domingo, 4 de octubre de 2009

Sexta Entrada

Notas

Marisa sentada en el sillón, de espaldas al ventanal iluminado por el sol de la mañana parecía liviana casi etérea, una figura rodeada por un halo de luz que la envolvía como sosteniéndola en el aire. Su voz desvaneció mi pensamiento, con un gesto rápido me extendió unas fotocopias. Las tomé en mis manos las coloqué sobre la mesa ratona y comencé a hojearlas en silencio “son fotocopias del diario de Azorín, algunos pasajes que me parecieron te podrían interesar” dijo “después te acercaré algunas de las notas que L tomó del libro ése, de Fioramonti, son cosas que L trajo en su última visita a papá, no hace mucho las encontré por casualidad” La miré en silencio, con ésa rara sensación que su presencia me causaba. “las voy a leer y después te comento, éste Azorín es el que según Ari del Monte le dio la primer versión sobre la llegada de Pérez de Roldan, será interesante ver que me has traído” agregué “bueno che, espero te sirva, nos estamos viendo” dijo despidiéndose. La acompañe hasta la vereda y la vi alejarse con paso rápido. Me quedé un momento disfrutando del sol de la mañana, luego busqué mis cosas, subí al auto y me marché a realizar mis actividades. Varios días después, quizás más de una semana, al retornar un libro a la biblioteca, ví la carpeta con las fotocopias que habían quedado olvidadas y decidí leerlas sin mucho entusiasmo, aquella mañana pensé que la visita de Marisa tomaría otros rumbos y proyecté en ésas hojas toda mi frustración, por lo que las dejé casi tiradas. Pero ésa noche mi estado de ánimo era otro y decidí examinarlas. Las fotocopias no eran de buena calidad, se veían oscuras y gruesas rayas negras cruzaban el texto, lo que hacía su lectura difícil , casi penosa, más aún teniendo en cuenta que se trataba de un manuscrito.
“Hoy conocí a un joven estudiante , Aristóbulo Del Monte, un muchacho despierto e inteligente quizás un poco petulante , pero no demasiado como para que su presencia sea desagradable a primera vista, no obstante cuando se entabla conversación es un chico amable y de sonrisa fácil. Conocí a su abuelo cuando ejercía en la escuelita de Cerro El Bote ya que ésta se encontraba en su propiedad, gente muy buena aquellos Del Monte! A mi me ayudaron mucho en aquellos años, yo creo que Aristóbulo es hijo del segundo de los hijos de aquel a quien me refiero. Está muy interesado en el uso de artefactos de guerra a través de la historia militar, hablamos mucho, desde los Elefantes de Aníbal hasta el Gas Mostaza y los primeros blindados. Desde la guerra aérea hasta la Arquería, el conocía mi interés por ése tema y decidió aprovecharlo. Creo que estuve casi tres horas hablando con él pero fue una charla tan amena que el tiempo se me pasó muy rápido, le conté entre otras cosas una vieja anécdota de mi familia que se ha ido transmitiendo de generación en generación respecto a un joven que aterrizó en éstas pampas más específicamente en lo que era la vieja Buenos Aires en el último lustro de la colonia, es un relato que le atribuyen a un antepasado mío , como toda tradición oral en sumamente imprecisa y probablemente repetidamente modificada por los distintos relatores. En mi familia aseguran que un joven fue catapultado (con una catapulta improvisada) desde un velero hasta la costa,, como un hombre bala circense según aseguran tuvo la suerte de caer en un cesto de ropa y por eso salvó su vida. Este personaje de alguna forma u otra luego de éste llamativo episodio de su llegada por vía aérea seguramente el primero en el mundo, de una u otra manera imprecisa estuvo ligado a mi antepasado, por lo que éste tuvo conocimiento de su estancia posterior en Buenos Aires unido a una mujer de vida non santa, con la que engendró una docena de hijos a los que le pusieron extraños nombres. Ya he contado mi entrevista con Fioramonti hace muchos años en Lihuel Calel , encuentro tan extraño como inesperado, éste investigador afirma , entre muchas otras cosas, haber entrevistado a uno de los hijos de éste catapultado , devenido en cura con el transcurso de los años y corrobora el relato familiar de los nombres dados a los hijos : prendas de vestir. Después Fioramonti relata una serie de hechos oscuros en un pueblo desaparecido, al parecer por la ira de Dios en el que éste joven devenido en cura tuvo un papel protagónico. En éstos temas derivó mi conversación con el joven Del Monte, quien se mostró sumamente interesado, llamativamente, en éstas viejas anécdotas familiares, que para mí no pasan de ser un simple curiosidad.”. Del Diario de Azorín reproducido sin autorización.

Pje La Ilusión. Principios de 2000. La Serpiente

Este encuentro es fruto de la casualidad como casi todo lo importante en al vida.
Casi todo no todo, el resto en general es fruto del esfuerzo y la constancia. O de la astucia y la oportunidad. Me refiero a encuentros interpersonales, cuando atribuyo a la casualidad la de brindarnos cosas importantes.
Lorena era una mujer sesentona, que adquirió una parcela de campo en la zona sudeste del Departamento Nogoyá en los alrededores de un paraje llamado La Ilusión, en homenaje a quién sabe que soñador. El ancho y polvoriento camino se bifurca en éste lugar , dejando un triangulo de terreno en medio, al que socarronamente en nuestra infancia llamábamos la Plaza de La Ilusión, si el vehículo en el que uno se desplaza desarrolla moderada velocidad es conveniente no pestañear pues es posible entonces perder la visión fugaz de éste lugar. Aquí se le ocurrió a Lorena comprar “su campo” como ella misma lo nombraba, próximo a Nogoyá sobre caminos moderadamente transitables “¡Ecológico pero no salvaje!” según sus palabras.
Volvía yo, de comprar yerba mate en uno de los pequeños comercios del caserío dirigiéndome nuevamente a la casa, cuando de pronto vi la Ford Ranger roja a la vera del camino. Me detuve detrás del vehículo averiado, descendí del auto y me dirigí a la mujer que permanecía inmóvil en el volante. “¿Necesita algo, doña?” pregunté . La mujer me miró con una mirada extraña, no podría describirla con exactitud., la mirada propia del pánico, sus pupilas midriáticas sus párpados muy abiertos, el rostro pálido.
Me observó en silencio. Abrí la puerta, observé que por el asiento se escurría un liquido hacia la alfombra. Se había orinado. La tomé del brazo, traté de tranquilizarla, me encontraba en ésa tarea cuando otro vehículo se detuvo en la cuneta opuesta. Descendió un hombre joven pelirrojo de pelo corto y rostro lampiño. “No se preocupe amigo” me dijo. “La señora tiene ataques de pánico” la condujo lentamente hacia su vehículo, la sentó en el asiento del acompañante y luego se dirigió hacia mí extendiendo su mano con una sonrisa cómplice “Está más loca que una cabra, esta vieja” me dijo mientras cerraba con llave la camioneta y por celular se comunicaba para que la viniesen a retirar.. Se alejaron rumbo a Nogoyá pronto la polvareda ocultó el vehículo. Subí nuevamente a mi coche y me dirigí a la casa. Cuando llegué con la yerba, me senté junto a mi hermano en la galería. Le comenté el episodio. “Sí ,sí Lorena Berezaga , es una porteña o de la provincia de Buenos Aires, compró un Tambo aquí a dos leguas dicen que no ensilla con todas las caronas” Luego nuestra conversación derivó en otros asuntos que nos ocupaban. Cuando me llegó la esquela, me sorprendí, primero por ser una forma de comunicación muy poco usada ya, segundo por quien me la enviaba. “De no tener otra ocupación, agradecería me acompañe a cenar el Jueves, me avergüenza la situación en que lo conocí y no desearía que UD. se lleve una falsa imagen mía, envíe la contestación con Leticia (la portadora de ésta).Atentamente . Lorena Berezaga.”
Repasé mentalmente si tenía algo que hacer el día Jueves, no tenía ningún compromiso, más por curiosidad que por otra cosa y pensando que sería una entrevista breve, “con unas cuantas palabras de compromiso me sacaré de encima la vieja” pensé, acepté la invitación que sería, según me informó Leticia, en la casa que alquilaba la anfitriona en el Barrio El Morajú, a unos cientos de metros del Aero Club hacia el Este de Nogoyá.
Vi alejarse a la muchacha con paso cansino hacia Boulevard España, un suave brisa del sur movía su ropa suelta mientras se marchaba.

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