lunes, 1 de septiembre de 2014

Gallito Ciego Novela. Caudragésimo Octava Entrada



Les dejo otro capítulo de  Gallito Ciego.   Espero les guste


XVI  Tarzán


Tarzán es un pendejo. Pero no es un mariquita de esos que se ven por todas partes. Es un pichón de hombre. Es bien macho. Había que verlo en la tribuna cuando era chico, lo llevamos varias veces con el iguana Serra.  Se hacía respetar el hijo de puta. No, no era de los de arriar.  Me acuerdo cuando lo ensartó a aquel  gordo que lo había bardeado y se creía dueño de la  hinchada. Ya de muy pendejo se sabía hacer respetar. Por eso siempre lo estimamos mucho. A nosotros no nos gustan los blandengues. Después entró en la bonaerense. Yo sabía que Tarzán no me podía fallar. Y de alguna forma él se las arreglaría para averiguar lo que necesitábamos. ¡Que el chancho Guzmán se fuera a la puta que lo parió! A nosotros ya no nos manda.  Nosotros nos mandamos solos. Pero para que discutir con él.  Mejor dejarlo que piense que todo es como antes. Pero no. No es como antes. Ahora tenemos la sartén por el mango. Yo soy el  hombre, como me dijo el maestro.  Y a mí ningún zurdito hijo de puta, mariconcito  de cuarta me pone una mano encima y se va como si nada. Lo  mejor que podría haber hecho ése putito era matarme. Pero claro para matar un tipo hay que tener huevos, como yo o como el iguana. ¡Cómo el tigre! ¡Qué gran tipo el tigre! Si hubiera tenido los huevos de Tarzán. Que es un pendejo Tarzán, por más bonaerense que sea. Si los hubiera tenido de la mitad de tamaño, me hubiera despachado. Pero no. Todos esos putitos se cagan en las patas. Y ahora yo lo voy a encontrar. Con la ayuda de Tarzán lo voy a encontrar. Y ahí sí . Ahí sí que me las va a pagar. Todas juntas me las va a pagar.
Él sacó un Parliament del bolsillo de la camisa del uniforme, lo encendió y entrecerrando los ojos por el humo, me saludó con la mano. Yo hacia un ratito que lo estaba mirando. No se había dado cuenta. Todavía le falta. Por ésas distracciones te pueden freír. Desde que me pasó lo que me pasó  trató de reentrenar mis reflejos. Como en la vieja época. Teníamos todas las luces encendidas permanentemente. Recuerdo aquél día que con el iguana y pelado Grinóvero comíamos una picadita en el club Progreso y me di cuenta que un melenudo nos miraba desde la cantina. Me hice dos o tres veces el boludo y si, nos miraba. Se hacía el pavote como que miraba para la calle pero nos estaba vigilando. Haciéndome el sonso y riéndome me dirigí  hacia el baño cuando lo tuve a pocos metros, lo agarré del cuello y lo saque para el lado de atrás, atravesé las canchas de  básquet con el idiota a la rastra. Y atrás de la utilería donde había unas cañas altas. Le pregunté mientras lo reventaba con la culata. No me contestó. Cuando me di cuenta estaba muerto. Lo tiré entre las cañas y el melenudo hijo de puta, quedó con el culo para arriba, como ofreciéndolo. Me dio risa. Había que ver como quedó. No se si lo ahorqué o lo maté a golpes. ¿O se habrá muerto de miedo? Son tan cagones estos mierditas. Después me enteré que era el hijo del quiosquero de al lado que esperaba la novia. Pero bueno ¡uno tiene que estar atento! “Señor , no vio un chico así y asá” me preguntó la pendeja cuando volví. “No” le dije “ no he visto a nadie”.  Me fui riendo hasta la mesa, nos tomamos otra cerveza y cuando nos marchamos todavía la pendeja esperaba. El pelado pasó al lado y le tocó el culo, la estúpida dio un saltito hacia atrás del mostrador. Qué buenas épocas esas.   El pelado Grinóvero , buen tipo. Lástima lo que le pasó.  Me guiñó un ojo cuando nos íbamos. Eso es lo que tiene que aprender Tarzán a estar atento.  Nosotros siempre estábamos atentos. Por eso ahora quiero volver a esa gimnasia para que no me vuelva a pasar lo que me pasó.  Yo hacía un ratito que lo estaba mirando. Cuando encendió el pucho. Entonces me vio y me saludó con la mano.
-¿Cómo te va Tarzán?-le pregunté.
- No como vos pero me defiendo-me dijo sonriente mostrando sus dientes, blancos. Este hijo de puta se debe lavar los dientes diez veces al día. O se tiene que haber hecho alguno de esos tratamientos que se hacen los artistas. Yo sabía que andaba con plata.
-¿No anduviste por la cancha?-le pregunté como para entrar en conversación. No quería ir directamente al grano.
-Como adicional.-me dijo-Además andamos para el orto. No hay mucho que ver. Tenemos un cuadro sin huevos.
-Y si, y el técnico es un inútil. Ya no es como antes.¿Te acordás cuando íbamos juntos?
- Como podría olvidarme de eso che. Por favor. Lo que te tengo que decir es que ando un poco con el tiempo justo si me contás que te anda pasando. O no sé para que querías verme.-Al principio me sorprendió su apuro. Pero era casi la reacción normal que yo debía esperar de él. No era un sentimental. Uno de esos estúpidos que se enternecen por encontrarse con un viejo amigo. No Tarzán era de los nuestros. Me sonreí. Y lo miré directamente a los ojos. Ojos fríos, que no hacen juego con su dentadura radiante y blanca.
-Si mirá la verdad que te necesito para un asuntito. No habrás pensado que soy un viejo choto que te llamo para hablar de recuerdos. ¿O sí?- Le dije con cierta frialdad a pesar de mi gesto.
-¡Uno nunca sabe!-me contestó mientras aplastaba el cigarrillo en el cenicero transparente de vidrio. Dejé pasar su respuesta, no era útil a mis fines entrar en polémica. Estos son tipos medio salvajes. Son como esos perros idiotas que hasta pueden llegar a desconocer a su dueño. Tarzán era uno de esos perros. De chiquito.
-Tengo que localizar a un tipo. Uno que me debe una cuenta.-Extraje la revista del bolsillo lateral de saco y se la tiré delante-Trabaja ahí. Debe ser de medio pelo. No se como se llama lo vi tres veces nada más. Quiero encontrarlo para arreglar un asuntito.
Quiero que me ayudes a localizarlo. Nombre. Domicilio. Automóvil. Todas esas cositas. Nada del otro mundo. Me das todos esos datos y chau. Te podes borrar si querés.-Le dije con cierta indiferencia. Con la intención de hacerlo en parte sentir como un cobarde. Como uno de esos idiotas que le tienen miedo a los problemas. Picó enseguida.
-¿Qué te pasa oso me has tomado por un cagón?- me contestó mientras miraba la revista.
-Es el que escribió el articulo sobre el iguana. El que describe como lo encontraron en la iglesia y todas esas boludeces.-le dije como restándole importancia al asunto.-Debe ser un nabo porque ni siquiera firma la nota.-Saqué mi cortaplumas que nuevamente llevaba siempre conmigo y me puse a limpiarme las uñas distraído. El miraba la revista y había detenido su vista en una mina en bolas que estaba en un propaganda.
-¿Te debe plata el chabón?  Cosas de la timba seguro- Me preguntó apareciendo como un ingenuo, que no era.  Sabiendo como sabe que yo no piso una timba hace diez años.
-Si me debe.-le dije mientras cerraba mi cortaplumas y la guardaba nuevamente en mi bolsillo. El me miró sonriente. Hizo un cilindro con la revista y se puso de pie.
-Algo voy a hacer osito, quedate tranquilo.-me dijo retirándose sin pagar, con la revista en la mano. Llamé al mozo y le pedí un whisky a esa hora de la mañana, antes de comer me gusta tomarme uno. Luego fui al estacionamiento subí al Megane y me dirigí a la casa del maestro. Me sorprendió encontrarlo de pie mirando por la ventana como ausente.
-Nos tendremos que apurar- me dijo como saludo-Tenemos interferencias.
-¡Qué pasa!-le contesté sorprendido. Él permaneció un largo rato callado. Miraba a la ventana con una cara sin gestos. Sin emociones, como la de un muñeco de cera. Sus rulos canosos parecían transparentes  en el contraluz.
-Problemas-me dijo con voz suave.- problemas. Tratan de localizarme lo presiento. Y sospecho quien me busca.-nuevamente permaneció otro largo rato en silencio.
-Maestro, ¿en qué puedo ayudarlo? Quiere que limpiemos a alguien. Dígame y listo.
-Todavía tenemos tiempo. Pero menos que antes. Sabés que la prueba salió bien. Pero debemos ajustar algunos detalles para que no pase lo que pasó. Pero alguien más sabe de nuestros propósitos. Pero no cualquiera. Ninguno de esos gusanitos que te han estado molestando. No. Alguien más. Alguien que me busca. Pero todavía tenemos tiempo. Vos sos el hombre, el elegido, no te metas en líos. El poder que yo te ofrezco es muy superior a todo. Superior a todo lo que puedas haber conocido. Yo me arreglaré con mi enemigo. Ya otras veces lo he vencido. Esta vez lo haré desaparecer.
!Lo aniquilaré!-terminó con un gesto fiero, como de guerrero dispuesto a matar.
Me quedé sentado en el sillón. El maestro permanecía de pie mirando a la calle. Yo deseaba pedirle que me  mostrara nuevamente aquello. Pero supe inmediatamente que no era el momento. El maestro estaba taciturno y aún permanecía con su gesto de furia.
¡El poder está en las manos! Decía siempre el iguana. ¡Que poco tiempo pudimos verlas después de aquella noche! ¡Qué poco tiempo! El poder estaba en esa bolsa que le entregamos al maestro. Él permanecía de pie mirando. Evidentemente sin ver. Me puse de pie. Me arregle los pantalones que habían quedado un poco arrugados y me despedí.  Antes de subir al auto levanté la vista y allí lo ví una figura quieta como una estatua en el vano de la ventana. Me consoló el saber que el día se acercaba. Que eran pocas las jornadas que nos separaban de la nueva era. De la nueva era que nos devolvería el lugar que nunca tendríamos que haber perdido.  Pronto tendría también noticias de Tarzán. Pronto me cobraría aquella humillación. ¡Yo soy el hombre carajo!

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