viernes, 23 de diciembre de 2011

Gallito Ciego . Décima Cuarta Entrada

Gallito Ciego.  Esperando al oso

Mi mano en el bolsillo percibió la textura rugosa. Era conciente que lo que estaba por hacer era un salto al abismo. Una bisagra capaz de doblar mi vida ordenada, la rutinaria maquinaria laboral, horizontal, llana, en una empinada ladera de incertidumbres. Ángulo diedro. Aferré con fuerza el volante, incliné levemente la cabeza a la izquierda y observé el grupo de hombres que bebía junto a la vidriera. Miré por el espejo retrovisor la calle estaba casi desierta a ésa hora, algunos transeúntes caminaban lentamente, como hormigas extraviadas de la columna de obreras. Los vehículos pasaban las bocacalles casi desiertas, iluminando con sus faros el pavimento mojado con aguas negras, donde de tanto en tanto ráfagas de un viento caprichoso hacían volar la mugre, dispersa en la calzada. Nuevamente aferré aquella forma en mi bolsillo, como un niño aferra la mano de su padre buscando seguridad. Uno de ellos se puso de pie, lo vi con claridad mi pulso se aceleró por un momento, pero nadie apareció por la puerta metálica, momentos después la figura retornó a su ubicación original. Por un momento dudé de mis propósitos, y tuve el impulso de marcharme. Quizás hubiera sido lo más sabio.  O lo más prudente. Los faros de un coche iluminaron el interior del mío, me achiqué cuanto pude en el asiento, como un homicida en espera de su presa. Desee en ése momento estar sentado en mi sillón mirando la televisión, y no en ése lugar. Acechando.  El auto pasó lento, exhalando la música de los redondos, giró en la esquina y los faros rojos se perdieron tras la ochava. Ji,Ji,Ji se fue apagando lentamente como un tren que se aleja. Otro movimiento en la mesa, dos figuras aparecen en la salida se saludan y se alejan. Falsa alarma. Los párpados comenzaban a pesarme a pesar de la adrenalina que corría por mi cuerpo. Reflexioné sobre lo oportuno de haberlo seguido hasta allí y no haberlo interceptado no bien salió de su casa, pero era temprano y a ésa hora el movimiento era más intenso en la zona. Ahora había cesado casi por completo. Me convencí de lo acertado de mi decisión. En realidad traté de convencerme. No estaba seguro si esto  que estaba haciendo era lo más apropiado. Pero nunca antes había estado en ésta circunstancia y por lo que había visto en el cine, las cosas tenían que ser así.

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