jueves, 26 de marzo de 2015

Gallito Ciego Novela Quincuagésima Sexta Entrada

Les dejo otro capítulo de Gallito Ciego, que ya se aproxima a su final...




                                           XXIII El largo regreso.

Era casi la media noche cuando me despedí del chango en la puerta de su casa. Arrecifes dormía. El manso sueño de los pueblos en las noches de semana.  La capital todavía no terminaba de salir de su vorágine diurna. Es como una ciudad insomne. Insomne Buenos Aires. Noctámbula reina del  Plata.  El abrazo del chango. De Fernando. Fue como el abrazo de miles. Abrazo colectivo. Violador del tiempo y de la muerte.  Envuelto en ésta sensación comencé mi viaje de regreso. La noche me pareció hermosa. Una noche esperanzadora. El sonido del celular me sobresaltó. Gracias a dios el tránsito era escaso en sentido contrario. Hace unos años que me es dificultoso viajar de noche. Las luces de los vehículos me fatigan intensamente. Atendí  el manos libres. La voz de la negra penetró por mis oídos.  Una voz que aún me traía reminiscencias de juventud. De otras épocas tormentosas, pero  más libres en algún aspecto. Impregnadas de ésa libertad que otorga la juventud. Solo los jóvenes son realmente libres. Luego la vida empieza a enredarnos en su maraña. Empieza a atarnos. Contesté elevando un poco el tono de voz como hacemos cuando estamos manejando. Me preguntó donde estaba. Le contesté que estaba de viaje. Ella se mantuvo un instante en silencio y luego me dijo que necesitaba contarme algo.
-¿Qué me querés contar negrita?-dije con una voz sorprendentemente suave. Quizás influida por mi encuentro con nuestro viejo común amigo. Del que aún no pensaba contarle nada. O quizás influida por el recuerdo que siempre su voz en el teléfono me traía. El recuerdo de una muchacha. Una lejana muchacha de vaqueros ajustados y remera roja. La que exhalaba sexo al caminar. Esa que aún caminaba por los senderos de mis sueños. Tan distinta a la que volvió de su matrimonio fallido. “Nunca bebemos dos veces del mismo río” la frase se me ocurrió en medio del campo bonaerense. Escuchando la voz de aquella vieja amiga.
-Estuve charlando con Shumacher sobre el tema del resucitado Serra- modulando las últimas dos palabras de una forma que interpreté sarcástica.
-¿Y que cosa pudo aclararte el inefable Javier?-le pregunté en el mismo tono. Un tanto molesto de mantener esa conversación mientras manejaba.
-No mucho. Lo que ya sabía con respecto al caso específico que me había llevado hasta él. Hasta empiezo a pensar que quizás me equivoqué de fecha.
-Bueno algo es algo. ¿Para eso me llamaste?
-No. No te llamo por eso. Pero la charla con Javier Schumacher actuó como un disparador para que realizara un ejercicio de memoria. Un análisis retrospectivo.
-¿Análisis retrospectivo sobre que negrita? Estoy manejando sabés. Y es de noche. Y tengo un largo viaje.
-¿Un largo viaje? ¿Dónde estás?
-No interesa donde estoy. Si es tan importante para vos decirme lo que me querés decir trata de ser breve. Luego personalmente podremos explayarnos.-agregué nuevamente con una voz suave. Pero ésta vez no espontánea.
-De nuestro encuentro con Furno.¿Recordás?  El desgraciado aquél que nos trajo la primer información sobre la Hermandad de Gallo Azul.-hablaba en forma rápida sus palabras fluían como un torrente de montaña- Bueno repasando mi primer entrevista con él. Cuando él me abordó en la feria de San Telmo. Bueno recordando ése encuentro-sus palabras denotaban ésa ansiedad y ese entusiasmo de los que han realizado un gran descubrimiento- Encontré lo que se nos había pasado por alto. Lo que se me había pasado por alto. El me dijo que tenía algo Made in Lanús.
-No me digas.¿Te quería llevar al teatro?-le contesté risueño. Sin comprender a que se debía tanta excitación de mi amiga.
-¡No boludo!-me gritó-¡La hermandad funciona el Lanús! ¿No te das cuenta?-quedé un momento perplejo asimilando lo que me estaba diciendo. Si. Era muy importante. Reducía el radio de nuestra búsqueda a un área relativamente pequeña.
-¿Estás segura? ¿Estás segura que no es algo que se te ocurrió después de tantos años?
-No Horacio. Estoy muy segura. Hasta puedo ahora recordar su aspecto. Su gesto. Tenemos que seguir a Videla cuando se dirija a ésa ciudad. Él nos va a guiar estoy segura. De nada sirve actuar contra el oso maldito. Tenemos que desactivar toda la organización. Evitar que crezca y que gane adeptos. Una vez localizados podremos entregarlos a la justicia.
-No creo que la justicia. Ni la policía. Puedan actuar como es aconsejable con éstos tipos. Si son lo que yo creo.- dije con un tono de desaliento.
-Horacio. Basta. Sabés que la justicia es la única sutura posible para las heridas de la sociedad. Aunque no evite las cicatrices.-dicho esto guardó silencio.
-¿Te dedicás a inventar frases célebres, como San Martín?-le contesté con ironía.
-No.-me dijo- la frase no me pertenece. Es de un historiador que conocí en Entre Ríos Nicolas O. Alfaro Rodríguez. Pero siempre me pareció una frase afortunada. Sobre todo después que transcurrió el tiempo. Como si esas palabras hubieran fermentado en mi memoria. Adquiriendo su verdadero significado. Por eso siempre la repito. Me parecen sabias. Simplemente eso.
- ¿Y si tratamos de localizarlo a Furno? No sería muy difícil comprarle la información.
-¿Pero cuanto tiempo nos llevaría? No creas que no lo pensé. Y no tenemos ninguna certeza que hoy quiera decir nada. Por miedo a su situación personal que podría verse perjudicada y por miedo a los otros.
-Sí. Probablemente tengas razón.-admití. No del todo convencido.
-No sabemos siquiera si está vivo o si está en Argentina. Es como buscar una aguja en un pajar. Y de encontrarla no saber si nos va a servir. En cambio a Videla lo tenemos muy bien localizado. Gracias a tu pendejo-suicida.
-¡El gallito ciego! Cómo lo bautizaste. Gallito ciego. Mirá las cosas que se te ocurren negra.-le dije como para distenderla. Después de todo yo haría lo que creyera conveniente. Hace muchos años que no prestaba atención a las opiniones de la negra. Aunque debo admitir que ésta vez me dio una  información, que de confirmarse podía resultar crucial. Pues yo tenia la firme sospecha que las actividades de la Hermandad aumentarían en escala geométrica.  En muy poco plazo todos los indicios así lo pronosticaban.
-A mi no me causa gracia. No estoy de acuerdo con lo que hiciste. Y como pusiste en riesgo la vida de ése muchacho inocente. ¡Cómo lo manipulaste Horacio!
Dicen que los que lo secuestraron eran hombres del chancho Guzmán. Quizás ahí exista otra ramificación de la misma organización.-jugaba a mentira verdad. Tratando de ofenderme con sus reproches. Yo la conozco. Conozco muy bien a la negra.
-Eso dicen. Pero ninguno está arrestado. Además al comisario lo procesaron y terminará preso. Para mi que fue un robo- le dije intencionalmente como para devolverle su golpe.
-Sos un cínico Horacio. Pero tomá en cuenta lo que te dije. Es importante y hacé que lo sigan a Videla. Pero no mandés un chico del preescolar. Manejá con cuidado chau.-se despidió.
-Chau negra-le contesté. Íntimamente creo que tiene razón en cuanto a Videla. Su  cita del historiador desconocido, en cambio, no pasaba de eso. Una cita. Una frase que sonaba bien. Pero que estaba distante de ser útil en el mundo real.
El manejar se me volvió placentero nuevamente. Me gusta mi Rover. Me gusta manejarlo en la ruta y con poco tráfico era una delicia. Me detuve en una estación de Servicio Petrobras necesitaba ir al baño. Hice completar el tanque y estacioné bajo un coqueto toldo con los colores de la multinacional brasilera. Pensar que nosotros vendimos nuestro petróleo. ¡y no lo hizo Martínez de Hoz! Lo hizo uno que llegó de poncho y patillas cantando la marchita peronista. Y terminó vestido de Armani , picado por una avispa, manteniendo relaciones carnales con el imperio.
En esas relaciones evidentemente nosotros ejercíamos el rol pasivo. Ingresé a la zona de servicios y fui hasta la maquina expendedora de café. Me serví un cortado  y me senté en una de las pequeñas mesitas de fórmica que simulaban una madera clara y rugosa. Abrí mi celular y lo llamé a Ortega. Le pedí que en una hora  y media me esperara enfrente de mi departamento. La voz de una mujer protestaba tras su respuesta.

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