domingo, 25 de octubre de 2009

Novena Entrada de Los Custodios del Sello

Nogoyá , Febrero 1998 El Entierro

El rocío aún permanecía en los pastos. La frescura de la mañana contradecía el calendario. El cortejo se detuvo lentamente en la rotonda, los empleados de la cochería de traje negro y guantes blancos abrieron la portezuela trasera del furgón fúnebre que brillaba negro y niquelado bajo la luz matinal. En letras doradas sobre fondo negro se leía en uno de sus laterales Nicolas Octavio Alfaro Rodríguez Q.E.P.D.
Aún algunos susurros, recordaban la negativa cerrada del cura párroco, de permitir pasar el cadáver de NOAR por la iglesia. “Viejo Hereje, ¡arderá en el infierno!”
Le atribuyen haber dicho, la noche anterior, cuando un grupo de conocidos fue a entrevistarlo. A pesar de ello un grupo de viejas rezó el rosario en el velorio, y hasta una monjita cantó las letanías. Si el fallecido despertaba en ése momento, sospecho sacaría esa fauna exótica de su casa.” Que cagada lo del viejo. Sabía que estaba muy enfermo pero no pensé que tan pronto se mudaría para aquí” dijo mi primo, que tenía sus anteojos oscuros y parecía sin dormir. “No te vi en el velorio” dije. “Odio los velorios, me producen una sensación de encierro, me mareo. Definitivamente los velorios no son para mí, al único que voy a tener que ir, sí o sí, es al mío” dijo en voz baja con una sonrisa torcida. “La semana pasada antes que lo internaran, estuve charlando con él hasta la madrugada. Un tipo muy controvertido, muy singular , difícil es imaginar que exista otro tipo como éste, un auténtico destructor de convenciones.
Si hubiera sido Juez hubiera pedido su propio juicio político” continuó. “Si usando sus palabras un escupidor de sapos de tiempo completo” dije “¿Como decís?” preguntó
“Claro” continúe “el antónimo de tragarse sapos”. “Muy propio de él” dijo “escupidor de sapos, yo me imaginé no sé por qué, que te referías al sapo panza arriba que está enterrado en la Plaza Libertad, ése que si lo pisas te hace volver siempre a Nogoyá,
Este viejo era correntino, de Paso de los Libres creo, su padre trabajaba en el Ferrocarril y por eso vino a parar aquí. Me contaba, su embelezo con las maniobras de las locomotoras a carbón, en su infancia. El sueño mecido por el paso del tren que hacía temblar su cama. Estaba melancólico los otros días. Me contó que esa tarde había caminado por la costa del Nogoyá hasta el puente de hierro en La Alameda o lo que quedó de ella, recordando su infancia de mojarreros y gomeras. Me contó que te había recomendado estudiar la historia de la gomera en Entre Ríos, se reía de recordarlo.”
“Sabes que me olvidé de comentarte?” dijo casi en un susurro “ No tengo idea” respondí mientras avanzábamos por un pasillo lateral lentamente. “Me dijo que había recibido una carta del desaparecido L, pero no me contó de que se trataba, nos cruzamos con la viuda de Flores Schneider, que está muy buena te digo por otro lado, y se pusieron hablar de los camiones cisterna con agua de mar que estaban por llegar desde Brasil, puedes creer que importarla es más barato , lo que es la convertibilidad vale oro, loco, vale oro.” El cajón ya estaba depositado en el nicho, la gente comenzaba a desandar el camino, nos quedamos un rato en silencio mirando la madera lustrada que ocultaría por siempre lo que fue nuestro amigo (por siempre en nuestra medida de mortales) luego lentamente regresamos “Está rebuena la viuda de Flores Schneider, yo hace rato que no la veía y encima tiene plata, completita, completita” habló de pronto. “Espero que no te haga nadar con los tiburones” dije. Cuando Marisa franqueó el portal hacia la rotonda me dirigí hacia ella que venía flanqueada por Carolina y su hermana, y por otras personas que seguramente eran parientes a las que yo no reconocí. “Lo siento mucho” le dije con esa economía de palabras, tan propia de las circunstancias penosas, la abrace y tomando su rostro entre mis manos le bese la frente. Luego la acompañe a subir al auto de la cochería que la llevaría hacia su casa. Con las manos en los bolsillos la vi alejarse por calle 25 de Mayo hasta perderse tras el convento de las Carmelitas, me acerqué hasta donde estaba mi primo, que bromeaba con un empleado del Cementerio, nos dirigimos al coche y partimos .


Notas

“Probablemente Fioramonti salió alrededor del mes de Octubre del Bajo de los Baguales , en cercanías del Salitral de la Gotera , dónde sitúa sus últimos relatos de ése año, probablemente se dirigió al Lihuel Calel en busca de la Vieja Adela , pitonisa renombrada por ésa zona a fines del siglo XIX y principios del siglo XX . El viaje no tiene que haber sido fácil en aquel terreno hostil. Pero a mediados de Noviembre de ese año encontré al cronista en la zona, Fioramonti seguía el rastro de la diáspora de los habitantes de la ignota Villa La Ola.” Del Diario de Azorín reproducido sin autorización.

“Yo desandé el camino de aquellos desgraciados , lo desandé en sueños, noche tras noche. Tan vivida fue ésa experiencia que hasta en mi piel aparecían por la mañana, los rasguños que las malezas me provocaban en mis sueños, las ampollas que las piedras y los arenales provocaban en mis plantas. En todo el largo trayecto de su deriva, el suelo, los pastos, las matas, las rocas estaban impregnadas de una tristeza profunda, destilaban desesperanza. Yo ví a aquellas gentes danzando, jugando , apostando , fornicando en aquella plaza frente a la capilla tapiada , vi las lenguas de fuego consumiendo todo aquello hasta convertirlo en un terreno arrasado cubierto de cenizas negras, de soledad y de muerte. Como el rayo vengador de un ángel exterminador En mi último sueño vi a lo lejos un brocal ennegrecido de tizne, me acerque sedienta y al asomarme, sobre la superficie del agua como en un espejo, vi aquello. El rostro del anoftalmo que me sonreía desde la profundidad, maligno, desafiante. Se cuenta que Satán engendrará un hijo con su semen maldito en el vientre de una joven virgen, que ése será quien condenará al mundo, que nos sumirá en las llamas para siempre. Ese es el anoftalmo. La encarnación del mal. El hijo del diablo.
Yo desandé el camino de ésos desgraciados, y comprendí de que huían . Muchas noches, en mis sueños, aparece aquel brocal tiznado y mientras mis pasos se acercan , el horror me despierta. Y escucho zumbar el viento entre los pedregales, y temo verlo aparecer por mi puerta y en el fondo de mi corazón deseo el fuego purificador“

Fragmento del encuentro con la Vieja Adela extraído de “Recuerdos de un Relato en la Pampa” de Giussepe Fioramonti 1925

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