lunes, 15 de noviembre de 2010

Segunda Parte de Brumas Novena Entrada

El oficial apurado.
-Yo , le cuento las cosas como son, ni largas ni cortas. Si usted no quiere tomarme declaración , me dice y listo.- Dijo Milagros del Carmen Ardiles, argentina, nacida el 30 de Octubre de 1984. Pelo castaño, tez trigueña , ojo marrones, de 1m72 de estatura, sin otras señas particulares.
-Continúe – contestó secamente el hombre rapado, mientras prendía un nuevo cigarrillo a pesar del gran cartel que debajo del escudo de Entre Ríos , decía “Prohibido Fumar”.
- Bueno como le decía no noté nada raro en él. Al contrario si algo noté en él, es que estaba mejor que en otras oportunidades, mejor que las semanas anteriores. Infinitamente mejor que meses atrás . Nosotros creíamos que podía intentar algo. Pero no ahora sino muchos meses atrás, cuando andaba borracho por todos lados y a toda hora, cuando la madre tuvo que quitarle la moto. Yo diría desde que vino del paseo de fin de año , mire lo que le estoy diciendo, hace un montón de tiempo hasta que empezó con el especialista ése que lo trataba. A partir de ahí, el pendejo mejoró, mucho. Pero mucho. Yo diría que hasta el momento éste del que estamos hablando había mejorado mucho. Y yo lo he pensado y repensado durante mucho tiempo, mañanas , tardes y noches enteras con ése pensamiento en la cabeza. Nunca me cerró lo que dijeron ése día, que por otro lado es lo que se dice todavía. Y armando el rompecabezas en mi mente, si bien no soy de las más despiertas, yo comprendí lo que ví. Mucho después de haberlo visto. Después que se me pasó la locura . Después que el llanto dejó de mojarme los ojos a cada rato.
-Por última vez le pido que sea breve.- dijo el rapado con un molestia casi exasperada.- usted habló 45 minutos y yo he escrito dos renglones, por favor señorita sea breve.
- Que quiere que le diga cuando esto pasó yo estaba destruida, se imagina, como para no. La cabeza no me funcionaba. Estaba como en una nube. Recién con los días pude empezar a reconstruir todo aquello a darme cuenta. Yo la primera vez que los ví en la camioneta fue cuando caminaba hacia el parquecito estaban en la esquina del barrio San Francisco , escuchando música , sentados en la parte trasera de la caja. No me llamó la atención siempre andan por ahí.

Volver a ser feliz
Mili subió con Fran , la Agrale avanzó por Boulevard España, el negro Seba los siguió en su Honda 125.La noche era fresca , agradable. Fran sintió el cuerpo de su amiga chocar contra el suyo cuando frenaron en calle Moreno , debido a una camioneta que cruzó el Boulevard a toda velocidad, sintió sus formas de mujer contra su espalda y una calidez interior que creyó perdida para siempre, invadió su cuerpo. Era la primera vez que tomaba cabal conciencia de la belleza de Mili, de la profunda femineidad que emanaba de su cuerpo. La primera vez que se sentía casi embriagado por el perfume de su amiga. Giró la cabeza para ver el rostro sonriente de la muchacha con sus cabellos arrastrados por el viento. Y de repente Fran volvió a ser feliz. Como en otras noches lejanas. Le pareció un mal sueño , todo lo pasado. Como si alguien bruscamente le hubiese sacado una capucha de su cabeza y volvía a ver el mundo tal cual era. Un nuevo amanecer que desgarraba las largas tinieblas de ésa noche larga y triste , de la que venía.
Que lo despojaba de los harapos mugrientos y malolientes de náufrago con los que estaba vestido y lo arropara con blandas prendas perfumadas. Y no es porque Fran pensara en entablar una relación con su amiga, que por otro lado nada lo prohibía.
Sino que Fran volvió a sentir. Nuevamente invadido por la vida. Cómo un brote , como una brizna de hierba emergiendo de la nieve al inicio del deshielo. Fran pensó , que por fin volvía a sentir su alma, que no se la habían robado como al loco Santella. Y fue feliz de repente, así como únicamente se puede ser feliz. Bruscamente en el momento menos esperado.
El negro Seba sentado sobre calle Centenario de espaldas al tránsito, conversaba con sus amigos mientras masticaba la pizza con anchoas que tanto le gustaba, con Mili bebían cerveza, Fran tomaba una gaseosa cola. El negro notó a su amigo , contento, como desde años atrás no lo veía. Charlaron los tres largamente, de diversos temas, de música, de cine y televisión. Calamaro ponía su “Corazón en venta” desde los parlantes del bar. Cuando vio la camioneta de Matías, le pareció ver el perfil de ella a su lado. Guardó silencio. Fran estaba tan contento, que no valía la pena nombrarla. El de espaldas seguramente no la vio y eso es como si nunca hubiese pasado. Y de todas formas como decía Fran , eran cosas terminadas, ya fueron, no existen más. No sería él el que las traería a la superficie, no sería él el que exhumaría los cadáveres del pasado.
- ¿Que te pasa negro? – preguntó Mili- estás como ido.
- Nada en absoluto, me quedé escuchando a Andrés Calamaro, es un capo total. Me encanta .
- Si capísimo.-intervino Fran en el momento que un agudo ruido de neumáticos sobre el asfalto casi enmascaró su voz, giraron la cabeza pero solo vieron unas luces que se alejaban por Centenario, tras un grupo de chicos que cruzaba la calle.
- ¡Hay locos para todos los gustos! .- dijo Mili, mientras se acercaba la jarra de cerveza a la boca, meneando la cabeza , demostrando incomprensión ante la conducta de los automovilistas. En la vereda de enfrente un par de inspectoras de tránsito, reían y conversaban animadamente con dos motoqueros estacionados contra el cordón izquierdo de la calle.
Ese fue el momento en que Facu llegó , a espaldas del negro Seba, golpeándolo con sus palmas en ambos hombros. Le dio la mano a sus amigos, besó a Mili en una mejilla y diciéndole un piropo se sentó a su lado.
Llamó al mozo pidió una copa de vino tinto con hielo y un pebete de jamón y queso caliente. Miró a Fran , y se sorprendió de verlo tan contento. Por fin su amigo volvía a ser el de antes. Decidió no decirle , que la había visto subir a la camioneta de Matías, para que revolver en el estiércol. En cambio se puso a contar sobre una carrera de Karting que se llevaría a cabo , la semana entrante. Un primo suyo de Ramírez, vendría a correr . Los invitó a que lo acompañaran. Todos estuvieron de acuerdo. Mili lo interrogó burlonamente sobre el aspecto físico de su primo.
-Siempre desee correr en Karting- dijo Fran de improviso.
- En una de ésas mi primo, te lo presta unas vueltas , la mañana del Sábado, cuando prueban el circuito. Casi seguro, vos dejalo en mis manos nene. No son difíciles de manejar , despacio por supuesto, en competencia es otra cosa. – dijo Facu
- Estaría buenísimo – intervino el negro Seba
- Bueno yo le voy a decir, los dos van a ser unos bólidos el fin de semana- contestó Facu con una sonrisa y dando una palmada sobre el muslo de Fran.
- No sé por que nos insultas.- le agregó Fran- si nosotros somos dos bólidos vos sos un estípido
Rieron con ganas, bajo la noche cálida.


Aquellos papeles y el páramo.
La mujer miraba los papeles que estaban sobre la mesa, con ambas manos en la cabeza, inclinada hacia delante. Sus cabellos le ocultaban parcialmente el rostro desencajado por el dolor. Las lágrimas caían algunas sobre la mesa , otras en cambio resbalaban sobre sus antebrazos, embebiendo las mangas de su camisa. En el silencio de la habitación, solo el tictac de un reloj de pared, de alguna manera rompía la uniformidad del vacío. Vacío. Ausencia. Miraba aquellos papeles e intentaba de alguna forma a través de ellos, recuperar al perdido, rescatarlo , traerlo nuevamente al reino de lo sensible. Encontrar en aquellos objetos, la esencia de quien los poseyó. En ésa letra conocida desde hace tantos años, encontrar las palabras , que lo retengan aún. Las explicaciones de lo inexplicable. El trazo secreto que revele su destino, el sitio donde podrá reencontrarlo a través del frío y de la tumba.
La desolación del cuarto vacío, de la cama tendida y prolija que ya no albergará su cuerpo joven e inquieto. La ropa colgada para siempre en el ropero. Los discos compactos uno al lado del otro, quietos y silenciosos para siempre como su dueño. Y de tanto en tanto , una leve brisa que mece la cortina y ella se queda mirando el vacío , como esperando ver el espíritu inmaterial del ausente, sonreírle desde la nada, regalarle ése instante infinitesimal de su presencia por el que ella daría su vida.
Y piensa en el frío , en el frío de la tumba, sin frazadas ni estufas. Alejado para siempre de sus cuidados. Impedida de taparlo, de arroparlo, de acariciarle los cabellos húmedos por la fiebre, de besarlo dormido. De mirarlo en las mañanas partir , con ésa indiferencia tan propia de los jóvenes. Con ésa belleza varonil y fresca. Y vuelve a llorar con un llanto profundo, débil, un llanto que nace desde lo más profundo de sus entrañas. Un llanto que va echando fuera, años y años de amor y de cuidados. Imágenes . Sonidos. Olores. Un llanto que poco a poco le va secando el alma hasta dejarla , árida , arenosa. Hasta convertirla en un paisaje desolado. En el recipiente de la nada. En un erial, inhóspito y estéril. En un páramo.

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