domingo, 8 de noviembre de 2009

Décimo primer entrada de Los Custodios del Sello

Lucas Gonzalez 2001 El Pozo

“A mi ésta plaza siempre me pareció deprimente, con ésa iglesia gris mirando al sur, realmente horrible. Yo cuando estoy aburrido de Nogoyá me vengo para acá, a los pocos minutos extraño y me vuelvo gustoso. Este pueblo es un pueblo pedorro debe ser porque lo gobernaron muchos años los radicales, viste, realmente un pueblo de mierda” se detuvo un momento para encender un cigarrillo más. Luego señalando un árbol me dijo “Mirá que linda rama para ahorcarse, si tengo que pasar un rato más en ésta mierda, te juro que me ahorco, loco, ni lindas hembras, nada. No tenes un lugar decente a donde tomarte un aperitivo, nada. Pe-do-rro no le cabe otro nombre a éste villorio infectado de radicales y rusos. Si no fuera que éste boludo de Carlos María vive aquí ni en pedo que estuviera me quedo esperando en ésa plaza de mierda”
Calló contrariado “Ya veo que hoy no es tu día” repuse. “No, a mí me revienta las bolas tener que esperar, necesito el negocio , sino en éste mismo instante me voy a la reputa madre que me parió” “ En una de ésas viene con la viuda de Flores Schneider” repuse “ahí se te va a levantar el ánimo” dije “Sí en una de ésas caen con un casalito de canguros para aclimatarlos a Entre Ríos , pero está buena la guacha, soy capaz de invitarla a correr en bolas por la plaza” dijo riendo. “¡Dale, dale! poné en contacto el auto que quiero bajar el vidrio” dijo imperioso “que pasa loco” conteste mientras giraba la llave y él bajaba el vidrio “Quiero vomitar, mirá esa gorda infame que viene por la vereda, que asco, si yo pasara dos años en el desierto y al volver a la civilización me dicen que ésa gorda es la única mujer que queda en el planeta, inmediatamente me hago trolo” dijo con un gesto de determinación. En ése instante una camioneta estacionó a nuestro lado. Descendió pesadamente Carlos María con ésa sonrisa que más que reflejar un estado de ánimo es una mueca, tiró su gorra hacia atrás con un manotazo sobre la visera, sacó un pañuelo arrugado del bolsillo trasero de su pantalón de grafa
Secándose la frente, los bigotes y el cuello, apoyó sus manotas sobre el techo del auto y dirigiéndose a mi primo dijo. “Mejor vamos en la camioneta que tiene aire acondicionado, se me hizo tarde con todas ésas pavadas del Parque Temático y la Reserva Natural, cada día más quilómbos, uno atrás de otro cosa de no creer, pero bueno es la única forma de seguir haciendo plata, ja ja.” Subimos a la camioneta y nos pusimos en marcha hacia el campo que mi primo intentaba vender, el camino era polvoriento por la prolongada sequía. A los 12 Km. aproximadamente doblamos a la derecha hacia el oeste por un camino secundario, dos mil metros después nos encontramos en la tranquera del establecimiento de Lorena Berezaga. “Lindo campo hermano ya vas a ver” dijo Carlos María en el momento que descendía del vehículo para abrir la tranquera. Ingresamos por un sendero que transcurría entre dos potreros de pastoreo en uno de los cuales pastaba un buen número de vacas lecheras. Efectivamente era un campo limpio, con buenas instalaciones, casi todo nuevo, como si su dueña pensara en quedarse largo tiempo con él antes “que le agarrara la loca por volverse” según sus propias palabras, para mí no pasaba de ser un paseo pues mi único interés en el asunto era acompañar a mi primo a recorrer la propiedad que pretendía vender,
“!Mira hermano¡ molinos nuevos aquí , toda la cañería es nueva, también las bateas, en la casa ya te voy a mostrar pozo nuevo con bomba sumergible que abastece todo el tambo y el resto de las instalaciones. ¡Una joya! te lo van a sacar de las manos” Dijo
Carlos María señalando hacia un pequeña isleta cerca de la cual se levantaba un Molino de viento para extraer agua “Boludo vos me dijiste que todo el campo estaba limpio, y mirá es montecito, ésa mugre te ensucia todo el campo , en dos o tres años vamos a tener la selva de Montiel” dijo mi primo extendiendo su mano a tal punto de casi quemar con la brasa del cigarrillo al conductor, señalando la isleta “pero ,más boludo sos vos hermano, no son ni cinco hectáreas eso es una cañadita, no se puede limpiar sino la erosión se lleva toda la tierra, además sirve de sombra a los animales, vamos te la muestro para que no hagas tanto aspaviento” dirigió la camioneta hacia los árboles y se detuvo bajo unos algarrobos moros añosos, era un monte alto limpio que rodeaba una pequeña laguna en forma de medialuna, entre los juncos nadaba una pareja de patos que al acercarnos levantó vuelo. Descendimos del vehículo, para estirar las piernas y aprovechar el aire fresco de la arboleda, caminamos por un terreno irregular debido a las huellas que las pezuñas de las vacas marcaban en el terreno blando, pequeños bañados de apenas un metro de ancho surcaban el terreno “puro barrero” dijo mi primo “Mirá que estás delicado hoy” dijo Carlos María. “¿Y eso que es?” Preguntó mi primo, “un brocal viejo, de una tapera de quien sabe cuando” dijo Carlos María. “Mirá te voy a contar una historia que les va a gustar a ustedes dos, dicen que aquí mataron algunos gauchos del ejercito de López Jordán cuando los nacionales lo terminaron después de lo de Urquiza, dicen que eran gurises que ni barba tenían, pero sabés que a Sarmiento le gustaban los degüellos, sobre todo de sus rivales, y de ése pozo viejo algunas noches salen luces y se escuchan los quejidos de los moribundos y los ruegos de los que esperaban el cuchillo. ¿Linda historia no? No se si es cierta pero por aquí la dan por verdadera, si mi patrón estuviera vivo ya le habría sacado provecho, él era capaz de convertir cualquier cosa en plata, y si vos le vendés el campo a algunos porteños en una de ésas con esto le sacas unos pesos más, en ves de quejarte por que este montecito te va ensuciar el resto” agregó “ De éste pozo lo único que pueden salir son apereas y víboras por que está lleno de ramas” dijo mi primo arrojando la colilla del cigarrillo por el brocal derruido y haciéndome un guiño cómplice. Tomé un pedazo de ladrillo que estaba en el suelo y lo arrojé hacia la laguna donde se hundió con escaso ruido formando anillos concéntricos que mecieron los juncos. Nos dirigimos al casco para ver el resto de las instalaciones. Lorena Berezaga ya no habitaba la casa, solo los peones del Tambo nos recibieron con cierta indiferencia. A pesar de lo cuidado de todo aquello, me pareció un lugar triste, sombrío a pesar del sol radiante, impregnado de algo malsano, pensaba el ello cuando el mayordomo pelirrojo de la vieja se acercó para mostrarnos la casa. “Cómo le va amigo, ahora no vendrá a socorrer la viejita supongo” me dijo con una sonrisa burlona. Tomó a mi primo por el hombro y lo llevó dentro de la vivienda.

No hay comentarios:

Publicar un comentario