Fue lo que hice no bien llegué a mi casa. Ortega se mostró muy alegre por mi llamada, luego de preguntarme cuando nos reuniríamos con todo el grupo y de otros diálogos por el estilo, le formulé mi pedido. Guardó un momento de silencio. Me dijo que no estaba al tanto del caso del que me ocupaba, que solo había leído en los diarios sobre la aparición del cuerpo. Me pidió que le contara sobre mis averiguaciones. Lo que hice en un breve resumen. Ortega rió con ganas cuando terminé mi relato, me preguntó sobre mi opinión de todo el asunto. Le dije que no tenía una opinión formada, que existían muchos cabos sueltos. Que por ésa razón pedía su colaboración. Me prometió que a pesar de que se encontraba en un período de mucho trabajo trataría de conseguirme los datos que le había pedido. Luego me invitó a ver el partido del CASI el fin de semana, nos pusimos de acuerdo y lo despedí, recordándole que sería de mucha utilidad para mí que me brindara la información que le estaba pidiendo. Ortega era una de las personas mejor informadas del país, si bien era un hombre de un perfil muy bajo. Ortega podía acceder sin dificultad a lo que yo le solicitaba, solo dependía de su voluntad o de la calificación que ellos le dieran a la información. Era evidente que en éste caso solo dependía de su voluntad.
Me preparé un café. Me acerqué a la puerta ventana de la cocina que daba al pequeño lavadero y a través de la baranda metálica observé el tránsito en la calle. Luego me di un baño, me cambié de ropa y me senté en el sillón del balcón a repasar mis apuntes. Repasé mi conversación con el Dr. Schumacher quien había examinado el cadáver encontrado en la iglesia. Sus afirmaciones no dejaban lugar a ninguna duda, el cadáver había sido sometido a una necropsia con anterioridad, lo que descartaba de plano la posibilidad que hubiera fallecido en la iglesia, además mostraba las heridas de arma de fuego por las que había fallecido Serra. La identificación del cadáver fue confirmada por las huellas digitales, ya que Serra había protagonizado un confuso episodio en la cancha de Ferrocarril Oeste años atrás por lo que había sufrido un proceso. Así me enteré que era simpatizante de Los Andes, un club del ascenso. Al parecer había participado en una gresca y agredido al personal policial en ésa oportunidad, por lo que fue detenido. Para Schumacher el tiempo de la muerte estaba fuera de cualquier discusión, así como la causa. Tres heridas de bala en el pecho y una en el abdomen, todas potencialmente mortales individualmente. La declaración de la mujer que lo encontró no agregaba mucho. Había visto a éste hombre sentado y lo creyó dormido, pero al acercarse percibió el olor a podredumbre y bajó inmediatamente a comunicárselo al sacerdote. Poco más. Leí la fotocopia que había obtenido de la declaración de la mujer . Y luego me dediqué a mirar la foto de Serra por largo rato. Me sobresaltó el teléfono y me sorprendió escuchar la voz de Ortega, quien evidentemente estaba apurado, tomé nota de lo que me dijo y me despedí.
Me dirigí al ordenador y escribí un pequeño artículo sobre el caso. En el que sobre todo hacía hincapié en lo extraordinario de todo el asunto, sin hacer mención a mi entrevista con la mujer ni a ningún otro aspecto controvertido, transcribí lo que me había dicho el Dr. Schumacher, mi investigación inicial en el cementerio y nada más. Lo envié por correo electrónico. Luego me fui a cenar, quería acostarme temprano. Quizás diera por terminado todo ese asunto no daba para mucho más.
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