sábado, 27 de febrero de 2010

Vigésimo Sexta Entrada de Los Custodios del Sello

Ultima charla con el viejo Bautista alrededor de 1992

“Se asombrarán viendo a la Bestia que era y no es, y será” Apocalipsis17-8

Los eucaliptos derramaban su generosa sombra sobre la calzada de asfalto. Estacioné mi auto junto a uno de los monumentales troncos, tomé el paquete con tortas negras y descendí del coche. El sol del medio día caía a plomo sobre los edificios del Hospital, miré hacia el asilo y ví sentado en la galería al viejo Bautista, que parecía desaparecer dentro del sillón de mimbre. Caminé hacía el portón y lo traspuse, me acerqué hasta el anciano y le di la mano con cuidado pues la suya me pareció de un fragilidad inmensa. No podía creer como aquel hombre había envejecido en tan pocos años, de una forma tan marcada, su cuello se hundía sobre su esternón dejando sobresalir el extremo proximal de sus clavículas como si solo los tegumentos recubrieran su esqueleto. Me saludó brevemente se agitaba al hablar. Le entregué las tortas negras y las dejó sobre una pequeña mesa que se encontraba a su lado. Me sonrió. Charlamos de nuestra entre vista anterior, de su experiencia juvenil, parecía feliz de que yo no hubiera olvidado aquella charla. “Aquí me ves muchacho, me estoy cayendo a pedazos, no me dicen nada pero sé que el cáncer me mata, no me dicen nada, pero los dolores no me abandonan, se los ofrezco a la Virgen para que derrame sus gracias sobre Nogoyá, sobre todos nosotros. Me queda poco tiempo muchacho, muy poco. Me consuela saber que cuando trasponga la última puerta veré a Dios y ya no sufriré las miserias de mi cuerpo” me dijo. “No ha de ser para tanto don Bautista” Le dije condescendiente “Si es para tanto, no lo dudes, pero si a mí no me aflige no se porque te va a afligir a vos. Yo no tengo miedo a lo que me espera. Solo temo por lo que dejo” Contestó. “¿por lo que deja?” pregunté pensando en que quizás le preocuparían sus bienes o algún familiar en particular “Por los que quedan, quizás sea la respuesta correcta” Se detuvo un momento y me miró largamente “Cuídate de tus compañías muchacho, mucha hipocresía te rodea, el mal está desplegando sus fuerzas, lo siento, debes confiar en la oración, en la comunicación directa con Dios, en la preparación del espíritu” Afirmó. “No se a que fuerzas malignas desplegadas, se refiere” Contesté asombrado “Te he dicho que yo hablo con la Virgen, ella me visita, se me aparece, ella me lo advirtió. El Leviatán engendrará un hijo monstruoso en éste lugar. Un hijo capaz de condenar al mundo. Como fue engendrado el hijo de Dios. La Bestia engendrará un monstruo en el vientre de una virgen, que será desflorada por el mismo Satanás. Sólo la oración será barricada eficaz contra ésta calamidad, ninguna otra cosa, o por lo menos nada por si mismo sin el poder de la fe y la oración. Por eso, las carmelitas y todos los otros que colaboramos. Existen otros que nos apoyan desde otros lugares en mancomunión” terminó su parlamento con voz apenas audible y sensiblemente agitado, comenzó a toser en accesos interminables que parecían hacer quebrar su humanidad endeble. Una enfermera se acercó y me dijo “Es hora del almuerzo, se acabó la visita” Alcancé a ver cuando subía al auto como alzaban a Bautista y lo colocaban en una silla de ruedas, su cabeza se bamboleaba hacia los costados mientras ingresaba por la puerta del Asilo. Unas semanas después falleció. Recién mucho después pude comprender sus palabras. Nunca hasta hoy, he podido dar con el paradero del niño sin ojos. Como en la desaparición de Villa La Ola y la ascensión a los cielos del catapultado un pacto de silencio, envuelve todo como la neblina espectral a la que se refería L “Y ése silencio constituye la sombra que rodea ésta historia y de la que te hable antes.”
Como Fioramonti tendré que marchar tras las huellas de un fantasma, antes que sea tarde. El anoftalmo a nacido y es ciego a la misericordia, al perdón , a la inocencia derramará el mal sin distinciones. Preparando el camino al ángel del abismo.


Notas

“Cuando llegué a aquel lugar, lo hice sólo con mis dos ayudantes, los baqueanos no quisieron ir. No hubo forma de convencerlos de que nos acompañaran. Al preguntarles el porqué se limitaban a bajar la cabeza y menearla en forma de negación. Temprano antes de que saliera el sol, con las primeras luces del alba en el oriente, los tres montamos a caballo y nos dirigimos a aquel sitio maldito. No existía sendero, por lo que en muchos trayectos tuvimos que desmontar y continuar a pie abriéndonos camino con nuestros machetes, recién entrada bien la tarde llegamos al lugar. Ubicado a la orilla del mar, azotado por el viento, cubierto de matas, platas rastreras y escasos árboles casi todos agrupados en un pequeño sector. Luego de la primera recorrida a pie, el sol se ocultó sobre el continente. Instalamos nuestra tienda de campaña, encendimos fuego y cenamos. Fue una noche larga, extraña, una noche casi sin ruidos, solo el ulular del viento. Esa noche en los pocos momentos que nos dormitamos, tuvimos sueños extraños, sueños inquietantes, que nos dieron a los tres un ánimo taciturno. Solo meses después hablamos entre nosotros de la experiencia de ésa noche, casi aterradora. Creo que la mayoría de las noches de mi vida, las pasé en sitios extraños, en descampados, selvas, montañas, en la interminable llanura de la Pampa o en inhóspitos parajes de la Cordillera o la Patagonia. Nunca, me invadió la inquietud de aquella noche de Villa La Ola. Nunca en las incontables atmósferas que respiré, en las incontables oscuridades impenetrables que me rodearon, sentí una sensación como aquella a la que ahora me refiero. Al abrir los ojos sobresaltado, por aquellos ensueños que mencioné, se percibía en el ambiente una presencia, una presencia inmaterial que todo lo inundaba, que penetraba entre los granos de arena del suelo, que circulaba por la savia de las plantas, que se revolvía entre las olas de la playa. Cuando tememos al Puma o a la Yarará , cuando tememos a la tormenta de nieve o al viento blanco, cuando tememos a la correntada indómita de un río, tememos a algo concreto, algo terrible pero conocido, feroz por naturaleza , de nuestra misma sustancia, capaz de destruirnos pero comprensible a los esfuerzos de nuestra razón. Pero a lo que temí esa noche, nunca lo pude comprender. Solo me ayudó a entender, la sombra de espanto, que velaba la mirada de los Oludos, cuando los indagaba sobre los hechos acaecidos en éste lugar aciago, al que nunca quisiera volver. Las primeras luces del alba tardaron en llegar tanto como nuestro desasosiego las deseaban prontas. Nos juntamos los tres junto al rescoldo del fogón casi extinguido y nos miramos en silencio, sin ninguno pronunciar palabras, mirándonos con recelo unos a otros, mientras calentábamos el agua para el mate, arrimando nuevos palitos a las brasas. Recorrimos el lugar en silencio, tomando medidas, ubicándonos con respecto a los puntos cardinales, a no ser vegetal, casi no existía vida, si hasta me imaginé que el mar en ése sitio era estéril. Vacío de peces, de vida. Junto a la arboleda solitaria, la única construcción visible era un rectángulo de ladrillos, casi totalmente hundida en la arena, supongo que se trataba de los restos de la antigua capilla, realizar la excavación excedía nuestra capacidad y excedía en mucho el tiempo que deseábamos prolongar nuestra permanencia. Recogí unos trozos de mampostería los clasifique, levanté un croquis de la misma y luego excavamos en un sitio cercano al extremo opuesto de la arboleda, la capa de ceniza se encontraba más o menos a metro y medio de profundidad, formaba un estrato de aproximadamente 10 cm. Recogimos algunos trozos de madera calcinada que clasificamos y guardamos, poco más pudimos hacer pues promediaba la tarde y un deseo casi compulsivo de irnos, nos invadió. Desarmamos nuestra tienda y desandamos el camino, llegamos en medio de la noche a nuestro campamento, que permanecía en silencio, los otros no nos preguntaron nada, como si comprendieran nuestro ánimo callado y receloso.” Fragmento de “Recuerdos….” Giussepe Fioramonti 1925.

domingo, 21 de febrero de 2010

Vigésimo Quinta Entrada

Sueños

L dormitaba en la noche clara. A través del ramaje mecido por la brisa miraba el firmamento, que de pronto se transformaba en imágenes oníricas en las que se zambullía y emergía en espasmos de duermevela. Rodeaba las rodillas con sus manos y sumergía la cabeza entre sus brazos. Levantaba el rostro hacia el cielo y nuevamente vencido lo dejaba caer invadido por las avanzadas del sueño que como un ejercito victorioso se enseñoreaba sobre su cuerpo extenuado por la espera.
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Pérez de Roldan tendido boca arriba en el suelo irregular de su templo hermético, escuchaba el ulular del viento en la techumbre, en la oscuridad apenas esclarecida por la luz de la vela en el altar, oraba mientras temblaba en violentos escalofríos y una transpiración fría corría por su cuerpo. Sus lágrimas se derramaban de sus ojos
e inundaban sus orejas. Comenzó a sentir entumecidos sus miembros derechos, y las fuerzas comenzaron a abandonarlo. Desesperado comenzó a orar con más énfasis con su lengua endurecida y una plegaria disártrica inundó el recinto. Los latidos de su corazón retumbaban en su cráneo cómo si un parche fuera batido tras sus ojos. Los haces mortecinos del pabilo encendido formaban caprichosos arabescos de claroscuros en el interior del techo. El viejo fue invadido por una inmovilidad soporosa. Cerró sus ojos por un largo rato, sus dolores comenzaron a abandonarlo y comenzó a sentir su cuerpo rejuvenecido, como si nuevos ímpetus juveniles hubieran reemplazado a su ancianidad. Como si una energía nueva penetrara por su sangre trastocando la senectud de sus tejidos en bríos de adolescencia. Abrió sus ojos y se vio tendido con sus brazos en cruz envuelto en una luminiscencia verde amarillenta que se irradiaba en su contorno como un aura, sintió la ingravidez como aquella vez que voló 25 metros por los aires hasta caer en un cesto de ropa, vio los techos del templo, el campanil rudimentario, vio el mar envuelto en una arrebol de fuego, vio los pastizales interminables de la llanura , vio el ancho rió marrón y el puerto donde arribó joven y soñador. Vio el Paraná y el Uruguay con sus riberas manchadas de sangre y montes. Vio la intrincada espesura de los bosques entrerrianos, salvajes e inhóspitos, salpicados de caseríos misérrimos. Se elevó sobre el océano atlántico, que había atravesado antaño en viaje de pesadillas, vio su tierra natal su campiña astorgana, quiso despertar, quiso salir de su ensueño, volver a su oración ,desandar su camino alucinatorio, quizás era una orden divina de desmontar los bloques de las puertas, de derribar con sus propias manos los tabiques y salir al exterior y gritar en la tormenta , despertar a los durmientes y hablarles en un discurso inflamado sobre las maravillas de Dios y lo que había visto, pero invadido por una luz brillante , cegadora, se vio rodeado de un coro de ángeles, y se constató inmaterial e intemporal. Abandonado de sus penurias.


L despertó de pronto. Escuchó un ruido a ramitas que se quiebran, el crepitar de los pastos bajo el calzado y pudo ver a lo lejos la luz oscilante de una linterna.

Notas

“A mi me gustan las cosas claras, pero bien claras nada de medias tintas ni dobleces.
Y para que las cosas sigan claras, yo le tengo que decir, pero clarito eh, bien clarito que a mi ningún cura, ni monaguillo ni chupacirios ninguno me cae simpático, no me gustan es algo que es superior a mí, algo que me surge, vio. A la iglesia voy poco y nada. Le diría mas nada que poco. Para mí, nunca se acuerdan de los pobres, los curas nunca se acuerdan de los pobres. Por eso para mi, yo de éste lado de la calle y ellos del otro.
Si de chiquito me acuerdo cuando los curas daban misa en la capilla, que nos decían que teníamos que ser caritativos, generosos, compartir con el prójimo y después de la misa se iban a comer a rajacincha con los mismos patrones que nos explotaban. Comer y chupar por cierto porque no me venga con que los curas tienen la boquita en la nuca, le dan de lo lindo al chupi, sobre todo si viene de arriba. Y hoy en día sigue siendo igual, podrán cambiar un poco las palabras, decirnos algunas un poco mas lindas pero la realidad, es la realidad y a ésa no la cambian. Ninguna simpatía tengo por los sotanudos, que eso le quede claro.
Yo si le cuento de éste asunto, no es porque le tenga bronca a la tipa ésa, que sí le tengo bronca, para que se lo voy a negar, pero la misma bronca que le tengo a cualquier ricachón de éstos, que vienen con botas de gamuza a recorrer el campo , más preocupados por no ensuciarse el calzado que por saber como marchan las cosas. Todos ésos ricachones son la misma bosta, yo los aborrezco para que le voy a negar.
Pero yo no le cuento nada de esto porque yo no la quiero a ésa tipa. No, nada que ver.
Yo antes que me despidiera, ya la tenía atravesada, a ella como al finado Flores Schneider, si todos son iguales. El viejo era más lisonjero, se la quería dar de compañero con uno, pero como le decía antes, yo de éste lado y ellos del otro. Yo siempre tuve claro que yo soy peón y él es patrón , por lo tanto nunca vamos a cinchar para el mismo lado, Flores Schneider, pensaba que sobándonos el lomo íbamos a trabajar mejor, y capaz que con muchos pudo tener suerte, pero conmigo no, no señor conmigo no. A lo último después que la trajo a la casa, ya el infeliz no mandaba nada, la mujer ésta lo llevaba de la nariz, para el lado que ella quería y él hacía lo que ella quería, ni más ni menos. Todavía recuerdo el día que la trajo en la chata, no sé de donde la sacó. No sé si alguien sabe de donde la sacó. El, no sé a quien, le contó que la había encontrado haciendo dedo, no se si en Nogoyá o en que lugar, tampoco sé si eso fue ése mismo día que la llevó a la estancia o si la había conocido antes.
Un misterio, de donde salió ése personaje, en todos los años que yo trabajé en la estancia después de su llegada, nunca la visitó ningún familiar, ni madre ni padre ni hermanos, nada.
Ojo, puede ser una huérfana, o el viejo la sacó de algún reformatorio, no sé, son cosas que siempre se me ocurrieron.
Desde que la trajo, todo cambió, no sólo el viejo cambió, se transformó en un pollerudo, todo el día prendido en las enaguas de la recién llegada. Sino que todo cambió. Yo estaba arreglando el alambrado del parque, cuando ví la camioneta acercarse por el camino grande, y vi que el patrón no venía solo, pensé que seguramente traería alguno de ésos mocosos recibidos de ingenieros, que vienen a querer enseñarnos a trabajar. Pero no, cuando la chata ingresó en el guardaganados la mujer me miró y me sonrió, con una sonrisa que no es fácil describir , una de ésas sonrisas que te hacen las mujeres en los bailes, cuando quieren que las saques afuera, viste, así, una sonrisa de calentona. Eso, de calentona.
Pero como le dije a mi eso no me cuadra. Yo en mi lugar, los ricos en el suyo.
Pero muchos, creo yo, que cayeron en sus redes, y de a poco se fueron transformando como el viejo en sirvientes, casi en esclavos, conmigo no, conmigo no tuvo suerte.
Al tiempo empezaron con eso de los apereas, y los bichos. Comenzaron a venir todos esos gringos a mirar el bicherío, y se ve que a los patrones les empezó a ir cada vez mejor. Después empezaron con eso de disfrazarnos para que guiemos a los gringos, pensar que yo fui el único en protestar, entonces me mandaron a limpiar los corrales del tambo y los gallineros. Pero por lo menos un trabajo de hombre. De cuando en cuando la tipa se me aparecía, y me preguntaba como andaba todo, mientras mostraba la mitad de las tetas por los escotes y no usaba corpiño lo más lindo. Así enloquecía a todos. Cuando el viejo se marchaba de viaje, seguro que alguno pasaba a la casa o venía un amigo del pueblo que siempre la visitaba, uno que después fue concejal. Ese siempre le pateaba el nido al viejo. Pero lo raro es que dicen que mientras estaba con uno también estaba con otros, como si tuviera varios cuerpos, y a veces en lugares muy retirados como para que se le hubiera escapado a uno para estar con otro. No sé. Se ve que muy caliente es, y muy exigente porque parece que nada la conforma. Nada la llena. Conozco muchas mujeres come hombres, pero como ésta ninguna. No se cansaba de voltear muñecos. Hasta ahí, que se yo, si la patroncita era muy puta, problema de ella y de los que se la cogían. Pero poco a poco, sobre todo después que quedó viuda, y la verdad que nunca se la vio muy triste, comenzó a invitar a las gurisas a su casa y eso ya no me gustó, no señor, eso ya es degeneramiento. Y a veces, creo que se las entregaba a ése otro que venía a visitarla. Yo traté muchas veces de decirles a los padres, cuando podía vio pero son como ciegos, en poco tiempo varias tenían la panza llena de huesos.
Varios de ésos gurises son medios locos. Como rabiosos, ¡son malos! amigo, son como diablos. Un día me echó acusándome de haberle robado unos terneros. Cada vez más cosas raras, visitaba la escuela, para llevar donaciones según decía y seguro, seguro que los chicos se enfermaban, algunos se murieron , algún otro se colgó de un árbol. Eso se lo conté a doña Carolina, cuando fui a venderle huevos una mañana, y justo la tipa pasó por enfrente a la casa donde estábamos hablando, por eso pienso que ella la mató, a mi nadie me lo saca de la cabeza, ésa mujer es un diablo. Ese día fui a cargar gasoil a la estación de servicio del centro , donde voy siempre y lo encontré al mayordomo , otro hijo de puta, y me gritó que era un viejo lengua larga, que seguro que andaba hablando al pedo, que para eso y para robar terneros tenía mucho aliento , que para trabajar nunca había servido, casi nos fuimos a las manos de no ser por el playero , que medio lo echó , diciéndole que no quería pendencias en su turno, y como es grandote y ése Carlos Maria un cagón, se mandó a mudar. Si no en ése mismo momento lo destripo, ya estaba sobando el mango de mi cuchilla cuando nos separaron. Mejor así, si no seguro que me podría en la cárcel, a los pobres nunca nos asiste la razón. Pero a la chinita ésa, la que yo llevé al Hospital, a ésa dicen que la empreñó el cura nuevo ése que iba todas las semanas a la capilla, y que después como todos comía y chupaba con la patroncita en la estancia. Por que la llevé, no sé, por lástima y porque alguna vez anduve enredao con su madre.”
Entrevista con Fulgencio Benítez.

sábado, 13 de febrero de 2010

Vigésima Cuarta Entrada

Barrio San Blas ,fines del 2006

“Mi viejo y querido amigo:
El mal tiene muchas formas, una de ellas es la traición. El mal sabe sitiarnos, aislarnos convertirnos en parias. El mal tiene muchas formas y sabe disfrazarlas, camuflarlas ocultarlas a nuestra vista. La máquina del mal no se detiene”


Valdés, toda la vida fue un borracho, acostumbraba a tomarse hasta el agua de los floreros, su vientre prominente, sus palmas enrojecidas y sus tobillos hinchados daban fe de ello. No obstante había dejado milagrosamente la bebida luego que un pastor le impusiera las manos, solo por doscientos pesos. Como todas las mañanas se sentó en la mesa de su cocina pequeña y oscura, para preparar su infusión de prepucio desecado de mandril onanista del congo. Luego de tomar durante tres meses, tres tazas diarias, recuperaría su virilidad perdida por la adicción. Llevaba recién un mes y cada vez que sacudía su miembro viril para advertir algún cambio, la decepción lo invadía y para paliar su inquietud, miraba televisión. Todo lo que veía por televisión para el redimido Valdés, era verdad, el tratamiento que cumplía para la impotencia lo había conocido por éste medio y lo había adquirido con un simple llamado telefónico. Sintonizó el aparato en el canal local, mientras sorbía grandes tragos de la medicina de una taza de loza celeste. Impecable con su traje gris y su corbata al tono, el hombre hablaba mirando a la cámara, Valdés sintió como si lo mirara a los ojos, y sintió cierta vergüenza de pensar que el hombre desde la pantalla pudiera ver la etiqueta del sobrecito, en forma disimulada a pesar de su soledad, arrugó la pequeña etiqueta. Más tranquilo se dedicó a prestar atención al entrevistado. “¿Cómo decidió incursionar en éste terreno? Por lo que sé es algo nuevo para usted y para el grupo empresario al que usted pertenece” preguntó el periodista, el hombre lo miró con sus ojos encapotados a través de los cristales de sus anteojos de marco dorado y contestó “Para mí y para la gente que me acompaña la vida es un permanente desafío, nosotros no podemos permanecer quietos, estancados, varados en un presente anodino o rutinario, nosotros como la vida misma buscamos evolucionar avanzar, hacia la perfección. Y hemos considerado que la sociedad requiere un medio de comunicación escrita independiente y que responda a los verdaderos intereses de los ciudadanos por sobre banderías políticas que solo dividen a la sociedad y llevan al estancamiento, por encima de ideologías anacrónicas que han contribuido a la división y al servilismo de la raza humana. Nosotros pretendemos ser el canal por el cual la sociedad, el ciudadano común , canalice su energía positiva , de rienda suelta a su creatividad y pueda llegar con su pensamiento hasta el conjunto de sus congéneres que en su gran mayoría comparten sus ideales” Se detuvo para tomar un sorbo de agua de la copa que descansaba sobre la gran mesa del estudio y el periodista aprovechó para preguntar “Lo más brevemente posible, podría usted contestarme, ¿cual será la línea editorial del periódico que usted dirige?” El hombre carraspeó inclinó su espalda hacia atrás en la silla que ocupaba estiró los brazos sobre la mesa y levantando en forma teatral la cabeza miró al entrevistador a los ojos y dijo “Nuestra línea editorial, será la línea editorial que la sociedad reclama, la línea editorial de las miles de gargantas que gritan diariamente por su seguridad, de los miles de ciudadanos que diariamente son violados en su propiedad en sus bienes, de los miles de ciudadanos que añoran el poder mandar tranquilos a sus hijos al colegio, miles de ciudadanos que reclaman garantías para ellos y no para los delincuentes. Esa y no otra señor periodista será nuestra línea editorial y muy claramente la Señora de Flores Schneider presidente de nuestro grupo lo ha expresado” Terminó “Sobre eso quería preguntar, ¿Qué papel cumplirá la señora en éste emprendimiento? No escapará a usted que su figura ha sido muy cuestionada últimamente” Preguntó el periodista “No sé, no tengo bien claro a que cuestionamientos usted se refiere” Contestó el entrevistado con el rostro serio y un gesto que mal disimulaba una creciente indignación “Bueno, me refiero a las cuestiones judiciales en la que ha estado involucrada” aclaró el entrevistador con cierto tono de disculpa. El entrevistado llevó su mano izquierda sobre el cabello cano peinado con pulcritud y repentinamente con el puño cerrado de su mano derecha golpeó la mesa
“Me sorprende con que ligereza se embarra el buen nombre y honor de las personas, si no viniera de usted de quien tengo el mejor de los conceptos, hubiera tomado su pregunta como una burda provocación de los sectores garantistas y supuestamente progresistas que en forma constante tratan de menoscabar el honor de nuestra presidente. Sepa usted joven que la señora Estela Flores Schneider ha sido sobreseída en todas y cada una de las causas en la que maliciosamente se la involucró. Aquí se hizo justicia, el próximo mes estamos organizando una cena de desagravio, que seguramente contará con el apoyo de lo más granado de la sociedad. Lo que pasa es que en éste país se persigue a la gente decente y emprendedora. A la gente que trabaja, que todos los días contribuye al progreso del país. Y por otro lado se deja en libertad a la escoria, a la parte podrida de nuestro tejido social. Como decía aquel prohombre que tuvo nuestra provincia el Dr. León Morientes debemos aplicar cirugía mayor, amputar ésos sectores infectos, separar la paja del trigo. Para nosotros las palabras de Morientes deben ser como un faro que en las tinieblas en las que se encuentra nuestra sociedad, inmersa en toda esta patraña de garantistas y derechos humanos para los delincuentes, nos guíe hacia el buen puerto. Puerto en el cual las personas honradas, trabajadoras, emprendedoras y de trayectoria impoluta como la Señora Estela Flores Schneider tengan el reconocimiento que se merecen y los delincuentes y marginales que asolan nuestra sociedad tengan el castigo que se merecen”. Se interrumpió por un momento y luego en tono mucho más calmo continúo “En nuestro semanario de Opinión que como primicia le digo que llevará el nombre de La Mano Dura, la señora presidente cumplirá el papel de un espíritu rector, de un ejemplo a seguir.” El periodista se acomodó en su silla y con la cabeza levemente inclinada sobre su hombro derecho y un bolígrafo entre el índice y el pulgar de su mano derecha preguntó “¿Qué opinión tiene usted sobre la delincuencia juvenil?” El hombre permaneció en silencio una fracción de segundo, hizo un gesto con sus labios estirándolos como en una pequeña trompa , se limpió la manga del antebrazo izquierdo con su mano derecha lo que permitió ver su reloj de oro importado y dijo “Interesante su pregunta joven, la delincuencia juvenil es uno de los principales flagelos que asola a nuestra sociedad, una problemática que no ha sido encarada de la forma que se merece , que no ha sido evaluada en la verdadera magnitud de su gravedad, en nuestro país cualquier menor comete un delito y es inimputable, las leyes los protegen y de ésa forma escapan al castigo a que sus actos delictivos los hacen merecedores. Yo le voy a dar una opinión personalísima pues aún La Mano Dura no se ha expedido y seguramente nuestra posición al respecto será fruto del debate. Por eso mi opinión es absolutamente personal, y se que para mucha gente es una opinión blandengue, débil y carente de la energía necesaria para corregir éste mal. Pero tratándose de jóvenes, tengo efectivamente una actitud más contemplativa. Como primer medida creo que habría que bajar la edad de imputabilidad a los cinco años, esto permitiría que el 90 % de los delincuentes juveniles sean alcanzados por la justicia, como segunda medida creo que deberíamos tener un registro de identificación en el ingreso al preescolar, no al jardín de infantes como reclaman algunos lo que me parece una barbaridad, esto podría actuar como una especie de registro de reincidencia y antecedentes, lo que nos permitiría aislar a los reincidentes en instituciones de máxima seguridad y apartarlos definitivamente de la sociedad. Como tercer medida creo que los padres de los niños delincuentes deberían ser esterilizados, pues no puede escapar a nadie que la delincuencia juvenil tiene una raíz genética. Esto sería básicamente mi opinión que como le aclaro es personalísima y que bajo ningún punto de vista debe ser tomada como la opinión de La Mano Dura” Terminó. “Bueno así concluimos la entrevista con el director del nuevo semanario, que ésta semana comenzará a publicarse en nuestra ciudad con alcance regional por cierto y probablemente provincial, le agradezco mucho su presencia” dijo el periodista. Mi primo impecable en su traje gris con corbata al tono le dio la mano jovial y continuó hablándole al oído luego de que se cortara el audio y la imagen se alejara lentamente quedando en penumbras.
Valdés pensó “¡Qué tipo bárbaro éste, como sabe, la Pucha!” Acto seguido cambió de canal.






Notas

“Si mirá lo de las moscas, me lo dijo el Pedro. La verdad que yo nunca había visto semejante inmundicia, moscas y caranchos. Avisé y mandaron la cuadrilla a desinfectar. Yo no soy muy creyente, pero ése día me fui a la gruta del Lourdes y le puse unos gladiolos a la virgencita, son cosas que para mí, para mí te aclaro, son cosas del diablo. Seguro que si me escucha algún cura me da un reto, y capaz que tiene razón. Pero sigo pensando que ésas son cosas del diablo. Hay veces que pasan cosas raras, como si el de la horquilla quisiera salir de abajo y pasearse por el mundo. Pero había una pudrición con ésa cabeza y tripas de cordero tiradas que yo pocas veces había visto y alguna que otra osamenta conocí. Yo trabajé muchos años en el campo y en tiempos de seca las vacas se mueren una tras otra y teníamos que amontonarlas en los bajos para que no hieda todo el campo. He visto muchas osamentas muchacho, pero pudrición como la de ése día, no. Y las mataban y seguían viniendo, se te metían por todos lados bajo la ropa, en las orejas por todos lados, y la gente comenzaba a enchivarse, se mosqueaban por cualquier cosa, varios hasta se agarraron a las trompadas, pero claro, eso Cabrerita no te lo va a contar, si es el responsable de la cuadrilla. Si los de arriba se enteran de algún quilombo como ése, el que las paga es Cabrerita. Tal vez te va a contar algo, si hasta casi lo garrotean a él, y mirá que los muchachos lo respetan al viejo y él se sabe hacer respetar. Pero viste, estaban como sacados, por cualquier cosa se partían la pala en la cabeza. Pero bueno, son cosas que pasan en el laburo y hay que dejarlas atrás. Bueno, como te decía me había quedado tan pensativo ése día que decidí ir a ponerles los gladiolos a la gruta de Lourdes, es remilagrosa ésa virgencita, sino andá y mirá la cantidad de placas de agradecimiento que ha puesto la gente. Fui dejé las flores recé un avemaría y me volví manso por Ramírez como buscando Avellaneda para llegar a mi rancho, en la esquina de San Lorenzo escuché los gritos, a ésa hora de la siesta se escuchaban claritos, ví la camioneta y ésa mujer discutiendo con doña Carolina , de puro curioso me paré en la esquina a mirar, seguían discutiendo con grandes manotazos las dos mujeres , hasta que sin dejar de discutir se metieron para adentro. Me quedé en la vereda de mi casa fumando un cigarrillo, pues a la patrona no le gusta que fume adentro, cuando sentí la explosión que venía de ése lado del Barrio Norte, al rato pasó la mujer en la camioneta como alma que se la lleva el diablo por aquí para el lado de la ruta 12, había subido por la calle de atrás del deportivo y agarró para allá como de digo. A los pocos minutos pasaron los bomberos, pero dice que cuando llegaron ya no hubo nada que hacer, las dos viejas eran como tizones , dicen que le explotó una garrafa, que los peritos dicen eso, bueno. Esto que te cuento se lo conté al inspector Cudini , tomó nota en su libreta, pero a mí nunca me llamaron a declarar ni nada, por un lado mejor, si no te tienen a las vueltas” Fragmento de mi entrevista con el sereno Acosta. Publicado sin autorización de éste.

“A la gurisa ,por que no era más que una gurisa, tendría 12 años , no se bien porque yo no le tomé los datos, la trajo el viejo Benítez ése viejo que trabajaba en la estancia de Flores Schneider, ahí donde crían bichos o que se yo , llevan todos ésos boludos a meterlos en el monte , pero si vos lo debés conocer, el viejo Benítez ése que lo echaron por ladrón, así que la gurisa tiene que ser de ésos rumbos de crucecitas tercera o de séptima . La trajeron en trabajo de parto, ya casi teniendo te diría, como un bichito la gurisa, sin ningún control, ni vacunas , nada, y eso que para aquel lado hay centros de salud pero ésa gente es arrastrada , son peor que las vacas, porque a las vacas seguro que le llevan veterinario y todo. La cosa que éste viejo la trajo y la dejó pues según decía apenas la conocía y el no era pariente ni nada. Como vecino se había ofrecido a traerla y nada más, no quiso firmar ningún papel, nada. Dejó la gurisa en la guardia y se mandó a mudar, diciendo que le avisaría a la familia que si algún pariente quería venir a cuidarla bien y que si no para eso estábamos nosotros, que para eso nos pagaban.
A la chica no se le podía sacar ni media palabra, de huraña que era, después que tuvo el bebé no lo quiso ni mirar, y cuando estuvo recuperada se escapó por la ventana, no sé si la abran encontrado. El nenito quedó aquí en Pediatría, lo criaron las enfermeras, hasta que se pescó una neumonía y lo mandaron al San Roque a Paraná. Según dicen ahí lo adoptaron, una pareja del sur, no me preguntes de donde porque no sé. Lo que nosotros charlábamos siempre con las chicas, es que tenés que tener ganas de adoptar un bebe, así deforme, sin ojos, un verdadero monstruo”
Fragmento de mi entrevista con el enfermero Dubs. Publicado sin autorización de éste.


“Cuando Cudini me vino a ver con ése cuento de Lorena Berezaga, sobre los relatos de Ari Del Monte, en su última noche, yo lo escuché divertido, realmente pensé que todos estaban muy sugestionados por la situación. Aquí y allá, todos creían ver a Lucifer por todos lados. Lorena había relatado a Cudini, que la última noche que vio a Ari antes de su muerte, habían cenado, el anfitrión, el soldado y ella. Del Monte se encontraba especialmente inquieto en esa oportunidad, inicialmente Lorena lo atribuyó a la abierta hostilidad que L demostraba hacia ella. Pero luego con el transcurrir de la noche, se dio cuenta que era otra cosa la que atormentaba a su amigo. Ari no se sentía bien desde varios días atrás, seguramente debido a su afición a la ginebra, ésa tarde había ido al cementerio a la tumba de sus padres. Mientras se dedicaba a limpiar la lápida, del mármol pulido habían comenzado a brotar gusanos uno tras otros, comenzó a matarlos pero éstos seguían surgiendo de las entrañas de la piedra, como un recordatorio de la corrupción que cubría. Ari se alejó corriendo y permaneció taciturno y nervioso, sin poder olvidar el episodio y tratando de auto convencerse que se trataba de un Delirium Tremens, de una alucinación, del fruto de su cuerpo intoxicado y enfermo.
Esto relató a Lorena aquella noche, mientras L fumaba en el patio. Cudini parecía muy preocupado por esto, nunca supe bien por qué. Lo tranquilicé explicándole la demencia que se abatía sobre los alcohólicos y la frecuencia con que alucinaban con animales. El hecho que Del Monte hubiera muerto días después de una hemorragia digestiva fulminante no era más que la prosecución de su patología, el desenlace que frecuentemente encuentran estas personas.
Yo no tuve quien me tranquilizara ésta mañana, sólo el señor me tranquilizará con su apoyo con su enorme sabiduría y con la conciencia de su poder omnímodo. La mañana era soleada, apacible con una leve brisa del noreste que agregaba calidez al aire. Estaba yo bendiciendo el terreno del nuevo camposanto del convento, cuando una de las monjitas ingresó a los gritos, desencajada, llamándonos hacia la capilla, corrí tras ella mas curioso que preocupado. Al ingresar al templo ví sobre el altar una masa de vermes ondulante e inmunda. Me dirigí resuelto hacia el lugar y agarrando una escoba y una palita de la basura comencé a barrerlos ,convencido de que se trataba de algún fenómeno natural que no tardaría en comprender y explicar a las afligidas monjas, pero seguían surgiendo del mármol pulido como en la alucinación de Del Monte, no se cuantos minutos o tal vez una hora estuve luchando contra los gusanos que parecían innumeres hasta que la Madre concurrió con una botella de agua bendita y al arrojar el fluido sobre ellos comenzaron a morir en medio de una nube de vapor, como si hirvieran en su propia linfa. Arrojamos agua bendita sobre los que estaban en el recipiente de la basura y corrieron la misma suerte. Luego nos inclinamos todos a rezar, en el convencimiento que habíamos presenciado una señal, sobre la que tendríamos que meditar.”
Del diario del padre Iriarte. Publicado sin autorización.

sábado, 6 de febrero de 2010

Vigésimo Tercera Entrada

Neuropsiquiatrico Abril de 2006

“Le juro que así lo encontramos Doc”. El hedor nauseabundo emanaba de los restos sanguinolentos sobre las sábanas como si los procesos de descomposición hubieran sufrido una aceleración inexplicable, solo el día anterior había visto al paciente vivo y físicamente sano, más allá de la insanía grave que sufría. El orificio en su abdomen dejaba ver una masa blanquecina y móvil. Por sus orificios nasales, los óseos, pues su apófisis nasal había desaparecido así como sus globos oculares y gran parte de las partes blandas de su cara, los gusanos entraban y salían insaciables en su hambre de carne humana. La calavera con restos de cuero cabelludo parecía transmitir un horror inenarrable y su lengua se movía, como si quisiera articular palabras desde el abismo de la muerte, como producto de las larvas que la socavaban en innumerables túneles tortuosos y gelatinosos que le daban el aspecto de una gran masa cribada y resumante.
Las cuencas vacías, transitadas por seres blanquecinos y reptantes parecían mirar al médico, transmitiendo un vacío que trascendía lo material, cómo el reflejo de la nada eterna. “Le juro que así lo encontramos Doc” repitió el enfermero con su voz amortiguada por el pañuelo que llevaba apretado a su rostro. “ ¡Que voy a poner en el certificado de defunción de éste infeliz !” contestó el facultativo mirando lo que quedaba del cadáver de Casto Morales y llevándose ambas manos a la cabeza en un claro gesto de impotencia.
“Casto Morales vio a través del pequeño orificio enrejado de la puerta de su habitación de aislamiento, las últimas luces del sol reflejadas en las hojas otoñales del lapacho
como pequeñas e innumerables llamas que parecían llamarlo, cerró sus ojos con todas las fuerzas de sus párpados y agitó la cabeza en un signo de negación, luego comenzó a golpearla contra la pared en forma rítmica hasta que la sangre bañó su rostro y empapó la pechera de su pijama de interno. Comenzó a deambular con paso vacilante por la habitación en penumbras, con el desasosiego que lo invadía todas las noches. Se tapó los ojos con sus manos ensangrentadas cuando vio esa figura horripilante en la abertura de su puerta, los ojos de brasas y la boca pestilente en su rostro deforme y maléfico. Se arrojó en la cama y se cubrió con las mantas, un rato después comenzó a escuchar el zumbido de las moscas y a sentir las primeras escurriéndose bajo las sábanas y cubriendo su piel por debajo de la ropa, las comenzó a matar con sus manos, desesperado, sin poder impedir que comenzaran a penetrar en su cuerpo, por su boca, sus oídos su ano y su uretra. Comenzó a sentir el movimiento en sus vísceras y como un dolor urente lo consumía por dentro. De pronto se despertó frente a un portal de fuego y una voz le reclamaba desde el interior, imperiosa y perentoria. Casto Morales comenzó a caminar hacia las llamas sabiendo que no podría huir de su destino eterno”


Litoral marítimo argentino y otros lugares, julio de 2006

El hombre trotaba por la playa con su equipo de gimnasia grisáceo y desgastado, a pesar de que superaba los 50 años, realizaba ejercicios físicos en forma regular, a Garófalo López Montel, le gustaba estar en forma. El ruido de las olas al romper como grave sonido de fondo, por momentos ensordecedor, en la medida que el hombre se acercaba a la línea de rompientes. Miró hacia la mole gris del edificio de la congregación que se recortaba sobre la costa como un barco encallado rodeado de la vegetación achaparrada de los médanos. Por un instante tuvo la visión de Pérez de Roldan ascendiendo a los cielos rodeado de nubes rosadas que contrastaban contra el cielo celeste, aquel ser miserable que con el fanatismo de los conversos, como un San Pablo vernáculo había logrado vencer las maquinaciones del maligno. “Un hombre para ser santo, solo debe ser hombre y mantener firmes las convicciones de la fe, más allá de todas las tentaciones de la sensualidad del mundo.” Pensó. “Un hombre para ser santo debe emplear la ira de la indignación para defender el bien, cómo un cruzado sobreviviente y solitario que se enfrenta a las hordas de los herejes” Sus pensamientos se vieron interrumpidos al percatarse de la figura que se encontraba parada en la puerta principal del edificio, subió casi de un salto los escalones de piedra sin rozar siquiera los caños herrumbrados de las barandas, castigados por el salitre del mar. “Buen día padre” Le dije “Lindo día , un poco fresco pero lindo” me contestó. Abrió la puerta principal y con un ademán rápido de su mano me invitó a seguirlo, me indicó un sillón de madera y paja de dos cuerpo con grandes tallas en su espaldar que representaban rostros de indios me senté y esperé. Por un gran ventanal que daba al Este observé el mar grisáceo salpicado de manchones blancos de espuma, el mismo mar que Fioramonti describe enfurecido e incendiado en sus relatos, el mar de Villa La Ola. Treinta minutos después el hombre regresó , vestido con un pantalón de jeans un camisa gris y campera clara , acompañado de otro religioso con sotana, habló al oído de éste y me señaló una puerta de madera lustrada, por la que ingresó a un despacho luminoso dominado por un gran escritorio, cuyas paredes estaban recubiertas de anaqueles repletos de libros, por la abertura de vidrios repartidos que se abría hacia el noroeste se observaba el sendero de ingreso rodeado de vegetación baja y bordeado de chopos . “Para un Nogoyaénse el día de hoy es un día especial, distinto, no se que hace usted aquí, en lugar de estar acompañando la virgen del carmen, su madre y patrona” Me dijo mientras se sentaba relajado en un sillón de respaldo alto recubierto en cuero marrón. “Para un hombre de fe cualquier lugar es bueno” Contesté con la misma ironía. El anfitrión no pudo reprimir una sonrisa, inclinándose sobre el escritorio entrecruzó los dedos de sus manos, apoyando los antebrazos sobre la carpeta plástica, me miró de una forma extraña, profundamente inquisitiva, resopló y preguntó por fin “Como localizó éste lugar?” Mire los lomos multicolores de los libros, pasé el dedo índice de mi mano derecha sobre el cristal que cubría el plano del escritorio, y por fin levanté la vista y lo miré a los ojos, “sabe algo padre, soy muy memorioso” respondí “¿Memorioso? Usted no tiene edad suficiente para recordar éste lugar, salvo que tenga 160 o 170 años, y en ése caso tengo que decirle que se conserva usted muy bien” Replicó, a la vez que con un ademán llamaba al otro religioso para que ingrese en el despacho con la bandeja. Este último me miró sonriente, con su rostro blanco y recién afeitado en el que se veían unas pocas vénulas rojo vinosas sobre los pómulos, en forma silenciosa apoyó su carga sobre el escritorio a la derecha de Garófalo López Montel, éste tomó la tetera y antes de verter el contenido en la primer taza me preguntó “¿Con azúcar? No se cómo toman el Té los entrerrianos y más específicamente los entrerrianos obcecados” “Con una cucharada por favor” respondí “En realidad los entrerrianos no somos muy tomadores de Té, en general, somos más tomadores de mate, amargo en la mayoría de las veces” Agregué
“la verdad que cómo dice usted, no tengo la edad que me atribuye, no me refiero a la memoria, por haber vivido los hechos que según algunos, sucedieron en éste lugar, algunos como mi conocido padre L, a quien no sé si usted conoció personalmente, pero si conoció en forma póstuma, pues usted se ajusta a la descripción del religioso que acompañó a los forenses que identificaron su cadáver. L me dijo hace muchos años, quizás 15 o 16 años, que él creía en la ascensión a los cielos del catapultado Pérez de Roldán, y que creía además que se trataba de un Santo, veo que usted debe creer lo mismo para vivir aquí, salvo que le guste mucho la pesca en el mar y salir a trotar junto a las olas” me detuve para sorber un trago de té “!Pero que casualidad¡” exclamé
“Los entrerrianos somos poco afectos a consumir Té , pero la verdad, que noto que se ha puesto de moda, debe ser una moda del clero, el tomar té con medias lunas, Iriarte también tiene la misma costumbre, pero por supuesto que tiene un aspecto y un trato bastante menos distinguido que el suyo, casi ordinario le diría, además a él se le pegan las migas alrededor de su boca y a usted no.” Dije “ No es de buenos cristianos juzgar a los hombres por su aspecto, hasta en el más contrahecho y enfermo de nuestros hermanos habita un alma que es a imagen y semejanza de nuestro Dios todopoderoso, ¡no! ¡no! no debe tener ésa actitud inconducente, que únicamente lo degrada a usted, debe admirar en cada ser humano lo admirable que existe en él, y siempre , siempre, algo se encuentra, siempre hasta el más deleznable de los seres oculta un tesoro de virtud que en muchas ocasiones hasta el mismo desconoce.” Me dijo con tono de fingida amonestación. “¡Me veo tentado a arrojarme a sus pies!” le dije con indisimulada agresividad “La Ira es uno de los Pecados Capitales” Me contesto impasible. “¡Usted lo que no entiende es que yo lo ví! ¡Yo vi a Satanás! ¡Algo debe hacerse para impedir que se abran las puertas del Infierno!” Grité. López Montel le hizo una seña tranquilizadora al otro religioso que se había asomado a la puerta del despacho ante mi iracundia “Cierra la puerta y quedate tranquilo, nuestro visitante es solo un hombre muy apasionado en sus dichos” Dijo con una sonrisa dibujada en su rostro “¿Está seguro padre? Cualquier cosa me avisa, seguramente, podremos apaciguar a nuestro recién llegado” Contestó el de la sotana mientras cerraba la puerta con suavidad, sin dejar de mirarme, yo me revolvía en mi asiento invadido por un desasosiego profundo, traté de controlar mi ánimo exasperado, me froté las palmas húmedas sobre los muslos y agregué con un tono neutro “Algo hay que hacer padre, todos mis amigos han muerto, ellos creían que las reliquias del ascendido de Villa La Ola eran un sello que impediría, la catástrofe, toda su vida la dedicaron a esto y ahora están todos muertos. ¡Algo hay que hacer!” agregué casi en tono de suplica bajé la cabeza y oculté el rostro entre mis manos, se me habían humedecido los ojos de indignación. “Algo se está haciendo” Contestó por fin al cabo de un momento que me pareció eterno. “El sello está en un lugar seguro, donde L lo ocultó, el sello está en Nogoyá que es donde debe estar” Me dijo con gesto duro. “ Es mejor que usted no sepa nada de todo esto, es muy peligroso, ¡y no es para cualquiera!” al escuchar éstas palabras me puse de pie como un resorte, apoye mis manos sobre el escritorio incliné mi tronco hacia delante y casi frente a su cara e invadido nuevamente por la rabia gruñí “ ¡No es para cualquiera!! ¡No señor elegido, no es para cualquiera!! No me trate como a un idiota padre, yo ví al diablo en persona, yo estuve en coma postraumático, a mi me trataron por loco, me encerraron y por muchas noches el maldito venía verme, yo me resistí a sus tentaciones, a sus propuestas aferrado a la vida y al bien. No me venga con estupideces padre. Usted sabe que me necesita, yo quiero continuar el camino de mis antecesores de NOAR, Ari y L, ¡quiero ayudar! ¡No deseo que se me trate como a un infradotado!” Terminé súbitamente más calmo, me volví a sentar y miré al padre Garófalo que permanecía extrañamente calmo. “¿Usted quiere ayudar? ¿O usted quiere conocer? Hace falta mucha Fe, como la de Bautista, para ayudar en ésta empresa, el sello debe permanecer oculto y sólo pocos o casi ninguno debe saber donde está. Yo no soy un elegido, quizás usted si. Pero es una empresa que le costará mucho dolor y sacrificio. Ya hablaremos más tarde al respecto” dijo “¿Como llegó a éste lugar, es una casa de retiro más de los cientos que existen en la costa?” Preguntó “ya le dije, que soy muy memorioso, mis amigos, hace muchísimos años , alrededor de 60 recibieron un mapa, de manos de una anciana trashumante en sierra de los padres, fue el mapa con el que encontraron éste lugar antes que ustedes, recogieron las reliquias de los restos de la capilla y los llevaron a Nogoyá. Un conocido mío, por casualidad lo encontró entre las pertenencias de un hombre que fue devorado por sus propios perros y nunca supe bien porque me lo entregó. Lo memoricé y lo destruí.” Contesté. “ muchas cosas tendrás que llevar únicamente en tu memoria, ahora vamos a rezar que es hora” Me dijo el enviado de la congregación y me condujo por un ancho pasillo hacia una capilla iluminada desde altos vitrales dominada por los restos de un viejo muro semiderruido donde estaba entronizada una imagen de la Virgen del Carmen, vieja y descascarada.
Aquí sentado bajo los jacarandaes de la Plaza, medito en todo esto, por momentos me parece que el suelo vibra, me parece percibir sordos golpes en el subsuelo, como una bestia que se golpea contra las rejas de su encierro. El sol de la mañana baña Nogoyá con un manto de luz y tibieza, en un campo santo cerrado y bendito el sello permanece oculto. Marisa salió del Palacio Municipal, bajó con agilidad las escalinatas de mármol y se dirigió sonriente hacia mí. “Vamos, ya está todo listo, ¡es hora de un rico almuerzo!” Llegamos hasta la esquina y caminamos por San Martín hacia el Norte al arribar a calle Alem nos cruzamos con mi primo y Estela Flores que nos saludaron sonrientes desde el interior de su Audi negro. “Parece que rinde el turismo ecológico, la noche y la falopa” Pensé entristecido y el rostro de Carolina envuelto en llamas me observó fugazmente desde los cristales de la Galería Del Ateneo como clamando justicia. Solo pude tragar unos pocos bocados ese mediodía, una mano invisible me oprimía el esófago.