domingo, 13 de septiembre de 2009

Tercera entrada

Nogoyá 1997 Vísperas de San Miguel


Lo que paso a contar, ocurrió un 28 de Septiembre en vísperas del feriado provincial de San Miguel Patrono de Entre Ríos.
Desde que la democracia se instaló en el país, se volvieron a declarar feriados los días correspondientes a los patronos provinciales, toda una tradición, en reemplazo de efemérides militares, tan comunes en la dictadura, como el “Día de la segunda hemorroide del Cabo Olivera”
Me encontraba ésa noche conversando con Aristóbulo del Monte, conocido historiador de la ciudad de Balcarce, quien estaba de paso por Nogoyá no sé bien por que razón. Tampoco recuerdo si se lo pregunté. Nuestro encuentro fue casual y único, nunca más lo volví a ver, me contaron que falleció de cirrosis.
Aristóbulo, a quien le gustaba, según refirió ,que le llamaran Ari (ya que Tobu o Bulo no eran “auditivamente agradables, casi disonantes“ y su nombre a su entender era muy largo, bromeó.) llegó acompañado de un primo mío a quien había encontrado en otro bar. Encuentro éste, que luego, me pregunté muchas veces si habrá sido casual.
Ya que me encontraba sólo, se acercaron a compartir mi mesa. Dejé a un lado La Nación Deportiva (no muy interesante ya que Rácing había perdido por enésima vez consecutiva, y eso para mi le resta interés a dicha sección del diario de los Mitre)
Digo el diario de los Mitre pues es la forma como lo denominó Ari mientras me daba la mano para presentarse y con la otra llamaba al mozo para que le trajera una ginebra con poco hielo “más ginebra que hielo” dijo.
Como primer conocimiento que el lector puede tener del historiador balcarceño, es que no era manco, pues con una mano me saludaba y con la otra llamaba al mozo,
Permítaseme esta digresión jocosa , pero como dicen mis paisanos , de algo debemos reírnos , aunque más no sea de una tonta ocurrencia , en medio de la narración, que por otro lado no es poca precisión para el mar de vaguedades que es la sustancia de mi relato. Con su índice golpeando levemente doblado sobre el papel valiéndose de rítmicas flexo extensiones de la muñeca, musitó “El diario de los Mitre, el diario de los Mitre” repetía, hasta que por fin dijo luego de sorber un largo trago de ginebra, “yo también soy historiador” comparándose tácitamente con Bartolomé Mitre.“Y yo el Príncipe de Asturias” replicó mi primo mientras sorbía a su vez un gran volumen de Whisky. Yo pensé, que cosa andaría haciendo éste historiador por nuestro pago chico.
La cosa que el finado Ari de Balcarce efectivamente era Historiador. Un raro Historiador, dedicado a estudiar el desarrollo de las máquinas de la antigüedad.
Entre ellas la Catapulta “Antigua máquina militar para lanzar piedras o saetas, que en la actualidad, modernizada, se usa en portaviones para lanzar aviones” nos explicó.
Divagó sobre sus orígenes, sobre su uso militar en la antigüedad. Sobre las grandes rocas que aplastaban arqueros en las murallas de las ciudades mientras los arietes derribaban las puertas de los recintos. Más locuaz, cuanto más borracho, del Monte se explayaba sobre el tema. Llega el punto de interés para mi Ari del Monte dijo, más como curiosidad que como elemento de valor histórico, que conocía el relato de un caso en que la catapulta había sido utilizada en el Río de la Plata para transbordar un pasajero de un barco a la costa, a falta de caballos, botes o porque el infeliz no quería embarrarse, sabe Dios por qué.
Un hecho cualquiera, es para una persona, verdadero, cuando lo percibe con sus sentidos.
Cuando sus órganos especializados son estimulados y las vías nerviosas llevan la información a los centros nerviosos, que lo interpretan, le consta, sabe que es cierto. Esto no es posible con los hechos remotos (en tiempo o distancia) que nos son trasmitidos por otros. A veces a través de muchos otros. El resultado puede ser parecido al del juego infantil del teléfono descompuesto.
Comentó que en su juventud, al momento de nuestro encuentro orillaba los setenta años, conoció en Balcarce a un profesor o maestro jubilado de apellido Azorín quien le había contado el episodio del río de la plata, que a su vez lo había escuchado de su abuelo o antepasado al fin, un contrabandista portugués radicado en Bs. As a principios del siglo XIX o fines del XVIII, quien había conocido al catapultado y había mantenido con él una relación de amistad por muchos años.
Los barcos en ésa época no llegaban a la costa por problemas de calado por lo que los pasajeros y las mercaderías se transportaban en los lomos de caballos o en carros y botes hasta la orilla. Eso era lo normal como las grúas y los contenedores en nuestro tiempo. Lo insólito fue que un día un pasajero fue literalmente catapultado hacia la costa con un aparato improvisado entre los mástiles.
Este episodio mínimo y curioso, sin embargo caló hondo en la curiosidad de Ari del Monte cuando le fue relatado por el mencionado Azorín en la década de 1940 aproximadamente. Como meta secundaria y marginal de su tarea principal de singular historiador de viejas máquinas, se propuso conocer más de éste hecho y de ser posible saber de su protagonista. Por fin en el diario íntimo de un monje pederasta, entre asquerosidades varias, encontró lo que buscaba. Leyó “Caminaba yo, por la ribera del gran río cuya vera se yergue éste poblado, cuando de repente el crujir de la paja brava desvió mi atención hacia un lado del sendero, para mi sorpresa me encontré frente a frente con un mozalbete zaparrastroso acompañado de una mujer. Ella conocida, una lavandera María Concepción Vergara, a la que le dan el abominable apelativo de Conchita y él desconocido. Preguntados por mí de que ocupaciones tenían entre los matorrales, el muchacho que dijo llamarse Juan Pérez de Roldan manifestó que fue arrojado con una catapulta desde un velero y que de no haber caído en el canasto de ropa de la mencionada conchita (que asco) se habría roto el pescuezo” hasta ahí el párrafo de interés, que estaba datado en 1782. Lo que nos relató Ari del Monte sobre el resto del contenido del mencionado diario íntimo no viene al caso, como tampoco emitir juicios de valor sobre ello.
Lo que si sorprende es que el historiador se hubiera tomado el trabajo de leerlo y más aún de que lo hubiera encontrado en la biblioteca de la catedral metropolitana.
El resto de la madrugada transcurrió entre recomendaciones de cómo pescar armados chanchos en el rió Victoria y la caza de chanchos salvajes en crucecitas 7ª
El amanecer nos encontró despidiéndonos en la calle San Martín en pleno día de San Miguel Arcángel patrono de Entre Ríos. Nunca más lo vi a Aristóbulo del Monte, ni me emborraché así. Tampoco sé si sus relatos son ciertos o pura imaginación de alcohólico. Pero fue la primer referencia a Pérez de Roldan en América, o mejor dicho la referencia sobre algo cronológicamente anterior a otros sucesos de su “Etapa Americana”o con más propiedad debería decirse “Etapa Sudamericana” que es la que nos ocupa en este relato tratando de entender su significado y su trascendencia . Sobre todo en la explicación de hechos posteriores acaecidos en Nogoyá.






Nogoyá 1987 Fiesta Patronal

Nicolás Octavio Alfaro Rodríguez se encontraba mirando la multitud. Esta se desplazaba por la calle 25 de Mayo, ocupando la bocacalle con Quiroga y Taboada y desparramándose por el extremo sudeste de la plaza Libertad. La gente elevaba pañuelos blancos para saludar la imagen de la Virgen del Carmen que se encontraba en el atrio de la basílica. Enfervorizados por su Fe en la sagrada imagen o por los enoles consumidos desde la misa heroica o de hombres, a la madrugada, hasta ésa hora de la tarde.
Los oradores (tenientes curas, párrocos , obispos, arzobispos, presidentes de la acción católica, Hijas de María ,adoradoras del santo sable etc.) se dirigían a la masa excitada , hablando sobre los milagros del Carmelo, de Lourdes de Fátima ,del padre Quiroga y Taboada fundador de Nogoyá ( que con su cuchillo esculpió la primer imagen de la Virgen a fines del Siglo XVIII ) que ha ésa hora es milagroso por éstos lares. Se relatan los milagros más insólitos, desde la curación de una enfermedad terminal hasta la recuperación de un Sándwich de Mortadela perdido en el Monte durante el día de la primavera de 1953 por un Nogoyaénse que escribe desde California para saludar a la Patrona. Todo por la intersección de nuestra Sagrada Madre del Carmen.
De cuando en cuando los oradores o sus adláteres interrumpen sus alocuciones sentimentales, con un VIVA (La virgen del carmen, la madre de Nogoyá, Nuestra patrona, el cura párroco, el Arzobispo XXX , el Papa etc.) a lo que miles de gargantas responden con otro VIVA atronador.
Nicolas Octavio Alfaro Rodríguez, continuaba sentado en el borde de la fuente observando, sonriente, pero no con una expresión de felicidad, sino con una sonrisa entre comprensiva y burlona.
“Si ha éstos les dicen viva la diarrea estival, responden viva, con tal de seguir de joda”
Nicolas no era un Hombre muy devoto de las fiestas patronales, a las que entendía como folclóricas y llenas de superstición más que de Fe.
Ocasiones propicias para exacerbar los ánimos de la gente e incubar muchas veces el fanatismo y la intolerancia. (No en Nogoyá por cierto donde transcurre por otros carriles)
Enjuto, magro, piel trigueña y cabello corto y canoso. Noar como lo llamaban sus pocos amigos es el autor de la inédita “Historia Apócrifa de Nogoyá”, ( un esperpento en el cual vuelca “todo su resentimiento y características antisociales”, según nos comenta Dr. León Morientes presidente de la subcomisión de Literatura e Historia , del Comité Eclesiástico Militar para la defensa de la Tradición Patriótica y Religiosa de Entre Ríos que se creó en épocas del Arzobispo Adelfo Isabelino Palomino y cuyos volúmenes son fáciles de reconocer por las palomitas tórtolas rodeadas por una soga de cáñamo que constituyen su emblema. “Gracias a Dios nadie ha querido publicarla” agrega)
En la mencionada Historia Apócrifa relata entre otras cosas que en realidad Quiroga y Taboada no era un santo sino un libertino, que su vida licenciosa causó escándalo en Santa Fe y Gualeguay por lo que sus superiores le permitieron permanecer en estas tierras salvajes y montaraces alejado de los funcionarios políticos y religiosos de rango.
“Lo escondieron bajo la alfombra, como suelen hacer en muchos casos, aún hoy” afirmó Noar, mientras repetía socarronamente “Viva la Diarrea Estival” por lo bajo. Era provocador pero no estúpido como para vociferar algo así a pocos metros de las agrupaciones tradicionalistas, cuyos integrantes en general son muy valientes agrupados, por eso lo de agrupación ,y exacerban su pasión por el momento.
“Ojo, Nene” dijo “No solo esconden bajo la alfombra a los pícaros a veces también a los fanáticos cuando cruzan ciertos límites, como ése boludo que se emparedó, al sur de la provincia de Buenos Aires o en Río Negro porque sus fieles no concurrían a misa.” “El nombre no me lo acuerdo, debo tenerlo anotado, más aún lo tengo anotado en mi escritorio en algún cuaderno” Las bombas de estruendo a pocos metros, el tañir de las campanas, interrumpieron nuestro dialogo, luego nos separó una columna de artesanos y vendedores ambulantes que se dirigían al palco para gestionar una prolongación de la fiesta, pues sus ventas habían sido insuficientes. Chocaron con unos integrantes de la agrupación tradicionalista “Paja Brava” que tomaban Whisky en vasitos plásticos sobre el capot de una Pathfinder y se armó la batahola que terminó por dispersarnos. Recién varias semanas después me reencontré con NOAR.
Alfaro Rodríguez caminaba con dificultad por las sombreadas veredas del `Parque Ramírez arrastrando un pesado bolso de manos rumbo a la Terminal de Ómnibus.
Dejó el bolso en el suelo, me dio la mano, preguntándome que hacía en ese lugar a ésa hora de la mañana, le explique el desperfecto de la moto etc. Como siempre hizo comentarios sobre Ramírez el del Parque y La Delfina la de la terminal, pero se desdijo argumentando que no deseaba que se lo tache de iconoclasta.
“Ah, tengo algo para vos me dijo” extrajo un papel del bolsillo de la camisa y me lo dio. Luego con algunos vocablos entre dientes se despidió y siguió caminando con su bolso a cuestas.
Abrí el papel que era una hoja de cuaderno rayado y tenía escrito “Presbítero Juan Pérez de Roldan. Villa La Ola alrededor de 1860 o antes”

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