martes, 31 de enero de 2012

Gallito Ciego. Novela. Décimo Octava Entrada

Gallito Ciego. Novela, Décimo Octava Entrada

Me vestí con mi ambo gris claro y me puse una camisa rosa pálido, abrí la puerta y salí al palier no sin antes haber mirado por el visor, llamé el ascensor y descendí a la cochera. Miré inútilmente hacia todos lados, en realidad cualquier persona normal podía ocultarse tras cualquier auto o columna mucho más aún dementes como los que yo me había agenciado  de enemigos. Pero yo sin saberlo estaba, volviéndome un paranoico.  El timbre de la cerradura me sobresaltó, abrí rápidamente la puerta buscando la ilusoria seguridad del interior y me senté frente al volante. Puse en marcha el coche y coloqué la marcha atrás, retrocedí de forma bastante brusca y toqué el paragolpes de un Seat  Córdoba cuya bocina empezó a sonar en forma intermitente me dirigí hacia la salida mientras dejaba el sonoro arbolito de navidad atrás, la rampa estaba baja así que no tuve que esperar mucho tiempo. En instantes estaba en la calle, el bullicio del tránsito ocultó definitivamente el escándalo de la cochera. Al llegar a la redacción saludé al portero, quien me contestó con un gesto automático de la mano enfrascado como estaba en leer un ejemplar de Paparazzi, según recuerdo con una exuberante bailarina casi sin ropa en la tapa.  Ingresé en la recepción donde  Margarita con su cara de nada me alcanzó un sobre y me informó que  el Dr. Riedel Liand quería verme en cuanto llegara. Mi olfato me indicó que esto podía tener mal olor. Él pocas veces se mezclaba con el populacho, solo se reunía con  integrantes de lo más granado de la empresa, con la élite de la revista. Subí la escalera hasta el primer piso y tomé por el pasillo hacia la izquierda

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