lunes, 29 de noviembre de 2010

Segunda Parte de Las Brumas del Destino Undécima Entrada


La pitonisa


La puerta de madera gris, con la pintura descascarada, tenía dos hojas , cada una de las cuales presentaba tres paneles de vidrio superpuestos separados por un delgado madero. A través de ellos se veían de un lado el postigo de gruesa madera machimbrada, y del otro lado una cortina con flores rosadas decoloradas por la luz sobre un fondo blanco percudido. A través de ése lado, cuando la cortina se movió fugazmente, tuvo la primer visión de aquel rostro. Un rostro sin tiempo. Que lo miró desde las sombras de la habitación, como un fantasma. Cuando la puerta se abrió Fran vio su cuerpo rollizo, y su mano regordeta señalándole que ingrese al jardín y luego a la casa.
- ¿Que quieres muchacho?-dijo la vieja con una voz rasposa que salía de su boca con escasos dientes, que parecían palos de madera dura, en los bajos inundados. Amarillentos y sucios como tallados a hacha.
- Me han dicho que usted , puede decirme sobre mi futuro, y sobre un problema que tengo con una chica.- contestó Fran mientras se acercaba tratando de simular seguridad, de ocultar el temor que lo embargaba, las terribles ganas de salir corriendo. El impulso a huir. Pero los hombres no huyen eso lo tenía claro desde hace mucho tiempo.
- ¿Que quieres muchacho?- volvió a preguntar la vieja , mirando al chico que ahora estaba parado junto a ella.
- Como le digo, doña , tengo problemas con una chica y me han dicho que usted me puede ayudar. Dicen que usted puede arreglar esas cosas o indicar al menos que es lo mejor para el futuro.
- ¿ Qué quieres muchacho? ¿De qué futuro me hablas? ¿Acaso no sabes tu destino?. ¿Acaso no sabes del destino que te aguarda desde que naciste?.
Tu destino está marcado , escrito con sangre en el libro de la vida, no puedes huir ni yo puedo hacer nada para ayudarte.-Dijo la vieja mirándolo fijamente.
- No entiendo , ¿Qué me está diciendo?- dijo Fran súbitamente pálido-¿qué me quiere decir con eso? – casi suplicó el muchacho.
- Es una historia vieja.!Pobrecito! – exclamo y suspiró la vieja casi a la vez señalando una silla de madera con asiento de paja tejida , para que el muchacho se sentara. – es un historia tan vieja como vos. O más vieja que vos. Algo que marcó tu destino, para siempre. Yo no te quiero decir nada !Pobrecito! no te quiero decir nada. Siempre supe que vendrías por ése camino. Todo el día , sola, sentada en ésta mesa te esperé. Sabía que hoy era el día en que vendrías. Al escuchar el cencerro, me resistí. Yo no quería abrirte. !Pobrecito! Nunca quise que mis labios te dijeran la verdad. A veces pensé que la muerte me aliviaría de ésa carga, que siempre supe mía.
- No entiendo- musitó Fran perlado en transpiración , pálido, desfalleciente de horror.
- El mal te persigue muchacho, y el mal te alcanzará, porque así está escrito Desde antes que nacieras. Vienes de un fruto prohibido, como el pecado original, fuiste robado del Paraíso, y eso se paga muchacho- sentenció la vieja con la cabeza baja mirando sus manos entrelazadas sobre la falda. Fran de repente palideció aún más, comenzó a temblar sintiendo sus manos dormidas, sus piernas agarrotadas y un latido en sus sienes. Que golpeaba, golpeaba mientras las paredes se movían. Y comenzó a gritar de horror, sintiendo como una garra le apretaba el cuello y le impedía respirar.
La mujer vestida con un amplio batón estampado en el que predominaban los rojos, rosados y borra vinos , era gorda. Un pañuelo que alguna vez fue blanco , cubría su cabeza. Lo miró con sus ojos bovinos y le dijo
- ¡No lo hagas, no grites! ¿De qué sirven tus gritos en la noche?
Fran logró ponerse de pie, tambaleante salió por la puerta hacia el frío de la tarde y la llovizna, y se alejó bamboleante por el sendero, en el último paraíso el muchacho de campera roja lo miraba con sus ojos sonrientes y su malicia.
- ¿De qué se ríe? – pensó Fran mientras intentaba subir a su moto y arrancarla.
Los viejos paraísos, con sus rugosos troncos , socavados, en secretas oquedades y cubiertos de protuberancias ,cómo cúpulas abolladas, tenían una pátina de antigüedad, parecían impregnar el aire de misterios olvidados, de fuerzas que a través de ocultas puertas al pasado, retornaran del ayer. Cuando por fin se alejó por el camino hacia el puente , tuvo la sensación de que lo tiraban hacia atrás, que le arrancaban algo que lo dejaban hueco y vacío como un viejo árbol. Miró hacia el campo vecino donde pastaban uno novillos negros. Ellos tienen el destino marcado desde antes de nacer, desde siempre. ¡ Cómo yo, se dijo!


El viaje y la ciénaga.

Fran bajó a Mili frente al portón de su casa, y le sonrió. Le dio un beso en la mejilla y le dijo que se verían al otro día. Giró en redondo sobre la amplia calle adoquinada y retornó hacía el centro. Fran estaba feliz . Respiraba hondo el fresco aire de la noche, para que llenara sus pulmones. Al llegar al semáforo de las cinco esquinas , dobló por Boulevard Sarmiento , acelerando su negra bestia mecánica. La bruma comenzó en calle Uruguay cada vez más densa, moviéndose en volutas redondeadas y pesadas cubriendo el asfalto, en la esquina de la Escuela Alvear el tipo de campera roja cruzó la calle corriendo, casi lo atropella, Fran giró la cabeza y lo vio sonreír sobre la alcantarilla de calle Francia, sonriendo con sus ojos, con su rostro malicioso , su boca oculta por el cuello polar rojo a pesar de la calidez de la noche.
Cuando vio los faros los tenía a centímetros, el estruendo del viejo motor de seis cilindros lo ensordeció y alcanzó a ver tras el parabrisa , a aquellos muchachones de la Barra de la Vereda, los que se la tenían jurada. Luego fue volar hacia las miasmas de un pantano helado. Donde los sonidos del mundo se fueron perdiendo. Donde las luces se fueron apagando y el lentamente se fue hundiendo en ésa ciénaga de eternidad que lo tragaba, que lo robaba. Que se cobraba viejas ofensas. En el estallido de su cráneo contra el parabrisas. En el rodar de su cuerpo inerte sobre el pavimento como un muñeco desarticulado. De nada sirvió el ulular de las sirenas, el destello intermitente , de luces azules y verdes. Las corridas, los gritos. La ciénaga lo fue tragando , como estaba dicho, desde antes de su nacimiento, cuando fue robado del Paraíso, por la mano desesperada de un amor enloquecido y apasionado.
En un patio cercano una radio trasnochada reproducía La razón que te demora de La Renga
“ como un relámpago en la fría noche/ cruzarás los abismos/ Esos que guardan a la sombra/ que te oculta de vos mismo”

lunes, 22 de noviembre de 2010

Segunda Parte de Brumas Décima entrada

Los porrones se calientan

-Yo ví ésa camioneta rondarlo , oficial. Cuando salimos del parquecito por el boulevard , casi nos chocó en una esquina. Eran ellos yo los conozco. Cuando estábamos en el bar volvieron a pasar haciendo derrapar la camioneta en la esquina, yo los reconocí. Claro no le di ninguna importancia en ése momento.
Cuándo él me llevó por casa serían las dos y media de la mañana. Y yo los vi estacionados en la plaza Entre Ríos, la plaza de la estación , y noté que miraron y que se tocaron unos a otros. Pero ésos tipos siempre eran lieros, no me pareció raro.
Pero ahora sé que lo estaban esperando. Fue una emboscada. Estoy segura
- Usted entonces dice, que la camioneta los estuvo siguiendo toda la noche , desde la tarde cuando usted los vio, en… en…
- El Barrio San Francisco- agregó Mili
- Si, el Barrio San Francisco, ¿ Y esos muchachos les dijeron algo?- preguntó el rapado.
- ¡No, no nos dijeron nada! Pero le digo que nos estuvieron siguiendo toda la noche, y que cuando el me llevó a mi casa lo estaban esperando, estoy segura que lo estaban esperando. No fue un accidente lo que ocurrió. Eso es lo que yo quiero decir.
- En una ciudad muy chica como ésta , existen posibilidades de ver varias veces el mismo vehículo, no pensó en eso señorita antes de venir para acá-contestó el hombre fastidioso mientras encendía un tercer cigarrillo y le ofrecía uno a Mili casi por compromiso.
- Si, pero que casualidad que éstos tipos tenían una cuenta pendiente con él desde hace varios años, desde una pelea en un bailable. Yo recién ahora, ayer, me acordé de eso. Siempre lo amenazaban. Él nunca los tomó en serio. Creía que eran bravuconadas nada más. Pero , si los hubiera tomado en serio , no hubiera pasado lo que pasó. Yo lo que pido, es que tengan en cuenta lo que les digo. ¿Qué hacían ésos tipos en Avenida Italia? Justo cuando él pasaba. En ésos lugares a ésa hora el transito no es grande, oficial, que casualidad que de la plaza de la estación aparecieron en avenida Italia justo para chocarlo. Llegando al mismo lugar por sitios tan diferentes. A eso usted le llama casualidad. Cuando ellos lo vieron irse por Hipólito Irigoyen tomaron Marchini, estoy segura, hasta avenida Italia y lo esperaron. No, no fue un accidente. Investíguelo.
- Bueno , lo tomaremos como un posibilidad, gracias señorita por su colaboración espontánea. Es una reacción común , cuando perdemos seres queridos buscar chivos expiatorios. Pero bueno , igual lo tendremos en cuenta.
- Yo no estoy buscando chivos expiatorios, como dice usted- dijo Mili mientras se ponía de pie- quiero que se sepa la verdad.
- Su verdad- la interrumpió el policía con brusquedad- Nosotros somos profesionales e investigamos concienzudamente todo esto. Su verdad, señorita no es la verdad absoluta.
Mili guardó silencio viendo el sesgo que tomaban los acontecimientos , se disculpó de forma muy poco sincera y se marchó. Cuando descendía la escalera escuchó al rapado hablando por teléfono celular.
- Si loco, ya bajo, por fin me saqué la loca ésta de encima. Mete algún porrón al freezer si dejas todos afuera se van a calentar.
- Los que rara vez se calientan son ustedes- susurró Mili mientras doblaba hacia la izquierda en el rellano de la escalera de mármol.-¡Desgraciados!-agregó para sí


Lágrimas en el hombro.

Aquel sueño , la borrachera y el golpe. Una trilogía aterradora. Despertar en ése cuerpo dolorido , golpeado e intoxicado. Volverse a ver en el mismo lugar. Abandonado por las amnesias artificiales del alcohol. Vuelto a enfrentar con su realidad, miserable. Sabedor de su destino , su negro destino. Quizás ésa fue la peor de todas las decisiones de su vida. Querer conocer su futuro. Abrir la caja de Pandora. Liberar los demonios. Se sentó con dificultad al borde de la cama. Recorrió con la mirada su habitación , se detuvo sobre su pequeño y viejo escritorio. Abrió el cajón en desorden, y extrajo de un rincón un papel doblado en cuatro, lo abrió como quien abre un antiguo alhajero que se puede desarmar entre nuestras manos. Leyó los versos allí escritos. Colocó el papel sobre el escritorio , lo alisó cuidadosamente con la palma de su mano izquierda mientras con la derecha lo sostenía por su margen superior. Tomó un bolígrafo y escribió. Luego dobló cuidadosamente el papel y lo volvió a dejar en el mismo lugar donde había permanecido tantos años. En el mismo lugar donde un niño que ingresaba a la adolescencia lo había dejado. Ese niño perdido , que habitaba en los rincones , en los cajones , en las cosas olvidadas. Que habitaba en una bicicleta colgada. Vio a su madre asomarse en la puerta en silencio, la saludó con un gesto de su mano derecha y dificultosamente se incorporó. Caminó lentamente hacia la mujer que con gesto adusto lo miraba desde el vano de la abertura y una vez frente a ella la abrazó y comenzó a sollozar en silencio. Sobre su hombro izquierdo percibió las lágrimas de su madre escurrirse hacia su espalda. Por la ventana un rayo de luz casi horizontal , anunciaba las últimas horas de la tarde. El viento silbaba en los techos en forma intermitente. El supo en ése instante que su madre tenía miedo, miedo por él, y de su destino aciago, anunciado. Y supo además en ese instante que lucharía a brazo partido por evitarle sufrimientos y dolor, por vencer a ése destino maldito que lo fagocitaba en el fango de sus miserias. Simplemente, de existir algún camino de salida él lo emprendería, más allá de sus penas, más allá de lo escarpado que resultase.
Percibió el miedo de su madre y entrevió el presentimiento de su madre. Esa forma irracional de conocimiento, ese vislumbrar a través de la realidad cotidiana , los caminos inciertos del porvenir. El presentimiento, el oscuro presentimiento de su madre.
En su cuerpo dolorido y atormentado, buscó la fuerza que necesitaba, para seguir adelante, para sobreponerse a las noches de horror, y los días de excesos. Para sobreponerse a la profecía, que cargaba sobre sus espaldas. Para sobreponerse a la sonrisa del Demonio que lo acechaba. Y en su cabeza aturdida, donde tenía la sensación de tener su cerebro suelto, en la urente herida de su frente, en sus párpados casi cerrados que apenas le permitían ver el rayo de sol casi horizontal que entraba por la ventana. En esos brazos doloridos, plagados de hematomas. En su propia debilidad, revolviendo en el pozo ciego de sus pequeñeces , debería encontrar la fortaleza que lo sacara de allí. Como un hombre, que era, en una situación límite, en la que estaba. Sin otra ayuda que si mismo y quizás la de ésa mujer asustada que lo había traído al mundo. La besó con un beso doloroso de sus labios hinchados y caminaron juntos hacia la cocina en silencio. Soledad , sentada frente al televisor , lo miró en silencio, con la misma cara de siempre. La de estar bien o estar mal. La única. La máscara de sus sentimientos. Sobre el aparador , una pequeña tarjeta blanca con letras negras, descansaba apoyada en un florero de vidrio morado.
- Esa es la tarjeta del especialista , se la pedía a Santi- dijo con un movimiento de cabeza señalando hacia el lugar donde ésta se encontraba.- Vas a tener que ir hermanito, si no querés terminar de enloquecer a tu madre y llenarme de vergüenza a mi.
- Bueno, Sole, bueno- dijo Fran con voz queda- no se enojen conmigo. Es que por momentos no aguanto más. No puedo soportar la voz de ésa mujer en mi cabeza. No puedo soportar creer lo que me dijo, y sentirme sólo como un perro. Cuando ella me dejó es como si algo se hubiera muerto en mí y después de ver a la vieja siento como una gangrena que me carcome por dentro. Como una podredumbre
hedionda. – terminó casi en un sollozo, como el de momentos antes
- ¡ No te digo que éste pendejo está loco!- casi gritó Soledad.
- ¡ Soledad , por favor!- contestó su madre, tomando la tarjeta y leyéndola, luego la guardó en el bolsillo de su camisa.

lunes, 15 de noviembre de 2010

Segunda Parte de Brumas Novena Entrada

El oficial apurado.
-Yo , le cuento las cosas como son, ni largas ni cortas. Si usted no quiere tomarme declaración , me dice y listo.- Dijo Milagros del Carmen Ardiles, argentina, nacida el 30 de Octubre de 1984. Pelo castaño, tez trigueña , ojo marrones, de 1m72 de estatura, sin otras señas particulares.
-Continúe – contestó secamente el hombre rapado, mientras prendía un nuevo cigarrillo a pesar del gran cartel que debajo del escudo de Entre Ríos , decía “Prohibido Fumar”.
- Bueno como le decía no noté nada raro en él. Al contrario si algo noté en él, es que estaba mejor que en otras oportunidades, mejor que las semanas anteriores. Infinitamente mejor que meses atrás . Nosotros creíamos que podía intentar algo. Pero no ahora sino muchos meses atrás, cuando andaba borracho por todos lados y a toda hora, cuando la madre tuvo que quitarle la moto. Yo diría desde que vino del paseo de fin de año , mire lo que le estoy diciendo, hace un montón de tiempo hasta que empezó con el especialista ése que lo trataba. A partir de ahí, el pendejo mejoró, mucho. Pero mucho. Yo diría que hasta el momento éste del que estamos hablando había mejorado mucho. Y yo lo he pensado y repensado durante mucho tiempo, mañanas , tardes y noches enteras con ése pensamiento en la cabeza. Nunca me cerró lo que dijeron ése día, que por otro lado es lo que se dice todavía. Y armando el rompecabezas en mi mente, si bien no soy de las más despiertas, yo comprendí lo que ví. Mucho después de haberlo visto. Después que se me pasó la locura . Después que el llanto dejó de mojarme los ojos a cada rato.
-Por última vez le pido que sea breve.- dijo el rapado con un molestia casi exasperada.- usted habló 45 minutos y yo he escrito dos renglones, por favor señorita sea breve.
- Que quiere que le diga cuando esto pasó yo estaba destruida, se imagina, como para no. La cabeza no me funcionaba. Estaba como en una nube. Recién con los días pude empezar a reconstruir todo aquello a darme cuenta. Yo la primera vez que los ví en la camioneta fue cuando caminaba hacia el parquecito estaban en la esquina del barrio San Francisco , escuchando música , sentados en la parte trasera de la caja. No me llamó la atención siempre andan por ahí.

Volver a ser feliz
Mili subió con Fran , la Agrale avanzó por Boulevard España, el negro Seba los siguió en su Honda 125.La noche era fresca , agradable. Fran sintió el cuerpo de su amiga chocar contra el suyo cuando frenaron en calle Moreno , debido a una camioneta que cruzó el Boulevard a toda velocidad, sintió sus formas de mujer contra su espalda y una calidez interior que creyó perdida para siempre, invadió su cuerpo. Era la primera vez que tomaba cabal conciencia de la belleza de Mili, de la profunda femineidad que emanaba de su cuerpo. La primera vez que se sentía casi embriagado por el perfume de su amiga. Giró la cabeza para ver el rostro sonriente de la muchacha con sus cabellos arrastrados por el viento. Y de repente Fran volvió a ser feliz. Como en otras noches lejanas. Le pareció un mal sueño , todo lo pasado. Como si alguien bruscamente le hubiese sacado una capucha de su cabeza y volvía a ver el mundo tal cual era. Un nuevo amanecer que desgarraba las largas tinieblas de ésa noche larga y triste , de la que venía.
Que lo despojaba de los harapos mugrientos y malolientes de náufrago con los que estaba vestido y lo arropara con blandas prendas perfumadas. Y no es porque Fran pensara en entablar una relación con su amiga, que por otro lado nada lo prohibía.
Sino que Fran volvió a sentir. Nuevamente invadido por la vida. Cómo un brote , como una brizna de hierba emergiendo de la nieve al inicio del deshielo. Fran pensó , que por fin volvía a sentir su alma, que no se la habían robado como al loco Santella. Y fue feliz de repente, así como únicamente se puede ser feliz. Bruscamente en el momento menos esperado.
El negro Seba sentado sobre calle Centenario de espaldas al tránsito, conversaba con sus amigos mientras masticaba la pizza con anchoas que tanto le gustaba, con Mili bebían cerveza, Fran tomaba una gaseosa cola. El negro notó a su amigo , contento, como desde años atrás no lo veía. Charlaron los tres largamente, de diversos temas, de música, de cine y televisión. Calamaro ponía su “Corazón en venta” desde los parlantes del bar. Cuando vio la camioneta de Matías, le pareció ver el perfil de ella a su lado. Guardó silencio. Fran estaba tan contento, que no valía la pena nombrarla. El de espaldas seguramente no la vio y eso es como si nunca hubiese pasado. Y de todas formas como decía Fran , eran cosas terminadas, ya fueron, no existen más. No sería él el que las traería a la superficie, no sería él el que exhumaría los cadáveres del pasado.
- ¿Que te pasa negro? – preguntó Mili- estás como ido.
- Nada en absoluto, me quedé escuchando a Andrés Calamaro, es un capo total. Me encanta .
- Si capísimo.-intervino Fran en el momento que un agudo ruido de neumáticos sobre el asfalto casi enmascaró su voz, giraron la cabeza pero solo vieron unas luces que se alejaban por Centenario, tras un grupo de chicos que cruzaba la calle.
- ¡Hay locos para todos los gustos! .- dijo Mili, mientras se acercaba la jarra de cerveza a la boca, meneando la cabeza , demostrando incomprensión ante la conducta de los automovilistas. En la vereda de enfrente un par de inspectoras de tránsito, reían y conversaban animadamente con dos motoqueros estacionados contra el cordón izquierdo de la calle.
Ese fue el momento en que Facu llegó , a espaldas del negro Seba, golpeándolo con sus palmas en ambos hombros. Le dio la mano a sus amigos, besó a Mili en una mejilla y diciéndole un piropo se sentó a su lado.
Llamó al mozo pidió una copa de vino tinto con hielo y un pebete de jamón y queso caliente. Miró a Fran , y se sorprendió de verlo tan contento. Por fin su amigo volvía a ser el de antes. Decidió no decirle , que la había visto subir a la camioneta de Matías, para que revolver en el estiércol. En cambio se puso a contar sobre una carrera de Karting que se llevaría a cabo , la semana entrante. Un primo suyo de Ramírez, vendría a correr . Los invitó a que lo acompañaran. Todos estuvieron de acuerdo. Mili lo interrogó burlonamente sobre el aspecto físico de su primo.
-Siempre desee correr en Karting- dijo Fran de improviso.
- En una de ésas mi primo, te lo presta unas vueltas , la mañana del Sábado, cuando prueban el circuito. Casi seguro, vos dejalo en mis manos nene. No son difíciles de manejar , despacio por supuesto, en competencia es otra cosa. – dijo Facu
- Estaría buenísimo – intervino el negro Seba
- Bueno yo le voy a decir, los dos van a ser unos bólidos el fin de semana- contestó Facu con una sonrisa y dando una palmada sobre el muslo de Fran.
- No sé por que nos insultas.- le agregó Fran- si nosotros somos dos bólidos vos sos un estípido
Rieron con ganas, bajo la noche cálida.


Aquellos papeles y el páramo.
La mujer miraba los papeles que estaban sobre la mesa, con ambas manos en la cabeza, inclinada hacia delante. Sus cabellos le ocultaban parcialmente el rostro desencajado por el dolor. Las lágrimas caían algunas sobre la mesa , otras en cambio resbalaban sobre sus antebrazos, embebiendo las mangas de su camisa. En el silencio de la habitación, solo el tictac de un reloj de pared, de alguna manera rompía la uniformidad del vacío. Vacío. Ausencia. Miraba aquellos papeles e intentaba de alguna forma a través de ellos, recuperar al perdido, rescatarlo , traerlo nuevamente al reino de lo sensible. Encontrar en aquellos objetos, la esencia de quien los poseyó. En ésa letra conocida desde hace tantos años, encontrar las palabras , que lo retengan aún. Las explicaciones de lo inexplicable. El trazo secreto que revele su destino, el sitio donde podrá reencontrarlo a través del frío y de la tumba.
La desolación del cuarto vacío, de la cama tendida y prolija que ya no albergará su cuerpo joven e inquieto. La ropa colgada para siempre en el ropero. Los discos compactos uno al lado del otro, quietos y silenciosos para siempre como su dueño. Y de tanto en tanto , una leve brisa que mece la cortina y ella se queda mirando el vacío , como esperando ver el espíritu inmaterial del ausente, sonreírle desde la nada, regalarle ése instante infinitesimal de su presencia por el que ella daría su vida.
Y piensa en el frío , en el frío de la tumba, sin frazadas ni estufas. Alejado para siempre de sus cuidados. Impedida de taparlo, de arroparlo, de acariciarle los cabellos húmedos por la fiebre, de besarlo dormido. De mirarlo en las mañanas partir , con ésa indiferencia tan propia de los jóvenes. Con ésa belleza varonil y fresca. Y vuelve a llorar con un llanto profundo, débil, un llanto que nace desde lo más profundo de sus entrañas. Un llanto que va echando fuera, años y años de amor y de cuidados. Imágenes . Sonidos. Olores. Un llanto que poco a poco le va secando el alma hasta dejarla , árida , arenosa. Hasta convertirla en un paisaje desolado. En el recipiente de la nada. En un erial, inhóspito y estéril. En un páramo.

miércoles, 10 de noviembre de 2010

Segunda Parte de Brumas Octava Entrada

De fierro con los amigos.
El negro Seba fumaba su cigarrillo número mil. Había decidido no aceptar ése trabajo como patovica, que le había ofrecido el gordo Jorge. El físico lo tenía pero no el carácter. Pegarle a unos pendejos, no , eso no era lo suyo. Los otros porque no eran de Nogoyá , venían hacían su trabajo y se marchaban. La vacante se había producido por el rubio , ese que había representado a Paraná , como físico culturista. Inspiraba mucho respeto y según dicen era muy violento. Pero había caído en un cuadro depresivo por una reyerta severa con su pareja, que también trabajaba de patovica en un boliche de Victoria. Dicen que ahora , desde hacia varias semanas no salía de su casa. Pobre tipo, pero bueno así es la vida pensó, el negro Seba , para enfermarte solo tenes que estar sano. Pero no, ese laburo, no era para él. Estos locos fajaban a cualquiera, lo sacaban a sopapos hasta la calle, sin ningún drama, pero él no podía hacer eso. Y si después se encontraba con la madre , el padre o algún hermano o hermana del pendejo , que cara pondría. No , no , no era para él. Venir , hacer un laburo así y luego tomársela en el primer micro, eso cualquiera. Pero , quedarse a convivir , eso es otra cosa. Sí mejor seguía laburando en el taller. Cacho era un buen tipo, le enseñaba, le pagaba religiosamente. Además como era sabatista tenían los Sábados libres . Ya el Viernes a la noche , se encontraba en total libertad. Trabajaba hasta las 19hs o a veces Cacho le daba a alguno de ellos horario corrido y a las tres de la tarde estaba libre. El negro sabía que algún día tendría su propio taller. Miró su reloj, tendría tiempo de terminar de peinarse, al negro le gustaba salir bien peinado y bien arreglado. Una cosa era cuando uno estaba trabajando, que podías estar engrasado hasta las orejas , pero otra cosa era cuando uno salía con los amigos. Al negro le gustaba estar limpio y prolijo. Se peinó con gel , se arregló la remera celeste con inscripción “ Entreremo nella storia” , volvió a mirar su reloj, encendió un nuevo cigarrillo tomó las llaves de la puerta del frente que estaban sobre la mesa y salió a la calle. Fran lo esperaba en el parquecito del automóvil club. Quería contarle de su decisión de no aceptar el trabajo que le había ofrecido, el Gordo Jorge. Además el lo tenía montado en un huevo al Gordo Jorge, porque él siempre sospechó , que ése gordo hijo de puta, tenía algo que ver con lo que le pasó a Fran. Y el negro Seba, colérico e impulsivo, a pesar de ello, era de fierro con sus amigos. La crisis de Fran , su amigo de toda la vida. Con quien incluso tenía más afinidad que con Facu su otro amigo de toda la vida, éste último , era más intelectual , amigo de las novelas y boludeces por el estilo. Fran era más campechano más de pueblo. Una forma de ser más llana , más sencilla. Y al negro Seba la crisis de su amigo le había dolido mucho. Se le hacía un nudo en el estómago de la bronca que le agarraba de verlo en el estado en que quedaba después de tomarse todo. Pero bueno ahora gracias al médico ése de Rosario andaba mejor. Mucho mejor diría yo. Como si hubiera alcanzado la otra orilla después de vadear un arroyo crecido .
Se acercó circulando por calle Fitz Gerald, giró por Bv. España y frente al supermercado lo vio sentado a su amigo, con una chica que le pareció Mili.
Estacionó su Honda Titán al lado de la Agrale de Fran que hacía poco había vuelto a usar. Saludó a su amigo con la mano. Se acercó le dio un fuerte apretón de manos y saludó a Mili con un beso.
- Que haces flaca- dijo el negro Seba
- ¡Acá estoy! Con mi amigo Enero- contestó la Ardiles riéndose, a la vez que abrazaba a Fran afectuosamente
- ¡ No seas hija de puta Mili! Si algún día fresco debe tener- dijo el negro Seba
- ¡Qué amigos bárbaros que son ustedes dos! – intervino Fran.
- Sabes que te queremos mucho pendejo- dijo la Ardiles, mientras le daba una suave palmada en la nuca.
- Che , loco, te voy a contar lo que decidí , con el asunto ese del gordo forro. No voy a aceptar. No es para mí. Además a ése gordo lo tengo montado en un huevo y tener que aguantarlo todos los días, puede llegar a ser insoportable.- dijo el negro Seba.
- Yo te aclaro algo negro, para mí no existe ningún problema, en que trabajes con ese loco, para mí son temas superados o por lo menos así lo creo. Mi terapista me hizo ver , que nadie actúa por que lo obliguen los demás, o por lo que le dicen los demás, que probablemente metieron la cuchara , pero bueno eso para mí es historia vieja. O trato al menos.-comentó Fran mirándolo a los ojos. En su frente una gran cicatriz estrellada unía el cuero cabelludo con las cejas. Dándole el aspecto de un hombre marcado. Cómo aquel que en su cuerpo lleva impresa una señal, cómo los personajes mitológicos. Cómo los reyes ocultos de pueblos sojuzgados, que deben escabullirse entre la multitud para escapar del exterminio.
- Usando tus palabras, loquito, nadie me obliga, yo he decidido. Para mí primero, los amigos, los que quiero, después lo demás- dijo el negro Seba , con un gesto de su mano derecha con la palma hacia delante que formó un arco desde la altura de su rostro hasta depositarse sobre su rodilla- nadie me obliga , lo rechazo porque quiero.
- ¡Pero bueno negro boludo, ni que estuvieras rechazando una beca a la Universidad, tanta alharaca!-intervino Mili.
- ¡Callate flaca! No le contés a Fran que me mediste las bolas, al gurí no le interesa conocer nuestras intimidades.- Contestó el negro Seba con una aparente seriedad y con gesto de fingida amonestación.
Los tres muchachos continuaron charlando amigablemente por un largo rato. Luego decidieron ir al centro a comer unas pizzas .


Sin ninguna flor.
La casa flanqueada por el viejo molino se agrandaba poco a poco, ahora se podía distinguir un pequeño cerco , seguramente de alambre tejido, cubierto aparentemente por trepadoras y un arco de medio punto sobre un pequeño portón de caño y malla cima. Fran se acercó, con paso indeciso. No sabía bien porque había decidido hacer caso a su hermana y concurrir allí. Miró hacia atrás el sendero entre los árboles por donde había caminado momentos antes, le pareció lúgubre , mojado por la llovizna y mecido por las ráfagas de viento. Pero y si realmente existía la posibilidad de recuperarla. Si realmente existía la posibilidad de que todo retornara al camino que nunca debió abandonar. Poco a poco la razón se había visto desbordada por ésos fantasmas ancestrales que trae el hombre consigo desde siempre, por ese inconsciente colectivo que atesora las vivencias de las razas, de los pueblos primitivos. Ese mismo bagaje de sentimientos primitivos que nos hace mirar largamente el fuego, perplejos ante las llamas , con un inexplicable sentimiento de bienestar ante el crepitar de los troncos encendidos. O temblar de terror ante un rayo cercano. El placer de ver caer la lluvia sobre los campos o el miedo a las tormentas. Algo de nuestro interior profundo, algo que surge de las fosas insondables de nuestro espíritu, dónde aún habita nuestro antepasado nómada. Asoman los demonios, los talismanes, los dioses, la magia. Y la razón se ve jaqueada, y en ése momento es cuando el hombre se arroja a los brazos de lo incomprensible. De lo inasible a través de la razón. Y toma el camino que lo llevará a ése mundo oscuro, donde se pueden manejar las voluntades, donde se puede influir sobre nuestro futuro, donde se puede recuperar lo perdido. Donde hasta se puede trasponer los portales de la muerte. Pero en cuyas sombras, nunca estaremos seguros. Donde podremos rogar, averiguar, comprar. Pero donde nunca seremos libres ni soberanos sobre nuestro propio ser. Rodeados por ése aire denso y misterioso que todo lo invade, que penetra hasta nuestros huesos. Pero el hombre igual se arroja a los brazos de lo incomprensible .
Fran se acercó al portón metálico , oscuro de herrumbre y hizo tañir un cencerro viejo colgado del arco vegetal. Y esperó. Esperó un tiempo interminable mojado por la fría llovizna. Miró hacia el camino, el muchacho de campera roja, ya no se veía. Fran miró alrededor suyo, en el preciso instante en que una bandada de morajúes, levantó su negro aleteo del campo lindero y se dirigió a la arboleda que rodeaba la casa. A él le parecieron sombras aladas que se elevaban desde el fondo de la tierra, le parecieron una lluvia de carbones infernales que impactaban sobre el contorno vegetal de aquella morada de espanto. Nuevamente hizo tañir el cencerro, con la decisión de que no lo volvería a hacer. Que si nuevamente la espera se prolongaba sin que nadie abriera la puerta de la casa, desandaría el sendero para siempre, montaría a su moto y dejaría toda aquella locura atrás. Ahora los morajúes se acomodaban en las ramas de las casuarinas, protegiéndose de la llovizna y el viento. Miró hacia el interior del cerco y le sorprendió no ver ninguna flor.

jueves, 4 de noviembre de 2010

Segunda Parte de Brumas Séptima Entrada

El predador.

Matías hacía casi dos años completos que no vivía en Nogoyá. Estudiaba derecho en Rosario. Su pequeño mundo pueblerino , se amplió. Con la misma sorpresa que experimenta un hombre de tierra adentro, la primera vez que ve el mar. Estaba por empezar a cursar el 3º año , como alumno regular. El microcosmos en que había vivido su adolescencia, en el transcurso de la educación media y los EGB, o como quiera que se llame en la actualidad , lo que antaño dio en llamarse educación secundaria.
Ese microcosmos , en que todos sus actores eran conocidos en menor o mayor medida, en el que los lugares eran conocidos en menor o mayor medida. Se rasgó, como lo haría una cúpula, dejando ver el cielo. El universo. Otro mundo. No quiero decir con esto que Matías fuese un ignorante de las grandes ciudades, o que nunca hubiese viajado a Paraná, Rosario o Buenos Aires. Quiero decir , que éstos paisajes no formaban parte de su cotidianeidad. Si lo eran los Ciber, los video juegos, la play station , la ropa de marcas para jóvenes, y todo lo que hace a la sociedad de hiperconsumo globalizada. Pero no el lugar físico, la experiencia cotidiana , el intercambio, interrelación personal.
El apuro, la exigencia, la despersonalización. Con la ruptura de ese microcosmos, de ésa incubadora, se vio enfrentado o mejor aún incorporado a un mundo nuevo distinto. A rostros nuevos, a siluetas nuevas, a bamboleos nuevos. Y a nadie debería provocarle sorpresa que un chico de su edad, priorizara a las chicas. Ahora las encontraba en una variedad enorme de formas y gestos, de estilos y estaturas. Insinuantes y tímidas. Mujeres. Muchas mujeres. La impresión inicial que siente un estudiante del interior, al llegar a una universidad cualquiera, a una facultad cualquiera, y verse rodeado por cientos de mujeres hermosas que se apretujan a tu alrededor en una ventanilla o en un transparente , o al ingreso de un aula. Es haber llegado al paraíso. Muslos , glúteos, pechos, ojos, cabelleras, perfumes excitando los sentidos, con el poderoso impulso de la novedad. Matías no era un tipo feo, más aún podría decirse que sus rasgos y conformación general eran atractivas al sexo opuesto. Si a eso le sumamos , que tenía una particular forma de desenvolverse, muy suelto , con una facilidad de expresión llamativa y una sonrisa fácil. Por lo que a nadie puede extrañar , que tuviera suerte, más veces que las que no la tuvo. Por lo tanto sus regresos a Nogoyá, fueron cada vez más esporádicos, por razones de estudio , pero también por razones que podríamos denominar de recreación. Una de ésas pocas veces, aburrido, siempre lo aburría el permanecer mucho tiempo en su casa , tomó la camioneta de su padre y salió a pasear,
“a dar unas vueltas” para utilizar su forma de expresarse. Giró lentamente por calle 9 de Julio, mirando atento para reconocer alguna persona de su antiguo entorno. Le parecían décadas los años , que lo separaban de su etapa anterior. Que pequeño había sido en aquellos años. Que pequeño de mente. Rió . De mente , no demente. Aunque quizás también en parte fuese un pequeño demente. Volvió a reír para sí. Justo en ése momento la vio . Caminando del brazo de su amiga por la ancha vereda del Parque del Bicentenario. Detuvo la marcha de su coche , junto al cordón de la vereda y con dos o tres palabras corteses las invitó a subir. Los Babasónicos desde el pasacd cantaban “ Y qué ella me gusta y yo a ella también….” Giraron por Caseros. Vale vio a su amigo, en el bar de la esquina de San Martín departiendo con un grupo de muchachos gesticulantes, bajó la ventanilla y le hizo un gesto de que más tarde lo vería. El muchacho levantó su pulgar en gesto de asentimiento. Continuaron paseando y escuchando música, con ésa charla intrascendente común en ésas ocasiones. Se cruzaron con el gordo Jorge , que manejaba su Ford K tuneado en la esquina de Alem, los saludó con un parpadeo de las luces delanteras y su índice extendido sobre el volante. Rato después Vale se bajó en busca de su amigo. La ocasión hace al ladrón, pensó Matías. Si esto le hubiera pasado cuatro años antes, hubiera sido para él un regalo del cielo. Pero hoy , después que tanta agua corriera bajo el puente, era solo una ocasión más.
Pero Matías pensó, las ocasiones no se pierden. Y en el fondo de su pecho , aquella vieja colilla encendida del odio, se reavivó. Y se sintió de alguna forma como un caballero medieval que está en ocasión de vengar su honor mancillado y cobrarse la ofensa. La miró y sonrió. Con los ojos de los grandes predadores , al ver su presa pastando en la sabana o en un claro del bosque.



Continúa la declaración de Milagros


-A la tardecita me encontré con él, en el parquecito del automóvil club, un encuentro casual . Pero frecuente. Muchas veces nos juntábamos a charlar. Yo lo apreciaba mucho. Para mí era un tipazo . Así de simple, oficial, para mi era un tipazo. Andaba en la mala , es verdad, como puedo andar yo , o puede andar usted. Nadie está a salvo que le pase algo así. Pero andaba mejor, fíjese, andaba mejor. Serían las 18,30 hs. más o menos , yo no me fijé en el reloj, la verdad, no me fijé. Una no se va andar fijando en el reloj con cada cosa que hace. Ahora que usted quiere saber, si tiene razón , uno debería fijarse la hora. Pero , que se yo , en una de esas salgo de acá y me pisa un auto. Y usted , bueno capaz que usted sí, porque está escribiendo en esa máquina, pero otro , uno que yo me cruce en el pasillo o en la escalera , no se va a fijar la hora en que yo salí de acá. Dígame, oficial , si en eso no tengo razón. Bueno pero como le decía sería más o menos ésa hora porque yo salí de mi casa a las 18,10 hs más o menos y ahí si me fijé en la hora porque en la cocina de casa tenemos un reloj grandote , de ésos de pared , a pilas a papá se lo regalaron los que le venden los neumáticos.
- ¡ A su padre es el de los transportes! La Flecha creo.
- Sí , ese es mi padre. Bueno como le decía . Le aclaro que yo ya soy mayorcita de edad, fíjese en la fecha de nacimiento. Mi padre no tiene nada que ver con lo que yo vengo a decirle. Como le contaba la hora de salida si me la acuerdo, porque cuando voy a salir siempre me arreglo en el espejo del aparador de la cocina comedor y automáticamente me fijo en la hora, en ése reloj de pared. Una costumbre de cuando iba a al escuela, que siempre tenía que salir apurada , de ahí lo de fijarme en la hora que salgo de mi casa. Ese día me fui caminando. Otros días salgo en la moto, pero la tenía mi hermana que se había ido con el novio al polideportivo a ver un partido de rugby o no se que cosa. Casi siempre que salen él la lleva , pero justo ése día se le había roto el auto , o lo había prestado no se que historia, la cosa es que mi hermana me llevó la moto y yo me quedé en casa a pie. A mi le digo en realidad me encanta caminar , así que mucho tampoco no me molestó que se llevara la moto. Y yo calculo que caminando , no muy rápido como camino yo, porque yo cuando camino lo tomo como un paseo. No soy de ésas que andan corriendo. Si estoy muy ajustada de tiempo me tomo un remise y chau. Calculo que caminando así como yo camino en 20 minutos estoy en el parquecito. Si póngale, 15 minutos , no menos de eso así que tiene que haber sido alrededor de ésa hora, la hora en que lo encontré. Yo le digo , que siempre lo encuentro , no era que ése día en especial lo encontré. No, no , oficial, yo siempre charlaba con él y paseaba con él. Éramos amigos vio. Y no de ahora, de años. Años , desde que era un gurisito, que lo conocíamos con Delfi.
-¿Usted cuando lo encontró ahí en el parquecito noto algo raro, en él algo distinto?
- Pero, oficial, ya le dije que andaba en la mala, había tenido problemas. Que una minita le había colgado la galleta. Había quedado medio trastornado. Se le había dado por la bebida. Pero se había tratado. Con un médico de Rosario. No sé quien, él le llamaba “el doctor” nada más y yo nunca le pregunté que quien era, ni nada. A mi que me interesa. Por mi cuanto más lejos los médicos , mejor. Como le digo , se lo veía bien. Aparte ya había vuelto a salir con sus amigos, normal, mire normal. Yo para que le voy a mentir.
No gano nada mintiéndole. Yo lo que quiero es que se sepa la verdad y por eso vengo a contarle lo que ví .
La más alta de las mellizas Ardiles, se incorporó en la silla apoyando nuevamente los codos sobre la mesa de madera y pidiéndole un cigarrillo al policía. Lo encendió y aspiró fuertemente el humo. El hombre rapado, la miró entre aburrido y molesto, y apoyando sus manos a ambos lados del procesador portátil le dijo
- Señorita Ardiles. Si usted sabe algo importante , sobre esto continúe . Trate de ser más concisa. No dar tantas vueltas. De lo contrario ahorremos su tiempo y el mío.