jueves, 8 de marzo de 2012

Gallito Ciego. Novela. Vigésimo Primera Entrada

Gallito Ciego Novela  Vigésimo Primera Entrada

Con esta entrada comienza el segundo capítulo de la Novela. Se desarrolla en otra época, treinta y siete años atrás con respecto al tiempo del primer capítulo. Así será todo en esta obra, ir y volver en el tiempo, para armar el modelo. Espero les guste


             II Ayer. Horacio y la negra

El Fiat 128 celeste disminuyó  la marcha y doblando hacia la derecha ingresó por el portón metálico de dos hojas que se encontraba abierto. Inmediatamente dos figuras surgidas aparentemente de la nada cerraron las hojas ocultando el interior del playón de estacionamiento. Esperé un rato, momentos después, la estrecha puerta de servicio se abrió y por ella aparecieron dos hombres corpulentos con camperas grises y anteojos para sol  lo que daba a su rostro el aspecto de insectos. Tras ellos salió él. Caminaría unos veinte metros , quizás veinticinco hasta el sitio donde se efectuaría la reunión. Me  saqué la campera de acuerdo a lo convenido, un hombre de mameluco naranja colocó una barrera metálica en la esquina. El polara  frenó en la bocacalle se subió a la ochava , los insectos no tuvieron tiempo a nada, los estampidos duraron medio minuto, el coche retrocedió giró marcha atrás y se alejó.  Cerré la  escotilla de la vereda, me coloqué la campera y me alejé caminando hacia la camioneta, subimos la barrera y no alejamos lentamente.  Doblamos por Ayacucho e ingresamos en el sitio convenido,  descendimos nos sacamos los uniformes y quedamos vestidos de calle,  subimos con Serra al  504 , Videla y  Maravilla se  fueron en el Chevy.
Al llegar a la esquina, Serra giró y tomó del asiento de atrás una revista Siete Días, miró en la tapa el anciano de abrigo verdusco tras el vidrio blindado, y se quedó pensativo, al rato me dijo:
-El poder está en sus manos, fijáte Horacio, todo el carisma está en sus manos. Hace rato que lo vengo pensando. Sus manos son como un talismán para las masas. Como si toda su energía se concentrara en ellas. ¿Recuerdas lo que te dije del Che? Su poder estaba en su mirada. Cada hombre concentra la esencia de su poder en alguna parte de su cuerpo. Él en sus manos.

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