miércoles, 2 de junio de 2010

Segunda Entrada de Brumas

Ami

Ella cumpliría 15 años en pocos meses. Mujercita emergiendo del capullo de la niñez, metamorfosis difícil, en el que el cuerpo va abriendo una huella que poco a poco comienza a seguir el alma, en una adaptación que muchas veces resulta penosa. Más aún para una chica solitaria como ella, no solitaria en el sentido de pertenencia a un grupo juvenil al que estaba integrada , sino porque era hija única y tenía una relación distante con su madre. Esa tarde como cualquier otra ella se preparaba para su clase de gimnasia.
Ami se miraba al espejo. Nunca estaba conforme con su aspecto. Pensaba que era fea.
Se sentía incomoda con su cuerpo. Sus ojos le parecían excesivamente redondos y su nariz desproporcionada con su cara. Sus senos incipientes la avergonzaban y la obligaban a adelantar los hombros en forma inconsciente. Resultaba inevitable la comparación con las otras compañeras, a las que consideraba más lindas y desenvueltas, como si la naturaleza le negara la belleza que anhelaba. Ami terminó de arreglarse el cabello haciendo que cayera sobre su frente para que ocultara el abominable acné, que persistía a pesar de los múltiples cosméticos , cremas y lociones, que en cantidades y en forma impulsiva usaba para eliminarlo. Se miró la remera que le parecía grande y fea, se alisó las tablas de su pollera de gimnasia y se dirigió hacia la puerta de calle. Caminó insegura contra la pared, desviando la mirada de un grupo de muchachos que lucían sus mountain bike por la calle de la siesta. Las risas de los chicos la ruborizaron a pesar que difícilmente se relacionaran con ella. Miró al grupo a través del reflejo de la vidriera de la perfumería , no vio a Fran . Desde hacía varios días que no lo veía y aunque nunca expresara con palabras sus deseos de verlo, cada vez que lo hacía su corazón palpitaba con más fuerza y una sensación extraña se apoderaba de su cuerpo . Como una inquietud especial, como un leve temblor que sacudía su interior , con epicentro en el ombligo. Una onda sísmica que al llegar a su cara le dibujaba una sonrisa fija, casi un rictus. Pero Fran no estaba , o no lo había visto. Continuó su camino y a las dos cuadras se encontró con Vale que la esperaba sentada , en el alféizar de una panadería , cerrada hace tanto tiempo que ninguna de las dos la conoció abierta nunca y sólo sabían que había sido una panadería por el decolorado letrero pintado con esmalte sintético con grandes letras que algún día fueron rojas formando un arco de medio punto sobre la puerta cerrada por candados y telarañas. Vale bajó de un salto apoyada en sus manos sobre el granito negruzco , depositando bruscamente ambos pies a la vez en la vereda con un ruido sonoro debido a sus zapatillas deportivas. Luego brincando se dirigió al encuentro de su amiga. La rodeó, la tomó del brazo izquierdo y le dio un beso ligero en la mejilla. Ambas chicas se alejaron calle abajo, dándose mutuos empellones , emitiendo agudos grititos y risas en sordina. Cuando llegaron al gimnasio se integraron al vivaz grupo de adolescentes uniformadas que se arremolinaba frente al portón de chapa .
El profesor estacionó su auto junto al cordón, descendió sonriente agitando el manojo de llaves sobre su cabeza, ante la risa nerviosa de sus alumnas que se cuchicheaban cosas al oído. Cuando la puerta se abrió el malón ingresó desordenado y estridente al amplio estadio cerrado. Ami y Vale formaron juntas en uno de los laterales de la cancha de Básquet. El profesor , con innecesarios anteojos para sol explicaba parado en el centro la rutina que realizarían . Las muchachas más interesadas en sus formas que en sus palabras movían los pies excitadas e intercambiando miradas plenas de picardía y complicidad. Comenzaron con un trote alrededor de la manzana.
Ami siempre se cansaba , más aún en los días previos a la menstruación cuando sus pies y manos se volvían pesados y sus pechos sensibles , turgentes, le dolían al correr.
Al doblar la última esquina ,Vale le dio un codazo en las costillas y entonces lo vio, Fran estaba sentado en su bicicleta con el pie sobre la vereda de la ochava opuesta. Ami lo miró y no pudo impedir sonreírle . El le correspondió la sonrisa.
La clase de gimnasia le pareció larga y tediosa. Pero al terminar Fran ya no estaba, la desilusión la invadió y una creciente contrariedad reemplazó la algarabía íntima que la colmaba momentos atrás. Al regresar a su casa se sentó en una silla en la galería y no habló ni con su madre ni con la vecina que la acompañaba, las voces le resultaban lejanas y molestas.



Fran

Él era delgado y pelilargo. De sonrisa fácil y bromas a flor de labios. Pero éste carácter aparentemente extrovertido ocultaba un mundo interior rico y personal del cual rara vez hablaba. Un mundo en el que por ejemplo su condición huérfano de padre, le insumía largas horas de cavilaciones. Al que incluso en su infancia , buscaba entre las estrellas , como si fuera posible verlo , dentro de ése cielo , que según le habían dicho lo alojaba. Y ahora en éste momento de su vida, muchas veces se comparaba con sus amigos, que tenían a su padre para hacer alguna pregunta o charlar algún problema. Pero bueno, él se había adaptado a su realidad, de hijo de padre muerto poco después que él naciera y paulatinamente eso se fue perdiendo en su inconsciente .
Fran esperaba verla, si bien experimentaba una profunda vergüenza y una profundo temor al ridículo, se levantó de un salto , haciendo temblar el banco de maderos transversales, cruzó de dos saltos la ancha vereda de la Plaza Libertad y subió a su bicicleta con una maniobra casi acrobática, levantando la rueda delantera que giraba en el aire sin tocar el suelo. La parada en la plaza , puede denominarse como una escala técnica, una escala técnica del espíritu, reabastecimiento de coraje .
Toda la mañana había estado pensando en que hacer. Cuando el zumbido agudo del radio despertador inundó su habitación , abrió sus ojos con el enorme esfuerzo de mover unos párpados duros , que seguramente pesaban varios kilogramos, tal vez toneladas. Las formas de su habitación fueron materializándose lentamente en su retina, saliendo de la neblina del sueño , como figuras fantasmales, como navíos emergiendo de la bruma en alta mar hacia la incierta claridad del día. Se sentó lentamente con su cuerpo encorvado , como si la fuerza de gravedad hubiese aumentado y lo atrajera hacia el lecho desordenado y tibio que quedaba a sus espaldas, como una tentación superada al ponerse de pie. Encendió la frecuencia modulada y Gustavo Cerati llenó el ambiente con “En la ciudad de la furia”.
Fran salio de su habitación atravesó el living apenas iluminado y se dirigió al baño. Siempre pensó que su casa estaba construida como si nunca se hubiera pensado en él, su habitación estaba a trasmano como un agregado tardío e improvisado. Miró el pasillo, un hilo de luz bajo la puerta del dormitorio de su madre le indicó que ya estaba despierta . El dormitorio de su hermana estaba cerrado. Ingresó al baño, abrió la canilla del lavatorio y se mojó la cara con agua fría , la vigilia comenzó a enseñorearse en plenitud de su persona. Se arrojó agua sobre el pelo largo y lo peinó hacia atrás. Se miró al espejo mientras se lavaba los dientes, hizo algunas muecas a su propia imagen y se dirigió nuevamente a su dormitorio, se vistió con el pantalón y la remera que estaban tirados sobre la silla de su pequeño escritorio y detuvo lentamente su mirada en el papel doblado que estaba sobre éste. Lo tomó lo abrió , reconoció su letra , sus dibujos en el ángulo superior izquierdo de la hoja, y releyó los versos que había escrito la noche anterior, volvió a plegar el papel y lo arrojó al interior del cajón. Pensó que hoy tendría que verla, quería hablar con Ami. La evocó con su vaquero y su remera celeste que tanto favorecían su figura y se decidió a ir a buscarla por la tarde. Revolvía lentamente el café con leche y colocaba mermelada sobre las tostadas que recién había preparado, mientras evaluaba las posibilidades y planeaba sus acciones de la tarde. Miró el reloj de la pared, ya era hora de salir, recogió su carpeta , se puso de pie y se dirigió a la calle. En la esquina se encontró con Facu y el negro Seba que venían caminando por calle Centenario, les dio la mano y juntos continuaron por Moreno hacia el Norte.
Conversaron de fútbol, el negro Seba comentó algo sobre el gurí Martínez, de la última carrera que había ganado en Paraná , Facu se quedó callado fanático hincha de Chevrolet miraba hacia la calle. Llegaron al colegio y entraron juntos riendo.
En la escalera se encontró con Matías que lo saludó con una palmada en la espalda, guiñándole un ojo y haciendo el signo de aprobación con el pulgar levantado. Seguro que algo había arreglado, el loco Matías era re entrador . En el patio a media mañana se volvieron a encontrar pero la cosa no dio para hablar, se produjo una pelea entre dos muchachos de 4º año y el espectáculo acaparó toda la atención. Luego la llegada del preceptor y dos profesores dispersó la multitud. Fran marchó a su casa, almorzó silencioso y pensativo. Luego tomó su bicicleta y marchó hacia el gimnasio, al llegar a la plaza sus dudas lo acosaron y se sentó en un banco, indeciso. Cuando el impulso lo llevó a montar su bicicleta y llegar hasta la esquina donde la vio pasar , notó su mirada y su sonrisa, no pudo impedir sonreír , luego se sintió como un tonto y se marchó por calle Belgrano.
Al llegar a su casa se tiró en la cama y colocó un disco compacto de Andrés Calamaro.

“Flaca no me claves tus puñales por la espalda, tan profundos no me duelen , no me hacen mal….” Cerró los ojos escuchando la música y se durmió.

1 comentario:

  1. ¡Qué buena entrada!
    Cómo me gusta leerte!!!
    Tus imágenes quedan en mi mente y son tan claras que no cabe la menor duda de cómo son...Y eso me encanta.
    Un abrazo!
    Adriana
    Sigo la novela!!!!

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