sábado, 16 de noviembre de 2013

Gallito Ciego Novela Cuadragésimo Quinta Entrada

Exequiel  reflexiona  luego  de  la golpiza  y la advertencia.



XIII  Bacteria.


Después que Riedel Liand me dejó enfrente a mi edificio. Tomé el ascensor como en un sueño. Mi cuerpo molido me dolía horrores. Entré a mi departamento y  me tiré en el sillón del balcón. Miré la ciudad enorme que se revolvía en sus estertores de máquinas y multitudes. Indiferente como un monstruo dormido. Ajena a los pequeños sufrimientos individuales. Me sentí creo que por primera vez en mi vida desolado. El miedo y la paranoia que me habían invadido en las últimas semanas se había transformado en un sentimiento peor, como el de aquel soldado que herido se ve en medio de la nada, abandonado a su suerte. Olvidado de banderas y consignas patrioteras. Lejos de las formaciones y las arengas. Enfrentado a la miseria de su cuerpo lastimado. Invadido por escalofríos y temor. Recordando la tibieza de la cocina de su casa en invierno. Pero no soy un soldado. He cometido actos de una irracionalidad lindera con la locura. Por propia voluntad. O quizás por una temeridad que yo mismo desconozco. “No se olvide de concurrir a la ART” me había dicho el muy hijo de remilputas. Y si para él era solo un empleado. Y no sé por que para mi. dejé en algún momento de serlo. Por que me adentré en todo este asunto más allá de lo necesario. Mucho más allá. Y ahora aquí destrozado en mi cuerpo y mi autoestima. Mastico esta rabia y siento como si la urdimbre de mi cordura comenzara a abrirse, a deshilarse. A volverse una informe masa de hebras. Y realizo un esfuerzo para volver a unirlas, a tejerlas. Fijo mi mirada en los ventanales que brillan con el sol, como una miríada de papelitos metalizados pegados a las moles impersonales. Y pienso como ése pequeñito rectángulo de cielo reflejado cubre un pequeño mundo. Un microcosmos. Y me imagino a mi mismo así. Solo un habitante más de uno de esos micromundos con mi pequeño retazo de cielo.  Un ser muy poco más importante que una bacteria. Una bacteria suicida. Temeraria. Estúpida. Cierro los ojos y nuevamente me invade la rabia, esa rabia indiscriminada.  Veo al  desgraciado de la campera gris, acompañando a las ancianas, siento náuseas, creo que voy a vomitar. Me dirijo al baño, con dificultad por mi brazo enyesado, vomito. Vomito un liquido blanco espumoso. Me mareo. Debo apoyarme en las paredes para ponerme de pie. Camino como un borracho hasta mi cama y me desplomo de espaldas. Vuelvo a cerrar los ojos. Mi micromundo gira como en un torbellino. Y yo periodista-prometedor devenido en detective-bacteria. Por propia voluntad. Sin haber sido incitado ni obligado. Yo individuo ignorado del monstruo urbano. Comienzo a llorar y mis lágrimas se despeñan hacia la almohada como una lluvia gruesa sobre un campo reseco.

miércoles, 13 de noviembre de 2013

Gallito Ciego Novela. Cuadragésimo Cuarta Entrada

Continúo con la historia, probablemente un poco enrevesada pero poco a poco   todo toma sentido... Espero les agrade.



-No es necesario que te pregunte si recuerdas al Oso Videla y a Serra. Conozco la respuesta-guardé silencio y lo miré-Durante años busqué la forma de demostrar su participación en todo aquello. Pero no lo pude hacer. Nadie pudo realmente relacionarlos. Con pruebas, claro, con testimonios. Vos y yo lo sabemos. Probablemente más yo que vos. Pero sabés que no miento.-Él me miró en silencio y asintió con un leve movimiento de cabeza. Le hice un gesto preguntándole si era posible fumar. Después de todo era la casa de un médico. Se puso de pie fue hacia  la biblioteca y me trajo un cenicero triangular de bronce. Su estado impecable me demostraba que nadie lo había usado en años. Si es que alguien lo había usado alguna vez. Extraje un parisienes lo encendí, di una profunda pitada, sentí el humo ingresar en mis pulmones.- Hace mucho tiempo que trato de saber de las actividades de éstos tipos.  Ninguno de los dos era un intelectual. Más vale eran toscos soldados. Fanáticos. Su ideología sabes muy bien, era básica. Una especie de nacionalismo troglodita. Irracional. Su origen en grupos de la derecha violenta del primer lustro de los setenta.-me detuve para fumar. Fernando me miraba con un gesto en el que adiviné el aburrimiento- Me doy cuenta que  todo esto ya lo sabés y que como me has dicho antes no te interesa demasiado. O por lo menos no es algo de lo que tengas ganas de ocuparte ahora, después de tantos años y de tantas penurias.
-Si Horacio, sabés muy bien que es así-me dijo mientras con su mano derecha acariciaba el pasamanos del sillón y su mirada se perdía en un punto indefinido de la pared.- hace unos minutos te lo he repetido. No se a que viene toda esta historia.
-Lo que pasa es que últimamente han ocurrido algunas cosas muy raras-dije tratando de disimular mi ansiedad mientras apagaba el cigarrillo en el cenicero inmaculado-Todo empezó unos meses atrás. Al principio nada que me sorprendiera realmente. Pero después las cosas se tornaron más serias. Volviendo a las historias viejas. ¿Recordás por qué al Brujo le llamaban Brujo?-él me miró con un gesto por demás elocuente. Evidentemente pensaba que quizás yo sufriera una especie de alienación y requiriera de su atención profesional. Luego con la cabeza realizó un gesto de afirmación. Yo diría que condescendiente o quizás más adecuadamente piadoso- Siempre se relacionó a López Rega con actividades esotéricas. Con magia negra y todas esas patrañas. Hasta se dijo que a los pies de la cama del general agonizante, realizaba ritos e invocaciones. Bueno para no aburrirte, el grupo de estos tipos al parecer también sigue el mismo camino- Fernando inconscientemente abrió sus ojos en una clara demostración de sorpresa, luego  frunció el ceño, respiró profundamente y me dijo con un tono que demostraba incredulidad
-¿Viniste para hablarme de magia negra? No puedo creerlo. Si no te conociera de tanto tiempo pensaría que estoy hablando con un loco.-Se inclinó hacia delante apoyando sus codos en las rodillas para estar más cerca de mí  y con vos casi susurrada  continuó-¿hace mucho que estás relacionado con ese ambiente?
Con mis palmas hacia delante como quien pretende detener algo que se le viene encima, negué con la cabeza. Extraje otro cigarrillo y lo encendí. Había comenzado a dudar de la oportunidad de haber venido. O mejor dicho de su utilidad. ¡Lo que tenía para contar era tan disparatado! Traté de buscar un argumento, una comparación quizás me ayudaría a explicarme
-No-le dije-no me malinterpretes. Yo no creo en la magia negra. Ni en nada que se le parezca. Nunca he afirmado semejante cosa. Solo he dicho que López Rega el creador de la triple A, tenía esas creencias. Y hace poco descubrí que éstos aparentemente  siguen ése camino.
-¡Esos tipos son vulgares asesinos!- me interrumpió Fernando- con o sin brujería o satanismo. La realidad de sus actos han superado la imaginación del más cruel de los brujos. Quizás no la de El Brujo. Ellos trajeron el infierno a la tierra. Lo sabés. Pero nadie sobrevivió para inculparlos. Punto.
-Ya lo sé- le dije conociendo el temperamento explosivo que él ocultaba tras su apariencia calma.- Ya lo sé. Pero ellos forman parte de una banda de fanáticos. Y han reclutado gente para su causa. No sé que es lo que traman. Pero traman algo grande. No sé que cosa. Si secuestros, homicidios, desapariciones. No sé. Pero algo importante seguramente. Y en el medio de todo eso están las ceremonias. Invocaciones. Adoctrinamiento. Así como los fanáticos de algunos grupos del Islam se inmolan en nombre del Corán. Y es casi imposible prevenir sus actos. ¿Qué castigo se puede aplicar mayor que la muerte? Y ellos se suicidan. Quedan fuera de todo sistema punitorio. En el campo de lo irracional. Estos tipos están tomando ése camino y por eso les temo. –me detuve.
- Existen muchos grupos espiritistas en nuestro país.  Si lees los diarios con atención  encontrarás todas las semanas dos o tres cosas relacionadas con su accionar. Es el imperio de la ignorancia nada más.- me contestó ahora sereno.
- Sí, pero lo de éstos tipos es diferente. Intuyo que es diferente.-dije un tanto desalentado-Ellos de alguna forma quieren volver a un pasado de violencia. Instalar otra vez el reino del terror. Pero bueno no tiene mayor importancia. Solo quería comentártelo , ahora se me hace tarde.- dicho esto me puse de pie y le ofrecí mi mano.
Mientras se la estrechaba, miré la foto en el Zócalo. Ahora me pareció algo parecido a los retratos que se encuentran en las tumbas. Solo recuerdan lo que ya no es.

martes, 5 de noviembre de 2013

Gallito Ciego Novela.Cuadragésimo Tercera Entrada

Continúa la  historia ... este reencuentro entre viejos camaradas

Continuación

Un recuadro a la derecha comentaba la condena a Etchecolaz. Me dio náuseas ver su foto. Otro recuadro mostraba una foto de Irak, o de  una muestra de lo que queda de Irak luego de la “liberación” norteamericana. Más abajo un comentario sobre la crisis energética.  Doblé nuevamente el diario y lo dejé donde lo había encontrado. Estaba hastiado. Permanecí un rato más en silencio y luego me fui a recorrer un poco el pequeño pueblo. Me gustan los pequeños pueblos del interior. En  oportunidades creo que son como más puros. Que todo es más puro. Otras veces no pienso lo mismo. Cuando afloran las mezquindades. Las pequeñas envidias de aldea. Las traiciones. El tiempo pasó rápido. Cuando volví a mirar mi reloj me sorprendí. Habían pasado dos horas y media. Tardé en volver a encontrar la casa de Fernando. Estaba extraviado. Me reí de mi mismo. Por fin estacioné en frente a la verja verde. La misma voz, la misma mujer. En ésta oportunidad  invitándome a entrar. Me  acompañó hasta una pequeña habitación que a juzgar por los estantes repletos de libros y el escritorio era una especie de biblioteca. Me senté en un sillón de cuerina que pareció tragarme con una blandura de aire. Cuando la mujer me dejó sólo miré el lugar. Los detalles. Me gusta mirar los detalles. De alguna forma nos ayudan a entender a sus dueños. El hombre deja su impronta en los ambientes, a través de los ornamentos, de los muebles. De los cuadros pensé y fijé la mirada en una foto que colgaba entre dos cuerpos de biblioteca. Me puse de pie y me acerqué si éramos los tres .  Aquella foto obtenida en el Zócalo de México en aquellos años de extrañamiento. Un sabor agridulce. La estación del metro detrás es como una recordatorio de nuestra transitoriedad en aquél lugar amigable y hosco. Dulce y amargo. Como todo exilio. El lugar que nos abrió las puertas, pero que fue recipiente de nuestra nostalgia. A la vez ésa foto me indicaba otra cosa. Una especie de luz de esperanza. De augurio favorable. Un hombre que mantenía aquella foto en un lugar tan privado. No era posible que se hubiera olvidado. Que fuera un ausente emotivo.
-Hola Fernando-le dije poniéndome de pie y acercándome para abrazarlo.
-Horacio, querido, tanto tiempo sin verte. Sentate, por favor, sentate.- me dijo sonriente. Parecía realmente feliz de verme. Yo también lo estaba. Independientemente de cual fuera el resultado de mi visita. - ¿Qué te trae por aquí?
-Quería verte-dije mientras me volvía a sentar-En realidad deseo hablar algo con vos. Algo relacionado con aquello que no unió en nuestra juventud-agregué
-Bueno soy todo oídos-me contestó cambiando su semblante, que ahora estaba súbitamente serio.-Sabes que mi vida transcurre aquí, con mi nueva familia. Ya conociste a Clarita, mi mujer.- quedó callado mirándome y yo por esos pensamientos tontos que se me ocurren siempre pensé que el nombre no era el más adecuado para semejante morocha.
-Ya lo sé y me alegro que las cosas anden bien para vos.-le dije sonriente, forzadamente sonriente.- a mí también las cosas me van bien. Las ventas van en crecimiento y la reactivación del país nos ha venido como anillo al dedo.
-¿Y entonces para que mirar tanto para atrás? Existe gente que se está ocupando de todo eso. Gente formada y capacitada. Los organismos están trabajando mucho y bien. Existen proyectos de ley para agilizar los juicios. Yo en ese aspecto estoy tranquilo. Además creo que ahora existe la voluntad política y la fortaleza política como para poner un punto final a todo eso. Para por fin después de 30 años hacer justicia.
-Si, Fernando, yo tengo la misma visión que vos. Pero sabés que no todos van ha ser llevados a los tribunales. Algunos, se escaparán. Algunos que nos hicieron mucho daño y que creo que tienen toda la intención de seguir haciéndoselo a otros.-me detuve pues mis palabras habían salido de mi boca como una catarata precipitada. Como un torrente de ansiedad. Creo que  él tuvo la misma sensación porque inclinándose hacia delante me dio un pequeño golpecito en la rodilla.
-¿Querés tomar un café?-me preguntó. Le contesté con un movimiento afirmativo de mi cabeza. Se retiró unos momentos y al regresar lo hizo con una bandeja con dos pocillos. Tomé uno de ellos. Sorbí el contenido en silencio. Luego de ése intervalo en que los dos nos acomodamos a la situación le dije:
-En realidad tengo que contarte una historia. Luego te diré lo que pretendo de vos. O en realidad no lo que pretendo. Sino lo que quiero pedirte. La ayuda que quiero pedirte chango.-hacía décadas que no lo llamaba por ése apodo de juventud. El me miró sonriente y se echó hacia atrás.  Entonces comencé mi historia