martes, 8 de marzo de 2011

Tercera Parte de Las Brumas del Destino Décima Entrada

La luna nueva de Julio

En las noches invernales la ciudad aparece cubierta por una nube baja de humo y neblina. Como un estrato horizontal que se extiende sobre los techos . Dando a la atmósfera una sensación de consistencia. Las luminarias de la calle se ven rodeadas de un halo , que les da el aspecto de poseer una corona iridiscente.

El aire helado penetra por nuestro cuerpo arrastrando el aroma de leña quemada.

Y trayendo lejanos sonidos de ladridos y mugidos que se mezclan con el grave rugido de los camiones en las rutas, a través del denso frío de la noche.

Nogoyá en ésa época del año se ensimisma . Quedando sus calles semidesiertas, a merced de los perros y del viento. Deshabitadas de los grupos de chicos que las transitan en verano, de los vecinos sentados en los jardines o las puertas. De los insomnes que deambulan por sus calles en busca de quien sabe que cosa. Solo en algunas calles céntricas persiste el tránsito de vehículos y personas hasta un poco más tarde para luego dormirse también. Por lo que la ciudad adopta un paisaje frío y desolado, sobre todo en los barrios y más aún en los suburbios. El cementerio con sus paredones blancos y sus cipreses , oscuras espículas hacia el cielo estrellado, impresiona como una amurallada ciudad fantasmal. Acrópolis de quietud y de silencio. Prohibida ciudad de los muertos. Donde la arquitectura sombría de sus panteones y sus nichos , privados de la algarabía de la vida. Se recortan en contrastes umbríos apenas iluminados por la escasa luz artificial. Donde ángeles inmóviles guardan el descanso de los que han partido, por el azaroso y definitivo camino de las almas abandonadas de su cuerpo mortal. En ése lugar se debía realizar la invocación, el llamado.

Las cuatro amigas se dirigieron al Cementerio a últimas horas de la tarde, a las 18hs el lugar se cerraba al público y los serenos podrían impedir su ingreso, si las descubrían intentando hacerlo. A ésa hora era más fácil ingresar , como ingresa cualquiera. Como un deudo más , como cuatro dolientes en visita póstuma. Decidieron esconderse entre las tumbas hasta que fuera la hora propicia para realizar su ceremonia.

Antes que el Sol terminara de ocultarse las chicas se escondieron entre dos panteones, lugar desde el cual podían divisar la tumba de su amigo. A cuyos pies deberían concurrir antes que la luna nueva alcanzara el cenit. A pesar de los abrigos que llevaban, que como precaución adicional eran oscuros, sentían un intenso frío. Sensación atribuible a la columna de mercurio , pero también al lugar inquietante donde se encontraban y a las sombras que todo comenzaban a cubrirlo. Sombras , donde los demonios interiores comienzan a revolverse en sus lechos, despertando del sueño que les impone el día, o el ruido y la actividad. Aflorando a la superficie de la conciencia, como las burbujas de metano en los pantanos. Hablaban en susurros para combatir esa sensación extraña. Hasta alguna de ellas dijo algún chiste. Solo Ami permanecía callada con la mirada puesta en dirección a la sepultura. Sus amigas respetaban su silencio. Pues conocían la desesperación que la había llevado a ése lugar y que ellas secundaban , pero salvo Mili que era quien más se le aproximaba en el sentimiento, no compartían en la misma profundidad. A Flor y a Delfi el principal motor que las había llevado a ésa situación era la solidaridad. Y en el fondo , probablemente en su subconsciente, una luz de esperanza en que aquello resultara bien.

-Ya debe ser hora- dijo Flor – en un susurro

-No , creo que todavía falta un rato, no puedo ver la luna desde aquí, pero aún es temprano.- contestó Mili .

- ¿Trajeron encendedor? Voy a fumarme un pucho-dijo Flor.

- Fuma tranquila que todavía tenemos tiempo, falta rato todavía- intervino Delfi.

- Tengo un cagazo de novela, algo tengo que hacer, éste lugar me espanta, por lo menos un cigarrillo me va a tranquilizar un poco.- contestó Flor mientras extraía una atado de cigarrillos de su bolso de tela. Tomó el encendedor que le alcanzaba Delfi, y lo encendió acercando el extremo del cigarrillo a la pequeña llama amarillenta. Sus rostros se iluminaron por el fuego exiguo y sus facciones se parecieron a esos dibujos realizados en blanco y negro , donde solo se detallan los rasgos iluminados. Y en ese instante se percató de la mirada de Ami dirigida hacia ella

-No temas de nada – le dijo con dulzura- Nada nos hará daño. En éste país todos duermen y a quien nosotros despertaremos, es alguien cercano a nuestro corazón. Si de algo estoy segura es que no nos hará ningún daño cuando venga. No temas Flor, no temas de nada.- y dicho esto volvió a dirigir su mirada hacia el sitio que había estado mirando todo el tiempo. Como si por ése breve lapso de sus palabras hubiera salido de un sopor en el que volvía a sumergirse.

- Ya lo sé Ami, pero igual tengo miedo- Flor pronunció éstas palabras con un hilo de voz y continuó fumando en silencio apoyada contra la mampostería de aquel monumento funerario. Por mucho rato ninguna de las cuatro volvieron a pronunciar palabra alguna. Solo Mili y Flor fumaban en silencio , a intervalos regulares.

La noche era calma, y la helada descendía con su manto de hielo sobre los pastos. En lo alto la Vía Láctea atravesaba el firmamento con las luces de sus innúmeres mundos, titilando en la inmensidad del cosmos. Ami levantando la vista hacia el cielo límpido dijo:

-Ven las estrellas. Muchas de ellas ya no existen. Pero están tan lejos que su luz recién nos llega en éste momento. Mirar el cielo es como mirar el pasado. Y es un milagro que Dios nos permite cada noche. ¿por qué no nos permitiría hoy, algo parecido, que es lo que queremos hacer? Muchas veces cuando veo esto mismo , pienso lo que les acabo de decir. Y creo. Creo que lo podremos hacer hoy. No sé porque en ésta fecha, ni de ésta forma. Es algo que se me escapa. Nos dijeron que debía ser así y así será. Por eso estamos aquí. Estamos como mirando el cielo. Viendo el ayer.

- Yo también creo Ami- dijo Delfi tocándole el cabello con ternura- yo también creo. Y tampoco sé porque será hoy y en éste lugar. Pero así se hará. Siempre me han enseñado que el cuerpo es un resto, algo desechable, de lo que nos desprendemos cuando nos vamos al cielo, o que se yo adonde nos iremos, por lo que siempre pensé que el alma debe estar en todas partes, como el aire. Pero seguramente ésos restos son un ancla, como los animales cuando vuelven a su querencia. O como las palomas mensajeras que retornan a su palomar.-terminó.

-La vieja dijo que debía hacerse así y así lo haremos..- Intervino Mili lacónica succionando de su cigarrillo enérgicamente.

Transcurrido un rato en absoluto silencio. Donde solo se escuchaba el castañeteo de dientes de Flor y algún perro lejano. Mili dijo

-Creo que es hora.

Las cuatro salieron sigilosas y torpes de su escondrijo, con los miembros entumecidos por el frío y por la postura mantenida por largo tiempo. Como aquellos soldados que salen de su trinchera en la noche, después de haber permanecido ocultos por varios días.

Ami silenciosa fue la primera en sentarse en el suelo helado y extrajo del bolsillo interior de su campera las velas benditas.

Con la luz de un teléfono celular dispusieron las doce en circulo hundiéndolas sin dificultad en el suelo blando , luego la decimotercera en el centro, la que nunca encenderían la que debía encenderse sola con la llegada del buscado.

Miraron la posición del pequeño paréntesis lunar y todavía faltaba un rato para que llegara al lugar señalado por la pitonisa. Se frotaban las manos endurecidas por la intemperie total a la que estaban expuestas salidas del refugio en el que habían permanecido hasta entonces. En el preciso momento en que Selene ocupó el sitio indicado, comenzaron cada una a prender sus tres velas y Mili con voz ronca comenzó a leer la invocación escrita por aquella mujer en un papel de bloc amarillento. Terminadas de pronunciar las palabras quemó el papel colocándolo sobre la llama de la última vela encendida. Se tomaron de la mano y permanecieron así largo tiempo. Alrededor de aquél círculo de luz soñado por el ciego. Esperando la llegada de aquél que pensó que le habían robado el alma. De aquél que no pudo huir de su destino, en el preciso momento en que se empezaba a sentir vivo nuevamente.

Las cuatro se miraban calladas y se apretaban las manos para darse confianza y mitigar el miedo que las invadía. Como si el contacto físico las protegiera , las hiciera inmunes a los peligros que acechaban en aquél lugar.

Sólo el aullido de algún perro lejano interrumpía el silencio de la noche avanzada y calma en aquella loma bendita que de alguna manera habían profanado con su presencia.

Quietas y calladas se encontraban las cuatro después de casi veinte minutos de haber empezado la ceremonia, cuando Delfi, Flor y Mili levantaron la mirada sorprendidas hacia la vereda por la que habían venido. Ami bruscamente giró el tronco y miró hacia atrás, a la vez que se le dibujaba una inmensa sonrisa en su rostro iluminado por las velas.

- Mi amor-dijo en un susurro- hace tanto tiempo que quería volver a verte. Mi amor…

Su cuerpo comenzó a sufrir bruscas sacudidas mientras caía de espaldas, golpeaba el piso con los talones y con los puños. Y su cráneo resonaba contra el suelo helado.

De su boca comenzó a brotar un espumarajo blanco. Las tres se abalanzaron sobre Ami , que se movía sin control, hablándole sin obtener respuestas. Fue Flor la que notó la decimotercera vela encendida, mientras sus amigas pedían auxilio a la mujer y los hombres que venían corriendo por la vereda y que las tres vieron en el preciso momento en que Ami giró y dijo algo.

-Llegamos tarde – dijo la madre de Fran en un sollozo.- las busqué toda la tarde , para que no hicieran esto. Por Dios. ¡Llamen la ambulancia muchachos! Por Dios

Una ráfaga solitaria apagó los pabilos , todos a la vez y arremolinándose entre la hojarasca se perdió en la serenidad de la noche.

Facu, desde su balcón, muy lejos al otro lado del río, vio una estrella fugaz marcar una parábola de luz sobre las islas, y el negro Seba despertó sobresaltado de su sueño profundo.

“Por ningún motivo se alejen del círculo, por ningún motivo vuelvan la mirada hacia atrás” Las palabras de la vieja resonaron en la cabeza de Mili, por mucho tiempo después de la muerte de Ami. Pero lo que recordará por el resto de su vida, son aquellas palabras susurradas, sus últimas palabras, que solo ella escuchó, por estar a su lado.

Y su sonrisa, si su sonrisa.

1 comentario:

  1. VOS ESTÁS LOCO? YO NI EN PEPE PUBLICO TODAS ESTAS COSAS. LAS MANDO A UNA EDITORIAL Y QUE ME LO PUBLIQUEN PERO PARA VENDERLO!

    UN BESO GRANDE, http://malatendida.blogspot.com :)

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