sábado, 23 de octubre de 2010

Segunda parte de Brumas Sexta entrada

El médico

-La paranoia , es un conjunto de síntomas y signos característicos, lo que los médicos llamamos un síndrome. Que puede responder a una multiplicidad de causas. No siempre unívocas, ya que pueden actuar aisladamente o en conjunto, y a su vez ser influenciadas , o mejor dicho potenciadas por el medio ambiente. Por episodios que actúan como facilitadores, como catalizadores de la reacción que sobre una personalidad predispuesta, a la que podríamos llamar personalidad paranoide , desencadena el cuadro clínico característico.- Terminó el médico que hablaba con suaves movimientos de sus manos sobre el escritorio para acentuar sus dichos, para enfatizar sus afirmaciones y a su vez para crear un lazo de comunicación con su interlocutor.
-La verdad doctor que no le entiendo nada- dijo la mujer, con los ojos llenos de lágrimas- lo que quiero saber es si usted nos puede o no nos puede ayudar. ¡Estoy desesperada por mi hijo! Doctor dígame por favor, dígame que me puede dar una mano que podré recuperar a mi muchacho. Hasta hace no se un año y medio, era un chico totalmente normal y ahora …- se interrumpió para secarse las lágrimas que corrían por sus mejillas y para sonarse la nariz casi sin ruido- Ahora no sé doctor, es como si hubiera caído en el infierno.
- Si señora-dijo el médico acomodándose el puente de sus anteojos con el dedo índice- Creo que lo podemos ayudar. Pero ésta charla con usted es extremadamente preliminar, ni siquiera tenemos un psicodiagnóstico de certeza. Nos estamos manejando en el campo de las presunciones. Por lo que usted me dice, su hijo siente que lo persiguen, se siente perseguido por potenciales agresores. Eso es un síntoma de la paranoia . Pero, señora, éstas enfermedades son como la luz y la sombra. Tienen grados, desde el mediodía más luminoso hasta la noche mas negra y cerrada.
Desde lo que los médicos denominamos personalidad paranoide, que no altera mayormente la vida de convivencia hasta la psicosis paranoide grave que requiere -medicación y muchas veces internación. Yo no sé de que estamos hablando. Su hijo, carece de una figura paterna fuerte eso también predispone a la personalidad paranoide. Pero todo es muy preliminar señora, muy preliminar. Yo le sugeriría que concerte con mi secretaria una primer entrevista y luego hablaremos sobre terreno más firme y con más elementos de juicio.
-¿ Usted entonces cree que mi hijo está loco?- preguntó la mujer mientras se ponía de pie.
- Mire señora , no me gusta usar esa palabra. Es un tanto general, y además es un tanto discriminatoria.-dijo el médico mientras extendía la mano a la mujer-por que no esperamos a avanzar un poquito en el estudio de la enfermedad de su hijo. Si es que su hijo tiene alguna enfermedad.
Abrió la puerta del consultorio y con un gesto amable acompaño a la señora hasta el umbral de la misma, dando una última y suave palmada sobre el hombro de la mujer como un postrer gesto de contención.

Recuerdos de la pasión y la desesperación.

Cuando creía que su vida estaba destinada a ajarse , a secarse como una hoja caída del árbol. A perder poco a poco la vitalidad, por cada uno de sus poros. Lo conoció.
Después de su traumático matrimonio, después de los golpes, los gritos y el desamor. Creyó que todo se terminaba. Que ése era su destino. El de una flor arrancada y tirada a la calle. Castigada por el sol del mediodía , hasta perder su lozanía y su perfume. Hasta convertirse en una masa reseca de tejidos a merced de los elementos. Pisoteada por los coches. Despreciada hasta por los perros en busca de comida. Para ella su separación , fue como una medicación paliativa, que mejoraba su estado, que disminuía el diario sufrimiento de la violencia hogareña. Pero que a su vez la entregaba a los brazos de la soledad, ése cáncer mortal, que paradójicamente tenía el mismo nombre de su hija. Pero entonces lo conoció.
Como si un hada la hubiera repuesto en su antigua rama. La savia de la esperanza comenzó a correr , reconstituyendo los tejidos de su cuerpo de hoja muerta, devolviéndole la lozanía perdida. Retornándola mágicamente a la adolescencia. A esa edad de posibilidades infinitas. Cuando lo miró por primera vez a sus ojos, algo estalló dentro de su alma. Como si todo lo anterior se hubiera borrado mágicamente, como si nunca hubiera existido. Ella bajó de su citroen frente al supermercado, fastidiosa por el calor, tropezó en el cordón de la vereda, nada más que por la torpeza que le provocaba su estado de desesperación, la obsesiva autoconmiseración que la embargaba permanentemente. Se hubiera lastimado , si no fuera por su presencia. Su mágica presencia. Su milagrosa presencia. Él la contuvo en sus brazos y cuando ella levantó su rostro desencajado por el disgusto y la vergüenza, lo vio frente a sí sonriente. Y se produjo el estallido. La revelación.
Lo conoció. Todo lo que pasó después fue vértigo. La transformación del paisaje invernal amarillo y pálido, en la fiesta multicolor de la primavera. Un pasaje sin punto intermedio, desde la sórdida tristeza en la que se encontraba hacia la vorágine incontenible de los sentidos. Una felicidad inasible por simples mortales. Quizás ese fue su renovado pecado original ¿Quién tiene derecho a ser tan feliz? ¿Quién tiene derecho a beber la ambrosia de los dioses? Cuando le diagnosticaron su enfermedad, él lo tomó con entereza. Ella lo tomó con desesperación. Su destino no podía ser el de enfrentarse con una maldad inaudita . Y pensó entonces en encarnar ese amor en un hijo. Él al principio no estuvo de acuerdo. Ella lo convenció. Ella lo atrapó como una planta carnívora. Dispuesta a succionar su vida. Dispuesta a transformarla en otra vida. Dispuesta a transformarla. A burlar los designios de la muerte. Ella lo convenció de retrasar la quimioterapia. Ella lo convenció de que le entregue el hálito de vida que vibraba en sus esperma. Su amor tomaría carnazón en el hijo. En un hijo que no se llamaría Soledad, en un hijo que debería llevar el nombre de la vida. En un hijo que le aseguraría la supervivencia el amor. De ése amor desaforado que le corría por las venas, que la angustiaba y la llenaba. Ese era el origen de su culpa.
El apenas pudo conocer a su hijo, un ser berreante y minúsculo. Pero que representaba la persistencia de su amor para la eternidad. Que representaba la unión de sus genes, la unión definitiva de ellos. La materialización del sueño común.
Cuándo él murió , algo se apagó para siempre en su interior, se trasformó en un alma definitivamente mutilada. Su vida nunca dejó de ser una vida hemipléjica. Pero el niño estaba allí, arrancado de la muerte, rescatado de las tinieblas.
Aquella vieja maldita le había dicho” nunca deberás parir carne de su carne si deseas que él viva” y ésas palabras siempre resonaron en su mente. Más aún después de verla con aquella mirada taciturna , en la vereda de la plaza, el día que bautizaron a Fran, y escucharla decir a su lado “¡pobrecito, ángel de Dios!”

viernes, 15 de octubre de 2010

Segunda parte de Brumas Quinta Entrada

Milagros.

Mili, la más alta de las mellizas Ardiles, se encontraba sentada frente a la pequeña mesa de madera, en una silla metálica gris descascarado con el asiento y el respaldo cubierto por una cuerina verde oscura. Áspera , entre cuyas rugosidades la tierra se había pegado dándole un fondo grisáceo. Los resortes , se marcaban sobre la cuerina del asiento , amenazando con romperla en cualquier momento e irrumpir al exterior con su aspecto viejo y oxidado, con jirones de estopa gris blanquecina adheridos a ellos, como banderolas. Ella sentada en el borde de la vieja silla, tenía sus largas piernas cruzadas bajo la misma, pasando un pie tras el otro. El tronco doblado hacia delante, apoyando sus antebrazos sobre la mesa despojada de objetos. Construida en madera oscura , en su plano presentaba múltiples surcos que formaban dibujos o nombres, superpuestos unos sobre otros. Algunos cubiertos de antiguas capas de cera lo que denotaba su antigüedad otros trazos más francos, más claros , eran de origen más reciente.
Ella distraída pasaba el pulpejo de sus dedos, por ellos, palpándolos. Como ejercitando un braille que en realidad ignoraba y desde ya no necesitaba, pues sus hermosos ojos café, rasgados como de gata, tenían visión perfecta. Además de los dibujos y de los nombres , también se podían leer obscenidades o caricaturas de genitales desproporcionados a los cuerpos que los poseían. Ella los palpaba con sus dedos largos.
El ventanal a su izquierda dejaba ver las copas de los árboles del otro lado de la calle, de esta solo se escuchaba sonido de los autos al pasar. Algún bocinazo aislado. Alguna voz de un saludo o de un vendedor. Frente a ella en una pared blanca pintada a la cal, que alguna vez fue celeste, a juzgar por el color que asoma tras la pintura descascarada
un gran mapa de Entre Ríos , amarillento por el tiempo, muestra la división política de la provincia. A su lado un cuadro de marco marrón oscuro, de considerables dimensiones, contiene un plano del Departamento Nogoyá , con las comisarías distritales marcadas con pequeñas figuras geométricas de color rojo. Bajo ellos una estantería de madera , tosca, opaca contiene innumerables carpetas en diversos tonos, amarillas, celestes, naranjas , colocadas una al lado de la otra o apiladas en hatillos sujetos con hilo de algodón y cubiertos de polvo. Perdido entre ellas un pequeño pedestal de madera portaba un mástil con un Pabellón Entrerriano descolorido, las bandas celestes casi grisáceas , el blanco percudido y el listón rojo que había adquirido el color de una ciruela madura , pero opaco como sangre seca. Ella pensó que quizás la sangre derramada en la organización nacional pudo haberse secado, pero no la de la juventud entrerriana en busca de un futuro mejor. Miró el techo de machimbre alto de donde pendían los conjuntos de tubos fluorescentes a través de un par de caños negros sucios con caca de millones de moscas a través de millones de años en que no se limpiaban. A su derecha en una pared dominada por tres muebles metálicos grises que se apoyaban contra ella , otro cuadro mostraba el escudo de Entre Ríos, verde y rojo, rodeado de una soga, con el sol y la estrella. Y con las manos enlazadas y los laureles.
Detuvo en él su mirada , quizás por la incidencia de la luz o por haber sido colocado en fecha más reciente aparecía limpio y de colores firmes. El escudo de Entre Ríos es de los más originales y por cierto de los más lindos de la República Argentina.
Uno de los muebles metálicos estaba sobre tacos de madera, seguramente sus patas colapsaron por el peso o por el tiempo y los tacos de madera eran para equilibrarlo.
El hombre joven, tenía la cabeza casi rapada completamente, solo un corto pelo negro sobre los parietales, vestía una camisa gris con el cuello abierto que enmarcaba su rostro bien afeitado, trajo consigo una laptop la conectó a un terminal bajo la mesa para ponerla en línea con el sistema . Se levantó sonriendo a Mili, buscó un gran cenicero de vidrio con el contorno lleno de aristas , lo colocó a su derecha luego extrayendo una atado de L&M corto en cajita, sacó un cigarrillo y lo prendió con un encendedor a gas verde translúcido. Abrió a su izquierda una carpeta de cartón que había traído consigo, tamaño oficio , de color amarillo pálido. Levantando la vista con una sonrisa dirigida hacia la chica le preguntó
-Nombre completo, estado civil y domicilio
- Milagros del Carmen Ardiles, soltera, Hipólito Irigoyen s/n
-¿Ciudad?- preguntó a su vez el policía
- Si aquí en Nogoyá- contestó Mili.
-¿Fecha de nacimiento?- preguntó ésta vez el hombre rapado.
- Nací aquí en Nogoyá , el 30 de Octubre de 1984.- contestó la melliza tirándose hacia atrás en la silla.
El hombre comenzó a escribir sobre el teclado de la note book, mientras su cigarrillo pendía de la comisura del labio y el humo le hacía entrecerrar los ojos. Al cabo de unos momentos dijo.
- Bueno ahora sí, cuéntenos lo que vino a contar, la escucho.


Soledad marca el camino.

Él la había sacado a pasear en la moto, ella se lo había pedido. No era frecuente, pero ella se lo había pedido. Ella nunca le pedía nada . Supuso que era para verlo a Santiago, desde varios días atrás que no la buscaba y seguro que estarían distanciados. Pero ella era así. Nada se le notaba. Igual si estaba contenta o estaba triste. Siempre la misma cara la misma mueca, casi automática. El la miró en silencio , sorprendido, pensando que quizás se trataría de una broma más de su hermana que últimamente , lo había tomado medio para la chacota. Pero no, ella deseaba de verdad que él la sacara a pasear, que le diera una vuelta por el pueblo, por el centro, por el Boulevard España, por el Paseo de los Puentes. Era seguro que su Santi andaba retobado . En realidad él a esa hora nunca la buscaba, pero las mujeres son tan raras. ¡Mirá que se lo contaría a él!.
La mayor sorpresa fue cuando le pidió ir hacia el lado del Cementerio por 25 de Mayo, descendieron la pendiente desde la Plaza Libertad hasta calle Catamarca, luego sobre terreno llano cruzaron Mendoza, La Rioja, Carbó , pasando delante del Barrio San Miguel y de Campo de Deportes de los Maristas, el paredón de las Carmelitas, volviendo a trepar hacia Barrio Parque hasta por fin llegar a la rotonda del Cementerio. Ella le pidió que doblara a la izquierda por el camino que conduce al basural municipal, desviándose a los 80 metros hacia la derecha en el origen del camino que lleva al distrito Montoya.
- Seguí por acá-le dijo Sole. Fueron internándose por el camino que transcurre entre el paredón del Cementerio al Oeste y la arboleda donde vivían los hermanos Calero al Este, dónde se ve la antigua quinta con sus hileras de naranjos y pomelos fantasmales, vencidos por el tiempo y un viejo Molino que sobresale de la arboleda con su torre vestida de Santa Rita, por lo que parece que su rueda gira sujeta a los árboles, como un gigantesco girasol de hierro. Avanzaron por el camino de tierra, surcado por dos huellas paralelas compactadas que brillaban con el sol de la tarde, apenas alguna irregularidad hacía trabajar los amortiguadores delanteros.
- ¿Dónde vamos ahora?- le preguntó Fran a su hermana , sorprendido- mirá que yo tengo que reunirme con los muchachos dentro de un rato, por el tema del viaje.
- Vos seguí un poco más hasta pasar el puente, yo te voy a enseñar un lugar y luego te voy a decir , para que te lo enseño-contestó la chica.
- ¡Pero estás llena de misterios hoy, hermanita!- gritó el muchacho sobre el ruido del motor y el zumbido del viento.
- ¡ Dale pendejo, vos seguí!- gritó ella a su vez- ya no falta tanto y nos volvemos. Yo también tengo que bañarme porque tengo que salir con Santi esta noche.
- Bueno loquita, lo que vos digas pero hasta Victoria no llego, eso desde ya te lo aclaro- dijo el conductor mientras atravesaban el puente sobre el arroyo Malo. Puente embrujado según cuentan. Donde se reúnen los muertos escapados del cementerio y las almas que vagan penando por los campos, por los montes, por las cañadas y zanjones. Encendiendo hogueras en los árboles de la vera del camino, iluminando la noche con fuegos fantasmales. Percibidos por las bestias que se oponen a seguir camino luego de la hora del ocaso. A trasponer ése portal maldito. Fran jamás había escuchado eso, ni siquiera de su amigo Facu, tan afecto a las historias, las leyendas y las lecturas. Soledad si lo había escuchado por eso no pudo impedir que se le erizara la piel y que un temblor interior la invadiera haciéndola vibrar , como un escalofrío. Como había vibrado la primera vez hace muchos años que cruzó ése puente con el mismo propósito, que la traía hoy.
- Ves aquella casa allá lejos, rodeada de árboles , bien metida adentro del campo
- Sí , la veo. – contestó Fran
- Bueno ahí , vive una mujer que te puede ayudar. Es una vidente, que tiene poderes, ella puede ayudarte a salir adelante, a recuperar tu ex novia si querés o a lo que sea. Pero tenés que venir solo . No podes venir con nadie. Yo te muestro donde es , nada más pendejo, después vos haces tu juego.
- ¡Para esto me trajiste hasta acá, Sole!- dijo Fran mientras detenía la marcha de la moto y giraba la cabeza para mirar a su hermana , a la cara- Vos estás de la nuca, nena. – agregó mientras giraba en redondo emprendiendo el regreso.
- Yo te muestro donde es , vos haces lo que quieras pendejo.-contestó ella.
El sol se colaba entre los cipreses del cementerio, proyectando sombras transversales sobre el camino. Al subir al asfalto de 25 de Mayo , aceleró la moto haciendo volar el pelo de la muchacha que se prendió a su cintura. Doblaron por Arturo Illia rodeando el Convento hacia San Martín pasaron por delante del Barrio Lisandro de la Torre y del predio del club 9 de Julio ,doblando por Guemes hacia el Hospital llegando a Mendoza en la plazoleta de San Lorenzo y desembocando por fin en Boulevard Sarmiento. Fran bajó a su hermana con una mezcla de fastidio y de sorpresa. Ella lo miró con una sonrisa pícara, lo besó en la mejilla y se fue casi corriendo por la puertita del costado, entrando por el pasillo.
La verdad que ella nunca le pedía nada. Pero éste paseo había sido realmente extraño. Una vidente. Si Facu se lo hubiera recomendado, era creíble , viniendo de un tipo imaginativo. Pero viniendo de su hermana era algo parecido a pensar que el negro Seba lo invitaría a una partida de ajedrez o a un debate en un cine club sobre una película de culto. Simplemente impensable, pero evidentemente uno nunca termina de conocer a las personas. Miró su reloj tenía tiempo , una hora y media para la reunión con los muchachos, por el asunto del viaje. Daría una vuelta para hacer tiempo, quizás por ahí , la vería. Siempre en el fondo de su corazón deseaba verla aunque más no sea de lejos. Como Moisés vio la tierra prometida.

miércoles, 6 de octubre de 2010

Segunda parte de Brumas Cuarta Entrada

La madre y la hermana.

Las dos mujeres estaban sentadas en el sillón de la sala , una en cada extremo. La más joven levemente girada hacia el centro con un sector de su espalda libre sobre el apoyabrazos. La mayor mantenía una postura erguida con la espalda casi recta sobre el espaldar, las piernas cruzadas y las manos sobre la falda , entrelazadas. Esta última miraba al frente, como quien no mira nada en particular, sino que se sumerge en sus propios pensamientos. Con la mirada del cocinero , que cata su comida de la punta de una cuchara para evaluar si está bien sazonada, permaneciendo con los ojos abiertos pero con toda su atención en sus papilas gustativas. La más joven , en cambio tenía en su mirada , un inequívoco gesto de inquietud. Las pupilas midriáticas , una movilidad exagerada de su iris hacia un lado y otro, un brillo profundo, espeso, dado por una gruesa capa de lágrimas que cubría su esclerótica, surcada por vasos sanguíneos congestivos que le daban un aspecto rojizo y trabeculado. El movimiento repetitivo e incesante de su pie derecho, apoyado sobre el metatarso , con el talón suspendido en el aire descendiendo y ascendiendo , por el movimiento alternado de sus gemelos , indicaba un estado de desasosiego. Entre ambas mujeres se interponía un espesor de silencio . Silencio pesado, denso , gelatinoso. Como si la ausencia de palabras , entre ambas, hubiera compactado el aire hasta convertirlo en un mucílago. En un agar-agar donde se cultivara la incomprensión. La ausencia de lenguaje para verbalizar los sentimientos que las mantenía distanciadas, prolongaba esta tirantez , difícil, incómoda.
- No se porque lo hice , ni en que momento se me ocurrió- dijo Soledad
- ¡Vos nunca sabes nada! – casi gritó su madre.
- Yo solo quise ayudarlo, a mí me ayudó un montón, cuando fui aquella vez que te conté. Por eso le dije. En realidad, yo solo le conté , nunca lo obligué a ir. No lo empujé a Montoya- habló Soledad con voz entrecortada.
- ¡ No claro, que no! y yo que pensaba que eran esos idiotas de los amigos, los que lo habían llevado a ése lugar. ¡ Ese es un lugar maldito! – volvió a gritar su madre.- enterarme que fuiste vos es para mí , un dolor muy grande. Algo que no puedo superar.
- Pero te repito , yo solo quise ayudarlo, quería que el pendejo se olvidara de ésa minita y nada más-contestó la muchacha casi llorando y revolviéndose en su hiperquinesia.- yo solo le conté.
- Mirá Soledad, yo quiero creer que lo hiciste en forma inocente. Pero no puedo, lamentablemente, no puedo. Tantas veces te dije que a mi me preocupaba el chico , su ensimismamiento , su cerrazón, la enorme dificultad que siempre tuve para comunicarme con él. Como construí ladrillo sobre ladrillo, cada puente hacia él, cada diálogo. Como traté de contenerlo en la profunda depresión en la que había caído. Como traté de mostrarle centímetro a centímetro el camino que lo sacaría de la soledad y le permitiría encarar una nueva relación o de lo contrario enfrentar la vida como quisiera, sin compromisos si ése era su deseo
Que recuperara su autoestima. Y a vos no se te ocurre mejor idea que mandarlo ahí. Cuando ya estaba mejor. Yo te conozco, Soledad, y creo conocer a ése pelotudito con el que te acostas.
- ¡ Y que tiene que ver Santiago con todo esto!- contestó la joven girando brusca
- mente el tronco hacia su madre y tornando su gesto de angustia en otro de repentina ira.
- ¡Vos sabés muy bien ¡ ¡ Se burla de Fran permanentemente! Como si fuera un gran vivo. ¡ Agrandado de mierda! Seguro que él te incitó a mandar a tu hermano a ése lugar.!Estoy segura! Y vos que siempre fuiste celosa, celosa no se de qué, la verdad, pero celosa como si tu hermano te molestara. Ahora sí que te va a molestar como se ha puesto.
- Vos tenes mucha imaginación mamá, Santiago, lo quiere muchísimo a Fran , lo que pasa es que son dos personalidades, totalmente distintas, Santi es un tipo de mundo . El anduvo por Europa, por Estados Unidos , viaja mucho a Capital donde tiene muchos amigos. Son distintos, en realidad no solo con Fran , sino con la mayoría, por no decirte con todos, los idiotas de este pueblo.- contestó Soledad .
- No te engañes, hija, ése tipo de personas no quiere a nadie en realidad. – dijo la mujer mirando a su hija por primera vez en todo el dialogo- quien sabe….-se detuvo bruscamente.
- Quien sabe si me quiere a mi,!eso querés decir! Dilo de una vez , si por más que no lo digas, se te lee escrito en la frente. Yo te voy a decir algo a vos, que lo tengo atravesado hace mucho. Tanto te preocupas ahora , por mi querido hermanito , si nunca le distes pelota. Jamás. Siempre te preocupó mas la novela de la tarde que los problemas del pendejo. Se hasta cuando le compraste la moto lo hiciste con la plata que te dejó el padre. Y ahora me venís a culpar a mí .- dijo la chica mientras se ponía de pie como un resorte.
- Vos no tenés nada que decirme, ni que opinar sobre la plata con que le compro cosas a tu hermano, que si fuera por la plata que me mandó tu padre, vos hubieras crecido desnuda y muerta de hambre.
- ¡Sos una resentida mamá! Y el odio que le tenés a papá , me lo haces sentir a mí. Eso es lo que pasa , todo lo malo lo tengo yo, todo lo malo es por mi culpa- contestó Soledad con la voz francamente quebrada por el llanto.- Yo lo único que quise fue ayudarlo al pendejo y lo único que logro es que vos me acuses de todo lo que le pasa. El pendejo está enfermo, llévalo a un psiquiatra, Santi me dijo que conoce uno bueno, y déjate de culparme por todo. Tu hijo está loco, eso es lo que pasa.
- ¡Pero callate querés ¡ y vos me decís resentida a mí, diciendo que tu hermano está loco, cuando vos permitiste que lo embrujaran- replicó la madre con énfasis- y decile a tu amiguito que la dirección del psiquiatra se la meta donde no le da el sol.- Se detuvo bruscamente . Golpeaban la puerta principal.

Los puentes.

Soledad salió de la habitación por la puerta que daba a la galería trasera, visiblemente perturbada por el intercambio de palabras que había tenido con su madre. Cerró bruscamente la puerta tras de sí. La mujer mayor , se puso de pie y se dirigió hacia la maciza puerta de entrada, al abrirla vio a su hijo sonriendo con una sonrisa estúpida en su cara desfigurada por el golpe. Un gran apósito sostenido por cinta adhesiva de papel, colocado en forma bastante desprolija cubría su frente y los dos tercios superiores de su nariz dando la impresión de que sus ojos estaban más separados, o en realidad los parpados amoratados que era lo único que se veía de ellos . Dándole una apariencia simiesca. Facu a su lado lo sostenía con el brazo derecho bajo las axilas.
- ¡Y esto ¡ - dijo la mujer
- No sé señora, yo lo encontré caminando en la calle y decidí traerlo pues el tiempo se viene abajo y no se si llegaría antes que se largue la lluvia.- contestó Facu.
- ¡Nunca saben nada! Nadie sabe nada. Pasá llevalo a la cama, mirá como está . No sabés si le pegaron.-Preguntó con voz de preocupación.
- ¡Nadie me pegó ma!- articuló Fran con dificultad.
- La verdad , que yo no se nada, si lo supiera no tenga dudas que se lo diría, yo lo quiero mucho a su hijo, y no me gusta como está últimamente. No sé como ayudarlo de lo contrario ya lo hubiera hecho.- Dijo Facu mientras acostaba a su amigo y comenzaba a sacarle los zapatos.
- Nadie me pegó ma!- repitió el borracho, sonriendo,
Su amigo lo tapó con la colcha. Se durmió casi de inmediato, Facu se quedó un rato sentado al lado de su cama. Pensando. Compungido. Su amigo le hacía recordar a aquel infradotado que William Faulkner describe en “ El ruido y la furia”. Babeante, articulando sonidos con dificultad, y hablando como un niño desde el cuerpo de un hombre. La única diferencia es que aquel era un castrati, un capón , un eunuco y Fran no lo era para nada. Sonrió por sus pensamientos en el momento que su amigo se incorporó en la cama, lo tomó suavemente por los hombros y lo volvió a acostar. Retornando al sueño del que seguramente nunca había salido totalmente. Facu esperó a que su respiración volviera a ser rítmica y se fue, cuando pisó la vereda las primeras gotas caían del cielo gris. La mujer en la cocina vio como el amigo de su hijo, se iba , continuo tomando el té en silencio. Pensando. Pensando en el hoy de su hijo y en su ayer. En los misterios del alma. La enfermedad del alma no es la enfermedad de la mente. No existe médico , de ninguna especialidad, que pueda curar los males del alma, se dijo a sí misma. El mal solo podía ser contrapesado por el bien. Magia contra magia.
Fuerza contra fuerza. Ella sentía que quizás esto era una venganza de las sombras. Una venganza contra ella a través de su hijo. Ella había robado ese niño a las tinieblas. Y ahora , en la primer oportunidad las tinieblas volvían por lo que reclamaban como propio. Lo más triste para ella, era la constatación del instrumento. El instrumento que entregó a su hijo al mal. Su propia hermana, también sangre de su sangre. Parida del mismo vientre. Quizás como en aquella oportunidad podría robárselo un vez más. Sustraerlo. Ella siempre había presentido éste peligro. Siempre a pesar de ser su hijo amado , lo había sentido distante. No era como decía Soledad desde el resentimiento, que ella no se había preocupado por Fran, es que nunca había podido establecer con naturalidad lazos de unión con su hijo. Siempre cada vinculo fue una construcción conciente y laboriosa. Un puente , como ella lo denominaba. Un puente muchas veces sobre aguas correntosas, bravías , arremolinadas. Asentado sobre barrancas cenagosas. Puentes heroicos , como los construidos por los ingenieros militares en las batallas bajo el fuego de la artillería y la aviación enemiga.
Ella siempre dolorosamente se había preocupado por Fran. Más aún tras la muerte de su padre. Tanto había amado a su padre. Quizás por ése amor desmedido, desmadrado , hoy su hijo pagaba el precio. El precio de haber retenido de alguna manera ese amor en su vientre, de haber encarnado en su hijo, la locura apasionada que sintió por su padre.
Siempre atribuyó a la ausencia de su padre muerto, la introversión de su hijo. Luego cuando él empezó a salir con ésa chica y a consolidar su grupo de amigos, ella dudó de la justificación de sus temores. Los atribuyó a un residuo de culpa. Como la internalización de aquel axioma popular “ el que las hace las paga”.