martes, 28 de septiembre de 2010

Segunda parte de Brumas 3º Entrada

El sueño.

La habitación era extraña. Pero era su habitación. Las gotas estallaban contra el techo de chapas. Los golpes sonaron en la puerta de calle. Secos , definidos, tres seguidos con un intervalo regular. Golpes de nudillos contra la madera.
Giró la cabeza sobre la almohada y se quedó mirando la pared. Blanca , con islas de humedad que formaban un archipiélago . Múltiples formaciones blanco grisáceas de bordes policíclicos. Que parecían moverse y trocar sus formas ante los ojos entornados.
Los golpes. El viento sacudía las hojas de la ventana cerrada y algunas gotas aisladas golpeaban contra los cristales, invisibles tras las cortinas. Miró el cuarto, donde los muebles estaban dispuestos de una forma que le pareció extraña. Pensó en ella.
Quizás ella golpeaba a su puerta. Volvería a él. Todo recomenzaría.
Seguramente se estaría mojando en el umbral y por eso golpeaba con tanto ímpetu.
Las manchas de humedad se fueron mezclando, fusionando , adquiriendo poco a poco el aspecto de su rostro. Le sonreía desde la pared. El no pudo reprimir su sonrisa como siempre que la veía así. Se sobresaltó, seguramente ella querría compartir la tibieza de su lecho, expuesta a la intemperie , como estaba.. Se incorporó bruscamente y salió de su habitación hacia la sala. Se dirigió con pasos lentos hacia la puerta de calle, donde sonaban imperiosos los golpes. Las gotas seguían impactando sobre el techo con un rápido tamborileo , como el parche de un repique. La imaginó mojada en el umbral, con su cabellera empapada y cayendo pesada sobre sus hombros. Con sus ojos mirándolo , con ésa mirada tan particular que le hacía acelerar el corazón. Tomó el picaporte, giró la llave en la cerradura. Nuevamente los golpes. esta vez casi en su rostro. Abrió la puerta y lo vio. Parado bajo la lluvia, con la mano extendida , el cuello surcado por un canal violáceo y una fruta de Tala en su mano. El loco Santella lívido , regresado del infierno donde van los suicidas, le sonreía bajo el chaparrón.



El presentimiento


Los Piojos tocaban “Labios de seda” desde el mini componente sobre el estante de madera, inundando todo el galpón. Facu pasaba cera sobre la pintura, que se opacaba , pareciendo sucia, engrasada, hasta que los enérgicos movimientos circulares con la gamuza amarilla doblada en cuatro, la convertían en un espejo. El muchacho repetía la operación en distintos sectores de la carrocería. Metódico, todos sus movimientos daban la impresión de una absoluta concentración en su tarea. Un observador , lo compararía con un artesano , con un artista , con un profesional dedicado a la puntillosa realización de su obra . Pero si bien su cuerpo estaba dedicado, meticuloso, a transformar su viejo auto, en prisma espejado . Su mente estaba ausente. Los Piojos cantaban “ Y que más” decían “Como un borracho necesita un bar…”, su pensamiento volaba con la música , se detenía una y otra vez en lo mismo. Trató de recordar desde cuando lo veía así, cuando fue el momento en que la vida de su amigo se transformó.
En que preciso lugar, se despeñó , a aquel abismo de iniquidades. Durante el viaje de fin de curso lo había notado distante, ensimismado, pero claro todo era un torbellino, una novedad tras otra, una excursión ,un boliche nuevo, un levante. Un tobogán de vértigo. Un fárrago. Rostros transcurriendo en una secuencia interminable. Rodeados de música, sexo y alcohol. Cansancio, sueños nómades. Carreteras. Ensimismamiento, mirada perdida en la distancia, ojos inyectados. Todo en conflicto de intereses. Todo desubicado como una nariz en la nuca. Trató de recordar ¿desde cuando lo veía así?
Todo comenzó en esa época o sus arrabales. Cuando Ami lo dejó, guardó una apariencia de normalidad. Nada de euforia. Nada de pum para arriba. Pero podría decirse una conducta digna. Como diciendo “ Si, me jode lo que me hiciste , pero bueno ya está . Por algo será. Ya vendrán tiempos mejores” Durante varios meses , parecía haberlo superado. Hasta se podría decir que andaba contento. Como más libre, más despejado. Si , fue para ésa época. En el catamarán él lo notó. Claro, no le dio importancia pues sus prioridades eran otras, en ése momento. Cosas diametralmente opuestas a la preocupación por el silencio de un amigo, a la preocupación a la falta de respuestas a su preguntas, a la preocupación por el súbito autismo . En el catamarán lo notó. Pero no lo valoró en su verdadera dimensión. En realidad no le dio importancia alguna. Ahora el cambio era evidente. Como si en el transcurso de los últimos meses su personalidad hubiera dado un vuelco radical. Como un flor que se cierra. Como un cuarto, luminoso , aireado, en el que penetran los aromas del jardín , que de pronto es cerrado transformándose en oscuro , sofocante , invadido por el vaho de la humedad y el encierro. Hoy por la mañana cuando lo vio, lo reconoció por la ropa, tambaleándose por la vereda con su cara mirando al suelo. Con el apósito blanco y desprolijo que le daba el aspecto de un novillo pampa o de un caballo malacara. Siempre le quedó la duda si fue reconocido por Fran, lo miró por las hendiduras de sus parpados violáceos y se dibujó un esbozo de sonrisa en sus labios congestionados y mojados por una saliva resumante que formaba burbujas en las comisuras. El fue sin duda el objeto de su mirada.¿ A quien vio en realidad? es la pregunta, que Facu se realizó con insistencia.
El auto ya casi estaba brillante íntegramente. La carrocería al menos,! los paragolpes y las insignias eran otra cosa!. Una tarea más ardua, más lenta, más prolija. Facu se paró retrocedió unos pasos para mirar su obra con perspectiva, en el mini componente Nirvana tocaba “About a girl”. Penetrando el rasgido de la guitarra por cada resquicio del galpón, mientras el muchacho seguía el ritmo con las palmas sobre sus muslos. Kurt Cobain , músico acorde con sus pensamientos. Facu sonrió, con la coincidencia trágica. Luego prestó atención a la patente que estaba manchada con la linfa de insectos impactados. Facu pensó por un instante en la fragilidad de la vida y luego se dirigió a la pileta de lavar donde estaba el cepillo que necesitaría para limpiar la chapa impresa, de los detritos de la muerte. El lo había mirado por las hendiduras de sus párpados violáceos y había sonreído. Cuando el lo acostó en su cama aún sonreía . Cuando lo tapó con la colcha ya dormía profundamente con una respiración pesada , estertorosa, pausada. Como la respiración de un ogro en los cuentos de hadas de la infancia.
Sumergido en una inconciencia sanadora. Vuelto al país de los sueños , que trataba de recuperar en la vigilia , sumergiéndose en el alcohol. Cuando de pronto se sentó al borde de la cama con las hendiduras de sus parpados nuevamente entreabiertas, Facu lo tomó por los hombros y lo volvió a acostar. Nuevamente el resoplido rítmico , cerro las cortinas y salió a la calle junto con las primeras gotas. Tendría que ponerle detergente , las manchas eran más rebeldes que lo que su apariencia hacía suponer. En la depresión de los números era especialmente difícil limpiar. El sol aparecía en forma esporádica, en algún claro del cielo, y volvía a ocultarse tras las nubes. El viento sur limpió la atmósfera de humedad. Facu sintió frío en la espalda. Un escalofrío le recorrió la espina dorsal erizándole los cabellos de la nuca. Sacudió la cabeza como negando y continuó su tarea. Cuando posteriormente, el negro Seba llegó, se sorprendió de verlo de campera en una tarde tan cálida, tan agradable. El sol al oeste había abandonado definitivamente las nubes iluminando oblicuamente Nogoyá, estirando perezosamente las sombras.

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