sábado, 4 de septiembre de 2010

Undécima Entrada de Brumas



Este es el último capitulo de la primera parte de brumas. En la próxima entrada comenzaré a publicar la segunda. Abrazos.

El aquelarre y La ruptura .

Ami acurrucada en el sillón de la sala, hablaba por teléfono. Al hacerlo se comía las uñas del anular y el dedo medio de su mano izquierda. Su rostro denotaba desasosiego.
La voz en el auricular evidentemente le transmitía inquietud. Respondía con monosílabos, con un evidente desgano.
Después de colgar, aún la voz de Vale resonaba en sus oídos. El gusano comenzaba a reptar, nuevamente a horadar, silencioso y constante. El restituido muro de la confianza, mostraba grietas. Varios lo habían visto en la moto con ella, otros lo cruzaron al salir de su casa. Evidentemente , las chicas tenían razón, la estaba tomando por una idiota.
Ella era la única ciega que no quería admitir que Fran la engañaba, con ésa.
Como era posible que en todos estos años no se diera cuenta, si ahora en el recuerdo, los ojos de ella brillan de lujuria al mirarlo. Como una serpiente enroscada en una rama, mirando acercarse a su presa. De repente el sentimiento de desilusión que la había dominado meses atrás, cuando Vale le acercó el primer dato, se fue transformando en furia. En una furia que nacía de su propia autoestima dañada. De sentirse burlada.
Cerró los puños con fuerza y los apoyó en sus parietales. La habitación comenzó a esfumarse tras un cristal sucio, en la medida que las lágrimas brotaban de sus ojos y caían pesadas sobre su regazo. Su cuerpo convulso por el llanto, pareció empequeñecerse , acurrucada en el sillón de la sala desierta.
Permaneció largo tiempo quieta , con la cabeza apoyada en sus rodillas flexionadas.
El sueño comenzó a invadirla, profundamente dormida, soñó cosas horribles.
Se encontraba en un gran salón , con una larga mesa servida como para un festín.
Algunas personas se encontraban alrededor de la mesa. Ami no podía distinguir sus rostros, con la escasa luz que daban unos candelabros . Se sentía con sus piernas entumecidas , sus movimientos eran penosos, como si el aire tuviera la consistencia del agua o más aún del barro, ejerciendo gran resistencia a sus pasos. Nadie parecía verla .
Escuchaba el murmullo de las voces, la estridencia aguda de alguna risa de mujer.
Se desplazaba en medio de aquellas personas en un salón que cada vez se ampliaba más y más , hasta casi no tener limites visibles. Personas indiferentes ante su presencia como si Ami fuese invisible. Quiso hablar y notó que de su garganta no brotaba la voz.
Invisible y muda. Sobre la mesa aquella se veían fuentes de diversos tamaños, con distintos manjares. Altas copas tubulares y botellas dispersas sobre el mantel blanco. Sintió hambre. Con la dificultad de su marcha de astronauta, pudo acercarse a la mesa lentamente. En una fuente de losa blanca, distinguió unos pastelitos de hojaldre almibarados con grageas multicolores. Similares a los que comía en casa de su tía Carmen, muerta hace muchos años. Tomó uno en sus manos torpes y se lo llevó a la boca, sintió el sabor dulce en sus papilas, y fué transportada a la vieja y oscura cocina
de aquel antiguo caserón de campo. Ami pasaba casi siempre las vacaciones de invierno en su época de primaria, en la casa de su tía Carmen en el distrito Montoya . En verano , solo algunas veces, pues volvían sus primos que vivían en Buenos Aires, y como decía la tía “ No tenían comodidad”. Los pasteles eran un manjar esperado por la niña, y su tía una repostera experta y deseosa de complacerla.
Después de su muerte, Ami la recordó siempre con mucho cariño. En la medida que el pastel se desarmaba en su boca, Ami comenzó a mirar las otras fuentes , no podía distinguir su contenido, solo veía los borrosos rostros de los contertulios que tomaban bocadillos de las mismas y la miraban con una sonrisa que apenas se distinguía( o al menos eso le parecía a ella , en ése sueño, en el que de a ratos parecía invisible) Deambuló al borde de la mesa, como mareada, con una torpeza que parecía aumentar a cada paso. Las fuentes parecían cubiertas de un humo gris azulado y cuando introdujo, su mano en una de ellas, la retiró bruscamente , al notar las peludas patas de las arañas y las membranosas alas de los murciélagos. A través del cristal, en otra fuente notó el reptar de las culebras . Y pudo ver como una mujer delgada, vestida con lentejuelas , retiraba una de ellas y se la introducía en su boca, viva, luego de dejarla colgar con su mano sobre su rostro levantado. Mordiendo el cuerpo serpenteante , con una sonrisa.
Ami , presa de la desesperación, intentó correr entre aquella gente extraña y horrible, cuando de repente cerca de una gran puerta de dos hojas, con herrajes de bronce lo vio a Fran de espaldas acompañado de una mujer. Pero éste se alejó, del brazo con ésta, cuando se abrieron las altas hojas de madera lustrada, la más alta de las mellizas Ardiles giró la cabeza sobre su hombro y le sonrió , con una mueca burlona y en sus ojos brillaba la lascivia. Cuando las puertas se cerraron Ami se vio rodeada por aquellos seres sin rostro , que comenzaron a empujarla y estrujarla. Entonces despertó bajo la mirada de su madre, que parada a su lado, le preguntaba por la cena.
Ami se levantó aún somnolienta y bajo el doble efecto de la conversación con Vale y de su pesadilla, de la que aún quedaban pegados retazos pestilentes en su espíritu .
Se dirigió a la cocina y como autómata colocó la mesa y sirvió los alimentos. Su madre salió del baño, con una remera turquesa descolorida y estirada. Se sentó a la mesa y comenzó a comer callada y ausente, ajena a los pensamientos y pesares de su hija. Ami sabía que cuando estaba con ése estado de ánimo lo mejor era no hablarle. Permaneció a su vez en silencio, con la mente vacía y el estómago cerrado a todo alimento. Miró la comida sobre el plato y se le representaron los inmundos manjares de su sueño. Luego que su madre se levantara, lavó la vajilla, ordenó todo y se dirigió a su habitación.
La misma sólo estaba iluminada por la luz del velador. Colocó un disco compacto en el radio grabador y Divididos sonó “ Qué ves, que ves cuando me ves, cuando la mentira es la verdad….” Y ella lloró en silencio, hasta que ahogada en sus lágrimas y en esa extraña rabia que la invadía, muy tarde se durmió.

El final fue como todos los finales. Triste. Definitivo. Fran apoyado contra la pared por su hombro derecho, permanecía con la cabeza baja, mirando el suelo, escuchando.
Ami gesticulaba junto a él de espaldas al cordón de la vereda. Él escuchaba en silencio. Ella hablaba expectante. Esperando quizás una respuesta, una reacción que terminara con la dinámica destructiva del diálogo que había comenzado. Respuesta que no llegaba y era como si se fueran hundiendo cada vez más en ése piélago de desolación, incomprensión y desamor . Serían para siempre dos náufragos de su pasión.
Desterrados de la felicidad. Bifurcados. Solos.
Fran poco a poco, se acorazó en su dolor, en la profunda laceración que las palabras de ella provocaron en su espíritu. Rebelado contra la injusticia, temblando íntimamente con la rabia del gratuitamente acusado. Del ofendido. Los pensamientos se arremolinaban en su mente con la fuerza de un huracán. Torbellino de protestas que no lograban llegar a sus labios, sellados. Cuando levantó la mirada la vio frente a él hablando, palabras para él incompresibles, ya que sólo comprendía el inconmensurable dolor de su alma.
Vio las lágrimas rodar por sus mejillas y experimentó el impulso de abrazarla, de acunarla en sus brazos de hombre, de arrancarle a besos sus dudas y sus reproches . Pero giró sobre sí , cruzó la calle ciego y sordo, montó su Agrale negra 125 usada, regalo de su madre, y se fue.

1 comentario:

  1. GUSTAVO, GRACIAS POR PASARTE SIEMPRE. YO ACÁ, DEVOLVIENDO SIEMPRE A ÚLTIMO MOMENTO PARA NO PERDER LA COSTUMBRE, JAJAJA.

    UN BESO GRANDE, http://malatendida.blogspot.com :)

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