domingo, 21 de febrero de 2010

Vigésimo Quinta Entrada

Sueños

L dormitaba en la noche clara. A través del ramaje mecido por la brisa miraba el firmamento, que de pronto se transformaba en imágenes oníricas en las que se zambullía y emergía en espasmos de duermevela. Rodeaba las rodillas con sus manos y sumergía la cabeza entre sus brazos. Levantaba el rostro hacia el cielo y nuevamente vencido lo dejaba caer invadido por las avanzadas del sueño que como un ejercito victorioso se enseñoreaba sobre su cuerpo extenuado por la espera.
.
Pérez de Roldan tendido boca arriba en el suelo irregular de su templo hermético, escuchaba el ulular del viento en la techumbre, en la oscuridad apenas esclarecida por la luz de la vela en el altar, oraba mientras temblaba en violentos escalofríos y una transpiración fría corría por su cuerpo. Sus lágrimas se derramaban de sus ojos
e inundaban sus orejas. Comenzó a sentir entumecidos sus miembros derechos, y las fuerzas comenzaron a abandonarlo. Desesperado comenzó a orar con más énfasis con su lengua endurecida y una plegaria disártrica inundó el recinto. Los latidos de su corazón retumbaban en su cráneo cómo si un parche fuera batido tras sus ojos. Los haces mortecinos del pabilo encendido formaban caprichosos arabescos de claroscuros en el interior del techo. El viejo fue invadido por una inmovilidad soporosa. Cerró sus ojos por un largo rato, sus dolores comenzaron a abandonarlo y comenzó a sentir su cuerpo rejuvenecido, como si nuevos ímpetus juveniles hubieran reemplazado a su ancianidad. Como si una energía nueva penetrara por su sangre trastocando la senectud de sus tejidos en bríos de adolescencia. Abrió sus ojos y se vio tendido con sus brazos en cruz envuelto en una luminiscencia verde amarillenta que se irradiaba en su contorno como un aura, sintió la ingravidez como aquella vez que voló 25 metros por los aires hasta caer en un cesto de ropa, vio los techos del templo, el campanil rudimentario, vio el mar envuelto en una arrebol de fuego, vio los pastizales interminables de la llanura , vio el ancho rió marrón y el puerto donde arribó joven y soñador. Vio el Paraná y el Uruguay con sus riberas manchadas de sangre y montes. Vio la intrincada espesura de los bosques entrerrianos, salvajes e inhóspitos, salpicados de caseríos misérrimos. Se elevó sobre el océano atlántico, que había atravesado antaño en viaje de pesadillas, vio su tierra natal su campiña astorgana, quiso despertar, quiso salir de su ensueño, volver a su oración ,desandar su camino alucinatorio, quizás era una orden divina de desmontar los bloques de las puertas, de derribar con sus propias manos los tabiques y salir al exterior y gritar en la tormenta , despertar a los durmientes y hablarles en un discurso inflamado sobre las maravillas de Dios y lo que había visto, pero invadido por una luz brillante , cegadora, se vio rodeado de un coro de ángeles, y se constató inmaterial e intemporal. Abandonado de sus penurias.


L despertó de pronto. Escuchó un ruido a ramitas que se quiebran, el crepitar de los pastos bajo el calzado y pudo ver a lo lejos la luz oscilante de una linterna.

Notas

“A mi me gustan las cosas claras, pero bien claras nada de medias tintas ni dobleces.
Y para que las cosas sigan claras, yo le tengo que decir, pero clarito eh, bien clarito que a mi ningún cura, ni monaguillo ni chupacirios ninguno me cae simpático, no me gustan es algo que es superior a mí, algo que me surge, vio. A la iglesia voy poco y nada. Le diría mas nada que poco. Para mí, nunca se acuerdan de los pobres, los curas nunca se acuerdan de los pobres. Por eso para mi, yo de éste lado de la calle y ellos del otro.
Si de chiquito me acuerdo cuando los curas daban misa en la capilla, que nos decían que teníamos que ser caritativos, generosos, compartir con el prójimo y después de la misa se iban a comer a rajacincha con los mismos patrones que nos explotaban. Comer y chupar por cierto porque no me venga con que los curas tienen la boquita en la nuca, le dan de lo lindo al chupi, sobre todo si viene de arriba. Y hoy en día sigue siendo igual, podrán cambiar un poco las palabras, decirnos algunas un poco mas lindas pero la realidad, es la realidad y a ésa no la cambian. Ninguna simpatía tengo por los sotanudos, que eso le quede claro.
Yo si le cuento de éste asunto, no es porque le tenga bronca a la tipa ésa, que sí le tengo bronca, para que se lo voy a negar, pero la misma bronca que le tengo a cualquier ricachón de éstos, que vienen con botas de gamuza a recorrer el campo , más preocupados por no ensuciarse el calzado que por saber como marchan las cosas. Todos ésos ricachones son la misma bosta, yo los aborrezco para que le voy a negar.
Pero yo no le cuento nada de esto porque yo no la quiero a ésa tipa. No, nada que ver.
Yo antes que me despidiera, ya la tenía atravesada, a ella como al finado Flores Schneider, si todos son iguales. El viejo era más lisonjero, se la quería dar de compañero con uno, pero como le decía antes, yo de éste lado y ellos del otro. Yo siempre tuve claro que yo soy peón y él es patrón , por lo tanto nunca vamos a cinchar para el mismo lado, Flores Schneider, pensaba que sobándonos el lomo íbamos a trabajar mejor, y capaz que con muchos pudo tener suerte, pero conmigo no, no señor conmigo no. A lo último después que la trajo a la casa, ya el infeliz no mandaba nada, la mujer ésta lo llevaba de la nariz, para el lado que ella quería y él hacía lo que ella quería, ni más ni menos. Todavía recuerdo el día que la trajo en la chata, no sé de donde la sacó. No sé si alguien sabe de donde la sacó. El, no sé a quien, le contó que la había encontrado haciendo dedo, no se si en Nogoyá o en que lugar, tampoco sé si eso fue ése mismo día que la llevó a la estancia o si la había conocido antes.
Un misterio, de donde salió ése personaje, en todos los años que yo trabajé en la estancia después de su llegada, nunca la visitó ningún familiar, ni madre ni padre ni hermanos, nada.
Ojo, puede ser una huérfana, o el viejo la sacó de algún reformatorio, no sé, son cosas que siempre se me ocurrieron.
Desde que la trajo, todo cambió, no sólo el viejo cambió, se transformó en un pollerudo, todo el día prendido en las enaguas de la recién llegada. Sino que todo cambió. Yo estaba arreglando el alambrado del parque, cuando ví la camioneta acercarse por el camino grande, y vi que el patrón no venía solo, pensé que seguramente traería alguno de ésos mocosos recibidos de ingenieros, que vienen a querer enseñarnos a trabajar. Pero no, cuando la chata ingresó en el guardaganados la mujer me miró y me sonrió, con una sonrisa que no es fácil describir , una de ésas sonrisas que te hacen las mujeres en los bailes, cuando quieren que las saques afuera, viste, así, una sonrisa de calentona. Eso, de calentona.
Pero como le dije a mi eso no me cuadra. Yo en mi lugar, los ricos en el suyo.
Pero muchos, creo yo, que cayeron en sus redes, y de a poco se fueron transformando como el viejo en sirvientes, casi en esclavos, conmigo no, conmigo no tuvo suerte.
Al tiempo empezaron con eso de los apereas, y los bichos. Comenzaron a venir todos esos gringos a mirar el bicherío, y se ve que a los patrones les empezó a ir cada vez mejor. Después empezaron con eso de disfrazarnos para que guiemos a los gringos, pensar que yo fui el único en protestar, entonces me mandaron a limpiar los corrales del tambo y los gallineros. Pero por lo menos un trabajo de hombre. De cuando en cuando la tipa se me aparecía, y me preguntaba como andaba todo, mientras mostraba la mitad de las tetas por los escotes y no usaba corpiño lo más lindo. Así enloquecía a todos. Cuando el viejo se marchaba de viaje, seguro que alguno pasaba a la casa o venía un amigo del pueblo que siempre la visitaba, uno que después fue concejal. Ese siempre le pateaba el nido al viejo. Pero lo raro es que dicen que mientras estaba con uno también estaba con otros, como si tuviera varios cuerpos, y a veces en lugares muy retirados como para que se le hubiera escapado a uno para estar con otro. No sé. Se ve que muy caliente es, y muy exigente porque parece que nada la conforma. Nada la llena. Conozco muchas mujeres come hombres, pero como ésta ninguna. No se cansaba de voltear muñecos. Hasta ahí, que se yo, si la patroncita era muy puta, problema de ella y de los que se la cogían. Pero poco a poco, sobre todo después que quedó viuda, y la verdad que nunca se la vio muy triste, comenzó a invitar a las gurisas a su casa y eso ya no me gustó, no señor, eso ya es degeneramiento. Y a veces, creo que se las entregaba a ése otro que venía a visitarla. Yo traté muchas veces de decirles a los padres, cuando podía vio pero son como ciegos, en poco tiempo varias tenían la panza llena de huesos.
Varios de ésos gurises son medios locos. Como rabiosos, ¡son malos! amigo, son como diablos. Un día me echó acusándome de haberle robado unos terneros. Cada vez más cosas raras, visitaba la escuela, para llevar donaciones según decía y seguro, seguro que los chicos se enfermaban, algunos se murieron , algún otro se colgó de un árbol. Eso se lo conté a doña Carolina, cuando fui a venderle huevos una mañana, y justo la tipa pasó por enfrente a la casa donde estábamos hablando, por eso pienso que ella la mató, a mi nadie me lo saca de la cabeza, ésa mujer es un diablo. Ese día fui a cargar gasoil a la estación de servicio del centro , donde voy siempre y lo encontré al mayordomo , otro hijo de puta, y me gritó que era un viejo lengua larga, que seguro que andaba hablando al pedo, que para eso y para robar terneros tenía mucho aliento , que para trabajar nunca había servido, casi nos fuimos a las manos de no ser por el playero , que medio lo echó , diciéndole que no quería pendencias en su turno, y como es grandote y ése Carlos Maria un cagón, se mandó a mudar. Si no en ése mismo momento lo destripo, ya estaba sobando el mango de mi cuchilla cuando nos separaron. Mejor así, si no seguro que me podría en la cárcel, a los pobres nunca nos asiste la razón. Pero a la chinita ésa, la que yo llevé al Hospital, a ésa dicen que la empreñó el cura nuevo ése que iba todas las semanas a la capilla, y que después como todos comía y chupaba con la patroncita en la estancia. Por que la llevé, no sé, por lástima y porque alguna vez anduve enredao con su madre.”
Entrevista con Fulgencio Benítez.

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