martes, 28 de septiembre de 2010

Segunda parte de Brumas 3º Entrada

El sueño.

La habitación era extraña. Pero era su habitación. Las gotas estallaban contra el techo de chapas. Los golpes sonaron en la puerta de calle. Secos , definidos, tres seguidos con un intervalo regular. Golpes de nudillos contra la madera.
Giró la cabeza sobre la almohada y se quedó mirando la pared. Blanca , con islas de humedad que formaban un archipiélago . Múltiples formaciones blanco grisáceas de bordes policíclicos. Que parecían moverse y trocar sus formas ante los ojos entornados.
Los golpes. El viento sacudía las hojas de la ventana cerrada y algunas gotas aisladas golpeaban contra los cristales, invisibles tras las cortinas. Miró el cuarto, donde los muebles estaban dispuestos de una forma que le pareció extraña. Pensó en ella.
Quizás ella golpeaba a su puerta. Volvería a él. Todo recomenzaría.
Seguramente se estaría mojando en el umbral y por eso golpeaba con tanto ímpetu.
Las manchas de humedad se fueron mezclando, fusionando , adquiriendo poco a poco el aspecto de su rostro. Le sonreía desde la pared. El no pudo reprimir su sonrisa como siempre que la veía así. Se sobresaltó, seguramente ella querría compartir la tibieza de su lecho, expuesta a la intemperie , como estaba.. Se incorporó bruscamente y salió de su habitación hacia la sala. Se dirigió con pasos lentos hacia la puerta de calle, donde sonaban imperiosos los golpes. Las gotas seguían impactando sobre el techo con un rápido tamborileo , como el parche de un repique. La imaginó mojada en el umbral, con su cabellera empapada y cayendo pesada sobre sus hombros. Con sus ojos mirándolo , con ésa mirada tan particular que le hacía acelerar el corazón. Tomó el picaporte, giró la llave en la cerradura. Nuevamente los golpes. esta vez casi en su rostro. Abrió la puerta y lo vio. Parado bajo la lluvia, con la mano extendida , el cuello surcado por un canal violáceo y una fruta de Tala en su mano. El loco Santella lívido , regresado del infierno donde van los suicidas, le sonreía bajo el chaparrón.



El presentimiento


Los Piojos tocaban “Labios de seda” desde el mini componente sobre el estante de madera, inundando todo el galpón. Facu pasaba cera sobre la pintura, que se opacaba , pareciendo sucia, engrasada, hasta que los enérgicos movimientos circulares con la gamuza amarilla doblada en cuatro, la convertían en un espejo. El muchacho repetía la operación en distintos sectores de la carrocería. Metódico, todos sus movimientos daban la impresión de una absoluta concentración en su tarea. Un observador , lo compararía con un artesano , con un artista , con un profesional dedicado a la puntillosa realización de su obra . Pero si bien su cuerpo estaba dedicado, meticuloso, a transformar su viejo auto, en prisma espejado . Su mente estaba ausente. Los Piojos cantaban “ Y que más” decían “Como un borracho necesita un bar…”, su pensamiento volaba con la música , se detenía una y otra vez en lo mismo. Trató de recordar desde cuando lo veía así, cuando fue el momento en que la vida de su amigo se transformó.
En que preciso lugar, se despeñó , a aquel abismo de iniquidades. Durante el viaje de fin de curso lo había notado distante, ensimismado, pero claro todo era un torbellino, una novedad tras otra, una excursión ,un boliche nuevo, un levante. Un tobogán de vértigo. Un fárrago. Rostros transcurriendo en una secuencia interminable. Rodeados de música, sexo y alcohol. Cansancio, sueños nómades. Carreteras. Ensimismamiento, mirada perdida en la distancia, ojos inyectados. Todo en conflicto de intereses. Todo desubicado como una nariz en la nuca. Trató de recordar ¿desde cuando lo veía así?
Todo comenzó en esa época o sus arrabales. Cuando Ami lo dejó, guardó una apariencia de normalidad. Nada de euforia. Nada de pum para arriba. Pero podría decirse una conducta digna. Como diciendo “ Si, me jode lo que me hiciste , pero bueno ya está . Por algo será. Ya vendrán tiempos mejores” Durante varios meses , parecía haberlo superado. Hasta se podría decir que andaba contento. Como más libre, más despejado. Si , fue para ésa época. En el catamarán él lo notó. Claro, no le dio importancia pues sus prioridades eran otras, en ése momento. Cosas diametralmente opuestas a la preocupación por el silencio de un amigo, a la preocupación a la falta de respuestas a su preguntas, a la preocupación por el súbito autismo . En el catamarán lo notó. Pero no lo valoró en su verdadera dimensión. En realidad no le dio importancia alguna. Ahora el cambio era evidente. Como si en el transcurso de los últimos meses su personalidad hubiera dado un vuelco radical. Como un flor que se cierra. Como un cuarto, luminoso , aireado, en el que penetran los aromas del jardín , que de pronto es cerrado transformándose en oscuro , sofocante , invadido por el vaho de la humedad y el encierro. Hoy por la mañana cuando lo vio, lo reconoció por la ropa, tambaleándose por la vereda con su cara mirando al suelo. Con el apósito blanco y desprolijo que le daba el aspecto de un novillo pampa o de un caballo malacara. Siempre le quedó la duda si fue reconocido por Fran, lo miró por las hendiduras de sus parpados violáceos y se dibujó un esbozo de sonrisa en sus labios congestionados y mojados por una saliva resumante que formaba burbujas en las comisuras. El fue sin duda el objeto de su mirada.¿ A quien vio en realidad? es la pregunta, que Facu se realizó con insistencia.
El auto ya casi estaba brillante íntegramente. La carrocería al menos,! los paragolpes y las insignias eran otra cosa!. Una tarea más ardua, más lenta, más prolija. Facu se paró retrocedió unos pasos para mirar su obra con perspectiva, en el mini componente Nirvana tocaba “About a girl”. Penetrando el rasgido de la guitarra por cada resquicio del galpón, mientras el muchacho seguía el ritmo con las palmas sobre sus muslos. Kurt Cobain , músico acorde con sus pensamientos. Facu sonrió, con la coincidencia trágica. Luego prestó atención a la patente que estaba manchada con la linfa de insectos impactados. Facu pensó por un instante en la fragilidad de la vida y luego se dirigió a la pileta de lavar donde estaba el cepillo que necesitaría para limpiar la chapa impresa, de los detritos de la muerte. El lo había mirado por las hendiduras de sus párpados violáceos y había sonreído. Cuando el lo acostó en su cama aún sonreía . Cuando lo tapó con la colcha ya dormía profundamente con una respiración pesada , estertorosa, pausada. Como la respiración de un ogro en los cuentos de hadas de la infancia.
Sumergido en una inconciencia sanadora. Vuelto al país de los sueños , que trataba de recuperar en la vigilia , sumergiéndose en el alcohol. Cuando de pronto se sentó al borde de la cama con las hendiduras de sus parpados nuevamente entreabiertas, Facu lo tomó por los hombros y lo volvió a acostar. Nuevamente el resoplido rítmico , cerro las cortinas y salió a la calle junto con las primeras gotas. Tendría que ponerle detergente , las manchas eran más rebeldes que lo que su apariencia hacía suponer. En la depresión de los números era especialmente difícil limpiar. El sol aparecía en forma esporádica, en algún claro del cielo, y volvía a ocultarse tras las nubes. El viento sur limpió la atmósfera de humedad. Facu sintió frío en la espalda. Un escalofrío le recorrió la espina dorsal erizándole los cabellos de la nuca. Sacudió la cabeza como negando y continuó su tarea. Cuando posteriormente, el negro Seba llegó, se sorprendió de verlo de campera en una tarde tan cálida, tan agradable. El sol al oeste había abandonado definitivamente las nubes iluminando oblicuamente Nogoyá, estirando perezosamente las sombras.

lunes, 20 de septiembre de 2010

Segunda Entrada de la Segunda parte de " Brumas..."

La caída.
A lo lejos logró vislumbrar la salida, oscuras figuras aparecían y desaparecían. Marchándose hacia los confines de su campo visual. Palpó la rugosa superficie de la pared a su lado, tratando de buscar un punto de apoyo. Un puerto, aunque sea precario, en aquella tempestad de los sentidos. Logró avanzar unos pasos. Bruscamente el piso se levantó hacia él, golpeándolo en la frente y la nariz. Luego permaneció vertical como una pared impidiéndole continuar. Recordó el camino cubierto de hierbas que avanzaba entre hileras paralelas de viejos paraísos, con sus rugosos troncos , socavados, con secretas oquedades y cubiertos de protuberancias ,cómo cúpulas abolladas, que les daban una pátina de antigüedad, parecían impregnar el aire de misterios olvidados, de fuerzas que a través de ocultas puertas al pasado, retornaran del ayer. Manos lo asían por los hombros y trataban de tirarlo hacia atrás , él se aferraba como un gato, a la pared piso. La tarde de invierno era recorrida por ráfagas impregnadas de una fina llovizna que le azotaba el rostro mientras caminaba. La casa se recortaba sobre las nubes grises , rodeada de casuarinas , flanqueada por un viejo molino de viento herrumbrado y por un galpón de chapas de zinc que milagrosamente se sostenía en pie. El frotaba sus manos por el frío, al marchar con zancadas dubitativas por el largo sendero. El jinete lo cruzó al paso en sentido contrario, parecía más joven que él, la cabeza cubierta por un gorro de lana negro que le cubría hasta la mitad de las orejas y le disminuía la frente hasta convertirla en una pequeña franja de piel sobre las cejas negras y nutridas. El cuello polar rojo le cubría la boca y la campera impermeable del mismo color envolvía su cuerpo con holgura, sus ojos parecieron sonreírle, como sonríen los rostros. Las manos lograron girarlo, ese gusto, ese gusto comenzó a invadirlo, deslizándose tibio por su boca. ¿Por qué reía? Porque si bien no podía ver sus labios su rostro reía. Las arrugas de los ojos hacían presentir la sonrisa, al igual que las pequeñas arrugas perpendiculares a la nariz. ¿Por qué reía? Cabalgando en aquella tarde desapacible , penetrado por las heladas partículas de agua, en un paisaje que anunciaba pantanos y barriales. Los paraísos comenzaron a quedar atrás reemplazados por casuarinas plantadas de forma intercalada, formando en conjunto una guarda griega. Cada una enfrente tenía un espacio vacío y sin embargo formaban un conjunto perimetral adecuado. Giró la cabeza par ver al jinete que ya trasponía la tranquera en el otro extremo del sendero, doblando hacia el norte hacia el puente del arroyo Malo.
Donde al atardecer, según relatan, se encienden los árboles, devorados por llamas inmateriales y los caballos se rebelan sin atreverse ha trasponerlo hasta la llegada del nuevo día , pues en esas horas entre el crepúsculo y el alba, el lugar es de las ánimas en pena que se reúnen sobre la calzada y se sientan en sus barandas. Poco a poco, solo un punto rojo acercándose a aquel lugar encantado. ¿ Por qué reía?
El gusto comenzó a bajar por su garganta. Sombras se movían delante de sus ojos, indefinidas, borrosas, emitiendo sonidos ininteligibles, el frío lo comenzó a sentir en la frente , un frío de color blanco, un frío que todo lo transformó en una mancha blanca que apenas dejaba ver en sus contornos las figuras difuminadas. Un frío que caía en pequeños torrentes sobre su pelo, como el gusto en su garganta. El frío y el gusto. Comenzó a toser, todo su cuerpo se convulsionaba con la tos y las manos volvieron a girarlo dejándolo de perfil a la pared piso. El gusto comenzó a volver hacia sus labios, entibiando el interior de sus mejillas , los bordes de la lengua. Solo un punto rojo , era ya el jinete que apenas se divisaba , avanzando como en una línea ondulada, una sinusoide que se bordaba sobre los paralelos hilos del alambrado. Acercándose cada vez más al lugar fatídico, pero con varias horas de luz aún. La casa flanqueada por el viejo molino se agrandaba poco a poco, ahora se podía distinguir un pequeño cerco , seguramente de alambre tejido, cubierto aparentemente por trepadoras y un arco de medio punto sobre un pequeño portón de caño y malla cima.
La vieja
Cuando sus dos amigos lo vieron inmóvil en aquel banco, solitario . Sintieron una sensación ambivalente, la alegría de encontrarlo, pues ya hacía un tiempo que lo buscaban y el temor de que estuviera pensando en suicidarse. Se apresuraron a descender del auto, para colocarse a su lado. Ambos sabían la profundidad de su sentimiento por aquella gurisa y la devastación que su perdida causaría en su alma. Ambos sabían que tras el Fran expansivo y charlatán había otro de una rica vida interior. Y ese otro , su amigo, era muy sensible, muy lábil emocionalmente. En cuanto se enteraron por Vale de lo sucedido, decidieron encontrarlo y recién ahora lo hacían.
Se escuchó el sonido seco de las puertas al cerrarse, casi al unísono. El grave sonido del motor regulando tras las luces enceguecedoras y las siluetas recortándose oscuras en la medida que se acercaban hacia él flanqueando la moto estacionada. El negro Seba y Facu se acercaron casi corriendo.
-Te buscamos por todos lados, loco. Por tu casa , por el parque, por todos lados y mirá donde te encontramos.- dijo Facu con un tono que expresaba reproche
-Al menos podías haber atendido el celular-le dijo el negro Seba casi gritando
- ¡ Tuvimos miedo que te hubiera pasado algo! Nos dijeron que pasaste a lo loco con la moto por el centro, casi atropellándote los coches- dijo Facu.
-¡ Terminen ya muchachos! Aquí estoy vivito y coleando, sin ningún rasguño- contestó Fran.
- ¡ Mostrame las manos ¡ .- gritó el negro Seba
- ¿Por qué?- dijo Fran , dejando el celular apagado sobre el banco y extendiendo las manos con las palmas hacia arriba- ¿ qué te pasa negro crees que te robé algo?
-¡ No para nada! Quería ver si no tenías una frutita de Tala , como el loco Santella el del cuento de Facu.- rió el negro Seba.
-¡En una de ésas me haría falta! Quien te dice –afirmó Fran.
- Ya me contaron que te han robado el alma- dijo Facu palmeándole la espalda- nada que no se solucione con unas birras y unas damas.-terminó, abrazándole los hombros con su brazo derecho mientras se sentaba a su lado.
- Vamos nene , vení con nosotros .- dijo el negro Seba sentándose a su vez en el otro flanco.
- ¡ Pero ustedes me han tomado por una mina! Me quieren agarrar aquí , lejos de mi madre y de mis tías que me cuidan- bromeó Fran. Cambiando súbitamente de estado de ánimo.
Se pusieron de pie, Fran se dirigió a la moto, subió, la puso en marcha con la primer patada y aceleró esquivando el Chevrolet 400 de Facu, que ronroneaba sobre la cabecera del puente, como un felino de metal en la cercanía de sus dueños. Las luces de Nogoyá se fueron agrandando, hasta que las sombras dieron paso a la claridad artificial, urbana. de las luminarias de sodio y de mercurio.
Por calle Rocamora , una vieja caminaba lentamente, hundiendo sus alpargatas en el polvo suelto, esquivando las huellas y los pozos. Al levantar la vista lo vio pasar y una mano invisible le apretó el pecho, impidiéndole por un momento respirar. Ahí pasaba él. Pobrecito. Se detuvo un momento a descansar, antes de encarar la subida hasta el asfalto, sus piernas no eran las de antes. Todavía tenía un trecho hasta el monumento a Silio, donde el Pocho la esperaría con la Estanciera. Ya debe estar llegando, pensó, si a la tardecita saldría de Lucas Gonzalez para acá.

lunes, 13 de septiembre de 2010

Primera Entrada Segunda Parte de Brumas

Primer Entrada de la Segunda parte de Brumas

La noche llegó, callada.
De luto, negra celada.
Mudas sombras.
Será muerte embozada.
La luz del sol olvidada.
La penumbra.
.



El alcohol y el laberinto..

La mujer vestida con un amplio batón estampado en el que predominaban los rojos, rosados y borra vinos , era gorda. Un pañuelo que alguna vez fue blanco , cubría su cabeza. Lo miró con sus ojos bovinos y le dijo
- ¡No lo hagas, no grites! ¿De qué sirven tus gritos en la noche?
A veces a través de las sombras del alcohol, emergía su recuerdo.
A veces se disolvía nuevamente y desaparecía .
Hundido en el pantano que brotaba de la botella , como el genio de la lámpara de Aladino , cubriéndolo todo con el húmedo lodo de un olvido envasado y transable.
Reía y gesticulaba , con gestos ampulosos. Acompañando con amplios movimientos de su tronco , los de sus brazos. Sentado en aquella mesa, solitario, parecía hablar con seres invisibles. Deteniendo su mirada en el espacio vacío. En la nada brumosa que lo rodeaba.
El techo parecía descender por momentos y estrechar el espacio, compactarlo, cerrarlo.
La blanca claridad de la ventana mutaba de forma y de lugar , formando círculos en la pared, como si un gigante a sus espaldas reflejara el sol con un espejo, y jugara como él lo hacía en su infancia. Muy lejos. Antes de colgar su bicicleta..
Se puso de pie. El piso le pareció una colchoneta inflable . Las paredes se tornaban curvas , venían y se alejaban, luego rectas como largos pasillos de un laberinto. De pronto Minotauro, en su prisión. La bestia acechando en cada resquicio de aquello, de lo incomprensible. Y él sin Ariadna ni cordel. Librado a su suerte.
- ¡No lo hagas, no grites! ¿De qué sirven tus gritos en la noche?



La pena.
Cuando se fue de la casa de Ami , lo hizo como si fuera otro. Como si su cuerpo lo alejara del peligro como un bombero que lo llevaba en brazos, incendio afuera. Sabe que cruzó la ciudad, como un poseído. Pero todo para él fue como un sueño, como una pesadilla de la que no podía despertar. Como si fuera un desalmado , un vacío viajando por las calles en una moto a toda velocidad. Cómo ésas bolsas de polietileno que arrastra el viento en las tormentas, envases inútiles a merced de los elementos.
No puede afirmar que vio aquel recorrido. Sus lágrimas borronearon el paisaje. Solo el mundo moviéndose bajo las ruedas , como una gigantesca cinta transportadora.
Huída. Deseo de escapar de aquello que lo había golpeado con la fuerza de mil coces. Su primer recuerdo más o menos nítido es de cuando se encontraba sentado en el banco de madera en el segundo puente, mirando las aguas del arroyo Nogoyá correr arremolinadas contra la barranca cribada por mil cavernas pequeñas que le daban la apariencia de un queso gruyere. Su mirada fija en la superficie marrón , en las ondas y en los vórtices. Desear convertirse en agua y correr, pasar, transitar. Buscar el mar.
Que su cuerpo se disuelva en aquella corriente y marchar besando barrancas y sarandíes, acariciando las lánguidas ramas de los sauces, llevando en su interior un plateado cardumen de mojarras , que vibrara en él, como la vida que sentía mustia , triste, devolviéndole la alegría de existir. Por mucho tiempo ése recuerdo tuvo olor a agua , color a arroyo , sabor a lágrimas. . Nogoyá fue hundiéndose en la noche, las siluetas de los edificios se fueron esfumando en la medida que los arreboles del crepúsculo se apagaban y una constelación de lámparas brillaron en la oscuridad. Como una sábana de luciérnagas al Oeste. La brisa del sur, fresca, acarició su rostro.
El abandonado se apoyó en el espaldar duro y frío , del banco de madera, cruzó los brazos y miró las primeras estrellas.
Permaneció largo tiempo quieto, un lapso de tiempo indefinido. No cronometrado. Un tiempo que escapaba a los movimientos de las manecillas del reloj. Un tiempo que era independiente del transcurrir exterior. Un tiempo que medía las sensaciones de su espíritu, de su interior. Imágenes que se agolpaban en su conciencia, evocando largos momentos pasados con ella, repasando cada detalle, cada palabra, cada olor. Con una fidelidad propia de una filmación . Pero que sin embargo no superaron el lapso en que una luciérnaga atravesó el arroyo. Duplicándose en el húmedo firmamento reflejado. En ése estado de inquietud interior permaneció inmóvil. Como en un estupor catatónico. Como un observador de las imágenes del recuerdo que se movían en su interior, como una sucesión de fotografías, cómo una catarata onírica que se despeñaba tras sus ojos .
Desapegado de sí , como un espectador.
Los faros brillaron sobre el primer puente, iluminando con su haz de luz los troncos y la base de la copa de los árboles que bordeaban el camino de asfalto, irregular y deteriorado. Él continuó inmerso en sí. El ruido de los neumáticos a baja velocidad, como triturando piedrecillas. Las imágenes formándose en la oscuridad, primero como una contraluz, un contraste oscuro, luego adquiriendo color y forma definida, para desaparecer tras el auto, en su lento avance. Su figura se iluminó al ser alcanzada por el cono lumínico. Enceguecido llevó su antebrazo a su frente y miró. La figura de su moto , se recortaba sobre la luminosidad que emergía de las esferas simétricas de yodo..

sábado, 4 de septiembre de 2010

Undécima Entrada de Brumas



Este es el último capitulo de la primera parte de brumas. En la próxima entrada comenzaré a publicar la segunda. Abrazos.

El aquelarre y La ruptura .

Ami acurrucada en el sillón de la sala, hablaba por teléfono. Al hacerlo se comía las uñas del anular y el dedo medio de su mano izquierda. Su rostro denotaba desasosiego.
La voz en el auricular evidentemente le transmitía inquietud. Respondía con monosílabos, con un evidente desgano.
Después de colgar, aún la voz de Vale resonaba en sus oídos. El gusano comenzaba a reptar, nuevamente a horadar, silencioso y constante. El restituido muro de la confianza, mostraba grietas. Varios lo habían visto en la moto con ella, otros lo cruzaron al salir de su casa. Evidentemente , las chicas tenían razón, la estaba tomando por una idiota.
Ella era la única ciega que no quería admitir que Fran la engañaba, con ésa.
Como era posible que en todos estos años no se diera cuenta, si ahora en el recuerdo, los ojos de ella brillan de lujuria al mirarlo. Como una serpiente enroscada en una rama, mirando acercarse a su presa. De repente el sentimiento de desilusión que la había dominado meses atrás, cuando Vale le acercó el primer dato, se fue transformando en furia. En una furia que nacía de su propia autoestima dañada. De sentirse burlada.
Cerró los puños con fuerza y los apoyó en sus parietales. La habitación comenzó a esfumarse tras un cristal sucio, en la medida que las lágrimas brotaban de sus ojos y caían pesadas sobre su regazo. Su cuerpo convulso por el llanto, pareció empequeñecerse , acurrucada en el sillón de la sala desierta.
Permaneció largo tiempo quieta , con la cabeza apoyada en sus rodillas flexionadas.
El sueño comenzó a invadirla, profundamente dormida, soñó cosas horribles.
Se encontraba en un gran salón , con una larga mesa servida como para un festín.
Algunas personas se encontraban alrededor de la mesa. Ami no podía distinguir sus rostros, con la escasa luz que daban unos candelabros . Se sentía con sus piernas entumecidas , sus movimientos eran penosos, como si el aire tuviera la consistencia del agua o más aún del barro, ejerciendo gran resistencia a sus pasos. Nadie parecía verla .
Escuchaba el murmullo de las voces, la estridencia aguda de alguna risa de mujer.
Se desplazaba en medio de aquellas personas en un salón que cada vez se ampliaba más y más , hasta casi no tener limites visibles. Personas indiferentes ante su presencia como si Ami fuese invisible. Quiso hablar y notó que de su garganta no brotaba la voz.
Invisible y muda. Sobre la mesa aquella se veían fuentes de diversos tamaños, con distintos manjares. Altas copas tubulares y botellas dispersas sobre el mantel blanco. Sintió hambre. Con la dificultad de su marcha de astronauta, pudo acercarse a la mesa lentamente. En una fuente de losa blanca, distinguió unos pastelitos de hojaldre almibarados con grageas multicolores. Similares a los que comía en casa de su tía Carmen, muerta hace muchos años. Tomó uno en sus manos torpes y se lo llevó a la boca, sintió el sabor dulce en sus papilas, y fué transportada a la vieja y oscura cocina
de aquel antiguo caserón de campo. Ami pasaba casi siempre las vacaciones de invierno en su época de primaria, en la casa de su tía Carmen en el distrito Montoya . En verano , solo algunas veces, pues volvían sus primos que vivían en Buenos Aires, y como decía la tía “ No tenían comodidad”. Los pasteles eran un manjar esperado por la niña, y su tía una repostera experta y deseosa de complacerla.
Después de su muerte, Ami la recordó siempre con mucho cariño. En la medida que el pastel se desarmaba en su boca, Ami comenzó a mirar las otras fuentes , no podía distinguir su contenido, solo veía los borrosos rostros de los contertulios que tomaban bocadillos de las mismas y la miraban con una sonrisa que apenas se distinguía( o al menos eso le parecía a ella , en ése sueño, en el que de a ratos parecía invisible) Deambuló al borde de la mesa, como mareada, con una torpeza que parecía aumentar a cada paso. Las fuentes parecían cubiertas de un humo gris azulado y cuando introdujo, su mano en una de ellas, la retiró bruscamente , al notar las peludas patas de las arañas y las membranosas alas de los murciélagos. A través del cristal, en otra fuente notó el reptar de las culebras . Y pudo ver como una mujer delgada, vestida con lentejuelas , retiraba una de ellas y se la introducía en su boca, viva, luego de dejarla colgar con su mano sobre su rostro levantado. Mordiendo el cuerpo serpenteante , con una sonrisa.
Ami , presa de la desesperación, intentó correr entre aquella gente extraña y horrible, cuando de repente cerca de una gran puerta de dos hojas, con herrajes de bronce lo vio a Fran de espaldas acompañado de una mujer. Pero éste se alejó, del brazo con ésta, cuando se abrieron las altas hojas de madera lustrada, la más alta de las mellizas Ardiles giró la cabeza sobre su hombro y le sonrió , con una mueca burlona y en sus ojos brillaba la lascivia. Cuando las puertas se cerraron Ami se vio rodeada por aquellos seres sin rostro , que comenzaron a empujarla y estrujarla. Entonces despertó bajo la mirada de su madre, que parada a su lado, le preguntaba por la cena.
Ami se levantó aún somnolienta y bajo el doble efecto de la conversación con Vale y de su pesadilla, de la que aún quedaban pegados retazos pestilentes en su espíritu .
Se dirigió a la cocina y como autómata colocó la mesa y sirvió los alimentos. Su madre salió del baño, con una remera turquesa descolorida y estirada. Se sentó a la mesa y comenzó a comer callada y ausente, ajena a los pensamientos y pesares de su hija. Ami sabía que cuando estaba con ése estado de ánimo lo mejor era no hablarle. Permaneció a su vez en silencio, con la mente vacía y el estómago cerrado a todo alimento. Miró la comida sobre el plato y se le representaron los inmundos manjares de su sueño. Luego que su madre se levantara, lavó la vajilla, ordenó todo y se dirigió a su habitación.
La misma sólo estaba iluminada por la luz del velador. Colocó un disco compacto en el radio grabador y Divididos sonó “ Qué ves, que ves cuando me ves, cuando la mentira es la verdad….” Y ella lloró en silencio, hasta que ahogada en sus lágrimas y en esa extraña rabia que la invadía, muy tarde se durmió.

El final fue como todos los finales. Triste. Definitivo. Fran apoyado contra la pared por su hombro derecho, permanecía con la cabeza baja, mirando el suelo, escuchando.
Ami gesticulaba junto a él de espaldas al cordón de la vereda. Él escuchaba en silencio. Ella hablaba expectante. Esperando quizás una respuesta, una reacción que terminara con la dinámica destructiva del diálogo que había comenzado. Respuesta que no llegaba y era como si se fueran hundiendo cada vez más en ése piélago de desolación, incomprensión y desamor . Serían para siempre dos náufragos de su pasión.
Desterrados de la felicidad. Bifurcados. Solos.
Fran poco a poco, se acorazó en su dolor, en la profunda laceración que las palabras de ella provocaron en su espíritu. Rebelado contra la injusticia, temblando íntimamente con la rabia del gratuitamente acusado. Del ofendido. Los pensamientos se arremolinaban en su mente con la fuerza de un huracán. Torbellino de protestas que no lograban llegar a sus labios, sellados. Cuando levantó la mirada la vio frente a él hablando, palabras para él incompresibles, ya que sólo comprendía el inconmensurable dolor de su alma.
Vio las lágrimas rodar por sus mejillas y experimentó el impulso de abrazarla, de acunarla en sus brazos de hombre, de arrancarle a besos sus dudas y sus reproches . Pero giró sobre sí , cruzó la calle ciego y sordo, montó su Agrale negra 125 usada, regalo de su madre, y se fue.