sábado, 17 de septiembre de 2011

Gallito Ciego Tercera Entrada

Gallito Ciego Tercera Entrada



-                     Interesante-dije resignado, jugueteando con mi bolígrafo entre los dedos, sin mirarla. Pero ahora simulando un interés que no sentía.

-                     Si, los ritos tienen sus libretos y su coreografía. Como una obra de teatro. Es una puesta en escena de alguna manera. En la que se participa como actor principal o secundario según el rol que se desempeñe. Que debe tener un solo espectador, la deidad que se está invocando.  Hay quienes confunden sin embargo, el espíritu religioso con la ritualidad. – pareció terminar de forma abrupta. Al parecer aquello era una revelación que escapaba a mi pobre entendimiento.

-                     Interesante – volví a repetir, ésta vez esperanzado- me gustaría sin embargo realizarle algunas preguntas.  No obstante si usted quiere agregar alguna otra cosa. Es muy interesante lo que usted me estaba contando.

-                     Como usted quiera, no lo tome a mal es nada más que asociación de ideas. Una asociación libres de ideas. Por ahí me gusta jugar a eso. Lo escucho. – me contestó. Su gesto me hacía ver que no había creído ni una palabra de mis elogios hacia su discurso.

-                     ¿Usted presenció la llegada de Serra a la iglesia?- pregunté con  un estudiado aire de indiferencia. Algo emparentado a la simulación de normalidad que Donoso describe en el “Obsceno pájaro de la noche”.

-                     Sí-me contestó lacónica. Observándome. Evidentemente también estaba interesada en estudiar mis reacciones.

-                     ¿Cómo lo vio llegar entre tanta gente?- pregunté en el mismo tono. Llevando en lo posible el dialogo al nivel de una tertulia dominical sobre un tema intrascendente y fútil.

-                     A esa hora no había prácticamente nadie en la calle, además era domingo y los  domingos la actividad en la zona es mucho menor.-me dijo, observándome en una actitud en la que creí adivinar una especie de desilusión.  Seguramente, me imaginé, ella esperaba de mí un estudio previo de la situación. Un estudio de terreno. Un relevamiento como el que realizan las avanzadas de los ejércitos.

-                     ¿Usted está segura que la persona que usted vio entrar era Serra?-pregunté con  cierta incredulidad. En realidad lo hacía con total incredulidad, pero no podía demostrárselo abiertamente, si quería que aquella entrevista continuara.

-                     Totalmente- me contestó tajante. De una forma tan categórica como la que hubiera empleado para decirme que era de mañana. Una verdad que estaba fuera de toda discusión.

-                     ¿Cómo puede estar tan segura?- le pregunté sin ya poder ocultar mi descreimiento absoluto.

-                     Yo lo conocí, él les dio clases a mis hijos en Lomas de Zamora.- me contestó con una sencillez, que me desconcertó. Recorrí rápidamente aquel ambiente y no vi ningún retrato, ningún obsequio de ésos que los padres guardan como testimonio de la infancia de sus hijos. Pero claro cada persona es distinta. Expresa sus afectos de una forma diferente y personal.

-                     ¿Usted conoció a Serra?-dije sorprendido, todavía un poco desconcertado por su respuesta. Pues ella se refería a un conocimiento personal. A través de sus hijos. Lo que hacía más difícil una confusión.

-                     Eso es lo que le estoy diciendo- ésta vez su voz sonó un tanto molesta. Como si los evidentes signos de mi escepticismo hubieran empezado a hacer mella en su predisposición inicial.

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