domingo, 17 de enero de 2010

Vigésima Entrada




Sobre el Puente Rosario-Victoria y otros lugares, principios de Abril de 2003

“Debo pensar cual es el momento adecuado, debo saber cual es el lugar seguro” pensó L mientras miraba por la ventanilla del Ómnibus el Río Paraná, en otro momento lo hubiera disfrutado, la ciudad de Rosario vista desde el puente es realmente hermosa, el espectáculo de los pequeños veleros como manchitas blancas sobre la superficie del río movidas por el viento como hojitas en un charco. Pero L había fijado su vista en la oscura mole de Sorrento y se figuró que quizás así serían las calderas del infierno.
“Debo identificar y detener al Emisario” pensó “El maligno y sus adláteres no se atreverán a acercarse, hasta que estén seguros de que la serpiente hizo su trabajo, El Maldito nunca fue valiente, la cobardía es una de sus características y en eso me haré fuerte. Debe tener un Emisario, trabajando hace mucho tiempo. ¿Para quien trabajó la Serpiente?, ésa es otra pregunta que debo contestarme. Por lo que veo no para el Maligno. Y yo que creí, en un principio, que Lorena era el Emisario, ése fue un grave error que cometí, ¡Señor, Señor! ¿Por que permites que me equivoque? ¿Por qué permites que el maligno gane terreno? ¡O será que tú quieres que estas cosas ocurran para castigar a la humanidad, o solo para preceder tu nueva venida!” Pensaba mientras golpeaba con los nudillos de su mano derecha el cristal de la ventanilla. “La serpiente tiene que haber trabajado para la Congregación ¡o para la gente de Morientes! Pero como corroborarlo, ella ya está muerta y quizás conociera al Emisario, seguramente lo tendría identificado, de otra forma no podría haber realizado su tarea”. El cansancio de tantos días, se posó con fuerza sobre sus párpados, lentamente sus pensamientos comenzaron a tomar autonomía e imágenes oníricas comenzaron a aparecer en su mente. Ejércitos monstruosos, huestes infernales avanzando sobre los campos , el enviado de la congregación inclinándose sobre él y diciéndole “Reza L, confiesa tus pecados y entrégate a la oración, purifica tu alma atormentada, la oración salvará al mundo, sólo ella puede detener a tu enemigo , que es el enemigo de todos los justos, no te equivoques” luego el rostro del enviado de la congregación que se deformaba para adoptar una apariencia horrorosa, y la tierra temblando bajo el avance de los Jinetes Malditos. Sobresaltado despertó cuando el Ómnibus ingresaba en la Terminal de Ómnibus de Nogoyá, sorprendido se encontró buscando los rostros de sus viejos amigos entre los viajeros que esperaban en el andén. Se puso de pie rápidamente, tomo el bolso de mano que constituía su único equipaje y descendió, no bien la puerta se abrió, salto al pavimento y se alejó casi corriendo, escapando de sus fantasmas, de ésas imágenes y recuerdos que se le ponían tan dolorosos, oprimiéndole el pecho con un dolor sordo que casi no lo dejaba respirar. Llegó a la Estación de Servicio, se sirvió un cortado en la máquina expendedora y compró dos medias lunas, un poco más tranquilo, se dirigió a la telecabina y solicitó un remise. Se bajó en la primer bocacalle sobre la ruta provincial 13, sería mejor continuar el resto del trayecto caminando, pagó el viaje con un gesto estudiadamente distendido y agregó “Gracias, jefe aquí me busca, mi sobrino, chau, chau buen regreso”. Esperó bajo unos espinillos que el sol se escondiera y comenzó su camino en medio de la noche, la luna con su tenue luz iluminaba el camino, se mantenía sobre la huella para no tropezar y para identificar cualquier vehículo a la distancia, lo que le permitiría ocultarse para no ser visto. Cerca de la medianoche llegó a la tranquera, caminó unos quinientos metros más y a campo traviesa se dirigió a la isleta donde se encontraba el pozo al borde de la laguna semicircular. Se sentó bajo los árboles y comenzó su espera, “¡Señor, Señor!” casi gritó “Dame fuerzas Señor, te imploro, tu mano guíe mi mano, yo seré tu espada Señor!” Durante los días siguientes se ocultó en el viejo brocal, para no ser visto, conocía de sobra el lugar, por las noches cazaba alguna perdiz o alguna alimaña para alimentarse, bebía agua del lago, poco a poco su aspecto se transformó en el de un pordiosero. La noche en que llegó el Emisario, estaba semidormido apoyado en el tronco de un viejo algarrobo, cada vez más débil, solo su fe inquebrantable y sus ruegos lo mantenían despierto. Escuchó un ruido a ramitas que se quiebran, el crepitar de los pastos bajo el calzado y pudo ver a lo lejos la luz oscilante de una linterna. “Quizás solo sea un cazador nocturno” pensó pero algo en su interior, ése algo que le permitía presentir el mal, lo alertó. Cuando vio la figura a pocos metros de él acercarse hacia el brocal, saltó con una agilidad impropia de su edad avanzada, tomó al recién llegado por el cuello y comenzó a golpearlo con furia, tomó su pistola y golpeó al otro en la cabeza hasta que cayó inconsciente , sentía la tibieza de la sangre en sus manos, aunque no podía verla a causa de la oscuridad, se dispuso a disparar cuando el dolor del pecho lo inmovilizó, “¡Señor, Señor, por qué me haces esto!” No hubo nada más, la noche penetró hasta sus viejos huesos, anidó en su corazón inmóvil y un velo de sombra apagó la luz de sus ojos para siempre. Un leve brillo como de luna iluminó las copas de los árboles fugazmente y desapareció. Casi al amanecer Casto Morales volvió en sí, con las primeras luces del alba vio al viejo muerto, a dos metros de él y sonrió, tomo el arma de la mano helada la puso en su cintura con un gesto de satisfacción. Luego se acercó al brocal y comenzó a buscar. Cuando el sol apareció sobre las lomadas, el emisario se esfumó entre las malezas. Tenues columnas de bruma se elevaban de la laguna, los primeros caranchos volaban en círculos.









Diamante, Octubre de 1998 Iriarte


El cura Iriarte transpiraba copiosamente, con un pañuelo se secaba el sudor de su frente y de su cabeza calva. Tomaba el mate cocido con desgano, resoplando, un poco por disgusto otro poco por su obesidad. Miraba al recién llegado a través de los gruesos cristales de sus anteojos. “Mirá Iriarte te necesitamos en Nogoyá, es tu deber ir, es una misión para la que Dios te ha elegido” dijo el enviado de la Congregación “nosotros haremos todo lo necesario para tu traslado, al padre Gonzalez Millán lo llevan a Paraná y es el momento justo” continuó. “Yo la verdad que estoy muy cómodo aquí, además estamos realizando muchas obras, por demás interesantes, se ha formado un grupo hermoso, no sé porque tengo que dejar todo, ¡porque sí nomás!” Replicó el cura obeso llevándose la taza a la boca. “Por que sí nomás no, Iriarte, porque Dios te eligió, para cuidar su rebaño en peligro, y mantenernos informados de cualquier novedad. Vos sabés que la Congregación confía mucho en vos y tus conocimientos, no cualquiera puede cumplir con ésta misión. González Millán es un flor de cura, pero muy estructurado, a nosotros no nos da ni la hora, incluso creo que desprecia el poder de la oración, te necesitamos Iriarte” dijo con énfasis “No sé dame un tiempo,
¡al final no sé si la elección es de Dios o de ustedes! Yo estoy bien aquí, tranquilo y haciendo una gran obra. Pero lo voy a pensar. ¿Por qué no lo vuelven a llevar a Martiarena?” preguntó
“Está muy viejo y enfermo, lo sabés Iriarte , además la muerte de Bautista El Bendito lo sumió en una gran depresión de la cual nunca se recuperó, debes meditar Iriarte en Jesús en el Monte de los Olivos cuando ante la certeza de su pasión y muerte aceptó la voluntad del Padre, medita Iriarte y decídete no hay mucho tiempo.” casi suplicó el visitante , el cura obeso se acomodó los anteojos , se revolvió en su sillón tapizado en cuero y echándose hacia atrás lo miró , mientras sus dedos tamborileaban sobre el escritorio. “No estarás sólo, te mandaremos ayuda, algo hemos logrado, no mucho pero algo hemos logrado, de alguna manera hemos penetrado a Los Custodios y esperamos avanzar en esto, es un asunto demasiado importante para que lo enfrenten ellos solos pero su paranoia nos impide ayudarlos de forma abierta, además las instituciones sobreviven a los hombres.” Habló, luego se levantó, buscó su gorra del perchero y salió por la puerta que cerró tras de sí con un golpe seco. Garófalo López Montel descendió rápidamente los escalones hasta la vereda y casi corriendo se marchó por la calle adoquinada hasta su auto estacionado cerca de la esquina.
















Barrio La Estación Septiembre de 2004

“He pecado, poniendo en vuestras manos sangre inocente. A lo que ellos contestaron:
¿A nosotros qué nos importa? ¡Allá Tú!” Mateo 27 4-5



El ruido sordo de las plantas de silos era casi el único sonido en noche la lluviosa.
El hombre caminaba por Hipólito Irigoyen hacia el Oeste cruzó Marchini y se dirigió por la vereda de la plaza hacia la plazoleta de los Uruguayos al llegar a la esquina de Vivanco doblo a la derecha, sus pasos resonaban en los adoquines, al llegar a J.B. Mihura giró en la pequeña ochava hacia la izquierda, se detuvo en la playa de estacionamiento de camiones y esperó. Se sobresaltó cuando apareció la silueta delgada bajando de la cabina del Scania, siempre su presencia le causó temor. “Como andas Moralito” dijo el pelirrojo acercándose “muy bien padre” contestó éste “¿hiciste tu trabajo?” preguntó el sacerdote con una sonrisa en su rostro lampiño, que no ablandaba la dureza de sus gestos. “Si, si , no queda nada, Lorena hizo un buen trabajo, rápido y bueno , todo está listo padre, lo esperamos con ansias padre ...” Musitó atemorizado por la presencia del otro “¡Dejate de pavadas, Moralito!, vos tenes que hacer bien tu trabajo y ninguna otra cosa , me molestan los pusilánimes y los genuflexos , lo demás no es asunto tuyo, de lo contrario te meterás en problemas y ahora rajá de acá que no quiero que nadie me vea, además los gusanos como vos me fastidian”. Dijo el recién llegado con desprecio entregándole un sobre papel madera que guardaba en un bolsillo se su campera de paño. “Si, padre lo que usted diga padre” dijo Morales alejándose casi corriendo bajo la llovizna, el otro caminó hacia la ochava y lo vio alejarse con una mueca de asco, con un gesto rápido volvió hacia el camión y desapareció en la noche. .
Morales marchó hasta su casa, abrió lentamente la puerta, tiró el dinero sobre la mesa del living , se dirigió a la habitación de su madre inválida que dormía con ronquidos espaciados, vertió el bidón de nafta sobre el cobertor, las frazadas y en el preciso instante en que la anciana abría sus ojos sobresaltada, arrojó el fósforo. Las llamas casi tocaron el techo, los gritos , se fueron apagando lentamente para cesar al cabo de unos minutos, Casto Morales se dirigió a la bella mujer que le sonreía sentada en el sofá del living , y comenzó a besarla apasionadamente mientras sus manos acariciaban sus senos duros y erguidos a través de la camisa de seda.

1 comentario:

  1. ¡¡Qué bueno!!!!!!!
    Gustavo...me maravilla leerte!
    Qué buenas imágenes, qué bueno el relato y los personajes...
    ¡Qué bueno que sos!
    No dejes de escribir nunca...No quiero perder la posibilidada de seguirte!
    Un beso
    Adriana

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