino muchos meses atrás, cuando andaba borracho por todos lados y a toda hora, cuando la madre tuvo que quitarle la moto. Yo diría desde que vino del paseo de fin de año , mire lo que le estoy diciendo, hace un montón de tiempo hasta que empezó con el especialista ése que lo trataba. A partir de ahí, el pendejo mejoró, mucho. Pero mucho. Yo diría que hasta el momento éste del que estamos hablando había mejorado mucho. Y yo lo he pensado y repensado durante mucho tiempo, mañanas , tardes y noches enteras con ése pensamiento en la cabeza. Nunca me cerró lo que dijeron ése día, que por otro lado es lo que se dice todavía. Y armando el rompecabezas en mi mente, si bien no soy de las más despiertas, yo comprendí lo que ví. Mucho después de haberlo visto. Después que se me pasó la locura . Después que el llanto dejó de mojarme los ojos a cada rato.
-Por última vez le pido que sea breve.- dijo el rapado con un molestia casi exasperada.- usted habló 45 minutos y yo he escrito dos renglones, por favor señorita sea breve.
- Que quiere que le diga cuando esto pasó yo estaba destruida, se imagina, como para no. La cabeza no me funcionaba. Estaba como en una nube. Recién con los días pude empezar a reconstruir todo aquello a darme cuenta. Yo la primera vez que los ví en la camioneta fue cuando caminaba hacia el parquecito estaban en la esquina del barrio San Francisco , escuchando música , sentados en la parte trasera de la caja. No me llamó la atención siempre andan por ahí.

Volver a ser feliz
Mili subió con Fran , la Agrale avanzó por Boulevard España, el negro Seba los siguió en su Honda 125.La noche era fresca , agradable. Fran sintió el cuerpo de su amiga chocar contra el suyo cuando frenaron en calle Moreno , debido a una camioneta que cruzó el Boulevard a toda velocidad, sintió sus formas de mujer contra su espalda y una calidez interior que creyó perdida para siempre, invadió su cuerpo. Era la primera vez que tomaba cabal conciencia de la belleza de Mili, de la profunda femineidad que emanaba de su cuerpo. La primera vez que se sentía casi embriagado por el perfume de su amiga. Giró la cabeza para ver el rostro sonriente de la muchacha con sus cabellos arrastrados por el viento. Y de repente Fran volvió a ser feliz. Como en otras noches lejanas. Le pareció un mal sueño , todo lo pasado. Como si alguien bruscamente le hubiese sacado una capucha de su cabeza y volvía a ver el mundo tal cual era. Un nuevo amanecer que desgarraba las largas tinieblas de ésa noche larga y triste , de la que venía.
Que lo despojaba de los harapos mugrientos y malolientes de náufrago con los que estaba vestido y lo arropara con blandas prendas perfumadas. Y no es porque Fran pensara en entablar una relación con su amiga, que por otro lado nada lo prohibía.
Sino que Fran volvió a sentir. Nuevamente invadido por la vida. Cómo un brote , como una brizna de hierba emergiendo de la nieve al inicio del deshielo. Fran pensó , que por fin volvía a sentir su alma, que no se la habían robado como al loco Santella. Y fue feliz de repente, así como únicamente se puede ser feliz. Bruscamente en el momento menos esperado.
El negro Seba sentado sobre calle Centenario de espaldas al tránsito, conversaba con sus amigos mientras masticaba la pizza con anchoas que tanto le gustaba, con Mili bebían cerveza, Fran tomaba una gaseosa cola. El negro notó a su amigo , contento, como desde años atrás no lo veía. Charlaron los tres largamente, de diversos temas, de música, de cine y televisión. Calamaro ponía su “Corazón en venta” desde los parlantes del bar. Cuando vio la camioneta de Matías, le pareció ver el perfil de ella a su lado. Guardó silencio. Fran estaba tan contento, que no valía la pena nombrarla. El de espaldas seguramente no la vio y eso es como si nunca hubiese pasado. Y de todas formas como decía Fran , eran cosas terminadas, ya fueron, no existen más. No sería él el que las traería a la superficie, no sería él el que exhumaría los cadáveres del pasado.
- ¿Que te pasa negro? – preguntó Mili- estás como ido.
- Nada en absoluto, me quedé escuchando a Andrés Calamaro, es un capo total. Me encanta .
- Si capísimo.-intervino Fran en el momento que un agudo ruido de neumáticos sobre el asfalto casi enmascaró su voz, giraron la cabeza pero solo vieron unas luces que se alejaban por Centenario, tras un grupo de chicos que cruzaba la calle.
- ¡Hay locos para todos los gustos! .- dijo Mili, mientras se acercaba la jarra de cerveza a la boca, meneando la cabeza , demostrando incomprensión ante la conducta de los automovilistas. En la vereda de enfrente un par de inspectoras de tránsito, reían y conversaban animadamente con dos motoqueros estacionados contra el cordón izquierdo de la calle.
Ese fue el momento en que Facu llegó , a espaldas del negro Seba, golpeándolo con sus palmas en ambos hombros. Le dio la mano a sus amigos, besó a Mili en una mejilla y diciéndole un piropo se sentó a su lado.
Llamó al mozo pidió una copa de vino tinto con hielo y un pebete de jamón y queso caliente. Miró a Fran , y se sorprendió de verlo tan contento. Por fin su amigo volvía a ser el de antes. Decidió no decirle , que la había visto subir a la camioneta de Matías, para que revolver en el estiércol. En cambio se puso a contar sobre una carrera de Karting que se llevaría a cabo , la semana entrante. Un primo suyo de Ramírez, vendría a correr . Los invitó a que lo acompañaran. Todos estuvieron de acuerdo. Mili lo interrogó burlonamente sobre el aspecto físico de su primo.
-Siempre desee correr en Karting- dijo Fran de improviso.
- En una de ésas mi primo, te lo presta unas vueltas , la mañana del Sábado, cuando prueban el circuito. Casi seguro, vos dejalo en mis manos nene. No son difíciles de manejar , despacio por supuesto, en competencia es otra cosa. – dijo Facu
- Estaría buenísimo – intervino el negro Seba
- Bueno yo le voy a decir, los dos van a ser unos bólidos el fin de semana- contestó Facu con una sonrisa y dando una palmada sobre el muslo de Fran.
- No sé por que nos insultas.- le agregó Fran- si nosotros somos dos bólidos vos sos un estípido
Rieron con ganas, bajo la noche cálida.


Aquellos papeles y el páramo.
La mujer miraba los papeles que estaban sobre la mesa, con ambas manos en la cabeza, inclinada hacia delante. Sus cabellos le ocultaban parcialmente el rostro desencajado por el dolor. Las lágrimas caían algunas sobre la mesa , otras en cambio resbalaban sobre sus antebrazos, embebiendo las mangas de su camisa. En el silencio de la habitación, solo el tictac de un reloj de pared, de alguna manera rompía la uniformidad del vacío. Vacío. Ausencia. Miraba aquellos papeles e intentaba de alguna forma a través de ellos, recuperar al perdido, rescatarlo , traerlo nuevamente al reino de lo sensible. Encontrar en aquellos objetos, la esencia de quien los poseyó. En ésa letra conocida desde hace tantos años, encontrar las palabras , que lo retengan aún. Las explicaciones de lo inexplicable. El trazo secreto que revele su destino, el sitio donde podrá reencontrarlo a través del frío y de la tumba.
La desolación del cuarto vacío, de la cama tendida y prolija que ya no albergará su cuerpo joven e inquieto. La ropa colgada para siempre en el ropero. Los discos compactos uno al lado del otro, quietos y silenciosos para siempre como su dueño. Y de tanto en tanto , una leve brisa que mece la cortina y ella se queda mirando el vacío , como esperando ver el espíritu inmaterial del ausente, sonreírle desde la nada, regalarle ése instante infinitesimal de su presencia por el que ella daría su vida.
Y piensa en el frío , en el frío de la tumba, sin frazadas ni estufas. Alejado para siempre de sus cuidados. Impedida de taparlo, de arroparlo, de acariciarle los cabellos húmedos por la fiebre, de besarlo dormido. De mirarlo en las mañanas partir , con ésa indiferencia tan propia de los jóvenes. Con ésa belleza varonil y fresca. Y vuelve a llorar con un llanto profundo, débil, un llanto que nace desde lo más profundo de sus entrañas. Un llanto que va echando fuera, años y años de amor y de cuidados. Imágenes . Sonidos. Olores. Un llanto que poco a poco le va secando el alma hasta dejarla , árida , arenosa. Hasta convertirla en un paisaje desolado. En el recipiente de la nada. En un erial, inhóspito y estéril. En un páramo.

miércoles, 10 de noviembre de 2010

Segunda Parte de Brumas Octava Entrada

De fierro con los amigos.
El negro Seba fumaba su cigarrillo número mil. Había decidido no aceptar ése trabajo como patovica, que le había ofrecido el gordo Jorge. El físico lo tenía pero no el carácter. Pegarle a unos pendejos, no , eso no era lo suyo. Los otros porque no eran de Nogoyá , venían hacían su trabajo y se marchaban. La vacante se había producido por el rubio , ese que había representado a Paraná , como físico culturista. Inspiraba mucho respeto y según dicen era muy violento. Pero había caído en un cuadro depresivo por una reyerta severa con su pareja, que también trabajaba de patovica en un boliche de Victoria. Dicen que ahora , desde hacia varias semanas no salía de su casa. Pobre tipo, pero bueno así es la vida pensó, el negro Seba , para enfermarte solo tenes que estar sano. Pero no, ese laburo, no era para él. Estos locos fajaban a cualquiera, lo sacaban a sopapos hasta la calle, sin ningún drama, pero él no podía hacer eso. Y si después se encontraba con la madre , el padre o algún hermano o hermana del pendejo , que cara pondría. No , no , no era para él. Venir , hacer un laburo así y luego tomársela en el primer micro, eso cualquiera. Pero , quedarse a convivir , eso es otra cosa. Sí mejor seguía laburando en el taller. Cacho era un buen tipo, le enseñaba, le pagaba religiosamente. Además como era sabatista tenían los Sábados libres . Ya el Viernes a la noche , se encontraba en total libertad. Trabajaba hasta las 19hs o a veces Cacho le daba a alguno de ellos horario corrido y a las tres de la tarde estaba libre. El negro sabía que algún día tendría su propio taller. Miró su reloj, tendría tiempo de terminar de peinarse, al negro le gustaba salir bien peinado y bien arreglado. Una cosa era cuando uno estaba trabajando, que podías estar engrasado hasta las orejas , pero otra cosa era cuando uno salía con los amigos. Al negro le gustaba estar limpio y prolijo. Se peinó con gel , se arregló la remera celeste con inscripción “ Entreremo nella storia” , volvió a mirar su reloj, encendió un nuevo cigarrillo tomó las llaves de la puerta del frente que estaban sobre la mesa y salió a la calle. Fran lo esperaba en el parquecito del automóvil club. Quería contarle de su decisión de no aceptar el trabajo que le había ofrecido, el Gordo Jorge. Además el lo tenía montado en un huevo al Gordo Jorge, porque él siempre sospechó , que ése gordo hijo de puta, tenía algo que ver con lo que le pasó a Fran. Y el negro Seba, colérico e impulsivo, a pesar de ello, era de fierro con sus amigos. La crisis de Fran , su amigo de toda la vida. Con quien incluso tenía más afinidad que con Facu su otro amigo de toda la vida, éste último , era más intelectual , amigo de las novelas y boludeces por el estilo. Fran era más campechano más de pueblo. Una forma de ser más llana , más sencilla. Y al negro Seba la crisis de su amigo le había dolido mucho. Se le hacía un nudo en el estómago de la bronca que le agarraba de verlo en el estado en que quedaba después de tomarse todo. Pero bueno ahora gracias al médico ése de Rosario andaba mejor. Mucho mejor diría yo. Como si hubiera alcanzado la otra orilla después de vadear un arroyo crecido .
Se acercó circulando por calle Fitz Gerald, giró por Bv. España y frente al supermercado lo vio sentado a su amigo, con una chica que le pareció Mili.
Estacionó su Honda Titán al lado de la Agrale de Fran que hacía poco había vuelto a usar. Saludó a su amigo con la mano. Se acercó le dio un fuerte apretón de manos y saludó a Mili con un beso.
- Que haces flaca- dijo el negro Seba
- ¡Acá estoy! Con mi amigo Enero- contestó la Ardiles riéndose, a la vez que abrazaba a Fran afectuosamente
- ¡ No seas hija de puta Mili! Si algún día fresco debe tener- dijo el negro Seba
- ¡Qué amigos bárbaros que son ustedes dos! – intervino Fran.
- Sabes que te queremos mucho pendejo- dijo la Ardiles, mientras le daba una suave palmada en la nuca.
- Che , loco, te voy a contar lo que decidí , con el asunto ese del gordo forro. No voy a aceptar. No es para mí. Además a ése gordo lo tengo montado en un huevo y tener que aguantarlo todos los días, puede llegar a ser insoportable.- dijo el negro Seba.
- Yo te aclaro algo negro, para mí no existe ningún problema, en que trabajes con ese loco, para mí son temas superados o por lo menos así lo creo. Mi terapista me hizo ver , que nadie actúa por que lo obliguen los demás, o por lo que le dicen los demás, que probablemente metieron la cuchara , pero bueno eso para mí es historia vieja. O trato al menos.-comentó Fran mirándolo a los ojos. En su frente una gran cicatriz estrellada unía el cuero cabelludo con las cejas. Dándole el aspecto de un hombre marcado. Cómo aquel que en su cuerpo lleva impresa una señal, cómo los personajes mitológicos. Cómo los reyes ocultos de pueblos sojuzgados, que deben escabullirse entre la multitud para escapar del exterminio.
- Usando tus palabras, loquito, nadie me obliga, yo he decidido. Para mí primero, los amigos, los que quiero, después lo demás- dijo el negro Seba , con un gesto de su mano derecha con la palma hacia delante que formó un arco desde la altura de su rostro hasta depositarse sobre su rodilla- nadie me obliga , lo rechazo porque quiero.
- ¡Pero bueno negro boludo, ni que estuvieras rechazando una beca a la Universidad, tanta alharaca!-intervino Mili.
- ¡Callate flaca! No le contés a Fran que me mediste las bolas, al gurí no le interesa conocer nuestras intimidades.- Contestó el negro Seba con una aparente seriedad y con gesto de fingida amonestación.
Los tres muchachos continuaron charlando amigablemente por un largo rato. Luego decidieron ir al centro a comer unas pizzas .


Sin ninguna flor.
La casa flanqueada por el viejo molino se agrandaba poco a poco, ahora se podía distinguir un pequeño cerco , seguramente de alambre tejido, cubierto aparentemente por trepadoras y un arco de medio punto sobre un pequeño portón de caño y malla cima. Fran se acercó, con paso indeciso. No sabía bien porque había decidido hacer caso a su hermana y concurrir allí. Miró hacia atrás el sendero entre los árboles por donde había caminado momentos antes, le pareció lúgubre , mojado por la llovizna y mecido por las ráfagas de viento. Pero y si realmente existía la posibilidad de recuperarla. Si realmente existía la posibilidad de que todo retornara al camino que nunca debió abandonar. Poco a poco la razón se había visto desbordada por ésos fantasmas ancestrales que trae el hombre consigo desde siempre, por ese inconsciente colectivo que atesora las vivencias de las razas, de los pueblos primitivos. Ese mismo bagaje de sentimientos primitivos que nos hace mirar largamente el fuego, perplejos ante las llamas , con un inexplicable sentimiento de bienestar ante el crepitar de los troncos encendidos. O temblar de terror ante un rayo cercano. El placer de ver caer la lluvia sobre los campos o el miedo a las tormentas. Algo de nuestro interior profundo, algo que surge de las fosas insondables de nuestro espíritu, dónde aún habita nuestro antepasado nómada. Asoman los demonios, los talismanes, los dioses, la magia. Y la razón se ve jaqueada, y en ése momento es cuando el hombre se arroja a los brazos de lo incomprensible. De lo inasible a través de la razón. Y toma el camino que lo llevará a ése mundo oscuro, donde se pueden manejar las voluntades, donde se puede influir sobre nuestro futuro, donde se puede recuperar lo perdido. Donde hasta se puede trasponer los portales de la muerte. Pero en cuyas sombras, nunca estaremos seguros. Donde podremos rogar, averiguar, comprar. Pero donde nunca seremos libres ni soberanos sobre nuestro propio ser. Rodeados por ése aire denso y misterioso que todo lo invade, que penetra hasta nuestros huesos. Pero el hombre igual se arroja a los brazos de lo incomprensible .
Fran se acercó al portón metálico , oscuro de herrumbre y hizo tañir un cencerro viejo colgado del arco vegetal. Y esperó. Esperó un tiempo interminable mojado por la fría llovizna. Miró hacia el camino, el muchacho de campera roja, ya no se veía. Fran miró alrededor suyo, en el preciso instante en que una bandada de morajúes, levantó su negro aleteo del campo lindero y se dirigió a la arboleda que rodeaba la casa. A él le parecieron sombras aladas que se elevaban desde el fondo de la tierra, le parecieron una lluvia de carbones infernales que impactaban sobre el contorno vegetal de aquella morada de espanto. Nuevamente hizo tañir el cencerro, con la decisión de que no lo volvería a hacer. Que si nuevamente la espera se prolongaba sin que nadie abriera la puerta de la casa, desandaría el sendero para siempre, montaría a su moto y dejaría toda aquella locura atrás. Ahora los morajúes se acomodaban en las ramas de las casuarinas, protegiéndose de la llovizna y el viento. Miró hacia el interior del cerco y le sorprendió no ver ninguna flor.

jueves, 4 de noviembre de 2010

Segunda Parte de Brumas Séptima Entrada

El predador.

Matías hacía casi dos años completos que no vivía en Nogoyá. Estudiaba derecho en Rosario. Su pequeño mundo pueblerino , se amplió. Con la misma sorpresa que experimenta un hombre de tierra adentro, la primera vez que ve el mar. Estaba por empezar a cursar el 3º año , como alumno regular. El microcosmos en que había vivido su adolescencia, en el transcurso de la educación media y los EGB, o como quiera que se llame en la actualidad , lo que antaño dio en llamarse educación secundaria.
Ese microcosmos , en que todos sus actores eran conocidos en menor o mayor medida, en el que los lugares eran conocidos en menor o mayor medida. Se rasgó, como lo haría una cúpula, dejando ver el cielo. El universo. Otro mundo. No quiero decir con esto que Matías fuese un ignorante de las grandes ciudades, o que nunca hubiese viajado a Paraná, Rosario o Buenos Aires. Quiero decir , que éstos paisajes no formaban parte de su cotidianeidad. Si lo eran los Ciber, los video juegos, la play station , la ropa de marcas para jóvenes, y todo lo que hace a la sociedad de hiperconsumo globalizada. Pero no el lugar físico, la experiencia cotidiana , el intercambio, interrelación personal.
El apuro, la exigencia, la despersonalización. Con la ruptura de ese microcosmos, de ésa incubadora, se vio enfrentado o mejor aún incorporado a un mundo nuevo distinto. A rostros nuevos, a siluetas nuevas, a bamboleos nuevos. Y a nadie debería provocarle sorpresa que un chico de su edad, priorizara a las chicas. Ahora las encontraba en una variedad enorme de formas y gestos, de estilos y estaturas. Insinuantes y tímidas. Mujeres. Muchas mujeres. La impresión inicial que siente un estudiante del interior, al llegar a una universidad cualquiera, a una facultad cualquiera, y verse rodeado por cientos de mujeres hermosas que se apretujan a tu alrededor en una ventanilla o en un transparente , o al ingreso de un aula. Es haber llegado al paraíso. Muslos , glúteos, pechos, ojos, cabelleras, perfumes excitando los sentidos, con el poderoso impulso de la novedad. Matías no era un tipo feo, más aún podría decirse que sus rasgos y conformación general eran atractivas al sexo opuesto. Si a eso le sumamos , que tenía una particular forma de desenvolverse, muy suelto , con una facilidad de expresión llamativa y una sonrisa fácil. Por lo que a nadie puede extrañar , que tuviera suerte, más veces que las que no la tuvo. Por lo tanto sus regresos a Nogoyá, fueron cada vez más esporádicos, por razones de estudio , pero también por razones que podríamos denominar de recreación. Una de ésas pocas veces, aburrido, siempre lo aburría el permanecer mucho tiempo en su casa , tomó la camioneta de su padre y salió a pasear,
“a dar unas vueltas” para utilizar su forma de expresarse. Giró lentamente por calle 9 de Julio, mirando atento para reconocer alguna persona de su antiguo entorno. Le parecían décadas los años , que lo separaban de su etapa anterior. Que pequeño había sido en aquellos años. Que pequeño de mente. Rió . De mente , no demente. Aunque quizás también en parte fuese un pequeño demente. Volvió a reír para sí. Justo en ése momento la vio . Caminando del brazo de su amiga por la ancha vereda del Parque del Bicentenario. Detuvo la marcha de su coche , junto al cordón de la vereda y con dos o tres palabras corteses las invitó a subir. Los Babasónicos desde el pasacd cantaban “ Y qué ella me gusta y yo a ella también….” Giraron por Caseros. Vale vio a su amigo, en el bar de la esquina de San Martín departiendo con un grupo de muchachos gesticulantes, bajó la ventanilla y le hizo un gesto de que más tarde lo vería. El muchacho levantó su pulgar en gesto de asentimiento. Continuaron paseando y escuchando música, con ésa charla intrascendente común en ésas ocasiones. Se cruzaron con el gordo Jorge , que manejaba su Ford K tuneado en la esquina de Alem, los saludó con un parpadeo de las luces delanteras y su índice extendido sobre el volante. Rato después Vale se bajó en busca de su amigo. La ocasión hace al ladrón, pensó Matías. Si esto le hubiera pasado cuatro años antes, hubiera sido para él un regalo del cielo. Pero hoy , después que tanta agua corriera bajo el puente, era solo una ocasión más.
Pero Matías pensó, las ocasiones no se pierden. Y en el fondo de su pecho , aquella vieja colilla encendida del odio, se reavivó. Y se sintió de alguna forma como un caballero medieval que está en ocasión de vengar su honor mancillado y cobrarse la ofensa. La miró y sonrió. Con los ojos de los grandes predadores , al ver su presa pastando en la sabana o en un claro del bosque.



Continúa la declaración de Milagros


-A la tardecita me encontré con él, en el parquecito del automóvil club, un encuentro casual . Pero frecuente. Muchas veces nos juntábamos a charlar. Yo lo apreciaba mucho. Para mí era un tipazo . Así de simple, oficial, para mi era un tipazo. Andaba en la mala , es verdad, como puedo andar yo , o puede andar usted. Nadie está a salvo que le pase algo así. Pero andaba mejor, fíjese, andaba mejor. Serían las 18,30 hs. más o menos , yo no me fijé en el reloj, la verdad, no me fijé. Una no se va andar fijando en el reloj con cada cosa que hace. Ahora que usted quiere saber, si tiene razón , uno debería fijarse la hora. Pero , que se yo , en una de esas salgo de acá y me pisa un auto. Y usted , bueno capaz que usted sí, porque está escribiendo en esa máquina, pero otro , uno que yo me cruce en el pasillo o en la escalera , no se va a fijar la hora en que yo salí de acá. Dígame, oficial , si en eso no tengo razón. Bueno pero como le decía sería más o menos ésa hora porque yo salí de mi casa a las 18,10 hs más o menos y ahí si me fijé en la hora porque en la cocina de casa tenemos un reloj grandote , de ésos de pared , a pilas a papá se lo regalaron los que le venden los neumáticos.
- ¡ A su padre es el de los transportes! La Flecha creo.
- Sí , ese es mi padre. Bueno como le decía . Le aclaro que yo ya soy mayorcita de edad, fíjese en la fecha de nacimiento. Mi padre no tiene nada que ver con lo que yo vengo a decirle. Como le contaba la hora de salida si me la acuerdo, porque cuando voy a salir siempre me arreglo en el espejo del aparador de la cocina comedor y automáticamente me fijo en la hora, en ése reloj de pared. Una costumbre de cuando iba a al escuela, que siempre tenía que salir apurada , de ahí lo de fijarme en la hora que salgo de mi casa. Ese día me fui caminando. Otros días salgo en la moto, pero la tenía mi hermana que se había ido con el novio al polideportivo a ver un partido de rugby o no se que cosa. Casi siempre que salen él la lleva , pero justo ése día se le había roto el auto , o lo había prestado no se que historia, la cosa es que mi hermana me llevó la moto y yo me quedé en casa a pie. A mi le digo en realidad me encanta caminar , así que mucho tampoco no me molestó que se llevara la moto. Y yo calculo que caminando , no muy rápido como camino yo, porque yo cuando camino lo tomo como un paseo. No soy de ésas que andan corriendo. Si estoy muy ajustada de tiempo me tomo un remise y chau. Calculo que caminando así como yo camino en 20 minutos estoy en el parquecito. Si póngale, 15 minutos , no menos de eso así que tiene que haber sido alrededor de ésa hora, la hora en que lo encontré. Yo le digo , que siempre lo encuentro , no era que ése día en especial lo encontré. No, no , oficial, yo siempre charlaba con él y paseaba con él. Éramos amigos vio. Y no de ahora, de años. Años , desde que era un gurisito, que lo conocíamos con Delfi.
-¿Usted cuando lo encontró ahí en el parquecito noto algo raro, en él algo distinto?
- Pero, oficial, ya le dije que andaba en la mala, había tenido problemas. Que una minita le había colgado la galleta. Había quedado medio trastornado. Se le había dado por la bebida. Pero se había tratado. Con un médico de Rosario. No sé quien, él le llamaba “el doctor” nada más y yo nunca le pregunté que quien era, ni nada. A mi que me interesa. Por mi cuanto más lejos los médicos , mejor. Como le digo , se lo veía bien. Aparte ya había vuelto a salir con sus amigos, normal, mire normal. Yo para que le voy a mentir.
No gano nada mintiéndole. Yo lo que quiero es que se sepa la verdad y por eso vengo a contarle lo que ví .
La más alta de las mellizas Ardiles, se incorporó en la silla apoyando nuevamente los codos sobre la mesa de madera y pidiéndole un cigarrillo al policía. Lo encendió y aspiró fuertemente el humo. El hombre rapado, la miró entre aburrido y molesto, y apoyando sus manos a ambos lados del procesador portátil le dijo
- Señorita Ardiles. Si usted sabe algo importante , sobre esto continúe . Trate de ser más concisa. No dar tantas vueltas. De lo contrario ahorremos su tiempo y el mío.

sábado, 23 de octubre de 2010

Segunda parte de Brumas Sexta entrada

El médico

-La paranoia , es un conjunto de síntomas y signos característicos, lo que los médicos llamamos un síndrome. Que puede responder a una multiplicidad de causas. No siempre unívocas, ya que pueden actuar aisladamente o en conjunto, y a su vez ser influenciadas , o mejor dicho potenciadas por el medio ambiente. Por episodios que actúan como facilitadores, como catalizadores de la reacción que sobre una personalidad predispuesta, a la que podríamos llamar personalidad paranoide , desencadena el cuadro clínico característico.- Terminó el médico que hablaba con suaves movimientos de sus manos sobre el escritorio para acentuar sus dichos, para enfatizar sus afirmaciones y a su vez para crear un lazo de comunicación con su interlocutor.
-La verdad doctor que no le entiendo nada- dijo la mujer, con los ojos llenos de lágrimas- lo que quiero saber es si usted nos puede o no nos puede ayudar. ¡Estoy desesperada por mi hijo! Doctor dígame por favor, dígame que me puede dar una mano que podré recuperar a mi muchacho. Hasta hace no se un año y medio, era un chico totalmente normal y ahora …- se interrumpió para secarse las lágrimas que corrían por sus mejillas y para sonarse la nariz casi sin ruido- Ahora no sé doctor, es como si hubiera caído en el infierno.
- Si señora-dijo el médico acomodándose el puente de sus anteojos con el dedo índice- Creo que lo podemos ayudar. Pero ésta charla con usted es extremadamente preliminar, ni siquiera tenemos un psicodiagnóstico de certeza. Nos estamos manejando en el campo de las presunciones. Por lo que usted me dice, su hijo siente que lo persiguen, se siente perseguido por potenciales agresores. Eso es un síntoma de la paranoia . Pero, señora, éstas enfermedades son como la luz y la sombra. Tienen grados, desde el mediodía más luminoso hasta la noche mas negra y cerrada.
Desde lo que los médicos denominamos personalidad paranoide, que no altera mayormente la vida de convivencia hasta la psicosis paranoide grave que requiere -medicación y muchas veces internación. Yo no sé de que estamos hablando. Su hijo, carece de una figura paterna fuerte eso también predispone a la personalidad paranoide. Pero todo es muy preliminar señora, muy preliminar. Yo le sugeriría que concerte con mi secretaria una primer entrevista y luego hablaremos sobre terreno más firme y con más elementos de juicio.
-¿ Usted entonces cree que mi hijo está loco?- preguntó la mujer mientras se ponía de pie.
- Mire señora , no me gusta usar esa palabra. Es un tanto general, y además es un tanto discriminatoria.-dijo el médico mientras extendía la mano a la mujer-por que no esperamos a avanzar un poquito en el estudio de la enfermedad de su hijo. Si es que su hijo tiene alguna enfermedad.
Abrió la puerta del consultorio y con un gesto amable acompaño a la señora hasta el umbral de la misma, dando una última y suave palmada sobre el hombro de la mujer como un postrer gesto de contención.

Recuerdos de la pasión y la desesperación.

Cuando creía que su vida estaba destinada a ajarse , a secarse como una hoja caída del árbol. A perder poco a poco la vitalidad, por cada uno de sus poros. Lo conoció.
Después de su traumático matrimonio, después de los golpes, los gritos y el desamor. Creyó que todo se terminaba. Que ése era su destino. El de una flor arrancada y tirada a la calle. Castigada por el sol del mediodía , hasta perder su lozanía y su perfume. Hasta convertirse en una masa reseca de tejidos a merced de los elementos. Pisoteada por los coches. Despreciada hasta por los perros en busca de comida. Para ella su separación , fue como una medicación paliativa, que mejoraba su estado, que disminuía el diario sufrimiento de la violencia hogareña. Pero que a su vez la entregaba a los brazos de la soledad, ése cáncer mortal, que paradójicamente tenía el mismo nombre de su hija. Pero entonces lo conoció.
Como si un hada la hubiera repuesto en su antigua rama. La savia de la esperanza comenzó a correr , reconstituyendo los tejidos de su cuerpo de hoja muerta, devolviéndole la lozanía perdida. Retornándola mágicamente a la adolescencia. A esa edad de posibilidades infinitas. Cuando lo miró por primera vez a sus ojos, algo estalló dentro de su alma. Como si todo lo anterior se hubiera borrado mágicamente, como si nunca hubiera existido. Ella bajó de su citroen frente al supermercado, fastidiosa por el calor, tropezó en el cordón de la vereda, nada más que por la torpeza que le provocaba su estado de desesperación, la obsesiva autoconmiseración que la embargaba permanentemente. Se hubiera lastimado , si no fuera por su presencia. Su mágica presencia. Su milagrosa presencia. Él la contuvo en sus brazos y cuando ella levantó su rostro desencajado por el disgusto y la vergüenza, lo vio frente a sí sonriente. Y se produjo el estallido. La revelación.
Lo conoció. Todo lo que pasó después fue vértigo. La transformación del paisaje invernal amarillo y pálido, en la fiesta multicolor de la primavera. Un pasaje sin punto intermedio, desde la sórdida tristeza en la que se encontraba hacia la vorágine incontenible de los sentidos. Una felicidad inasible por simples mortales. Quizás ese fue su renovado pecado original ¿Quién tiene derecho a ser tan feliz? ¿Quién tiene derecho a beber la ambrosia de los dioses? Cuando le diagnosticaron su enfermedad, él lo tomó con entereza. Ella lo tomó con desesperación. Su destino no podía ser el de enfrentarse con una maldad inaudita . Y pensó entonces en encarnar ese amor en un hijo. Él al principio no estuvo de acuerdo. Ella lo convenció. Ella lo atrapó como una planta carnívora. Dispuesta a succionar su vida. Dispuesta a transformarla en otra vida. Dispuesta a transformarla. A burlar los designios de la muerte. Ella lo convenció de retrasar la quimioterapia. Ella lo convenció de que le entregue el hálito de vida que vibraba en sus esperma. Su amor tomaría carnazón en el hijo. En un hijo que no se llamaría Soledad, en un hijo que debería llevar el nombre de la vida. En un hijo que le aseguraría la supervivencia el amor. De ése amor desaforado que le corría por las venas, que la angustiaba y la llenaba. Ese era el origen de su culpa.
El apenas pudo conocer a su hijo, un ser berreante y minúsculo. Pero que representaba la persistencia de su amor para la eternidad. Que representaba la unión de sus genes, la unión definitiva de ellos. La materialización del sueño común.
Cuándo él murió , algo se apagó para siempre en su interior, se trasformó en un alma definitivamente mutilada. Su vida nunca dejó de ser una vida hemipléjica. Pero el niño estaba allí, arrancado de la muerte, rescatado de las tinieblas.
Aquella vieja maldita le había dicho” nunca deberás parir carne de su carne si deseas que él viva” y ésas palabras siempre resonaron en su mente. Más aún después de verla con aquella mirada taciturna , en la vereda de la plaza, el día que bautizaron a Fran, y escucharla decir a su lado “¡pobrecito, ángel de Dios!”

viernes, 15 de octubre de 2010

Segunda parte de Brumas Quinta Entrada

Milagros.

Mili, la más alta de las mellizas Ardiles, se encontraba sentada frente a la pequeña mesa de madera, en una silla metálica gris descascarado con el asiento y el respaldo cubierto por una cuerina verde oscura. Áspera , entre cuyas rugosidades la tierra se había pegado dándole un fondo grisáceo. Los resortes , se marcaban sobre la cuerina del asiento , amenazando con romperla en cualquier momento e irrumpir al exterior con su aspecto viejo y oxidado, con jirones de estopa gris blanquecina adheridos a ellos, como banderolas. Ella sentada en el borde de la vieja silla, tenía sus largas piernas cruzadas bajo la misma, pasando un pie tras el otro. El tronco doblado hacia delante, apoyando sus antebrazos sobre la mesa despojada de objetos. Construida en madera oscura , en su plano presentaba múltiples surcos que formaban dibujos o nombres, superpuestos unos sobre otros. Algunos cubiertos de antiguas capas de cera lo que denotaba su antigüedad otros trazos más francos, más claros , eran de origen más reciente.
Ella distraída pasaba el pulpejo de sus dedos, por ellos, palpándolos. Como ejercitando un braille que en realidad ignoraba y desde ya no necesitaba, pues sus hermosos ojos café, rasgados como de gata, tenían visión perfecta. Además de los dibujos y de los nombres , también se podían leer obscenidades o caricaturas de genitales desproporcionados a los cuerpos que los poseían. Ella los palpaba con sus dedos largos.
El ventanal a su izquierda dejaba ver las copas de los árboles del otro lado de la calle, de esta solo se escuchaba sonido de los autos al pasar. Algún bocinazo aislado. Alguna voz de un saludo o de un vendedor. Frente a ella en una pared blanca pintada a la cal, que alguna vez fue celeste, a juzgar por el color que asoma tras la pintura descascarada
un gran mapa de Entre Ríos , amarillento por el tiempo, muestra la división política de la provincia. A su lado un cuadro de marco marrón oscuro, de considerables dimensiones, contiene un plano del Departamento Nogoyá , con las comisarías distritales marcadas con pequeñas figuras geométricas de color rojo. Bajo ellos una estantería de madera , tosca, opaca contiene innumerables carpetas en diversos tonos, amarillas, celestes, naranjas , colocadas una al lado de la otra o apiladas en hatillos sujetos con hilo de algodón y cubiertos de polvo. Perdido entre ellas un pequeño pedestal de madera portaba un mástil con un Pabellón Entrerriano descolorido, las bandas celestes casi grisáceas , el blanco percudido y el listón rojo que había adquirido el color de una ciruela madura , pero opaco como sangre seca. Ella pensó que quizás la sangre derramada en la organización nacional pudo haberse secado, pero no la de la juventud entrerriana en busca de un futuro mejor. Miró el techo de machimbre alto de donde pendían los conjuntos de tubos fluorescentes a través de un par de caños negros sucios con caca de millones de moscas a través de millones de años en que no se limpiaban. A su derecha en una pared dominada por tres muebles metálicos grises que se apoyaban contra ella , otro cuadro mostraba el escudo de Entre Ríos, verde y rojo, rodeado de una soga, con el sol y la estrella. Y con las manos enlazadas y los laureles.
Detuvo en él su mirada , quizás por la incidencia de la luz o por haber sido colocado en fecha más reciente aparecía limpio y de colores firmes. El escudo de Entre Ríos es de los más originales y por cierto de los más lindos de la República Argentina.
Uno de los muebles metálicos estaba sobre tacos de madera, seguramente sus patas colapsaron por el peso o por el tiempo y los tacos de madera eran para equilibrarlo.
El hombre joven, tenía la cabeza casi rapada completamente, solo un corto pelo negro sobre los parietales, vestía una camisa gris con el cuello abierto que enmarcaba su rostro bien afeitado, trajo consigo una laptop la conectó a un terminal bajo la mesa para ponerla en línea con el sistema . Se levantó sonriendo a Mili, buscó un gran cenicero de vidrio con el contorno lleno de aristas , lo colocó a su derecha luego extrayendo una atado de L&M corto en cajita, sacó un cigarrillo y lo prendió con un encendedor a gas verde translúcido. Abrió a su izquierda una carpeta de cartón que había traído consigo, tamaño oficio , de color amarillo pálido. Levantando la vista con una sonrisa dirigida hacia la chica le preguntó
-Nombre completo, estado civil y domicilio
- Milagros del Carmen Ardiles, soltera, Hipólito Irigoyen s/n
-¿Ciudad?- preguntó a su vez el policía
- Si aquí en Nogoyá- contestó Mili.
-¿Fecha de nacimiento?- preguntó ésta vez el hombre rapado.
- Nací aquí en Nogoyá , el 30 de Octubre de 1984.- contestó la melliza tirándose hacia atrás en la silla.
El hombre comenzó a escribir sobre el teclado de la note book, mientras su cigarrillo pendía de la comisura del labio y el humo le hacía entrecerrar los ojos. Al cabo de unos momentos dijo.
- Bueno ahora sí, cuéntenos lo que vino a contar, la escucho.


Soledad marca el camino.

Él la había sacado a pasear en la moto, ella se lo había pedido. No era frecuente, pero ella se lo había pedido. Ella nunca le pedía nada . Supuso que era para verlo a Santiago, desde varios días atrás que no la buscaba y seguro que estarían distanciados. Pero ella era así. Nada se le notaba. Igual si estaba contenta o estaba triste. Siempre la misma cara la misma mueca, casi automática. El la miró en silencio , sorprendido, pensando que quizás se trataría de una broma más de su hermana que últimamente , lo había tomado medio para la chacota. Pero no, ella deseaba de verdad que él la sacara a pasear, que le diera una vuelta por el pueblo, por el centro, por el Boulevard España, por el Paseo de los Puentes. Era seguro que su Santi andaba retobado . En realidad él a esa hora nunca la buscaba, pero las mujeres son tan raras. ¡Mirá que se lo contaría a él!.
La mayor sorpresa fue cuando le pidió ir hacia el lado del Cementerio por 25 de Mayo, descendieron la pendiente desde la Plaza Libertad hasta calle Catamarca, luego sobre terreno llano cruzaron Mendoza, La Rioja, Carbó , pasando delante del Barrio San Miguel y de Campo de Deportes de los Maristas, el paredón de las Carmelitas, volviendo a trepar hacia Barrio Parque hasta por fin llegar a la rotonda del Cementerio. Ella le pidió que doblara a la izquierda por el camino que conduce al basural municipal, desviándose a los 80 metros hacia la derecha en el origen del camino que lleva al distrito Montoya.
- Seguí por acá-le dijo Sole. Fueron internándose por el camino que transcurre entre el paredón del Cementerio al Oeste y la arboleda donde vivían los hermanos Calero al Este, dónde se ve la antigua quinta con sus hileras de naranjos y pomelos fantasmales, vencidos por el tiempo y un viejo Molino que sobresale de la arboleda con su torre vestida de Santa Rita, por lo que parece que su rueda gira sujeta a los árboles, como un gigantesco girasol de hierro. Avanzaron por el camino de tierra, surcado por dos huellas paralelas compactadas que brillaban con el sol de la tarde, apenas alguna irregularidad hacía trabajar los amortiguadores delanteros.
- ¿Dónde vamos ahora?- le preguntó Fran a su hermana , sorprendido- mirá que yo tengo que reunirme con los muchachos dentro de un rato, por el tema del viaje.
- Vos seguí un poco más hasta pasar el puente, yo te voy a enseñar un lugar y luego te voy a decir , para que te lo enseño-contestó la chica.
- ¡Pero estás llena de misterios hoy, hermanita!- gritó el muchacho sobre el ruido del motor y el zumbido del viento.
- ¡ Dale pendejo, vos seguí!- gritó ella a su vez- ya no falta tanto y nos volvemos. Yo también tengo que bañarme porque tengo que salir con Santi esta noche.
- Bueno loquita, lo que vos digas pero hasta Victoria no llego, eso desde ya te lo aclaro- dijo el conductor mientras atravesaban el puente sobre el arroyo Malo. Puente embrujado según cuentan. Donde se reúnen los muertos escapados del cementerio y las almas que vagan penando por los campos, por los montes, por las cañadas y zanjones. Encendiendo hogueras en los árboles de la vera del camino, iluminando la noche con fuegos fantasmales. Percibidos por las bestias que se oponen a seguir camino luego de la hora del ocaso. A trasponer ése portal maldito. Fran jamás había escuchado eso, ni siquiera de su amigo Facu, tan afecto a las historias, las leyendas y las lecturas. Soledad si lo había escuchado por eso no pudo impedir que se le erizara la piel y que un temblor interior la invadiera haciéndola vibrar , como un escalofrío. Como había vibrado la primera vez hace muchos años que cruzó ése puente con el mismo propósito, que la traía hoy.
- Ves aquella casa allá lejos, rodeada de árboles , bien metida adentro del campo
- Sí , la veo. – contestó Fran
- Bueno ahí , vive una mujer que te puede ayudar. Es una vidente, que tiene poderes, ella puede ayudarte a salir adelante, a recuperar tu ex novia si querés o a lo que sea. Pero tenés que venir solo . No podes venir con nadie. Yo te muestro donde es , nada más pendejo, después vos haces tu juego.
- ¡Para esto me trajiste hasta acá, Sole!- dijo Fran mientras detenía la marcha de la moto y giraba la cabeza para mirar a su hermana , a la cara- Vos estás de la nuca, nena. – agregó mientras giraba en redondo emprendiendo el regreso.
- Yo te muestro donde es , vos haces lo que quieras pendejo.-contestó ella.
El sol se colaba entre los cipreses del cementerio, proyectando sombras transversales sobre el camino. Al subir al asfalto de 25 de Mayo , aceleró la moto haciendo volar el pelo de la muchacha que se prendió a su cintura. Doblaron por Arturo Illia rodeando el Convento hacia San Martín pasaron por delante del Barrio Lisandro de la Torre y del predio del club 9 de Julio ,doblando por Guemes hacia el Hospital llegando a Mendoza en la plazoleta de San Lorenzo y desembocando por fin en Boulevard Sarmiento. Fran bajó a su hermana con una mezcla de fastidio y de sorpresa. Ella lo miró con una sonrisa pícara, lo besó en la mejilla y se fue casi corriendo por la puertita del costado, entrando por el pasillo.
La verdad que ella nunca le pedía nada. Pero éste paseo había sido realmente extraño. Una vidente. Si Facu se lo hubiera recomendado, era creíble , viniendo de un tipo imaginativo. Pero viniendo de su hermana era algo parecido a pensar que el negro Seba lo invitaría a una partida de ajedrez o a un debate en un cine club sobre una película de culto. Simplemente impensable, pero evidentemente uno nunca termina de conocer a las personas. Miró su reloj tenía tiempo , una hora y media para la reunión con los muchachos, por el asunto del viaje. Daría una vuelta para hacer tiempo, quizás por ahí , la vería. Siempre en el fondo de su corazón deseaba verla aunque más no sea de lejos. Como Moisés vio la tierra prometida.

miércoles, 6 de octubre de 2010

Segunda parte de Brumas Cuarta Entrada

La madre y la hermana.

Las dos mujeres estaban sentadas en el sillón de la sala , una en cada extremo. La más joven levemente girada hacia el centro con un sector de su espalda libre sobre el apoyabrazos. La mayor mantenía una postura erguida con la espalda casi recta sobre el espaldar, las piernas cruzadas y las manos sobre la falda , entrelazadas. Esta última miraba al frente, como quien no mira nada en particular, sino que se sumerge en sus propios pensamientos. Con la mirada del cocinero , que cata su comida de la punta de una cuchara para evaluar si está bien sazonada, permaneciendo con los ojos abiertos pero con toda su atención en sus papilas gustativas. La más joven , en cambio tenía en su mirada , un inequívoco gesto de inquietud. Las pupilas midriáticas , una movilidad exagerada de su iris hacia un lado y otro, un brillo profundo, espeso, dado por una gruesa capa de lágrimas que cubría su esclerótica, surcada por vasos sanguíneos congestivos que le daban un aspecto rojizo y trabeculado. El movimiento repetitivo e incesante de su pie derecho, apoyado sobre el metatarso , con el talón suspendido en el aire descendiendo y ascendiendo , por el movimiento alternado de sus gemelos , indicaba un estado de desasosiego. Entre ambas mujeres se interponía un espesor de silencio . Silencio pesado, denso , gelatinoso. Como si la ausencia de palabras , entre ambas, hubiera compactado el aire hasta convertirlo en un mucílago. En un agar-agar donde se cultivara la incomprensión. La ausencia de lenguaje para verbalizar los sentimientos que las mantenía distanciadas, prolongaba esta tirantez , difícil, incómoda.
- No se porque lo hice , ni en que momento se me ocurrió- dijo Soledad
- ¡Vos nunca sabes nada! – casi gritó su madre.
- Yo solo quise ayudarlo, a mí me ayudó un montón, cuando fui aquella vez que te conté. Por eso le dije. En realidad, yo solo le conté , nunca lo obligué a ir. No lo empujé a Montoya- habló Soledad con voz entrecortada.
- ¡ No claro, que no! y yo que pensaba que eran esos idiotas de los amigos, los que lo habían llevado a ése lugar. ¡ Ese es un lugar maldito! – volvió a gritar su madre.- enterarme que fuiste vos es para mí , un dolor muy grande. Algo que no puedo superar.
- Pero te repito , yo solo quise ayudarlo, quería que el pendejo se olvidara de ésa minita y nada más-contestó la muchacha casi llorando y revolviéndose en su hiperquinesia.- yo solo le conté.
- Mirá Soledad, yo quiero creer que lo hiciste en forma inocente. Pero no puedo, lamentablemente, no puedo. Tantas veces te dije que a mi me preocupaba el chico , su ensimismamiento , su cerrazón, la enorme dificultad que siempre tuve para comunicarme con él. Como construí ladrillo sobre ladrillo, cada puente hacia él, cada diálogo. Como traté de contenerlo en la profunda depresión en la que había caído. Como traté de mostrarle centímetro a centímetro el camino que lo sacaría de la soledad y le permitiría encarar una nueva relación o de lo contrario enfrentar la vida como quisiera, sin compromisos si ése era su deseo
Que recuperara su autoestima. Y a vos no se te ocurre mejor idea que mandarlo ahí. Cuando ya estaba mejor. Yo te conozco, Soledad, y creo conocer a ése pelotudito con el que te acostas.
- ¡ Y que tiene que ver Santiago con todo esto!- contestó la joven girando brusca
- mente el tronco hacia su madre y tornando su gesto de angustia en otro de repentina ira.
- ¡Vos sabés muy bien ¡ ¡ Se burla de Fran permanentemente! Como si fuera un gran vivo. ¡ Agrandado de mierda! Seguro que él te incitó a mandar a tu hermano a ése lugar.!Estoy segura! Y vos que siempre fuiste celosa, celosa no se de qué, la verdad, pero celosa como si tu hermano te molestara. Ahora sí que te va a molestar como se ha puesto.
- Vos tenes mucha imaginación mamá, Santiago, lo quiere muchísimo a Fran , lo que pasa es que son dos personalidades, totalmente distintas, Santi es un tipo de mundo . El anduvo por Europa, por Estados Unidos , viaja mucho a Capital donde tiene muchos amigos. Son distintos, en realidad no solo con Fran , sino con la mayoría, por no decirte con todos, los idiotas de este pueblo.- contestó Soledad .
- No te engañes, hija, ése tipo de personas no quiere a nadie en realidad. – dijo la mujer mirando a su hija por primera vez en todo el dialogo- quien sabe….-se detuvo bruscamente.
- Quien sabe si me quiere a mi,!eso querés decir! Dilo de una vez , si por más que no lo digas, se te lee escrito en la frente. Yo te voy a decir algo a vos, que lo tengo atravesado hace mucho. Tanto te preocupas ahora , por mi querido hermanito , si nunca le distes pelota. Jamás. Siempre te preocupó mas la novela de la tarde que los problemas del pendejo. Se hasta cuando le compraste la moto lo hiciste con la plata que te dejó el padre. Y ahora me venís a culpar a mí .- dijo la chica mientras se ponía de pie como un resorte.
- Vos no tenés nada que decirme, ni que opinar sobre la plata con que le compro cosas a tu hermano, que si fuera por la plata que me mandó tu padre, vos hubieras crecido desnuda y muerta de hambre.
- ¡Sos una resentida mamá! Y el odio que le tenés a papá , me lo haces sentir a mí. Eso es lo que pasa , todo lo malo lo tengo yo, todo lo malo es por mi culpa- contestó Soledad con la voz francamente quebrada por el llanto.- Yo lo único que quise fue ayudarlo al pendejo y lo único que logro es que vos me acuses de todo lo que le pasa. El pendejo está enfermo, llévalo a un psiquiatra, Santi me dijo que conoce uno bueno, y déjate de culparme por todo. Tu hijo está loco, eso es lo que pasa.
- ¡Pero callate querés ¡ y vos me decís resentida a mí, diciendo que tu hermano está loco, cuando vos permitiste que lo embrujaran- replicó la madre con énfasis- y decile a tu amiguito que la dirección del psiquiatra se la meta donde no le da el sol.- Se detuvo bruscamente . Golpeaban la puerta principal.

Los puentes.

Soledad salió de la habitación por la puerta que daba a la galería trasera, visiblemente perturbada por el intercambio de palabras que había tenido con su madre. Cerró bruscamente la puerta tras de sí. La mujer mayor , se puso de pie y se dirigió hacia la maciza puerta de entrada, al abrirla vio a su hijo sonriendo con una sonrisa estúpida en su cara desfigurada por el golpe. Un gran apósito sostenido por cinta adhesiva de papel, colocado en forma bastante desprolija cubría su frente y los dos tercios superiores de su nariz dando la impresión de que sus ojos estaban más separados, o en realidad los parpados amoratados que era lo único que se veía de ellos . Dándole una apariencia simiesca. Facu a su lado lo sostenía con el brazo derecho bajo las axilas.
- ¡Y esto ¡ - dijo la mujer
- No sé señora, yo lo encontré caminando en la calle y decidí traerlo pues el tiempo se viene abajo y no se si llegaría antes que se largue la lluvia.- contestó Facu.
- ¡Nunca saben nada! Nadie sabe nada. Pasá llevalo a la cama, mirá como está . No sabés si le pegaron.-Preguntó con voz de preocupación.
- ¡Nadie me pegó ma!- articuló Fran con dificultad.
- La verdad , que yo no se nada, si lo supiera no tenga dudas que se lo diría, yo lo quiero mucho a su hijo, y no me gusta como está últimamente. No sé como ayudarlo de lo contrario ya lo hubiera hecho.- Dijo Facu mientras acostaba a su amigo y comenzaba a sacarle los zapatos.
- Nadie me pegó ma!- repitió el borracho, sonriendo,
Su amigo lo tapó con la colcha. Se durmió casi de inmediato, Facu se quedó un rato sentado al lado de su cama. Pensando. Compungido. Su amigo le hacía recordar a aquel infradotado que William Faulkner describe en “ El ruido y la furia”. Babeante, articulando sonidos con dificultad, y hablando como un niño desde el cuerpo de un hombre. La única diferencia es que aquel era un castrati, un capón , un eunuco y Fran no lo era para nada. Sonrió por sus pensamientos en el momento que su amigo se incorporó en la cama, lo tomó suavemente por los hombros y lo volvió a acostar. Retornando al sueño del que seguramente nunca había salido totalmente. Facu esperó a que su respiración volviera a ser rítmica y se fue, cuando pisó la vereda las primeras gotas caían del cielo gris. La mujer en la cocina vio como el amigo de su hijo, se iba , continuo tomando el té en silencio. Pensando. Pensando en el hoy de su hijo y en su ayer. En los misterios del alma. La enfermedad del alma no es la enfermedad de la mente. No existe médico , de ninguna especialidad, que pueda curar los males del alma, se dijo a sí misma. El mal solo podía ser contrapesado por el bien. Magia contra magia.
Fuerza contra fuerza. Ella sentía que quizás esto era una venganza de las sombras. Una venganza contra ella a través de su hijo. Ella había robado ese niño a las tinieblas. Y ahora , en la primer oportunidad las tinieblas volvían por lo que reclamaban como propio. Lo más triste para ella, era la constatación del instrumento. El instrumento que entregó a su hijo al mal. Su propia hermana, también sangre de su sangre. Parida del mismo vientre. Quizás como en aquella oportunidad podría robárselo un vez más. Sustraerlo. Ella siempre había presentido éste peligro. Siempre a pesar de ser su hijo amado , lo había sentido distante. No era como decía Soledad desde el resentimiento, que ella no se había preocupado por Fran, es que nunca había podido establecer con naturalidad lazos de unión con su hijo. Siempre cada vinculo fue una construcción conciente y laboriosa. Un puente , como ella lo denominaba. Un puente muchas veces sobre aguas correntosas, bravías , arremolinadas. Asentado sobre barrancas cenagosas. Puentes heroicos , como los construidos por los ingenieros militares en las batallas bajo el fuego de la artillería y la aviación enemiga.
Ella siempre dolorosamente se había preocupado por Fran. Más aún tras la muerte de su padre. Tanto había amado a su padre. Quizás por ése amor desmedido, desmadrado , hoy su hijo pagaba el precio. El precio de haber retenido de alguna manera ese amor en su vientre, de haber encarnado en su hijo, la locura apasionada que sintió por su padre.
Siempre atribuyó a la ausencia de su padre muerto, la introversión de su hijo. Luego cuando él empezó a salir con ésa chica y a consolidar su grupo de amigos, ella dudó de la justificación de sus temores. Los atribuyó a un residuo de culpa. Como la internalización de aquel axioma popular “ el que las hace las paga”.

martes, 28 de septiembre de 2010

Segunda parte de Brumas 3º Entrada

El sueño.

La habitación era extraña. Pero era su habitación. Las gotas estallaban contra el techo de chapas. Los golpes sonaron en la puerta de calle. Secos , definidos, tres seguidos con un intervalo regular. Golpes de nudillos contra la madera.
Giró la cabeza sobre la almohada y se quedó mirando la pared. Blanca , con islas de humedad que formaban un archipiélago . Múltiples formaciones blanco grisáceas de bordes policíclicos. Que parecían moverse y trocar sus formas ante los ojos entornados.
Los golpes. El viento sacudía las hojas de la ventana cerrada y algunas gotas aisladas golpeaban contra los cristales, invisibles tras las cortinas. Miró el cuarto, donde los muebles estaban dispuestos de una forma que le pareció extraña. Pensó en ella.
Quizás ella golpeaba a su puerta. Volvería a él. Todo recomenzaría.
Seguramente se estaría mojando en el umbral y por eso golpeaba con tanto ímpetu.
Las manchas de humedad se fueron mezclando, fusionando , adquiriendo poco a poco el aspecto de su rostro. Le sonreía desde la pared. El no pudo reprimir su sonrisa como siempre que la veía así. Se sobresaltó, seguramente ella querría compartir la tibieza de su lecho, expuesta a la intemperie , como estaba.. Se incorporó bruscamente y salió de su habitación hacia la sala. Se dirigió con pasos lentos hacia la puerta de calle, donde sonaban imperiosos los golpes. Las gotas seguían impactando sobre el techo con un rápido tamborileo , como el parche de un repique. La imaginó mojada en el umbral, con su cabellera empapada y cayendo pesada sobre sus hombros. Con sus ojos mirándolo , con ésa mirada tan particular que le hacía acelerar el corazón. Tomó el picaporte, giró la llave en la cerradura. Nuevamente los golpes. esta vez casi en su rostro. Abrió la puerta y lo vio. Parado bajo la lluvia, con la mano extendida , el cuello surcado por un canal violáceo y una fruta de Tala en su mano. El loco Santella lívido , regresado del infierno donde van los suicidas, le sonreía bajo el chaparrón.



El presentimiento


Los Piojos tocaban “Labios de seda” desde el mini componente sobre el estante de madera, inundando todo el galpón. Facu pasaba cera sobre la pintura, que se opacaba , pareciendo sucia, engrasada, hasta que los enérgicos movimientos circulares con la gamuza amarilla doblada en cuatro, la convertían en un espejo. El muchacho repetía la operación en distintos sectores de la carrocería. Metódico, todos sus movimientos daban la impresión de una absoluta concentración en su tarea. Un observador , lo compararía con un artesano , con un artista , con un profesional dedicado a la puntillosa realización de su obra . Pero si bien su cuerpo estaba dedicado, meticuloso, a transformar su viejo auto, en prisma espejado . Su mente estaba ausente. Los Piojos cantaban “ Y que más” decían “Como un borracho necesita un bar…”, su pensamiento volaba con la música , se detenía una y otra vez en lo mismo. Trató de recordar desde cuando lo veía así, cuando fue el momento en que la vida de su amigo se transformó.
En que preciso lugar, se despeñó , a aquel abismo de iniquidades. Durante el viaje de fin de curso lo había notado distante, ensimismado, pero claro todo era un torbellino, una novedad tras otra, una excursión ,un boliche nuevo, un levante. Un tobogán de vértigo. Un fárrago. Rostros transcurriendo en una secuencia interminable. Rodeados de música, sexo y alcohol. Cansancio, sueños nómades. Carreteras. Ensimismamiento, mirada perdida en la distancia, ojos inyectados. Todo en conflicto de intereses. Todo desubicado como una nariz en la nuca. Trató de recordar ¿desde cuando lo veía así?
Todo comenzó en esa época o sus arrabales. Cuando Ami lo dejó, guardó una apariencia de normalidad. Nada de euforia. Nada de pum para arriba. Pero podría decirse una conducta digna. Como diciendo “ Si, me jode lo que me hiciste , pero bueno ya está . Por algo será. Ya vendrán tiempos mejores” Durante varios meses , parecía haberlo superado. Hasta se podría decir que andaba contento. Como más libre, más despejado. Si , fue para ésa época. En el catamarán él lo notó. Claro, no le dio importancia pues sus prioridades eran otras, en ése momento. Cosas diametralmente opuestas a la preocupación por el silencio de un amigo, a la preocupación a la falta de respuestas a su preguntas, a la preocupación por el súbito autismo . En el catamarán lo notó. Pero no lo valoró en su verdadera dimensión. En realidad no le dio importancia alguna. Ahora el cambio era evidente. Como si en el transcurso de los últimos meses su personalidad hubiera dado un vuelco radical. Como un flor que se cierra. Como un cuarto, luminoso , aireado, en el que penetran los aromas del jardín , que de pronto es cerrado transformándose en oscuro , sofocante , invadido por el vaho de la humedad y el encierro. Hoy por la mañana cuando lo vio, lo reconoció por la ropa, tambaleándose por la vereda con su cara mirando al suelo. Con el apósito blanco y desprolijo que le daba el aspecto de un novillo pampa o de un caballo malacara. Siempre le quedó la duda si fue reconocido por Fran, lo miró por las hendiduras de sus parpados violáceos y se dibujó un esbozo de sonrisa en sus labios congestionados y mojados por una saliva resumante que formaba burbujas en las comisuras. El fue sin duda el objeto de su mirada.¿ A quien vio en realidad? es la pregunta, que Facu se realizó con insistencia.
El auto ya casi estaba brillante íntegramente. La carrocería al menos,! los paragolpes y las insignias eran otra cosa!. Una tarea más ardua, más lenta, más prolija. Facu se paró retrocedió unos pasos para mirar su obra con perspectiva, en el mini componente Nirvana tocaba “About a girl”. Penetrando el rasgido de la guitarra por cada resquicio del galpón, mientras el muchacho seguía el ritmo con las palmas sobre sus muslos. Kurt Cobain , músico acorde con sus pensamientos. Facu sonrió, con la coincidencia trágica. Luego prestó atención a la patente que estaba manchada con la linfa de insectos impactados. Facu pensó por un instante en la fragilidad de la vida y luego se dirigió a la pileta de lavar donde estaba el cepillo que necesitaría para limpiar la chapa impresa, de los detritos de la muerte. El lo había mirado por las hendiduras de sus párpados violáceos y había sonreído. Cuando el lo acostó en su cama aún sonreía . Cuando lo tapó con la colcha ya dormía profundamente con una respiración pesada , estertorosa, pausada. Como la respiración de un ogro en los cuentos de hadas de la infancia.
Sumergido en una inconciencia sanadora. Vuelto al país de los sueños , que trataba de recuperar en la vigilia , sumergiéndose en el alcohol. Cuando de pronto se sentó al borde de la cama con las hendiduras de sus parpados nuevamente entreabiertas, Facu lo tomó por los hombros y lo volvió a acostar. Nuevamente el resoplido rítmico , cerro las cortinas y salió a la calle junto con las primeras gotas. Tendría que ponerle detergente , las manchas eran más rebeldes que lo que su apariencia hacía suponer. En la depresión de los números era especialmente difícil limpiar. El sol aparecía en forma esporádica, en algún claro del cielo, y volvía a ocultarse tras las nubes. El viento sur limpió la atmósfera de humedad. Facu sintió frío en la espalda. Un escalofrío le recorrió la espina dorsal erizándole los cabellos de la nuca. Sacudió la cabeza como negando y continuó su tarea. Cuando posteriormente, el negro Seba llegó, se sorprendió de verlo de campera en una tarde tan cálida, tan agradable. El sol al oeste había abandonado definitivamente las nubes iluminando oblicuamente Nogoyá, estirando perezosamente las sombras.