jueves, 13 de octubre de 2011

Gallito Ciego Sexta Entrada

Gallito Ciego Sexta Entrada



La casa de Videla era una casa baja de paredes blancas, con un pequeño jardincito muy cuidado, con rejas de hierro negro de dos metros de altura aproximadamente junto a la vereda de lajas negras separada de la calle por otro minúsculo espacio de césped prolijamente cortado donde se erguían dos calistemus, podados con esmero. Estacioné el auto enfrente a la vivienda que me había costado encontrar, pues desconozco  esa localidad, la conocí días atrás en oportunidad de mi primera visita.
Bajé del coche, con cuidado de no ensuciarme los pies con una pequeña corriente de agua servida que corría junto al cordón, y me dirigí hacia la reja.  Pulsé el botón del portero eléctrico y me anuncié. A los pocos minutos la figura de Videla se recortó contra el marco de la puerta, que parecía pequeña para su corpachón. El hombre se dirigió hacia mi con paso cansino, un poco oscilante lo que me recordó la marcha de un pato. Me miró con cara inexpresiva y me dio las buenas tardes. Noté que en ningún momento atinó a abrir la puerta para hacerme ingresar.
-Quería hacerle otras preguntas-le dije-si a usted le parece bien.
-Aja-contestó-¿qué preguntas?.
-Bueno, con respecto a la tumba profanada, ése cadáver que apareció en la capital, quisiera saber algunas cositas más.
-Yo ya le dije todo lo que sabía ¿Qué quiere que invente algo para que usted esté contento?-me dijo con cierta molestia-La policía me preguntó y les conté paso por paso como descubrimos ése asunto.
-Ya lo sé. Le pido disculpas por las molestias, pero ¿Usted no vio absolutamente a nadie esa madrugada rondando por el lugar?
-No. En realidad como le conté a usted y a los canas, las únicas personas que vimos por el lugar fueron un grupo de muchachos que tomaban cerveza en un palio rojo, algunos arriba del coche y otros sentados sobre el capot. Yo lo mandé a mi asistente que los echara porque ése no es lugar para escuchar música, habrán sido las cinco y media de la mañana. Y después ese otro tipo de campera gris que estaba parado en la puerta, que se fue caminando hacia la parada de ómnibus ahí a cuadra y media. Más o menos a la misma hora. Nadie arrastrando un muerto. Ya se lo dije y lo vuelvo a repetir. Y ruidos no escuchamos ningún ruido. Nada de nada. Para mí fue una sorpresa cuando vino  el jardinero que recién entraba a trabajar y fue el que descubrió el estropicio.- contestó mientras se agachaba para arrancar con sus enormes manos unas gramillas de un cantero de margaritas enanas.
-¿Y qué lo llevó al jardinero a ése lugar?-pregunté observando como se erguía nuevamente y apoyaba sus manos ahora en las rejas.
-Nada en particular-contestó mirándome con una mirada en la que creí descubrir una hostilidad creciente-Se dirigía al depósito a buscar sus herramientas de trabajo, tenía que podar los cipreses del frente y ése trabajo lo quería empezar temprano. De camino encontró el desastre.  El nicho abierto, los restos de mampostería tirados en el suelo y el cajón abierto y apoyado contra la pared del pabellón. Inmediatamente me avisó y yo telefonee a la comisaría.-terminó mientras un grupo de adolescentes pasaba ruidosamente a mi lado casi empujándome sobre la reja, que ya me convencí nunca abriría.
-Volviendo a los muchachos del Fiat ¿ninguno de ellos pudo entrar y cometer el hecho mientras ustedes se distraían con la música?-le pregunté.
-¡Pero no! Si  nosotros los vimos llegar, los estuvimos mirando todo el tiempo a través del portón, nosotros tomábamos mate sentados delante de la puerta de la administración, no estaban a más de  cuarenta metros nuestro. Cuando mi asistente les pidió que se retiraran tomó el número de patente. Se lo pasamos a la policía que los identificó era un grupo de chicos que habían estado hasta tarde en un club de aquí cerca, tomando cerveza y mirando fútbol. Y se ve que después la siguieron ahí. No podían haber elegido peor lugar pero que se yo, con los jóvenes nunca se sabe, como ésa rotonda delante del cementerio está  muy iluminada, por eso habrán ido no sé que decirle, ya se sabe quienes son, parece que son buenos pibes.
- Y del otro hombre que puede decirme-dije tratando de retenerlo .
- Nada, ¡qué le voy a decir! Es gente que viene caminando del barrio ése que está a la vuelta y muchas veces se detienen en la puerta a fumar un cigarrillo, hacer tiempo, no es algo raro.¿Qué piensa usted?-preguntó mientras un gesto de su mano con todos los dedos juntos, lo hacía más expresivo- Éste estuvo un ratito ahí y luego se fue. Reparamos en él porque mi asistente lo cruzó cuando regresó de hablar con los chicos, yo recuerdo que estaba cambiando la yerba del mate cuando él me lo señaló. Yo le dije que era un hombre grande que estaba en la vereda, que no molestaba. Al ratito como le digo se dirigió a la parada de ómnibus.- me contestó rápidamente-Y todo eso fue mucho antes que llegara en jardinero. ¿Entendió?- evidentemente Videla no tenía buena predisposición para continuar aquello- Bueno amigo no tengo más que decirle y le voy a pedir por favor que no me moleste más- me dijo al mismo tiempo que se alejaba rumbo al interior de su casa.
Me quedé solo parado en la vereda, con mi libreta de notas en la mano. Sentí el portazo de Videla al entrar que fue como una invitación tácita a retirarme. Un par de vecinas me miraban desde sus casas, evidentemente intrigadas por mi presencia.
Un grupo de adolescentes reunidos en la esquina, me preocuparon acelerando mi partida. No me agradaba la idea de que me roben. En el camino de regreso  pensé que tendría que hablar con mi amigo Ortega. Lo llamaría por teléfono quizás él me conseguiría otros datos sobre los chicos del Palio. Estaba seguro que ahí estaba la llave de éste misterio.

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