viernes, 30 de marzo de 2012

Gallito ciego Novela. Vigésimo Tercera Entrada

Gallito Ciego.Vigésimo Tercera Entrada



El primero de Julio me encontró en Entre Ríos. Todos sentimos una sensación de desmembramiento, de vacío, la sensación que debe sentir el fusilado en el momento que el pelotón eleva sus armas. A pesar de todo lo queríamos, había sido para nosotros como un padre omnipresente. Como un ídolo distante. Como la voz de la esperanza que llegaba del otro lado del mar. Él era la imagen idealizada en los relatos nocturnos de nuestros padres, en los silencios de patio. A pesar que  en realidad nunca quiso  la patria socialista. Y quien sabe si ella hubiera sido montonera.
En esos años  conocí a la negra. Vestía unos vaqueros ajustados y una remera roja que resaltaban la exuberancia de su cuerpo joven y duro. Exhalaba sexo al caminar. Su marcha de hembra invitaba a olvidar los asuntos que ocupaban nuestros días. Verla era como entrar en un templo de Venus. Una invitación a abandonar momentáneamente a Marx, a Lenin, al Che y a Fidel para arrojarnos en los brazos  de Marylin Monroe.
Eso hasta enfrentarse con ella.   Sus ojos se transformaban adquiriendo un brillo particular en sus momentos de entusiasmo o tornándose opacos, como desprovistos de vida  cuando deseaba guardar cierta distancia o cuando la circunstancia así lo requería.
La negra escondía en sí una gama de negras. Como Jano entre dos espejos.
En un momento citaba “…El odio como factor de lucha: el odio intransigente al enemigo, que impulsa más allá de las limitaciones naturales del ser humano y lo convierte en una efectiva, violenta, selectiva y fría máquina de matar” y en otro instante “Al perderte yo a ti/tú y yo hemos perdido:/ yo, porque tú eras/lo que yo más amaba/y tú porque yo era/el que te amaba más.” Los dos Ernestos, dos de las múltiples negras. Dos mundos en un mismo espacio, o quizás el mismo mundo. Ese mundo en que los ideales se chocan con la brutalidad y la barbarie. Madre tierra que pares ángeles y monstruos y los largas a jugar al patio de la vida. Madre desaprensiva.

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