lunes, 20 de septiembre de 2010

Segunda Entrada de la Segunda parte de " Brumas..."

La caída.
A lo lejos logró vislumbrar la salida, oscuras figuras aparecían y desaparecían. Marchándose hacia los confines de su campo visual. Palpó la rugosa superficie de la pared a su lado, tratando de buscar un punto de apoyo. Un puerto, aunque sea precario, en aquella tempestad de los sentidos. Logró avanzar unos pasos. Bruscamente el piso se levantó hacia él, golpeándolo en la frente y la nariz. Luego permaneció vertical como una pared impidiéndole continuar. Recordó el camino cubierto de hierbas que avanzaba entre hileras paralelas de viejos paraísos, con sus rugosos troncos , socavados, con secretas oquedades y cubiertos de protuberancias ,cómo cúpulas abolladas, que les daban una pátina de antigüedad, parecían impregnar el aire de misterios olvidados, de fuerzas que a través de ocultas puertas al pasado, retornaran del ayer. Manos lo asían por los hombros y trataban de tirarlo hacia atrás , él se aferraba como un gato, a la pared piso. La tarde de invierno era recorrida por ráfagas impregnadas de una fina llovizna que le azotaba el rostro mientras caminaba. La casa se recortaba sobre las nubes grises , rodeada de casuarinas , flanqueada por un viejo molino de viento herrumbrado y por un galpón de chapas de zinc que milagrosamente se sostenía en pie. El frotaba sus manos por el frío, al marchar con zancadas dubitativas por el largo sendero. El jinete lo cruzó al paso en sentido contrario, parecía más joven que él, la cabeza cubierta por un gorro de lana negro que le cubría hasta la mitad de las orejas y le disminuía la frente hasta convertirla en una pequeña franja de piel sobre las cejas negras y nutridas. El cuello polar rojo le cubría la boca y la campera impermeable del mismo color envolvía su cuerpo con holgura, sus ojos parecieron sonreírle, como sonríen los rostros. Las manos lograron girarlo, ese gusto, ese gusto comenzó a invadirlo, deslizándose tibio por su boca. ¿Por qué reía? Porque si bien no podía ver sus labios su rostro reía. Las arrugas de los ojos hacían presentir la sonrisa, al igual que las pequeñas arrugas perpendiculares a la nariz. ¿Por qué reía? Cabalgando en aquella tarde desapacible , penetrado por las heladas partículas de agua, en un paisaje que anunciaba pantanos y barriales. Los paraísos comenzaron a quedar atrás reemplazados por casuarinas plantadas de forma intercalada, formando en conjunto una guarda griega. Cada una enfrente tenía un espacio vacío y sin embargo formaban un conjunto perimetral adecuado. Giró la cabeza par ver al jinete que ya trasponía la tranquera en el otro extremo del sendero, doblando hacia el norte hacia el puente del arroyo Malo.
Donde al atardecer, según relatan, se encienden los árboles, devorados por llamas inmateriales y los caballos se rebelan sin atreverse ha trasponerlo hasta la llegada del nuevo día , pues en esas horas entre el crepúsculo y el alba, el lugar es de las ánimas en pena que se reúnen sobre la calzada y se sientan en sus barandas. Poco a poco, solo un punto rojo acercándose a aquel lugar encantado. ¿ Por qué reía?
El gusto comenzó a bajar por su garganta. Sombras se movían delante de sus ojos, indefinidas, borrosas, emitiendo sonidos ininteligibles, el frío lo comenzó a sentir en la frente , un frío de color blanco, un frío que todo lo transformó en una mancha blanca que apenas dejaba ver en sus contornos las figuras difuminadas. Un frío que caía en pequeños torrentes sobre su pelo, como el gusto en su garganta. El frío y el gusto. Comenzó a toser, todo su cuerpo se convulsionaba con la tos y las manos volvieron a girarlo dejándolo de perfil a la pared piso. El gusto comenzó a volver hacia sus labios, entibiando el interior de sus mejillas , los bordes de la lengua. Solo un punto rojo , era ya el jinete que apenas se divisaba , avanzando como en una línea ondulada, una sinusoide que se bordaba sobre los paralelos hilos del alambrado. Acercándose cada vez más al lugar fatídico, pero con varias horas de luz aún. La casa flanqueada por el viejo molino se agrandaba poco a poco, ahora se podía distinguir un pequeño cerco , seguramente de alambre tejido, cubierto aparentemente por trepadoras y un arco de medio punto sobre un pequeño portón de caño y malla cima.
La vieja
Cuando sus dos amigos lo vieron inmóvil en aquel banco, solitario . Sintieron una sensación ambivalente, la alegría de encontrarlo, pues ya hacía un tiempo que lo buscaban y el temor de que estuviera pensando en suicidarse. Se apresuraron a descender del auto, para colocarse a su lado. Ambos sabían la profundidad de su sentimiento por aquella gurisa y la devastación que su perdida causaría en su alma. Ambos sabían que tras el Fran expansivo y charlatán había otro de una rica vida interior. Y ese otro , su amigo, era muy sensible, muy lábil emocionalmente. En cuanto se enteraron por Vale de lo sucedido, decidieron encontrarlo y recién ahora lo hacían.
Se escuchó el sonido seco de las puertas al cerrarse, casi al unísono. El grave sonido del motor regulando tras las luces enceguecedoras y las siluetas recortándose oscuras en la medida que se acercaban hacia él flanqueando la moto estacionada. El negro Seba y Facu se acercaron casi corriendo.
-Te buscamos por todos lados, loco. Por tu casa , por el parque, por todos lados y mirá donde te encontramos.- dijo Facu con un tono que expresaba reproche
-Al menos podías haber atendido el celular-le dijo el negro Seba casi gritando
- ¡ Tuvimos miedo que te hubiera pasado algo! Nos dijeron que pasaste a lo loco con la moto por el centro, casi atropellándote los coches- dijo Facu.
-¡ Terminen ya muchachos! Aquí estoy vivito y coleando, sin ningún rasguño- contestó Fran.
- ¡ Mostrame las manos ¡ .- gritó el negro Seba
- ¿Por qué?- dijo Fran , dejando el celular apagado sobre el banco y extendiendo las manos con las palmas hacia arriba- ¿ qué te pasa negro crees que te robé algo?
-¡ No para nada! Quería ver si no tenías una frutita de Tala , como el loco Santella el del cuento de Facu.- rió el negro Seba.
-¡En una de ésas me haría falta! Quien te dice –afirmó Fran.
- Ya me contaron que te han robado el alma- dijo Facu palmeándole la espalda- nada que no se solucione con unas birras y unas damas.-terminó, abrazándole los hombros con su brazo derecho mientras se sentaba a su lado.
- Vamos nene , vení con nosotros .- dijo el negro Seba sentándose a su vez en el otro flanco.
- ¡ Pero ustedes me han tomado por una mina! Me quieren agarrar aquí , lejos de mi madre y de mis tías que me cuidan- bromeó Fran. Cambiando súbitamente de estado de ánimo.
Se pusieron de pie, Fran se dirigió a la moto, subió, la puso en marcha con la primer patada y aceleró esquivando el Chevrolet 400 de Facu, que ronroneaba sobre la cabecera del puente, como un felino de metal en la cercanía de sus dueños. Las luces de Nogoyá se fueron agrandando, hasta que las sombras dieron paso a la claridad artificial, urbana. de las luminarias de sodio y de mercurio.
Por calle Rocamora , una vieja caminaba lentamente, hundiendo sus alpargatas en el polvo suelto, esquivando las huellas y los pozos. Al levantar la vista lo vio pasar y una mano invisible le apretó el pecho, impidiéndole por un momento respirar. Ahí pasaba él. Pobrecito. Se detuvo un momento a descansar, antes de encarar la subida hasta el asfalto, sus piernas no eran las de antes. Todavía tenía un trecho hasta el monumento a Silio, donde el Pocho la esperaría con la Estanciera. Ya debe estar llegando, pensó, si a la tardecita saldría de Lucas Gonzalez para acá.

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