jueves, 4 de noviembre de 2010

Segunda Parte de Brumas Séptima Entrada

El predador.

Matías hacía casi dos años completos que no vivía en Nogoyá. Estudiaba derecho en Rosario. Su pequeño mundo pueblerino , se amplió. Con la misma sorpresa que experimenta un hombre de tierra adentro, la primera vez que ve el mar. Estaba por empezar a cursar el 3º año , como alumno regular. El microcosmos en que había vivido su adolescencia, en el transcurso de la educación media y los EGB, o como quiera que se llame en la actualidad , lo que antaño dio en llamarse educación secundaria.
Ese microcosmos , en que todos sus actores eran conocidos en menor o mayor medida, en el que los lugares eran conocidos en menor o mayor medida. Se rasgó, como lo haría una cúpula, dejando ver el cielo. El universo. Otro mundo. No quiero decir con esto que Matías fuese un ignorante de las grandes ciudades, o que nunca hubiese viajado a Paraná, Rosario o Buenos Aires. Quiero decir , que éstos paisajes no formaban parte de su cotidianeidad. Si lo eran los Ciber, los video juegos, la play station , la ropa de marcas para jóvenes, y todo lo que hace a la sociedad de hiperconsumo globalizada. Pero no el lugar físico, la experiencia cotidiana , el intercambio, interrelación personal.
El apuro, la exigencia, la despersonalización. Con la ruptura de ese microcosmos, de ésa incubadora, se vio enfrentado o mejor aún incorporado a un mundo nuevo distinto. A rostros nuevos, a siluetas nuevas, a bamboleos nuevos. Y a nadie debería provocarle sorpresa que un chico de su edad, priorizara a las chicas. Ahora las encontraba en una variedad enorme de formas y gestos, de estilos y estaturas. Insinuantes y tímidas. Mujeres. Muchas mujeres. La impresión inicial que siente un estudiante del interior, al llegar a una universidad cualquiera, a una facultad cualquiera, y verse rodeado por cientos de mujeres hermosas que se apretujan a tu alrededor en una ventanilla o en un transparente , o al ingreso de un aula. Es haber llegado al paraíso. Muslos , glúteos, pechos, ojos, cabelleras, perfumes excitando los sentidos, con el poderoso impulso de la novedad. Matías no era un tipo feo, más aún podría decirse que sus rasgos y conformación general eran atractivas al sexo opuesto. Si a eso le sumamos , que tenía una particular forma de desenvolverse, muy suelto , con una facilidad de expresión llamativa y una sonrisa fácil. Por lo que a nadie puede extrañar , que tuviera suerte, más veces que las que no la tuvo. Por lo tanto sus regresos a Nogoyá, fueron cada vez más esporádicos, por razones de estudio , pero también por razones que podríamos denominar de recreación. Una de ésas pocas veces, aburrido, siempre lo aburría el permanecer mucho tiempo en su casa , tomó la camioneta de su padre y salió a pasear,
“a dar unas vueltas” para utilizar su forma de expresarse. Giró lentamente por calle 9 de Julio, mirando atento para reconocer alguna persona de su antiguo entorno. Le parecían décadas los años , que lo separaban de su etapa anterior. Que pequeño había sido en aquellos años. Que pequeño de mente. Rió . De mente , no demente. Aunque quizás también en parte fuese un pequeño demente. Volvió a reír para sí. Justo en ése momento la vio . Caminando del brazo de su amiga por la ancha vereda del Parque del Bicentenario. Detuvo la marcha de su coche , junto al cordón de la vereda y con dos o tres palabras corteses las invitó a subir. Los Babasónicos desde el pasacd cantaban “ Y qué ella me gusta y yo a ella también….” Giraron por Caseros. Vale vio a su amigo, en el bar de la esquina de San Martín departiendo con un grupo de muchachos gesticulantes, bajó la ventanilla y le hizo un gesto de que más tarde lo vería. El muchacho levantó su pulgar en gesto de asentimiento. Continuaron paseando y escuchando música, con ésa charla intrascendente común en ésas ocasiones. Se cruzaron con el gordo Jorge , que manejaba su Ford K tuneado en la esquina de Alem, los saludó con un parpadeo de las luces delanteras y su índice extendido sobre el volante. Rato después Vale se bajó en busca de su amigo. La ocasión hace al ladrón, pensó Matías. Si esto le hubiera pasado cuatro años antes, hubiera sido para él un regalo del cielo. Pero hoy , después que tanta agua corriera bajo el puente, era solo una ocasión más.
Pero Matías pensó, las ocasiones no se pierden. Y en el fondo de su pecho , aquella vieja colilla encendida del odio, se reavivó. Y se sintió de alguna forma como un caballero medieval que está en ocasión de vengar su honor mancillado y cobrarse la ofensa. La miró y sonrió. Con los ojos de los grandes predadores , al ver su presa pastando en la sabana o en un claro del bosque.



Continúa la declaración de Milagros


-A la tardecita me encontré con él, en el parquecito del automóvil club, un encuentro casual . Pero frecuente. Muchas veces nos juntábamos a charlar. Yo lo apreciaba mucho. Para mí era un tipazo . Así de simple, oficial, para mi era un tipazo. Andaba en la mala , es verdad, como puedo andar yo , o puede andar usted. Nadie está a salvo que le pase algo así. Pero andaba mejor, fíjese, andaba mejor. Serían las 18,30 hs. más o menos , yo no me fijé en el reloj, la verdad, no me fijé. Una no se va andar fijando en el reloj con cada cosa que hace. Ahora que usted quiere saber, si tiene razón , uno debería fijarse la hora. Pero , que se yo , en una de esas salgo de acá y me pisa un auto. Y usted , bueno capaz que usted sí, porque está escribiendo en esa máquina, pero otro , uno que yo me cruce en el pasillo o en la escalera , no se va a fijar la hora en que yo salí de acá. Dígame, oficial , si en eso no tengo razón. Bueno pero como le decía sería más o menos ésa hora porque yo salí de mi casa a las 18,10 hs más o menos y ahí si me fijé en la hora porque en la cocina de casa tenemos un reloj grandote , de ésos de pared , a pilas a papá se lo regalaron los que le venden los neumáticos.
- ¡ A su padre es el de los transportes! La Flecha creo.
- Sí , ese es mi padre. Bueno como le decía . Le aclaro que yo ya soy mayorcita de edad, fíjese en la fecha de nacimiento. Mi padre no tiene nada que ver con lo que yo vengo a decirle. Como le contaba la hora de salida si me la acuerdo, porque cuando voy a salir siempre me arreglo en el espejo del aparador de la cocina comedor y automáticamente me fijo en la hora, en ése reloj de pared. Una costumbre de cuando iba a al escuela, que siempre tenía que salir apurada , de ahí lo de fijarme en la hora que salgo de mi casa. Ese día me fui caminando. Otros días salgo en la moto, pero la tenía mi hermana que se había ido con el novio al polideportivo a ver un partido de rugby o no se que cosa. Casi siempre que salen él la lleva , pero justo ése día se le había roto el auto , o lo había prestado no se que historia, la cosa es que mi hermana me llevó la moto y yo me quedé en casa a pie. A mi le digo en realidad me encanta caminar , así que mucho tampoco no me molestó que se llevara la moto. Y yo calculo que caminando , no muy rápido como camino yo, porque yo cuando camino lo tomo como un paseo. No soy de ésas que andan corriendo. Si estoy muy ajustada de tiempo me tomo un remise y chau. Calculo que caminando así como yo camino en 20 minutos estoy en el parquecito. Si póngale, 15 minutos , no menos de eso así que tiene que haber sido alrededor de ésa hora, la hora en que lo encontré. Yo le digo , que siempre lo encuentro , no era que ése día en especial lo encontré. No, no , oficial, yo siempre charlaba con él y paseaba con él. Éramos amigos vio. Y no de ahora, de años. Años , desde que era un gurisito, que lo conocíamos con Delfi.
-¿Usted cuando lo encontró ahí en el parquecito noto algo raro, en él algo distinto?
- Pero, oficial, ya le dije que andaba en la mala, había tenido problemas. Que una minita le había colgado la galleta. Había quedado medio trastornado. Se le había dado por la bebida. Pero se había tratado. Con un médico de Rosario. No sé quien, él le llamaba “el doctor” nada más y yo nunca le pregunté que quien era, ni nada. A mi que me interesa. Por mi cuanto más lejos los médicos , mejor. Como le digo , se lo veía bien. Aparte ya había vuelto a salir con sus amigos, normal, mire normal. Yo para que le voy a mentir.
No gano nada mintiéndole. Yo lo que quiero es que se sepa la verdad y por eso vengo a contarle lo que ví .
La más alta de las mellizas Ardiles, se incorporó en la silla apoyando nuevamente los codos sobre la mesa de madera y pidiéndole un cigarrillo al policía. Lo encendió y aspiró fuertemente el humo. El hombre rapado, la miró entre aburrido y molesto, y apoyando sus manos a ambos lados del procesador portátil le dijo
- Señorita Ardiles. Si usted sabe algo importante , sobre esto continúe . Trate de ser más concisa. No dar tantas vueltas. De lo contrario ahorremos su tiempo y el mío.

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