jueves, 5 de agosto de 2010

Octava Entrada de Brumas


El amor.

Ami caminaba con las últimas luces de la tarde, por calle Alem , acercándose a la esquina de Moreno cuando Fran la encontró. Se detuvo sonriente junto al cordón y la invitó a subir, ella lo miró perpleja, fue una verdadera sorpresa.
- ¿A quién querés más a mí o a tu moto?- Le preguntó tiempo después , con una voz insinuante casi susurrada sobre su pecho.
- ¡A mi moto por supuesto! .- contestó él , con simulada arrogancia.
- ¡ Sos , muy malo! .-le dijo ella.
Un par de horas antes él había llegado a su casa, donde ella como casi siempre se encontraba sola. Escuchaban FM y comentaban sobre acontecimientos escolares, el cuarto año era el más interesante, los profesores eran buena gente. Ese año , pensaban, sería el último de estudio realmente, en quinto se dedicarían a preparar su viaje de fin de curso y a viajar. Él la miró largamente, si bien parecía escucharla , su pensamiento se había detenido en la belleza de sus labios al moverse. Lentamente se acercó pasó su mano derecha por su nuca y suavemente la atrajo besándola con pasión, jugando con el lóbulo de sus orejas entre sus labios, recorriendo su cuello , sus hombros , desprendiendo uno a uno los botones de su camisa , deteniendo sus caricias en la suavidad de sus senos cálidos, en la turgencia de sus pezones erectos. Tuvo urgencia de sentirlos en su boca, se detuvo largamente besándolos y lamiéndolos, mientras con sus manos recorría su vientre , tocaba sus rodillas la dureza de sus rótulas, desplazándose por la suavidad de sus muslos hasta los cálidos humedales de su sexo.
Cuando la penetró experimentó el ardiente abrazo de su vagina rodeándolo, aquél túnel lúbrico y cálido que lo conducía hacia la locura, el tibio néctar de su cuerpo mojándolo, sus muslos que lo envolvían , sus manos recorriendo su espalda como quien busca en la oscuridad, con más desesperación tras cada movimiento de su pubis, hasta que la transpiración sobre su vientre acompañó el espasmo , el gemido o el llanto y en ése momento algo estalló en su cuerpo, transformándose en esperma urgente expulsado hacia un exilio soñado, definitivo. Ambos fueron distintos después de aquel instante de éxtasis, de pasión y de locura.
Casi un año transcurrió desde su primer beso hasta el momento en que sus cuerpos se vieron atrapados por la vorágine del sexo. En definitiva por el vórtice primigenio de la vida.
Ella tendida boca abajo apoyaba la cabeza en su pecho, entrecerrando sus ojos y escuchando el latido de ese corazón, que esperaba habitar para siempre. Recorriendo con sus manos los hombros de él, sus mejillas , sus labios. Como una ciega, leyendo los rasgos de su amado . La noche los fue envolviendo , mientras las luces de la tarde languidecían en la ventana. En la FM Sabina cantaba muy bajo “ 19 días y 500 noches”. Y el sordo sonido de la hojarasca mecida por el viento en la galería, de tanto en tanto arrullaba el instante perfecto de su dicha.
A ella le pareció ver una sombra fugaz en el rectángulo mortecino de la puerta de su cuarto iluminado por las luces de la calle que se colaban desde la sala. Pensó en su madre que hubiese regresado con mucha antelación de su trabajo , pero era imposible que ingresara en la casa de forma tan silenciosa. De todas formas ya nada se veía.
Fran dormitaba, ella miró su rostro y temió perderlo.


La tarde y la lluvia.

El cielo parecía una acuarela , pintada con gruesos trazos, donde se mezclaban los distintos tonos de gris. Desde el claro, casi blanco, hasta el oscuro matiz de los nubarrones más amenazantes. Daba la sensación de peso, de opresión, como si en cualquier momento las formaciones nubosas se fueran a precipitar sobre la ciudad, aplastando los edificios como si fueran de plastilina . Como una cordillera trashumante que hasta guardaba una apariencia de solidez. Lejanos al sur , sonaban los sordos truenos y refucilos blanquecinos y violáceos se recortaban sobre los jacarandaes de la plaza.
No tardaría en llover. Fran dobló desde Quiroga y Taboada hacia San Martín, Mili caminaba presurosa por la ancha vereda.
-Te llevo nenita.- dijo el muchacho .
- ¡Que suerte , seguro que si tengo que caminar hasta mi casa, me hago sopa!.- contestó ella
- No te preocupes, vamos, te acerco, el tiempo se viene abajo en un rato nomás.-
- Hoy es una linda tarde para comer tortas fritas – gritó Mili en su oído.
- ¡Dale! Pero vamos a tu casa, en la mía seguro que está Sole protestando porque tiene que ira a trabajar.-contestó él
- Listo, vamos.- respondió la Ardiles.
Cuando detuvo la moto frente al portón de entrada, cayeron las primeras gotas, gruesas , pesadas. Cuando la chica abrió para franquearle el paso, el aguacero se descargó con furia. Al ingresar bajo el tinglado abierto que conducía a la puerta de ingreso a la vivienda, el estruendo de las gotas en las chapas de zinc, les hacía gritar. Delfi los saludó sonriente desde una reposera en la que se encontraba leyendo en el extremo más alejado a un lado de la puerta principal. No había ningún camión estacionado en el amplio espacio, los tres estaban de viaje, por lo que la moto solitaria parecía más pequeña , desproporcionadamente pequeña, perdida en aquella gigantesca playa.
Saludó a Delfi con un beso y acompaño a Mili adentro, donde fueron necesarias las luces artificiales. Por la ventana se veía un encerado verde donde con letras blancas se leía “Transporte La Flecha Nogoyá Entre Ríos” ondeando por las ráfagas, sostenido por un cable de acero a manera de cortina. Tras él se observaba, cuando el movimiento lo permitía, el terreno de la esquina bañado de aceite, donde se amontonaban neumáticos y partes de vehículos dispersas sin un orden aparente. En algunas de las cuales la vegetación que las invadía, denotaba el tiempo transcurrido desde que fueron arrumbadas. La lluvia todo lo mojaba, formando charcos en el terreno irregular.
Fran se distrajo mirando esto y el vapor que formaba la cortina de agua al golpear contra la arista superior del muro que formaba la ochava.
- Me ayudas , o te quedas paveando.- le dijo Mili tras él.
- Discúlpame , miraba llover, y me fui con el pensamiento, muchas veces absorto por algo es como si me aíslo. Me encapsulo. Y esa lluvia tan densa me dio la sensación de algo maligno, como un presagio. Boludeces mías nada más.
- Eso último sin duda, yo no acostumbro a desmentir a nadie. Lo que sí. los tipos que vienen a comer tortas fritas conmigo, a mi casa, deben ayudarme con la masa por lo menos.
- Che, ¿y son muchos los tipos que vienen aquí a comer tortas con vos?- replicó él con sorna.
- Multitudes, pero por ahora el único sos vos, así que manos a la obra-contestó ella con una sonrisa mientras aparatosamente simulaba tomarlo de una oreja.- Lo más maligno que te puede pasar es que yo te corra con el palo de amasar.
- ¡ Quizás es lo que presagiaba la lluvia! Mejor te ayudo, antes que montes a la escoba y me persigas.
Los tres jóvenes riendo se dedicaron a la tarea de amasar, embollar, estirarlas con el palo cilíndrico y enharinado, hasta formar un círculo blanco y elástico.. Para luego echarlas en la grasa caliente , que crepitaba al recibir el disco de masa. Con lo que sobró fabricaron muñequitos y utensilios varios que fueron destinados al magma hirviente de la olla. El aroma de la fritura impregnaba todo el ambiente e incluso el tinglado donde se sentaron a matear y comer. Cuando el temporal amainó, luego de un par de horas de llover copiosamente, Fran se puso de pie
- Bueno-dijo-pájaro que comió voló-
- No te digo Mili, todos los hombres son iguales, una vez que están llenos se mandan a mudar y la dejan a una sola.- dijo la mas baja de las melli a su hermana.
- Si la vida es muy ingrata, con las mujeres hacendosas y de la casa- contestó ésta.
- La verdad chicas, que dos angelitos como ustedes , solitas , me dan tanta pena que en cualquier momento vengo a cantarles el a rro rro. ¡ Pobrecitas ellas!-dijo Fran mientras montaba en la moto.
- ¡ Quien sabe si te dará la voz para tanto! – le dijo Delfi mientras le arrojaba un trocito de torta frita.
El muchacho desplazó la moto con grandes zancadas, abrió el portón y salió a la calle, el vehículo arrancó con estruendo y se alejó por Hipólito Irigoyen, en el semáforo de Marchini se cruzó con el gordo Jorge, que venia desde el norte como quien sale de la Villa 3 de Febrero. El gordo lo saludó con un leve movimiento de cabeza y Fran le respondió con el índice de su mano derecha, el viento sur le golpeaba el rostro con algunos restos de lluvia. Notó la sonrisa el otro cuando pasó delante de él . Y pensó “¿de que se reirá éste boludo?” . sin imaginar que en la mente del gordo tomaba forma una idea, una idea que lo marcaría para toda su vida, una idea que desencadenaría el desastre.
Al llegar a su casa se encontró con su hermana que salía apresurada de la misma.
- ¡Dale nene!- dijo Sole- Alcánzame al trabajo que me quedé redormida.
- Subí – le contestó Fran.
Al oeste un retazo de celeste dejaba pasar los rayos del sol. La atmósfera fresca y limpia de la tarde les llenaba los pulmones. Los dos hermanos se marcharon felices sin saber que ya el destino había puesto en marcha su fábrica de penas. Que otras nubes comenzaban a formarse en el firmamento de su porvenir. Nubes éstas que ocultarían brutalmente el ingenuo sol de su inocencia.

1 comentario:

  1. PROMETISTE VOLVER A MI BLOG Y LO HICISTE. VISTE CÓMO ME ACUERDO DE LAS COSAS? JAJAJA.

    UN BESO GRANDE GUSTAVO! http://malatendida.blogspot.com :)

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